La Verdad os hará Libres...
Periódico Mensual de los Trabajadores del Campo y La Ciudad del Perú-Nº 20 - Quincena Nov-Dic del 2001
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Afganistan: El pueblo sufre agresión
criminal de guerra de EEUU

ULTIMA HORA: La situación en Afganistán ha cambiado dramáticamente, pero la guerra de dos filos por los gobernantes de EEUU «contra el terrorismo» sigue desenmas-carándolos como algo menos que superhombres, tanto en Afganistán como en el frente doméstico. En EEUU todavía no han descifrado la identidad de los terroristas de ántrax, y el FBI sigue haciendo el ridículo. En ultramar, la pacificación de Afganistán para que sea territorio seguro para ser explotado por Exxon Mobil no es tan fácil como parece. Es verdad que a corto plazo los bombardeos norteamericanos aparentan haber logrado sacar al Taliban de las principales ciudades, pero las apariencias no dicen toda la historia. La guerra en Afganistán «no se libra en ciudades y pueblos», dice un vocero del Talibán citado por el diario Times de la India (14 nov.). «La guerra decisiva se libra en las montañas y cuevas, y están bajo nuestro control».

El ejército integrista islámico que luego produjo el Talibán libró una guerra de guerrillas por 10 años contra los rusos, y ganaron. El Talibán cree que contra EEUU puede duplicar este triunfo, con algunas diferencias. En estos momentos el resultado no puede ser pronosticado. Sin embargo, se pueden sacar algunas conclusiones de esta guerra:

La lucha por el control de Afganistán está muy lejos de terminarse. Su fase actual, según un experto pakistaní en asuntos militares, «puede ser interminablemente larga». (Riffat Hussain, Times de India, 14 nov.). El Talibán ha hecho una retirada ordenada, y se «prepara para una lucha prolongada» dice Stratfor.com, 14 nov..

La guerra de guerrillas en Afganistán de nuevo mostrará las limitaciones de sólo usar poder aéreo. El hacer planes para controlar los suministros de gas y petróleo y de las rutas para entregarlos desde Kosovo a través del Medio Oriente y Afganistán es una cosa, el poner en práctica esos planes requiere conquistar y controlar territorio, y ESO NO SE HACE DESDE EL AIRE. El imperialismo norteamericano requerirá enviar una gran cantidad de tropas terrestres, y las bajas crecerán.

La guerra podría propagarse más allá de las fronteras de Afganistán. El Talibán recibe la mayoría de sus armas de Pakistán. Una facción significativa de los gobernantes de Pakistán apoya al Talibán, y para cortar ese flujo de suministros y armas EEUU tendría que extender la guerra a Pakistán. El resto de Asia Central y de todo el subcontinente, incluyendo la India, podría involucrarse hasta cierto punto en la bronca.

EEUU ya hace planes para obtener bases militares en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central como Uzbekistán y Kazajstán, Estas bases podrían ser blancos de fuerzas anti-EEUU.

La llamada «Alianza del Norte» es básicamente una ficción formada por diferentes pandillas de señores de la guerra con diferencias con los patrones talibanes pero quienes también buscan su cuota de poder para sus propios bandos. La probabilidad de que el imperialismo norteamericano pueda convertir esa Alianza en un regimen títere es muy poca. Por lo tanto, son pocas las posibilidades en el futuro inmediato de pacificar a Afganistán para beneficio de Exxon-Mobil.

Aún si el Taleban y Al Qaeda son derrotados totalmente, la inestabilidad reinará en Afganistan. Los gobernantes de Pakistán no se quedarán con los brazos cruzados mientras que sus enemigos en la Alianza del Norte (y sus aliados iraníes, hindúes y rusos) se cogen gran parte de Afganistán, luego de que Bush prometió al general que gobierna Pakistán que la Alianza del Norte no entraría a Kabul. Los gobernantes de Pakistán probablemente tomarán control del sur de Afganistán, usándolo como una zona de colchón entre Pakistán y la Alianza del Norte. Todo eso muestra que la inestabilidad seguirá reinando en esa región.

