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Félix Sautié

 

Cinco preguntas sobre el debate en Cuba en torno al Socialismo del Siglo XXI 
Entrevista concedida a Orestes Martí 

(Primera Parte)

Las Palmas de Gran Canaria, Agosto de 2007

P: Desde hace algún tiempo comprobamos que en Cuba se ha iniciado una polémica en la cuál usted también ha tomado parte. Algunos intelectuales aseguran que en lo relativo al tema cubano hay dos visiones contrapuestas que han impedido reflexionar serenamente tanto dentro como fuera del país sobre los aciertos y los errores del proceso revolucionario ¿Cuál es su percepción al respecto?

Estimado amigo, ante todo debo agradecerte que me hayas tenido en cuenta para hacerme una entrevista sobre temas tan importantes para el presente y el futuro de Cuba. De antemano te pido disculpas porque me voy a extender un poco en mis respuestas ya que pones ante mí persona una oportunidad inapreciable para explicar algunas cuestiones que considero debo dejar claramente planteadas en estos momentos. Yo pienso (te aclaro que prefiero en todo momento usar un yo teresiano antes que el nos mayestático acomodaticio y englobador detrás del cual algunos se sienten tan seguros) y lo he escrito muchas veces en mis artículos de prensa que en nuestro país estamos atravesando por un momento de inflexión en el que habrán de decidirse para bien o para mal, de acuerdo con el acierto o desacierto que al respecto se tenga, muchas cuestiones importantes para nuestro presente y nuestro futuro, en que como nunca antes están en riesgo conceptos trascendentales muy especialmente para el porvenir, que van más allá del sistema socialista que pretendemos perfeccionar y limpiar de sus errores y problemas de aplicación. Incluso considero que está en juego la posibilidad de existencia de la nación misma, la que podría sucumbir ante un anexionismo que nos persigue y se mantiene latente sobre nuestros destinos desde los albores del surgimiento de nuestra nacionalidad. Todo lo cual podría desencadenarse si no somos inteligentes en nuestro desenvolvimiento, ágiles en la actuación porque  no nos queda mucho tiempo, así como honestos en reconocer y rectificar nuestros propios errores. Tú conoces que entre algunas de mis actividades me desempeño como teólogo laico y en este sentido quisiera señalar una recomendación que hizo Jesús cuando envió a sus discípulos al mundo de su época y que en mi criterio resulta muy oportuna en estos momentos de la Historia de Cuba: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.” (Mateo 10,16 Biblia de Jerusalén).

Te reitero que este riesgo no lo veo como una posibilidad remota, sino como una consecuencia muy posible en dependencia de la actuación que todos manifestemos ante los muchos problemas que nos aquejan y que se han acumulado en  un momento en que dada su magnitud y persistencia no aguantan más. También resulta necesario e imprescindible, tener muy presente los intereses fundamentales del pueblo cubano, el que considero que en muchas ocasiones se siente fuera de todos estos trajines y análisis; que por demás en última instancia le conciernen muy directamente, sobre todo al futuro del perfeccionamiento de los logros que hoy disfrutamos, aún en medio de múltiples deficiencias y errores de aplicación, así de sus justos anhelos no alcanzados y de sus más genuinas y crecientes necesidades individuales y sociales aún no satisfechas.

En estos momentos, observo con mucha preocupación el derecho que algunos con gran frecuencia se abrogan de hablar en nombre de todos los demás o por lo menos de amplios sectores integrantes de los demás, sin tener un mínimo pudor para con lo que es objetivo y con la verdad misma de las realidades que se confrontan. En esto radica un motivo esencial para el uso indiscriminado de ese constante “nos” y “nosotros”, que hay quienes no se quitan de su boca y que realmente rechazo con todas mis fuerzas a partir del uso de un yo pienso, yo considero, yo percibo, yo opino, que reconozco a veces lo convierto en repetitivo, quizás como parte de un instinto de conservación y defensa encaminado a no sucumbir en medio de ese charco de tanta doble moral y mediocridad de vida que nos invade por todas partes. Con esto quiero decirte, que nunca me he considerado ni me considero, menos ahora cuando formo parte activa de lo denominamos como tercera edad, alguien libre de toda culpa y que también rechazo con todas mis fuerzas a los que actúan como los puros capaces de juzgar a todos sin tener en cuenta sus propias culpas. Mucho de estas manifestaciones he visto y he vivido en los últimos tiempos, lo que me he encargado de señalar con insistencia en mis escritos e intervenciones.

