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Félix Sautié

 

ADVIENTO 2007.

Queridos lectores, de nuevo estamos en el Adviento que es una etapa del año litúrgico cargada de simbolismos y esperanzas para los que nos esforzamos por seguir tras las huellas del Jesús Histórico. 

El Adviento es etapa de análisis interior, de reconsideraciones de vida, de arrepentimiento y propósito de la enmienda para la conversión permanente; pero por encima de todo el Adviento es esperanza, esperanzadora que mueve el rumbo de nuestras vidas hacia un constante renacimiento capaz de transportarnos aún más allá de la muerte misma en donde de seguro comenzará una nueva vida. 

El adviento se fundamenta el nacimiento de paradigma siempre nuevo, un paradigma que se mantiene niño y en constante crecimiento, ya que “el Cristo místico ni ha alcanzado su pleno crecimiento, ni, por tanto, el Cristo cósmico. Uno y otro, al mismo tiempo, son y están siendo, y en la prolongación de este engendrar está situado todo el resorte último de toda actividad creada”, al decir de Teilhard de Chardin en su reflexión sobre El Cristo Total, publicada como apéndice de su obra Himno del Universo. 

Para mí en lo personal el Adviento es una etapa de nostalgias y de misterios en la que se me entremezclan las alegrías con las tristezas, las angustias con los sueños, las reconsideraciones con las esperanzas.

Quizás los que no tienen fe ni un verdadero sentido místico de la vida, no entiendan estas cosas inclusive algunos de los que ostentan dignidades eclesiásticas tampoco lo entiendan porque se hayan apegados al poder y al mundo sin haber entendido el mandato evangélico que nos insta a estar en el mundo sin ser del mundo. 

Para muchas de estas personas las certezas absolutas de los poderes establecidos que se aferran en mantener por razón de la salvaguarda de sus propios intereses no les permita entender el sentido del Cristo no terminado de formar que al mismo tiempo “son y están siendo” incluso algunos que nunca han llegado a comprender al legendario jesuita, científico y místico, analista de la naturaleza que nos rodea y exaltador de la eucaristía, han condenado como si fuera un herético al Teilhard digno, sabio y santo que en realidad fue. 

Recordar al padre Chardin el Adviento, para mi es un deber de exaltación teológica que me obliga en función del ejercicio de la disciplina que se propone aprender de Dios y buscar en los orígenes esenciales de la vida, porque ejercer la Teología debe ser más allá de un simple disciplina científica el ejercicio de buscar la esperanza, de promover la esperanza y de llamar a la permanente reconciliación que es conversión que renueva nuestras vidas hacia los tumbos básicos que debemos escoger cada año que comienza para no quedarnos detenidos en el tiempo aplastados por las certezas absolutas que pretenden imponernos los poderes temporales de quienes el mundo pretenden, desde un signo y otro, cosificarnos, atemorecernos y controlarnos para que no seamos capaces de razonar con pensamiento propio y liberador que nos permita salir del gran coro mundial de los resignados y de los albarderos que cantan las virtudes, las heroicidades de quienes nos explotan e inclusos las disonancias inefectivas de los populismos irrealizables de quienes nos instan a marchar detrás de los falsos mesías anunciados en el Apocalipsis. 

El Adviento es una época de verdadera reconsideración, de firme propósito de la enmienda y de preparación para recibir el constante nacimiento del niño Dios que es Jesús que siempre se renueva en Camino, Verdad y Vida para darnos confianza en el futuro.