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Capitalismo luego del 11 de Setiembre: Guerra, Despidos masivos y Estado Policiaco
«Unidos Todos» suena cada día más vacío. Luego del 11 de sept., el sector capitalista norteamericano más poderoso quería usar la presidencia de Bush para galvanizar el país tras una cruzada unificada contra los enemigos de la petrolera Exxon Mobil. Pero el grotesco espectáculo de la trifulca entre policías y bomberos en las ruinas de las Torres Gemelas simbolizó la verdad fundamental sobre el sistema de ganancias: el capitalismo no puede sostener unidad por mucho tiempo, aún cuando una crisis lo demanda. Los patrones rivales como bin Laden, usando al Islam como una cortina de humo, seriamente amenazan el control que tiene Exxon Mobil sobre el petróleo saudí, que es la palanca económica que le permite dominar al mundo. Los mayores capitalistas de EEUU deben, más pronto que tarde, ampliar la guerra en Afganistán hacia Irak, la Península Arábica, y más allá. Para hacerlo necesitan una represión doméstica más fascista. Pero, surgen conflictos desde la Zona Cero a las más altas esferas del gobierno.

El diario NEW YORK TIMES (editorial, 5/11/01) aprobó a medias lo que Bush ha hecho para manejar el debate táctico dentro del ala principal de la burguesía sobre cuándo invadir a Irak, pero no le agradó el hecho de que Bush ha cedido ante elementos fuera del ala principal de la burguesía en torno a cuestiones domésticas. «El liderato del señor Bush en la política exterior... ha sido bueno y no partidista... consultando a demócratas y republicanos y los grandes empresarios e intereses energéticos tras ellos». En otro artículo, el TIMES específicamente criticó el plan de «estímulo fiscal» de rebajas de impuestos para empresas como Nerón y Texas Utilities (no vinculadas a Exxon Mobil), y su negativa a nacionalizar la seguridad en los aeropuertos a favor de empresas privadas controladas por apoyadores del ala conservadora del Partido Republicano. Para el TIMES, Bush ha olvidado su misión de crear consenso. Hace medio siglo, cuando la aristocrática familia Bush emigró a Texas desde Greenwich, Connecticut, se dieron la dificultosa tarea de mantener el Parche Petrolero doméstico más o menos en línea con los intereses de Exxon Mobil. En el 1986, en la carpa del rey Fahd de Arabia Saudí, Papá Bush negoció un acuerdo que aumentaba el precio del crudo a la vez que preparaba la futura Tormenta del Desierto. En un importante acto de obediencia al ala principal de la burguesía, Bush hijo nombró a Tom Ridge, el gobernador liberal de Pensilvania, como jefe de la nueva Agencia de Seguridad Doméstica. Pero luego Bush no definió claramente la tarea de esa agencia. Ridge tiene sólidas credenciales pro-ala Exxon Mobil de la burguesía. De hecho, cuando Ridge se postuló a la gobernación de Pensilvania, los asesores legales de Ridge fueron los mismos usados por el ala sangre azul de la burguesía. Una de las tareas principales de Ridge ahora es de militarizar a las agencias policíacas federales bajo el control de los militares. Pero el Congreso vacila en poner bajo el mando de la agencia de Ridge a la Guardia Costanera y la Patrulla Fronteriza.

Este patrón de intentos de unidad seguido por fuertes broncas internas ha caracterizado la carrera presidencial de Bush desde el inicio. En las convenciones de su Partido el verano del 2000, Bush y Gore hicieron llamados idénticos pro una guerra petrolera contra Irak. Aparentemente estaban deseosos de dejar atrás la disputa por el juicio político contra Clinton, así que ambos candidatos hicieron campañas que la encuesta Harris halló casi libre de insultos personales. Pero el día de las elecciones, vimos el fraude y manipulación judicial más abiertos en la historia reciente de EEUU. Cuando Bush fue jurado Presidente, dijo que iba a dejar atrás todo eso, dando un discurso que el diario NY TIMES, vocero del ala principal del capitalismo, dijo que fue «una nueva visión de unidad».

Para la primavera todo eso había cambiado. Bush apoyó un enorme paquete de recortes de impuestos que favorecían las corporaciones que compraron su elección presidencial, mientras que ignoraba las necesidades de los capitalistas principales de EEUU. Jay Rockefeller denunció los recortes de impuestos como irresponsables porque ponían en peligro fondos para el uso de tropas terrestres en ultramar.

El ala principal de la burguesía de EEUU no puede darse el lujo de dejar que el partidismo afecte al imperialismo. Al resbalarse más su control del petróleo del Golfo Pérsico, recurrirá más y más al soborno y a imponer forzadamente la disciplina.