En estas circunstancias el uso de las palabras, de los calificativos y la altura de miras son muy importantes en mi opinión para no añadir con nuestras inconsecuencias nuevos problemas y mayores agravantes de los que ya existen; por eso en la conferencia que dicté en la Comunidad de Santo Tomás de Aquino en Madrid, el pasado 11 de enero del 2007 hube de expresar algo que considero necesario que lo reitere de nuevo en esta entrevista y me cito textual: pienso que la responsabilidad con las palabras y los juicios siempre sería poca, máxime cuando se vive adentro y se tiene cierta participación e incidencia en lo que sucede y en lo que podría suceder. Les voy a hablar desde adentro y nunca saliéndome hacia fuera de un proceso en el que he participado de una forma u otra desde 1956 a la fecha, con mayor o menor responsabilidad pero nunca desde posiciones neutras”.

Yo creo que en tales coyunturas y circunstancias, es  fundamental que todo el que tenga algo que decir lo diga en búsqueda del bien de la nación en su conjunto. He repetido varias veces lo que considero una norma general para la participación, y es que solo se excluyan los que no tengan nada útil que plantear o los que se queden sin consenso en sus argumentos o sin nuevas cosas que decir o que analizar. Claro está que también he propuesto algunos límites éticos que pienso son imprescindibles para garantizar que todo transcurra de la forma más civilizada posible y no se transforme en las contingencias  llenas de insultos, de rencores y de odios dentro de un todo vale de venganza y pases de cuenta que a nada bueno nos puede conducir, tal y como algunos han tratado y tratan de hacerlo. Es aquí donde en mi opinión, resulta de gran importancia tener muy claros los aspectos esenciales de una ética muy definida en el debate, así como del respeto ineludible a la dignidad de los demás, sean quienes sean. Te reitero que el vale todo, las desautorizaciones pontificiales muchas veces planteadas desde posiciones de poder, el uso de la fuerza e incluso el chantaje personal y/o colectivo complican extremadamente cualquier intento de diálogo, debate o polémica sin importar la trascendencia que los temas en análisis puedan tener.

A tales efectos, debo decirte que opino que las causas que han impedido y que impiden “reflexionar serenamente tanto dentro como fuera del país sobre los aciertos y los errores del proceso revolucionario”  no son determinadas principalmente por el hecho de que existan dos o más “visiones contrapuestas” porque eso en definitiva, resulta ser lógico y parte esencial del diálogo. Precisamente pienso que uno de los problemas básicos que hemos tenido presente en nuestras coyunturas y circunstancias de hoy: es el criterio de unos y de otros,  de que su verdad constituye precisamente la única que debe prevalecer, sin dar ninguna razón para la existencia de una diversidad que es propia de la vida misma y que enriquece en vez de empobrecer.

Incluso es posible observar, cómo algunos que se han detenido en el tiempo, parten desde los puntos de vista del pensamiento oficial establecido y defienden a ultranza el derecho que tienen las mayorías y las minorías de otras latitudes a manifestarse libremente, mientras que aquí adentro le niegan la sal y el agua a cualquier expresión, manifestación o idea que no sea laudatoria o al menos afín con los conceptos que oficialmente ellos detentan y que muchas veces los han secuestrado sin oportunidades para ninguna otra interpretación. Así por ejemplo debo decirte que desde hace mucho tiempo en los medios locales se ha partido de una única forma de construir el socialismo, sin darnos oportunidad alguna a los que pensamos que existen otras posibilidades y enfoques para concebirlo y  hacerlo realidad. Aquí te hablo de algo que he sufrido en carne propia y que aún sufro. Y sé de otros que incluso lo han sufrido con mayor rigor que el mío. Hay en la actualidad en el mundo y muy especial en nuestra América, una tendencia muy clara de plantearse un socialismo con raíces cristianas, que no sea absolutamente estatista sino que logre un adecuado balance al respecto entre lo que deba ser centralizado y lo que sea imprescindible descentralizar. Tampoco este concepto erradica totalmente a la propiedad privada en determinadas circunstancias y dimensiones específicas. Una principal fórmula del Socialismo del Siglo XXI para muchos, entre los que me incluyo, es la cooperativización, la autogestión obrera, la producción agropecuaria de los pequeños campesinos individuales,  la pequeña empresa familiar y otras iniciativas más que personalmente yo comparto también, pero que han sido excluidas de toda posibilidad de plantearlas y mucho menos de experimentarlas en una escala que salga más allá de uno cuantos lugares dispersos por la geografía cubana de hoy. Conozco de estudios muy serios, científicos y profundos como los que por ejemplo se ha estado planteando alguien a quien considero y respeto en alto grado, el experimentado intelectual cubano y académico Pedro Campos quien muchas veces aquí adentro ha sido  como la voz del que clama en un desierto, dadas los esquemas y resquemores con que oficialmente se han visto estas cuestiones por parte de una burocracia estatal y política que se considera la única dueña del proceso revolucionario cubano. Y ni qué decirte de la situación que se nos presenta de una parte y de la otra, a quienes nos atrevemos a hablar de un cristianismo, incluso un posible catolicismo revolucionario.

