"Miguel de Cervantes Saavedra, en su dedicatoria de La Galatea, dirigida al Cardenal
Ascanio Colonna, dice: «Las cosas que, como en profecía, oí muchas veces decir a Vuestra
Señoría Ilustrísima al Cardenal Acquaviva siendo yo su camarero en Roma.»
La palabra camarero tiene el mismo significado que paje, es decir, criado de mucha distinción,
la única diferencia estriba en que era más propio y usado el nombre de camarero en las casas
de las jerarquías eclesiásticas y el paje lo empleaban mas en las señoriales.
Estos pajes o camareros entraban al servicio de sus señores en su más corta edad, sobre
los doce años, educándolos en el servicio de las armas o de las letras, constituían estos
cargos un honor que a todos no alcanzaba.
Giulio Acquaviva era el segundo hijo del Duque de Atri, encargado por Pío V en el año de 1568
de llevar condolencias y pésames, tanto suyos como de la Corte Romana, a Felipe II, por
la muerte del Príncipe Don Carlos, heredero de la Corona de España, acaecida el 24 de
julio de 1568, y para apoyar al mismo tiempo ciertas negociaciones del Nuncio de Su Santidad
en Madrid, Gio Battista Castagna, Arzobispo de Rossano, tocante a los asuntos religiosos de
Alemania.
La relación exacta y completa de la estancia de Acquaviva en Madrid la hizo el sabio
investigador don Ricardo de Hinojosa en su obra «Los despachos de la diplomacia pontificia
en España, memoria de una misión oficial en el archivo secreto de la Santa Sede» Madrid, 1896.
La cual citamos por si el curioso lector quiere conocer en detalle este interesante estudio.
Acquaviva partió de Roma el día 19 de septiembre y llegó a Madrid el día 13 de octubre,
es decir, diez días después de haber fallecido la Reina Isabel de Valois, cuyas exequias
se celebraron, como ya hemos dicho, el día 24 del mismo mes en la iglesia de las Descalzas Reales.
Como quiera que Monseñor Acquaviva terminase su misión en Madrid, marchó para Italia el
30 de diciembre de 1568.
El pasaporte que se le había concedido para este viaje le estipulaba un plazo de sesenta
días (término de sesenta días para Aragón y Valencia) para abandonar España, con lo que
es presumible que a primeros de febrero de 1569 se encontrase de vuelta en Roma.
Los biógrafos de Cervantes del siglo XIX, Pellicer y Navarrete, como asimismo los de
principios de éste [por el XX], Maínez, Pérez Pastor y Navarro y Ledesma, relacionaron la estancia
en Madrid de Monseñor Acquaviva con Miguel de Cervantes Saavedra, Pellicer fue el
primero que sentó la hipótesis siguiente: «Acaso este Legado llevó consigo a Miguel
de Cervantes prendado de su agraciada persona y despierto ingenio» (Vida de
Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid, año 1800).
Esta hipótesis de Pellicer fue continuada y ampliada por Navarrete, quien ya da
casi por cierto que Monseñor Acquaviva había quedado prendado de los versos que
Cervantes hizo para las exequias de la Reina Isabel de Valois, que dedicó al Cardenal
Espinosa y que, seducido Acquaviva por el espíritu y penetración del poeta y acaso
emocionado por su indigencia, lo admitió en su séquito en el momento de partir para Italia.
Maínez sigue en todo las conjeturas de Navarrete y Pérez Pastor, las amplía aún más,
suponiendo que el Maestro Juan López de Hoyos era persona muy grata al Cardenal Espinosa,
al cual le dedicaba las obras que escribía, como asimismo lo hizo su discípulo con su
poema o elegía a la Reina de Valois. Esto demuestra, según Pérez Pastor, que el Maestro
Hoyos debió de influir cerca del Cardenal Espinosa para que se encomendase a Monseñor
Acquaviva su discípulo Cervantes, recomendación que aceptó el Legado del Papa por servir
a tan elevado personaje, y no tuvo inconveniente de unir a su séquito a Cervantes al
partir de Madrid.
Esta hipótesis no falta de lógica, puesto que justifica el que Miguel de Cervantes
Saavedra hubiese podido alcanzar la protección de Monseñor Acquaviva, lo que le hubiera
sido muy difícil de conseguir por su humilde condición, de no haber tenido un valedor
como el Maestro de Hoyos, hipótesis por otra parte, no compatible con las circunstancias
de tiempo y lugar, que no coincide en absoluto con el Cervantes de Alcalá.
Con lo que se demuestra una vez más que Miguel de Cervantes Cortinas no pudo ser
el que escribió en el mes de octubre de 1568 la elegía a la muerte de Isabel de Valois,
pues aquí se demuestra claramente la confusión al aplicar a Cervantes Saavedra los movimientos
que corresponde a Cervantes Cortinas, el cual se encontraba en Italia o donde fuese,
siendo soldado. Esta hipótesis no determina con exactitud dónde se encontraba
porque en este juicio están un poco suspensos y confusos los Alcalaínos con sus conjeturas."