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Félix Sautié

 

CRÓNICAS CUBANAS.
AQUÍ EL CARTEL SOY YO.

Queridos lectores, así me respondió de forma autoritaria un trajeado custodio del Edificio de La Lonja del Comercio ubicado en La Habana Vieja.

Fue hace algunos días cuando intenté entrar por una de las puertas que habitualmente uso cuando voy a una tienda de insumos de computación y medios telefónicos a la que acostumbro visitar. Y ¿que sucedió en esta ocasión?, pues bien yo estaba haciendo una caminata diaria de varios kilómetros. Iba vestido con “jean” muy usado, una camisa ligera y unos zapatos deportivos algo gastados que utilizo para estos ejercicios, pero además todo mi atuendo era propio de los cubanos del patio. Otras veces había ido con una ropa algo más formal. Cuando el custodio me cerró el paso de forma cortante y autoritaria y me dijo a dónde va, le respondí: a la tienda del fondo.

Entonces me dijo, eso es por otra puerta, yo le respondí que habitualmente yo entraba por ahí y que no había ningún cartel o señalamiento que informe lo contrario. En ese momento vino la respuesta arrogante y autoritaria: “Aquí el cartel soy yo”.

Fue autoritarismo en grado absoluto unido con una actitud de molestia despectiva y desprecio que nunca hubiera usado con los extranjeros que allí visitan a veces mucho más informales en sus ropas que mi modesto vestuario.

Me sentí entonces profundamente humillado por alguien que en el fondo es realmente un pobre diablo que no sabe lo que hace y que no respeta a sus compatriotas, mientras que muestra un servilismo extremo ante el extranjero por lo general inversionista que allí acude a las oficinas de las múltiples empresas mixtas asentadas en aquel edificio.

El hecho no es algo aislado ni propio del lugar en cuestión, sino que forma parte de uno de los males más extendidos en nuestra situación interna actual, que ha sido señalado con fuerza en los análisis que se han estado realizando en las distintas bases de todo el país sobre los cuales ya les he escrito en otras crónicas anteriores.

Es el sentido de ghetto que se ha establecido para los nacionales en determinados servicios exclusivos para extranjeros, hoteles, centros de negocios y de oficinas, etc., en los que se nos hace sentir ciudadanos de segunda categoría.

Es una falta de educación total y del concepto del buen trato que toda persona se merece. Considero además que incluso tiene un efecto contradictorio, porque su extensión está liquidando la calidad de los servicios que se prestan en el país y está dañando sensiblemente a la competitividad turística de Cuba en general.

Es parte de un autoritarismo contra natura, sobre el cual he escrito en otras ocasiones, que ha intoxicado hasta los más sencillos puestos de la escala burocrática.

Constituye una constante falta de respeto al pueblo trabajador, que los burócratas que están por encima de estas personas que la cumplen a raja tabla, deberían pensárselo mejor para exigir una máxima consideración y respeto hacia el pueblo de a pie, que es en definitiva quien con sus esfuerzos cotidianos garantiza muchas de las cosas que “desigualitariamente” disfrutan los burócratas que se han encumbrado sobre la verticalidad de una centralización que rechaza toda crítica, y que la interpreta como si fuera un ataque de los enemigos que quieren destruir a la Revolución, cuando en realidad ellos son los que juegan el papel del Saturno que lentamente nos está devorando por dentro. Los pequeños agravios que la población recibe, están llenando una copa que deberíamos detener.

El tiempo es verdaderamente escaso y no debería desperdiciarse tanto y hacer los cambios necesarios.