En este orden de cosas, se manifiesta en relación con el tema Cuba además, una polarización tan aguda  que solo sólo se admiten la posibilidad de  existencia de  uno y del otro polo. Este concepto de polarización ha calado en todos los estratos, posiciones y sectores de un signo y de otro. O sea el de los   que  se plantean  totalmente en contra en un caso, o bien el de los que plantean todo a favor en el otro. Las armas principales que usan ambos polos son  las del insulto, la descalificación personal e incluso las veladas o explicitas amenazas de exterminio total. Eso es muy lamentable y  constituye en mi opinión, un gran obstáculo, sobre el cual necesariamente tendremos que saltar en bien de la nación cubana, que es la que sufre de todos nuestros desafueros, desaciertos e intereses espurios esgrimidos en estas contingencias. Sobre esta polarización específicamente se refirió el teólogo moralista español Don Benjamín Forcano en su prólogo a mi libro SIN TIEMPO PARA MORIR en abril de 1999, quien expresó algo que quiero citar en esta oportunidad: “Veo cúpulas de poder a uno y otro lado, polarizadas, desconfiadas, dispuestas a no ceder, a no perder el monopolio, a no dejarse reducir. <…> y también en Cuba, un imperativo primero, de conciencia, es colocarse con humildad ante los fallos propios, los errores evidentes, los daños irreparables, y deplorarlos. Y descubrir generosamente los méritos del otro. Una confesión bilateral, de culpa y de arrepentimiento, de acercamiento, para desde la experiencia, aprender y, juntos, sumar todo el potencial de utopía y amor para la lucha” (fin de la cita).  Es en este sentido, que veo lo que algunos te han planteado al respecto de esta polarización y en mi criterio lo hacen porque perciben e incluso sufren estas situaciones.

No obstante el haber respondido a tu pregunta, quiero ser un poco más explicito con una exposición de lo que personalmente he percibido a partir del debate  suscitado con motivo del primer artículo que la periodista cubana  Soledad Cruz publicó en el portal Kaos en la Red con el título “El Revolucionario riesgo de la verdad. No se sirve a la Revolución cubana ocultando sus taras, defectos y problemas”, sobre el cual puedo decirte que a mí en lo personal desde un principio tanto su título como su contenido me pareció muy atinado y muy importante para que fuera debatido con toda responsabilidad en las actuales circunstancias, pero surgieron los insultos y los ataques personales no solo para Soledad Cruz sino también para los que nos atrevimos a opinar a favor del contenido que expresa Soledad. Además quiero expresarte la salvedad de que opinar a favor de lo que escribió Soledad tampoco quiere decir que coincido punto por punto con ella sin tener mis propios enfoques y opiniones sobre los múltiples problemas que se atrevió a escribir, pero precisamente ahí está el valor que me llevó a plantear mi respaldo y mi opinión a favor de su artículo por lo oportuno, lo abarcador de un universo de problemas reales y lo valiente que ha sido.

