|
Afganistan: El pueblo sufre agresión
criminal de guerra de EEUU
|
ULTIMA
HORA: La situación en Afganistán ha cambiado
dramáticamente, pero la guerra de dos filos por
los gobernantes de EEUU «contra el terrorismo»
sigue desenmas-carándolos como algo menos que
superhombres, tanto en Afganistán como en el
frente doméstico. En EEUU todavía no han
descifrado la identidad de los terroristas de
ántrax, y el FBI sigue haciendo el ridículo. En
ultramar, la pacificación de Afganistán para
que sea territorio seguro para ser explotado por
Exxon Mobil no es tan fácil como parece. Es
verdad que a corto plazo los bombardeos
norteamericanos aparentan haber logrado sacar al
Taliban de las principales ciudades, pero las
apariencias no dicen toda la historia. La guerra
en Afganistán «no se libra en ciudades y
pueblos», dice un vocero del Talibán citado por
el diario Times de la India (14 nov.). «La
guerra decisiva se libra en las montañas y
cuevas, y están bajo nuestro control». El ejército integrista
islámico que luego produjo el Talibán libró
una guerra de guerrillas por 10 años contra los
rusos, y ganaron. El Talibán cree que contra
EEUU puede duplicar este triunfo, con algunas
diferencias. En estos momentos el resultado no
puede ser pronosticado. Sin embargo, se pueden
sacar algunas conclusiones de esta guerra:
La lucha por el
control de Afganistán está muy lejos de
terminarse. Su fase actual, según un experto
pakistaní en asuntos militares, «puede ser
interminablemente larga». (Riffat Hussain, Times
de India, 14 nov.). El Talibán ha hecho una
retirada ordenada, y se «prepara para una lucha
prolongada» dice Stratfor.com, 14 nov..
La guerra de
guerrillas en Afganistán de nuevo mostrará las
limitaciones de sólo usar poder aéreo. El hacer
planes para controlar los suministros de gas y
petróleo y de las rutas para entregarlos desde
Kosovo a través del Medio Oriente y Afganistán
es una cosa, el poner en práctica esos planes
requiere conquistar y controlar territorio, y ESO
NO SE HACE DESDE EL AIRE. El imperialismo
norteamericano requerirá enviar una gran
cantidad de tropas terrestres, y las bajas
crecerán.
La guerra
podría propagarse más allá de las fronteras de
Afganistán. El Talibán recibe la mayoría de
sus armas de Pakistán. Una facción
significativa de los gobernantes de Pakistán
apoya al Talibán, y para cortar ese flujo de
suministros y armas EEUU tendría que extender la
guerra a Pakistán. El resto de Asia Central y de
todo el subcontinente, incluyendo la India,
podría involucrarse hasta cierto punto en la
bronca.
EEUU ya hace
planes para obtener bases militares en las
antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central
como Uzbekistán y Kazajstán, Estas bases
podrían ser blancos de fuerzas anti-EEUU.
La llamada
«Alianza del Norte» es básicamente una
ficción formada por diferentes pandillas de
señores de la guerra con diferencias con los
patrones talibanes pero quienes también buscan
su cuota de poder para sus propios bandos. La
probabilidad de que el imperialismo
norteamericano pueda convertir esa Alianza en un
regimen títere es muy poca. Por lo tanto, son
pocas las posibilidades en el futuro inmediato de
pacificar a Afganistán para beneficio de
Exxon-Mobil.
Aún si el
Taleban y Al Qaeda son derrotados totalmente, la
inestabilidad reinará en Afganistan. Los
gobernantes de Pakistán no se quedarán con los
brazos cruzados mientras que sus enemigos en la
Alianza del Norte (y sus aliados iraníes,
hindúes y rusos) se cogen gran parte de
Afganistán, luego de que Bush prometió al
general que gobierna Pakistán que la Alianza del
Norte no entraría a Kabul. Los gobernantes de
Pakistán probablemente tomarán control del sur
de Afganistán, usándolo como una zona de
colchón entre Pakistán y la Alianza del Norte.
Todo eso muestra que la inestabilidad seguirá
reinando en esa región.
