¿Quiénes somos? ¿a qué vinimos? ¿qué nos espera? ¿cuál es la justificación de nuestra existencia? ¿cuál es el fin de la vida? Estas son preguntas que toda la vida se han hecho los filósofos. Tal vez los estudiantes de primer semestre de medicina ya se hayan enfrentado con ellas y hayan encontrado algunas respuestas o, más bién, algunos intentos de respuesta que no los han dejado satisfechos. Y no los han dejado satisfechos por la simple razón de que esas preguntas nunca han debido hacerse, por el simple hecho de que no tienen respuesta. |
Pero, a pesar de que muchos pensadores importantes se han hecho ese tipo de preguntas, la ciencia trata de responder cosas más concretas, como las siguientes: ¿cómo somos? ¿cómo se comporta el mundo físico? ¿se comporta la biología de la misma manera que la física y la química? y busca respuestas que nos den mayor certeza sin tener que acudir a la fé, que es la respuesta a la que acuden los que buscan respuestas al primer tipo de preguntas (no pretendo con esto decir que la fé no tenga cabida en nuestras vidas; lo único que quiero decir es que, en lo que respecta a la ciencia, la fé es no es necesaria). |
Para empezar, le propongo que haga el siguiente ejercicio: Tome en sus manos un álbum de fotografías de su familia en el que pueda ver imágenes de sus hermanos, de sus primos, de sus tíos, de sus padres, de sus abuelos (y de los hermanos de sus abuelos) y, por qué no, de sus bisabuelos; en todas las familias hay obsesivos coleccionistas de fotografías que pueden ofrecerle la posibilidad de ver la imagen de sus tarabuelos y, quizás, pueda remontarse más atrás en el tiempo, una o dos generaciones, hasta los últimos años del siglo antepasado (cuando empezó a popularizarse en nuestro país el arte de la fotografía). Gracias a la fotografía, hoy podemos saber como eran nuestros antepasados cuando tenían veinte años y ver qué tanto se parecían a nosotros mismos. |
A continuación haga un inventario de características, como el color de los ojos, la disposición del pelo, el contorno de los labios, la forma de la nariz, la forma de las manos, en fin, el tipo de características que nos hacen decir que Fulano se parece a Perano y que Perano es distinto de Perencejo. Le recomiendo que no tenga en cuenta característcas que tengan que ver con el estado de nutrición, como, por ejemplo, la estatura (aunque nuestros antepasados hayan tenido una taya menudita, las condiciones nutricionales de la mayoría de los que llegan hoy a la universidad pueden ser mejores que las que tuvieron que soportar personas del campo de hace ochenta o cien años. |
Con su inventario en la mano, empiece a observar a todos los miembros de su familia separándolos según la rama materna y la rama paterna. Y se dará cuenta que en su casa hay características de sus abuelos y de sus bisabuelos paternos y maternos que se unieron antes de que sus padres decidieran engendrarlo a usted. Y más que eso. Usted mismo puede tener los ojos iguales a los de de su tatarabuelo materno y las manos iguales a las de su de su tatarabuela paterna. |
¿Se ha preguntado por qué? Como ya hemos visto, ese asunto nada tiene que ver con la reencarnación, ni con la fé, ni con ningún tipo de metafísica. Hoy la ciencia nos da respuestas más coherentes que nos explican además por qué en ciertas familias hay mayor proporción de diabéticos, de hipertensos, de retrasados mentales o de cancerosos que en otras. Desde antes del origen de su organismo individual, el azar intervino y generó las características que hacen que usted sea como es. |
Desde mucho antes de su nacimiento y desde mucho antes del nacimiento de sus padres y de sus abuelos el contenido genético de las familias que lo albergaron en su seno en este paso por la tierra ha estado acumulando características. Algunos filósofos de la biología dicen que la evolución de las especies es el proceso mediante el cual los individuos se parecen cada vez menos a sus progenitores. Eso es lo que explica por qué usted se parece a sus hermanos y a sus primos, a sus tíos, a sus padres y a sus abuelos; y explica, también, que tenga características de dos familias (las de sus abuelos) que no tienen ninguna relación entre ellas. |
Esas características, relativamente fijas en su contenido genético, tuvieron la oportunidad de mezclarse al azar en determinados momentos del desarrollo de las células germinales de sus padres; y el contenido genético de ellos hizo lo mismo en las células de sus abuelos y, así, de generación en generación, desde los dos primeros especímenes de nuestra especie. |
Aunque todas las células del organismo se dividen mediante el proceso de mitosis, las células germinales (que son las células que dan origen a los espermatozoides y a los óvulos) lo hacen mediante un proceso diferente, conocido con el nombre de "meiosis". |
Mediante la meiosis, en el humano un espermatocito primario y un ovocito primario, de 46 cromosomas (44 xy o 44 xx) cada uno, dejan como resultado cuatro espermátides, el primero; y un ovocito y tres cuerpos polares, el segundo. Todas estas células tienen sólo 23 cromosomas. Pero cuando los cromosomas del ovocito se unen a los 23 del espermatozoide, dan como resultado una célula de 46. |
El resultado final de la meiosis se refleja en el hecho de que los gametos (óvulo y espermatozoide) del individuo engendrado tengan, cada uno, 23 cromosomas. Pero tan importante como esa reducción en el número de cromosomas es el intercambio que, por azar, se produce durante la meiosis. Desde el punto de vista ontogénetico (y médico), la meiosis es importante porque en ella se da el intercambio de material genético que su papá y su mamá heredaron de sus abuelos (los de usted) paterno y materno respectivamente. Así, el ovocito maduro y los espermátides tienen características de la línea materna (sus abuelos maternos) y de la paterna (sus abuelos paternos) que, al mezclarse en el momento de la fecundación de uno de los óvulos de su mamá con uno de los espermatozoides de su papá, dieron como resultado un organismo con las orejas parecidas a las de de su abuela paterna y los pies parecidos a los de su abuelo materno. |
El azar interviene, pues, en varios momentos. Por azar se desprende del ovario un óvulo determinado, por azar un espermatozoide determinado fecunda a ese óvulo, y por azar se produce el intercambio de material genético entre cromosomas paternos y maternos. Más tarde, cuando el embrión esté en formación, el microambiente puede activar o reprimir la expresión de ciertos genes que pueden modificar las características heredadas por el individuo en los procesos de fecundación y meiosis; y, en parte, esta exposición al microambiente constituye otra posibilidad de intervención del azar. |
Gracias, pues, a la oportunidad de que, por azar, en la fecundación (por un lado) y en la fase final de la primera división meiótica (por el otro), se mezclen el acervo genético de las líneas paterna y materna, podemos explicar las diferencias que existen entre los miembros de una misma familia. Y gracias a esa misma oportundiad, podemos explicar por qué entre los individuos de una misma familia pude haber individuos con determinada enfermedad hereditaria y, al mismo tiempo, individuos sin esa enfermedad. La meiosis es, pues, el proceso mediante el cual los individuos se parecen cada vez menos a sus antepasados; y, lo que es más importante, es el proceso que hace posible la evolución de las especies de organismos pluricelulares. |