Los aplazos de Etienne

de Alejandra Kurchan

I.S.B.N.: 950-736-025-5
 
 

David y Goliat eran sólo un cuento...

a modo de presentación, o de epígrafe,

o de excusa

en un día en que la muerte abunda

y uno quiere seguir, desesperadamente

vivo,

como ese último escrito

que nos separa

como a un círculo


         En este instante en que me ausento de mi misma para que así a la distancia los otros puedan apoderarse de mi, "La Gorda" se proyecta y la hago mía y la palpito. Y creo que ese es su destino final, que se multipliquen los que la reclamen, y en una vorágine vallan sacándole una a una sus capas en el deseo no confesado de encontrar su "médula"; y así, año tras año, generación tras generación seguirán buscando en ese abismo que es el "ARTE"...

         ...me conmueve otra fuerza mayor que está en mi como una extraña que se toma la prerrogativa de dictar mis gustos, mis necesidades, mis esperanzas y también mis angustias, ella es la que está conmovida".M.I.P.
Aluminé - 27/10/96


         Haber andado parece más un desconsuelo que un abrigo. Parece que los cuentos mágicos simbólicos ya no necesitan de Peer Gynt y que Peer Gynt anda buscando escuchas en los canales de los barrios o en las laderas de las montañas. O quizás no, tal vez es Gynt Grieg quien anda solamente andando.
         Será religión de algunos andar buscando, andar vistiéndose con el propio despellejo y un cinturón de ternura. Será que María anda pegada al dolor o que el dolor se le pegó. Ya no sé; sería como reconocer que el dolor tiene existencia propia, y que no quiere vivir en las cavernas, sino más bien andar por las calles y los gobiernos, será que su don no tiene límites, y prefiere evidenciasrse en la sangre, aún en la de los niños que no lloran. Será que el dolor va instalado en las naves de los seres.

         María vive en el lago, y Tschaikowsky se enoja, porque vaya a saber por qué, pero después la cubre con paños, como si María fuese un animalito sin piel ni pelo ni cuero.
         Nunca fue María propiamente un nombre. A veces esta plena, otras se falta. Por rigor de costumbre se convierte en ella misma.
         María no puede entender las pupilas, ese manchón negro, regulador de luces y escondites, sino más bien que cuando mira cualquier ojo, inclusive los de ella misma, ve esa mancha partida, como el universo cuando es de noche, o las Aves Marías en la lluvia.



Libro del Empedrado Número Veintiséis



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