(Arriba)
|
|
Capitalismo luego del 11 de Setiembre: Guerra,
Despidos masivos y Estado Policiaco
|
«Unidos
Todos» suena cada día más vacío. Luego del 11
de sept., el sector capitalista norteamericano
más poderoso quería usar la presidencia de Bush
para galvanizar el país tras una cruzada
unificada contra los enemigos de la petrolera
Exxon Mobil. Pero el grotesco espectáculo de la
trifulca entre policías y bomberos en las ruinas
de las Torres Gemelas simbolizó la verdad
fundamental sobre el sistema de ganancias: el
capitalismo no puede sostener unidad por mucho
tiempo, aún cuando una crisis lo demanda. Los
patrones rivales como bin Laden, usando al Islam
como una cortina de humo, seriamente amenazan el
control que tiene Exxon Mobil sobre el petróleo
saudí, que es la palanca económica que le
permite dominar al mundo. Los mayores
capitalistas de EEUU deben, más pronto que
tarde, ampliar la guerra en Afganistán hacia
Irak, la Península Arábica, y más allá. Para
hacerlo necesitan una represión doméstica más
fascista. Pero, surgen conflictos desde la Zona
Cero a las más altas esferas del gobierno. El diario NEW YORK TIMES
(editorial, 5/11/01) aprobó a medias lo que Bush
ha hecho para manejar el debate táctico dentro
del ala principal de la burguesía sobre cuándo
invadir a Irak, pero no le agradó el hecho de
que Bush ha cedido ante elementos fuera del ala
principal de la burguesía en torno a cuestiones
domésticas. «El liderato del señor Bush en la
política exterior... ha sido bueno y no
partidista... consultando a demócratas y
republicanos y los grandes empresarios e
intereses energéticos tras ellos». En otro
artículo, el TIMES específicamente criticó el
plan de «estímulo fiscal» de rebajas de
impuestos para empresas como Nerón y Texas
Utilities (no vinculadas a Exxon Mobil), y su
negativa a nacionalizar la seguridad en los
aeropuertos a favor de empresas privadas
controladas por apoyadores del ala conservadora
del Partido Republicano. Para el TIMES, Bush ha
olvidado su misión de crear consenso. Hace medio
siglo, cuando la aristocrática familia Bush
emigró a Texas desde Greenwich, Connecticut, se
dieron la dificultosa tarea de mantener el Parche
Petrolero doméstico más o menos en línea con
los intereses de Exxon Mobil. En el 1986, en la
carpa del rey Fahd de Arabia Saudí, Papá Bush
negoció un acuerdo que aumentaba el precio del
crudo a la vez que preparaba la futura Tormenta
del Desierto. En un importante acto de obediencia
al ala principal de la burguesía, Bush hijo
nombró a Tom Ridge, el gobernador liberal de
Pensilvania, como jefe de la nueva Agencia de
Seguridad Doméstica. Pero luego Bush no definió
claramente la tarea de esa agencia. Ridge tiene
sólidas credenciales pro-ala Exxon Mobil de la
burguesía. De hecho, cuando Ridge se postuló a
la gobernación de Pensilvania, los asesores
legales de Ridge fueron los mismos usados por el
ala sangre azul de la burguesía. Una de las
tareas principales de Ridge ahora es de
militarizar a las agencias policíacas federales
bajo el control de los militares. Pero el
Congreso vacila en poner bajo el mando de la
agencia de Ridge a la Guardia Costanera y la
Patrulla Fronteriza.
Este patrón de
intentos de unidad seguido por fuertes broncas
internas ha caracterizado la carrera presidencial
de Bush desde el inicio. En las convenciones de
su Partido el verano del 2000, Bush y Gore
hicieron llamados idénticos pro una guerra
petrolera contra Irak. Aparentemente estaban
deseosos de dejar atrás la disputa por el juicio
político contra Clinton, así que ambos
candidatos hicieron campañas que la encuesta
Harris halló casi libre de insultos personales.
Pero el día de las elecciones, vimos el fraude y
manipulación judicial más abiertos en la
historia reciente de EEUU. Cuando Bush fue jurado
Presidente, dijo que iba a dejar atrás todo eso,
dando un discurso que el diario NY TIMES, vocero
del ala principal del capitalismo, dijo que fue
«una nueva visión de unidad».
Para la
primavera todo eso había cambiado. Bush apoyó
un enorme paquete de recortes de impuestos que
favorecían las corporaciones que compraron su
elección presidencial, mientras que ignoraba las
necesidades de los capitalistas principales de
EEUU. Jay Rockefeller denunció los recortes de
impuestos como irresponsables porque ponían en
peligro fondos para el uso de tropas terrestres
en ultramar.
El ala principal
de la burguesía de EEUU no puede darse el lujo
de dejar que el partidismo afecte al
imperialismo. Al resbalarse más su control del
petróleo del Golfo Pérsico, recurrirá más y
más al soborno y a imponer forzadamente la
disciplina.
