Numerosos trabajos han mostrado investigaciones referidas a la enseñanza y el aprendizaje de diversos contenidos. En los últimos años, muchos de ellos se han detenido en el estudio de los efectos de la enseñanza memorística y repetitiva, la adquisición de conceptos en forma fragmentada y a corto plazo, el desinterés de los estudiantes, etc. Han sido también numerosos los autores y las teorías que proponen distintas alternativas frente a ese panorama.
En líneas generales, estas propuestas coinciden en asegurar que cada concepto debe ser construido activamente por el alumno, desde la propia experiencia y relacionado con el conocimiento que preexiste en él. Postulan, asimismo, que el docente debe diseñar situaciones de aprendizaje que se transformen en problemas a resolver, tomando en consideración tanto lo que el alumno es capaz de hacer y aprender por sí solo, como lo que puede lograr con la ayuda de otras personas, de modo que le permitan la construcción de significados.
En todas las situaciones didácticas el profesor intenta hacer saber al alumno lo que él quiere que haga. De esta forma, no comunica un conocimiento sino que le devuelve un buen problema; si el alumno entra en el juego y gana se logra el aprendizaje; en caso contrario, el maestro debe ayudarlo y, a veces, justificarse por haber planteado una situación demasiado difícil; es decir, se va regulando el ajuste del contrato.
La situación, cuya resolución se propone, debe ser tal que la estructura del alumno le permita comprenderla y, a la vez, resultar insuficiente para responder de inmediato. Así, la selección de los problemas a presentar en el aula implica la búsqueda de enunciados significativos para él.
Dentro de este marco de referencia, juegan un rol muy importante algunas variables didácticas que tiempo atrás quizás no eran consideradas relevantes y que hoy tienen un papel preponderante dentro de las investigaciones interesadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Entre los trabajos dedicados a este fin, se encuentran aquellos destinados a profundizar las características del mencionado proceso a partir de la utilización del material didáctico.
Entre la multiplicidad de materiales y de técnicas que pueden ser utilizados en la práctica escolar, se encuentra la del plegado de papel (papiroflexia u origami). Existen numerosas publicaciones referidas a esta técnica, algunos de cuyas producciones fueron exhibidas y desarrolladas en la XXIV Reunión de Educación Matemática, UMA 2001.
De acuerdo con León Castellá (1999) esta práctica permite que los estudiantes visualicen formas geométricas, las relacionen con objetos que tienen a su alrededor, descubran propiedades, ejerciten el orden en un proceso y sigan secuencias, realicen simetrías y rotaciones, etc.
Dadas estas condiciones, los diseños geométricos del origami constituyen una fuente adecuada para la búsqueda o elaboración de problemas para presentar en el aula de clase.
Las consideraciones precedentes han servido de fundamento para la utilización dichos materiales en la actividad pedagógica, tanto con alumnos como con docentes del área. Esta comunicación da cuenta de la experiencia recogida.