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Guerra petrolera disfrazada de humanitaria
El primero es su guerra petrolera disfrazada como una «cruzada contra el terror». Ya que Bush el presidente, parece ser el principal «cruzado». Pero los planes fundamentales para las guerras petroleras del reciente pasado y la actual, fueron trazados por el Demócrata liberal Jimmy Carter, que en 1980 anunció una doctrina que lleva su nombre: «Cualquier intento por cualquier fuerza foránea de controlar la región del Golfo Pérsico será interpretado como un asalto a los vitales intereses de los Estados Unidos de América, y como tal será rechazado por todos los medios necesarios, incluyendo la fuerza militar».

La guerra petrolera en 1991 de Bush padre, contra Irak, fue producto directo de la «Doctrina Carter». Meses antes de anunciar la determinación del imperialismo estadounidense de controlar el petróleo del Golfo a cualquier precio, Carter tomó los consejos de su Asesor de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, y cínicamente provocó a la ex-Unión Soviética a involucrarse en una sangrienta guerra en Afganistán. Las fuerzas anticomunistas apoyadas por EEUU en esa guerra incluían a Osama bin Laden – el demonio que a los patrones de EEUU ahora les encanta odiar – al igual que miles de fundamentalistas islámicos que ahora enfrentan – como el Taliban – en contra de EEUU en Afganistán. Estas fuerzas también quieren reemplazar el control absoluto de la Exxon Mobil sobre petróleo Saudita. Fueron el liberal Carter y su séquito los responsables directos del proceso que ha conducido al actual baño de sangre y que conducirá a muchos más.

Continuando la guerra petrolera por todos los medios posibles, la política de sanciones del liberal Demócrata Clinton asesinaron a cientos de miles de niños iraquíes durante los ocho años de su período, llovió el terror desde los aires sobre la ex-Yugoslavia para obtener los oleoductos energéticos de los Balcanes y atacó a trabajadores desde Haití a Somalia y Afganistán por varias metas tácticas.

Bush está siendo presionado por el «ala derechista» de los Republicanos para que inmediatamente ordene ampliar la guerra afgana hacia Irak. Los Demócratas y los Republicanos liberales como el Secretario de Estado Powell con la «voz de la razón» hablan en contra de esto. Pero el debate es puramente táctico. La pandilla que grita «lancémonos contra Irak ahora» es una alianza sucia de patrones petroleros domésticos, cuyas ganancias están siendo golpeadas por el barato crudo iraquí que está entrando al mercado de EEUU, y manufactureros de armas que ven la oportunidad de rápidamente hacer ganancias.

Los Demócratas y Powell tienen una «mejor idea». Hablan por el ala principal de la clase dominante estadounidense, la de Exxon Mobil de los Rockefeller. No tienen desacuerdo alguno en eliminar a Saddam Hussein e instalar en Irak a un títere que favorezca los intereses petroleros de EEUU. También saben que el premio principal, el petróleo Saudita, enfrenta serias amenazas internas, y que pueda ser necesario que EEUU ocupe militarmente a ese país. Estos liberales creen que todavía no es el tiempo para una invasión para tomarse los campos petroleros del Golfo Pérsico.

Es crucial para los trabajadores no tragarnos las mentiras de que Powell y los Demócratas representan una facción de la clase dominante que es «anti-guerra». De hecho lo opuesto es el caso. Los representantes liberales de Exxon Mobil están planeando eventualmente conducirnos a la más extensa y destructiva guerra en la historia. Ocasionalmente, dejan que la verdad se escape. El Demócrata liberal Joe Liberman, el candidato a la vicepresidencia de parte de Gore en el 2000, demandó una «fase dos» a la respuesta al 11 de septiembre, «frenándose de llamar por un ataque inmediato contra Irak», pero sin embargo advirtiendo: «Mientras Saddam esté allí…. Irak va a ser una amenaza a nuestras vidas» (Prensa Asociada, 16/10/01).

En el frente casero, Bush acaba de firmar la ley «anti-terrorista» que es en realidad un croquis para un estado policíaco. El gobierno de los patrones podrá ahora definir como actividad «terrorista» cualquier forma de organización militante en su contra. El disfraz es la promesa de protegernos contra repeticiones del 11 de septiembre y en contra del «bioterrorismo». La realidad es la creciente necesidad de los patrones de gobernar con terror masivo, al agudizarse las condiciones y el imperialismo de EEUU necesitar más carne de cañón para sus guerras por petróleo y la completa obediencia política de parte de la clase trabajadora. Claro, este croquis para el fascismo ha sido envuelto en el patriotismo tricolor y aclamado como una medida necesaria para la preservación de la «democracia».