(Arriba)
|
|
Guerra petrolera disfrazada de
humanitaria
|
El
primero es su guerra petrolera disfrazada como
una «cruzada contra el terror». Ya que Bush el
presidente, parece ser el principal «cruzado».
Pero los planes fundamentales para las guerras
petroleras del reciente pasado y la actual,
fueron trazados por el Demócrata liberal Jimmy
Carter, que en 1980 anunció una doctrina que
lleva su nombre: «Cualquier intento por
cualquier fuerza foránea de controlar la región
del Golfo Pérsico será interpretado como un
asalto a los vitales intereses de los Estados
Unidos de América, y como tal será rechazado
por todos los medios necesarios, incluyendo la
fuerza militar». La guerra petrolera en 1991 de
Bush padre, contra Irak, fue producto directo de
la «Doctrina Carter». Meses antes de anunciar
la determinación del imperialismo estadounidense
de controlar el petróleo del Golfo a cualquier
precio, Carter tomó los consejos de su Asesor de
Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, y
cínicamente provocó a la ex-Unión Soviética a
involucrarse en una sangrienta guerra en
Afganistán. Las fuerzas anticomunistas apoyadas
por EEUU en esa guerra incluían a Osama bin
Laden el demonio que a los patrones de
EEUU ahora les encanta odiar al igual que
miles de fundamentalistas islámicos que ahora
enfrentan como el Taliban en contra
de EEUU en Afganistán. Estas fuerzas también
quieren reemplazar el control absoluto de la
Exxon Mobil sobre petróleo Saudita. Fueron el
liberal Carter y su séquito los responsables
directos del proceso que ha conducido al actual
baño de sangre y que conducirá a muchos más.
Continuando la
guerra petrolera por todos los medios posibles,
la política de sanciones del liberal Demócrata
Clinton asesinaron a cientos de miles de niños
iraquíes durante los ocho años de su período,
llovió el terror desde los aires sobre la
ex-Yugoslavia para obtener los oleoductos
energéticos de los Balcanes y atacó a
trabajadores desde Haití a Somalia y Afganistán
por varias metas tácticas.
Bush está
siendo presionado por el «ala derechista» de
los Republicanos para que inmediatamente ordene
ampliar la guerra afgana hacia Irak. Los
Demócratas y los Republicanos liberales como el
Secretario de Estado Powell con la «voz de la
razón» hablan en contra de esto. Pero el debate
es puramente táctico. La pandilla que grita
«lancémonos contra Irak ahora» es una alianza
sucia de patrones petroleros domésticos, cuyas
ganancias están siendo golpeadas por el barato
crudo iraquí que está entrando al mercado de
EEUU, y manufactureros de armas que ven la
oportunidad de rápidamente hacer ganancias.
Los Demócratas
y Powell tienen una «mejor idea». Hablan por el
ala principal de la clase dominante
estadounidense, la de Exxon Mobil de los
Rockefeller. No tienen desacuerdo alguno en
eliminar a Saddam Hussein e instalar en Irak a un
títere que favorezca los intereses petroleros de
EEUU. También saben que el premio principal, el
petróleo Saudita, enfrenta serias amenazas
internas, y que pueda ser necesario que EEUU
ocupe militarmente a ese país. Estos liberales
creen que todavía no es el tiempo para una
invasión para tomarse los campos petroleros del
Golfo Pérsico.
Es crucial para
los trabajadores no tragarnos las mentiras de que
Powell y los Demócratas representan una facción
de la clase dominante que es «anti-guerra». De
hecho lo opuesto es el caso. Los representantes
liberales de Exxon Mobil están planeando
eventualmente conducirnos a la más extensa y
destructiva guerra en la historia.
Ocasionalmente, dejan que la verdad se escape. El
Demócrata liberal Joe Liberman, el candidato a
la vicepresidencia de parte de Gore en el 2000,
demandó una «fase dos» a la respuesta al 11 de
septiembre, «frenándose de llamar por un ataque
inmediato contra Irak», pero sin embargo
advirtiendo: «Mientras Saddam esté allí
.
Irak va a ser una amenaza a nuestras vidas»
(Prensa Asociada, 16/10/01).
En el frente
casero, Bush acaba de firmar la ley
«anti-terrorista» que es en realidad un croquis
para un estado policíaco. El gobierno de los
patrones podrá ahora definir como actividad
«terrorista» cualquier forma de organización
militante en su contra. El disfraz es la promesa
de protegernos contra repeticiones del 11 de
septiembre y en contra del «bioterrorismo». La
realidad es la creciente necesidad de los
patrones de gobernar con terror masivo, al
agudizarse las condiciones y el imperialismo de
EEUU necesitar más carne de cañón para sus
guerras por petróleo y la completa obediencia
política de parte de la clase trabajadora.
