Absorbidos por su cámara
los apuntados por su cámara
revelados
éramos descriptos
ya desligados de su cámara
Lucíamos como perros
flores y personas
asediados por detalles
circundados por la descripción
y en evidencia.
Entre ceja y ceja
yo
entusiasmado
por una damita a la que conturba
mi grandilocuencia
Protagonistas: ¡A mí!
Antagonistas: ¡Conmigo!
Quimera medida en clavitos que saben
a espinas de pejerrey al roquefort
La exploración
de una quimera
A un placer consagratorio
placeres adjuntos
La quimera de la satisfacción
la quimera de la satisfacción del
hambre
oro y saciedad
La quimera del Trópico
Quimera medida en cordones de un zapato
del Vagabundo
que saben a mostacholes bombásticos
con salsa scarparo.
No tres
cuatro protagonizan
por no amar a un marqués
Las cosas de las retribuidas
con pan
y fama.
No amo más
No amo más que a la primera
No amo más que a la primera que
vi
haciéndolo.
Así es como abandona sus zapatos
en las arenas del desierto
así es como esparce las perlas
del solterón más codiciado
así es como aloja sus labios en
público
en los de una casquivana mujercita
así es como desliza las llaves
de su cuarto al legionario
así es como rompe una tarjeta o
una copa
y como canta o fuma o vende sus manzanas
así es
y no de otro modo
como el deseo se apantalla.
“Adiós, otra vez”
en su mirada
horada
la piedra
“Arruinaste mi soledad”:
que rían
en sus trazos
los espectadores.
Lo sigo a él
y él
me sigue
Lo que sigue lo interpretaremos
encontrados.
Marcello cabecea huevitos de codorniz
Sofía contempla con una lágrima
los zapatos vacíos
y sortea sus besos presos cada fin de
semana
Marcello la confunde con la cruda Parca
Sofía se rapa musitando unos nombres
Marcello putañero apostrofa en
calabrés
dentro del suntuoso vestidor del piso
de Sofía
Viuda sofocada
se carga Sofía
a un carabinero
Hurta y come Marcello las asimétricas
croquetas
de las bandejas de un rey de mentirijillas
e insemina para la eternidad en millones
de copias
a la cuantiosa Sofía de una única
noche apasionada.
No sé yo mucho, pero sé
qué me pasa
Sé qué me pasa a solas,
y con él
Es con él lo que me pasa a solas
Poco sé
pero sé que es un hombre
Sé más acaso ahora
que lo que siempre he sabido
y más
malignamente
Poco sé
pero sé que es un cura.
Invitación
al decir
del desliz
y a aquel concepto de Ernest Jones:
Este claro sujeto de la afánisis.
Rondo los pechos y el sentido
último de la claudicación
cuando se ciernen debajo de los puentes
y fagocitan
los cascarudos astillados.
Recuerdo ojos
recuerdo también lo que en cuevas
escondí:
ojos
tan bellos como
cuando vivían
dementes cuidan signos de mi brusquedad
arte apunta al don
poso con alas
y pene en puerto.
Vírgenes las vírgenes
aquí o nunca
apostando hímenes
(trascendencias)
sonrían, chicas
pasteles en el campamento.
Inquietándose nos espiaban a
su reverendísimo antojo
las púberas Grace Kelly y Caterine
Deneuve
cambiándonos en el vestuario del
glorioso Alumni
en aquel primer lustro de trofeos y goleadas
las chiquilinas de recalcitrante y precaria
volubilidad
a la hora señalada de los autógrafos
y concluyentes mamás que también
embargadísimas espiaban
nuestra franqueza reafirmatoriamente hombruna
y juguetona
Tiempos con Jane Mansfield allá
en el Chantecler
blonda juventud y aparatosa
fugaces mordiditas en esos lóbulos
del pasado
escotes en los que Mamie van Doren
se asilaba aromando su despiadada lejanía
para veneno de la muchachada.
Uno no queda igual después de
Lana Turner
entre que te mira como te mira por primera
vez y te descubre
toma por asalto tu apartamento
(nadie conoce tanto a Lana)
y te toma a ti con un algo de incorruptible
caníbal
de Hollywood.
Susannah York me recuerda
mi deseo
de haberla conocido
Susannah York recuerda
mi deseo de haberla
conocido
Descubrir mi recuerdo
me descubre
Susannah York me desea
recordándola.
Me encuentro
(mal
en este concentrado)
en las vacilaciones de la embarazada
y el fiasco resultante
de largo alistamiento
¿desembarazado?...
Los fuegos persiguen a la madre y esposa
no completamente nuestra
de cada día
por arte de birlibirloque
Es cuando llueve sobre las brasas
desnudas de su amante que vuela
que corre de espaldas a los fuegos.
Dos mil años de árboles
abigarran el acoso
“Nunca estuve en mi sueño
allí no estuve / ¿cómo
volvería?:
las que soy: besadas”
Es en la barraca de su tórax
donde llanamente
su facha
nos telegrafía
su bosque
y jocundia
Ove Rolandsen
y facundia
nos inventa
llamas a nosotras.
Trompifai - Parte 2 | Trompifai - Parte 3
© Rolando Revagliatti, 1998-1999
© Libros del Empedrado, 1998-1999