Estas determinadas personas a que me refiero, no se han detenido en pensar sobre qué es lo que en realidad atacan y qué significaría abrir un proceso en el que por encima de todo se plantee el pase de cuentas, la venganza y el rencor, sin detenerse a analizar que lo que plantea el otro es objetivamente de la forma en que lo dice o si bien es necesario analizar y discutir el contenido de lo expresado en búsqueda de verdaderas causas, verdaderos efectos y verdaderas soluciones, sean las que sean dentro de los marcos de la justicia social y la equidad distributiva, para superar nuestros problemas y abrir una época de paz, desarrollo, justicia social, equidad distributiva (y valga la reiteración de los términos de justicia y equidad) con vistas al presente y el futuro inmediato de nuestro país que debe ser mantenido y desarrollado como una nación verdaderamente libre e independiente tal y como la soñó José Martí: con todos y el para el bien de todos.

Esta ceguera existencial, esta concentración en el rencor y el odio, ha llevado a que incluso algunos no afectados asuman una representación del conjunto. Mientras que en cambio hay ejemplos de los verdaderamente afectados, de intelectuales y artistas  que  con toda la justificación para albergar rencores y odios,  por el contrario han dado un testimonio de alturas de miras y de sentido de la justicia, ejemplar y muy encomiable en búsqueda de verdaderas soluciones de fondo.

Así mismo y en sentido más amplio aún, algunos han pretendido asumir en la forma en que hablan y se expresan, también una representación generalizada de todos los numerosos sectores intelectuales de la Cuba de hoy, en los que se cuentan con diversas generaciones surgidas en estos años de científicos de las ciencias exactas, ciencias aplicadas y ciencias sociales, académicos, profesores, investigadores, periodistas, escritores, artistas y profesionales, como resultado de la significativa extensión, en calidad y cantidad, de los estudios superiores y de las oportunidades para ejercer esas profesiones, las que se han hecho presentes y se han desenvuelto aún en medio de muchas concepciones erróneas y dañinas que deberíamos rectificar.

Se han pasado por encima de elementales principios éticos para el debate, incluso se han planteado cosas infundadas y han primado los intereses personales en vez de los grandes intereses colectivos y del culto a la verdad y a la Memoria Histórica verdadera. Estas personas en mi opinión le han hecho y le hacen el juego a los que desde un signo u otro, no quieren que los problemas de fondo sean analizados de forma profunda y civilizada en busca de soluciones verdaderas, factibles y sostenibles, lo que significaría continuar en el inmovilismo en que en la actualidad estamos sumidos.

Yo he hablado en varias ocasiones del tejado de vidrio que todos tenemos dentro de un proceso social que ha concitado desde los primeros momentos con adhesiones masivas en cantidades extraordinarias como nunca antes en la Historia de Cuba, dentro del cual nos hemos apasionado, nos hemos parcializado y dentro de los muchos aciertos alcanzados también hemos cometido muchos errores. En estas circunstancias considero que son muy pocos los que podrían tirar una primera piedra.

Hay además cuestiones muy reprobables en todo esto, que quizás merezcan un calificativo más severo pero que me inhibo de plantearlo por un elemental principio ético y es el hecho de la negación de responsabilidades, como por ejemplo te señalo algo sobre lo cual escribí en una de mis intervenciones en todo este proceso como es el caso de los que habiendo sido parte de un mismo proyecto cuando la época en que Carlos Aldana era Secretario Ideológico del Partido, ahora después de que fue destituido lo niegan rotundamente y se presentan como los máximos críticos de la persona en vez de analizar por encima de todo la gestión, los aciertos y los errores. Yo no fui parte de esas estructuras porque en esos tiempos estaba en otras tareas de menor nivel; pero no niego, ni nunca negaré que desde hace muchos años he sido su amigo y aún continuo siéndolo. ¿Por qué razón tendría que negarlo, si es cierto que lo fui y que lo soy? Ahora que Aldana no desempeña ningún cargo ni función alguna y que ni siquiera es militante del Partido, no resulta precisamente una acción de valentía atacar a quien no tiene medios ni espacios asequibles para responder.