Claro, este croquis para el fascismo ha sido
envuelto en el patriotismo tricolor y aclamado
como una medida necesaria para la preservación
de la «democracia».
Los liberales
juegan un papel crucial en lanzarnos esta bola
curva. Hacen esto de tres formas:
Primero, la Casa
Blanca del liberal de Clinton, además de
preparar el terreno para la actual guerra,
también fue el horno donde se fundieron las
medidas de «mano de hierro» de hoy. Clinton
acabó con el welfare (asistencia económica
publica) y lo reemplazó con el plan de trabajo
esclavista «Workfare» (trabajar por la
miserable asistencia económica). Clinton
contrató a 100 mil más policías racistas para
aterrorizar las comunidades de clase trabajadora.
Aumentó las patrullas fronterizas y tomó otras
medidas para ultrajar a los trabajadores
inmigrantes, preparando de esta manera las
condiciones para los actuales encarcelamientos
sumarios de más de mil árabes sin acusación
ninguna por Ashcroft. Por lo tanto, en muchas
maneras Clinton les dio a los gobernantes la
cuerda que ahora aprietan alrededor de nuestros
cuellos.
Segundo, los
liberales le ayudaron a Bush a escribir y pasar
la ley que legaliza el fascismo. La ley se llama
la «Acta Patriótica». Cuando todavía era un
proyecto de ley, se le nombró con los nombres
del Republicano de Wisconsin, James
Sensenbrenner, y el Demócrata liberal, John
Conyers. Conyers, que es negro, ha hecho su
carrera ayudándole a los patrones a implementar
sus políticas más racistas. Sus contribuciones
se remontan hasta los tiempos de su apoyo
incondicional a la Guerra de Vietnam. La «Ley
Patriótica» que él acaba de ayudar a escribir
«sienta las bases para un sistema de
recopilación de inteligencia domestica en una
escala sin precedentes» (Washington Post,
4/11/01). Le permitirá a los gobernantes tildar
de «terrorista» cualquiera que no esté de
acuerdo con ellos o que organice contra ellos, y
centralizará y militarizará aun más cada
función policial del aparato estatal, desde el
FBI y la CIA hasta el Ministerio de Economía.
Los politiqueros liberales encabezan el
escuadrón de dar «vivas y hurras». Gephardt,
el líder de la minoría demócrata en la Cámara
de Representantes, y el resto de sus compinches
quieren autorizar miles de millones de dólares
adicionales a los más de 40 mil millones que se
han gastado ya en contratar a agentes del FBI,
agentes de Aduanas y policías de la Patrulla
Fronteriza. El Demócrata de la Florida, Bob
Graham, presidente de Comité de Inteligencia del
Senado, alabó el Acta Patriótica como algo que
«se necesitaba desde hacia mucho» (Washington
Post).
Tercero, algunos
de los liberales a favor de un estado policíaco
también están irónicamente paseándose como
guardianes de la «libertad», advirtiendo que
las cosas no deben de ir demasiado lejos. Uno de
estos es el Senador Demócrata de Vermont,
Patrick Leahy, quien todo el tiempo que fungió
como el negociador del Senado en el proyecto de
ley Conyers-Sensenbrenner, «agonizaba» acerca
de la posibilidad de que los nuevos poderes
presidenciales que la ley proveía «podrían
servir para violar los derechos civiles»
(Washington Post). Pero no temamos: para aliviar
su conciencia después de que la ley pasó, Leahy
va luchar para que el Departamento de Justicia
«consulte» con el Comité Judicial del Senado
mientras el gobierno encarcela y tortura
trabajadores.
El liberal New
York Times (10/11/01) también ha añadido su
propio editorial, pidiéndole a la Casa Blanca
que «intervenga» y garantice que el
Departamento de Justicia pueda «investigar los
ataques domésticos mientras respeta los derechos
básicos por los cuales estamos en esta guerra
para preservar».
Los
imperialistas han aprendido bien su lección de
Hitler. El más grande campo de trabajo
esclavista del cual tenía en sus portones el
grotesco rótulo «El Trabajo Te Libera». Hoy,
el ala principal de los patrones de EEUU quiere
que nos dejemos engañar por mentiras similares,
mientras hacemos cola para el próximo baño de
sangre. El camino de nuestra clase, lejos de los
horrores de la guerra petrolera y del fascismo,
empieza con rechazar las Grandes Mentiras de los
liberales.
Extraído del
periódico DESAFIO
(Arriba)
|
|
|
|