"The stagecoach" (1939)


Muchas páginas se han escrito sobre La diligencia, bien para referirse al prodigioso año de 1939 - donde se estrenaron también "Lo que el viento se llevó", "Cumbres borrascosas", y "Unión Pacífico" - ,bien para contar la historia de su concepción y rodaje: una novelita de Ernest Haycox - inspirada en Maupassant - ,que con guión de Dudley Nichols y la intensa dirección de Ford se reflejó en una magnífica narración, cuya visión produjo una profunda influencia en Orson Welles quien confesó haberla visto docenas de veces antes de acometer su magna "Ciudadano Kane".

La diligencia fue, en 1939, la mejor película de John Ford, junto a "El delator". Supuso el renacimiento del Western como género digno para la serie A - además de "Unión Pacífico" de Cecil B. de Mille y "Tierra de audaces" de Henry King - y se convirtió en el gran trampolín para la carrera de John Wayne, una oportunidad que esta vez no iba a desaprovechar.

Ford impuso a Wayne en el reparto - los productores querían a Gary Cooper - y el actor nunca olvidó este gesto al que debe, probablemente, el comienzo firme de su carrera hacia la gloria. El personaje de Ringo Kid, un joven vaquero acusado injustamente de asesinato y con el desea de vengar la muerte de su padre, le viene a "Duke" a la perfección; no obstante trabajó duro en el rodaje y se dejo modelar por Ford que había concebido la película no como un western de serie sino como un apasionante retrato de la naturaleza humana a través de varios personajes. El estilo visual es deslumbrante; no es necesario destacar, una vez más, las escenas entre Wayne y Claire Trevor en la posada, el nacimiento de la niña, la archifamosa carga de los indios contra la diligencia o el mítico duelo final entre Ringo Kid y los asesinos de su padre. "La diligencia" encierra toda la magia del Western y es, a la vez, un perfecto vehículo de transición entre el llamado western primitivo y el denominado adulto o de madurez. Todo ello es conducido a través de imágenes de extraordinaria fuerza dramática, de interpretaciones ajustadas, con John Carradine y Thomas Mitchell a la cabeza, que muestran las diversas reacciones humanas ante una situación límite. Ford haría después películas mejores que La diligencia, lo mismo que Wayne, pero en ella ambos demuestran que el cine, en sus manos, adquiría la condición de arte máximo. Varias décadas más tarde aún puede disfrutarse la película percibiendo en cada visión nuevos matices, nuevas riquezas, además de comprobar, una vez más, el ejemplo tal vez más depurado, o al menos uno de ellos, de lo que podemos llamar clasicismo americano, un clasicismo que, por supuesto, conserva todo su vigor y vitalidad originales. Y una anécdota final: el auténtico descubridor de Monumental Valley, el escenario favorito de Ford que brilla a gran altura en esta película por primera vez, no se debió al director, sino al propio "Duke", aunque Ford quedó tan fascinado por el paisaje que decidió atribuirse su descubrimiento, algo que Wayne consintió sin mayor problema.

"La diligencia" es una soberbia obra maestra. Todavía hoy es el western más popular de todos los tiempos y el que verdaderamente catapultó el género hasta la altura del arte.

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