Los liberales juegan un papel crucial en lanzarnos esta bola curva. Hacen esto de tres formas:

Primero, la Casa Blanca del liberal de Clinton, además de preparar el terreno para la actual guerra, también fue el horno donde se fundieron las medidas de «mano de hierro» de hoy. Clinton acabó con el welfare (asistencia económica publica) y lo reemplazó con el plan de trabajo esclavista «Workfare» (trabajar por la miserable asistencia económica). Clinton contrató a 100 mil más policías racistas para aterrorizar las comunidades de clase trabajadora. Aumentó las patrullas fronterizas y tomó otras medidas para ultrajar a los trabajadores inmigrantes, preparando de esta manera las condiciones para los actuales encarcelamientos sumarios de más de mil árabes sin acusación ninguna por Ashcroft. Por lo tanto, en muchas maneras Clinton les dio a los gobernantes la cuerda que ahora aprietan alrededor de nuestros cuellos.

Segundo, los liberales le ayudaron a Bush a escribir y pasar la ley que legaliza el fascismo. La ley se llama la «Acta Patriótica». Cuando todavía era un proyecto de ley, se le nombró con los nombres del Republicano de Wisconsin, James Sensenbrenner, y el Demócrata liberal, John Conyers. Conyers, que es negro, ha hecho su carrera ayudándole a los patrones a implementar sus políticas más racistas. Sus contribuciones se remontan hasta los tiempos de su apoyo incondicional a la Guerra de Vietnam. La «Ley Patriótica» que él acaba de ayudar a escribir «sienta las bases para un sistema de recopilación de inteligencia domestica en una escala sin precedentes» (Washington Post, 4/11/01). Le permitirá a los gobernantes tildar de «terrorista» cualquiera que no esté de acuerdo con ellos o que organice contra ellos, y centralizará y militarizará aun más cada función policial del aparato estatal, desde el FBI y la CIA hasta el Ministerio de Economía. Los politiqueros liberales encabezan el escuadrón de dar «vivas y hurras». Gephardt, el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, y el resto de sus compinches quieren autorizar miles de millones de dólares adicionales a los más de 40 mil millones que se han gastado ya en contratar a agentes del FBI, agentes de Aduanas y policías de la Patrulla Fronteriza. El Demócrata de la Florida, Bob Graham, presidente de Comité de Inteligencia del Senado, alabó el Acta Patriótica como algo que «se necesitaba desde hacia mucho» (Washington Post).

Tercero, algunos de los liberales a favor de un estado policíaco también están irónicamente paseándose como guardianes de la «libertad», advirtiendo que las cosas no deben de ir demasiado lejos. Uno de estos es el Senador Demócrata de Vermont, Patrick Leahy, quien todo el tiempo que fungió como el negociador del Senado en el proyecto de ley Conyers-Sensenbrenner, «agonizaba» acerca de la posibilidad de que los nuevos poderes presidenciales que la ley proveía «podrían servir para violar los derechos civiles» (Washington Post). Pero no temamos: para aliviar su conciencia después de que la ley pasó, Leahy va luchar para que el Departamento de Justicia «consulte» con el Comité Judicial del Senado mientras el gobierno encarcela y tortura trabajadores.

El liberal New York Times (10/11/01) también ha añadido su propio editorial, pidiéndole a la Casa Blanca que «intervenga» y garantice que el Departamento de Justicia pueda «investigar los ataques domésticos mientras respeta los derechos básicos por los cuales estamos en esta guerra para preservar».

Los imperialistas han aprendido bien su lección de Hitler. El más grande campo de trabajo esclavista del cual tenía en sus portones el grotesco rótulo «El Trabajo Te Libera». Hoy, el ala principal de los patrones de EEUU quiere que nos dejemos engañar por mentiras similares, mientras hacemos cola para el próximo baño de sangre. El camino de nuestra clase, lejos de los horrores de la guerra petrolera y del fascismo, empieza con rechazar las Grandes Mentiras de los liberales.

Extraído del periódico DESAFIO

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