Debo decirte que yo soy de los que piensa que para que sean verdaderamente útil para el futuro inmediato las cuestiones básicas de la historia del proceso revolucionario cubano hay que ponerlas en el real orden que les corresponde, con un culto básico por lo que en verdad ha sucedido y no por lo que pensamos que sucedió o que debió haber sucedido, o bien por lo que nos conviene que haya sucedido de acuerdo con nuestros específicos intereses incluyendo a los rencores y los odios que podamos albergar en nuestros corazones. En todo esto por ejemplo Aldana no ha hablado todavía en público y quizás  algún día seguramente lo hará en definitiva. Yo personalmente deseo que así suceda en aras de esclarecer la verdad histórica sea la que sea, ya que pienso que quedaron muchas cosas sin decir y esclarecer públicamente. En este sentido, considero que la percepción de muchas cuestiones podrían ser distintas y quizás también la consideración sobre el papel de algunas personas sea distinto. Además considero que es justo oír su opinión como parte implicada principal. Así como también la opinión de otros más que se encuentran en similares circunstancias.  La posibilidad de ser oídos sin insultos es un derecho que todos tenemos, que no quiere decir la aceptación tácita de todo lo que se plantee. Aquí repito que no es con insultos y con ataques verbales tumultuarios como se analizan verdaderamente las cosas.

Yo no estoy de acuerdo con el método de los actos de repudio por muy justos que puedan ser los motivos que lo originan.

De nuevo quisiera acudir a un pasaje del Evangelio, el de la mujer adúltera que los escribas y fariseos pusieron ante Jesús por haber sido cogida en el momento del acto de adulterio que según la ley de Moisés debía ser apedreada (por cierto, ley profundamente machista porque en ese caso al hombre nadie lo acusaba de nada porque nada estaba dictaminado para su culpa compartida). En consecuencia, le plantearon a Jesús lo siguiente: “<<Maestro esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley a apedrear a estas mujeres>>. ¿Tú qué dices ?>> …Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: <<Aquel de vosotros que esté sin pecado que arroje la primera piedra>>. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: <<Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?>> Ella respondió: <<Nadie, Señor.>> Jesús le dijo: <<Tampoco yo te condeno. Vete y en lo adelante no peques más.” (Juan 8, 4-11. Biblia de Jerusalén). Creo que la lección está clara, todos los que acusaban y pedían el apedreamiento de la mujer habían cometido ellos el pecado de adulterio y algunos estudiosos entre los que me incluyo, consideran que lo que Jesús comenzó a escribir en la tierra fue el nombre de los que allí estaban y que también se habían acostado con aquella pobre mujer que pedían apedrearla; por eso se fueron de la escena lo más rápido posible. Además te llamo la atención de que según el texto Evangélico, Jesús si bien ejerció la compasión y el perdón con aquella infeliz no transigió ni mucho menos justificó su falta y la frase final es muy clara al respecto: “Vete y en lo adelante no peques más”.

Te traigo a colación, este pasaje en específico y nuevamente te agradezco la oportunidad que me da tu entrevista al respecto, porque pienso que viene muy bien al caso de las actitudes tumultuarias y desmedidas en relación con los juicios y los análisis de los problemas; y además, porque fue parte de mi intervención en el primer debate de los intelectuales cubanos por correo electrónico en diciembre del 2006 y enero- febrero del 2007. Lo mencioné en mi intervención del 30 de enero del 2007 y después de haberlo recordado en aquel texto planteé específicamente lo que te cito textual a continuación: Pavón de quien he sido amigo, me considero aun serlo y con quien he concordado y discrepado también, en realidad fue un ejecutor de algo que le orientaron desde los mismos centros de poder  con los que han compartido y comparten muchos de los que hoy lo critican sin atreverse a ir más a fondo como en realidad requieren los verdaderos análisis de los problemas…<…> Por eso en mi criterio habría que comenzar por debatir los problemas básicos de libertad de expresión y de conciencia, la necesidad imprescindible de verdaderas aperturas económicas que permitan la solución de muchas penurias que cada vez se generalizan más, así como que la población pueda sostenerse a sí misma con su trabajo a partir de salarios con verdadero poder adquisitivo, vinculando el salario a la norma de cumplimiento sobre la base de que todos reciban según su aporte de acuerdo con la cantidad y la calidad de su trabajo. Igualmente considero necesario facilitar un  máximo despliegue de la creatividad individual y colectiva eliminando todas las trabas que se le interponen. Todo esto unido con  una verdadera defensa de lo bueno que la Revolución ha traído, como es la educación, la salud pública, la seguridad social y los intentos de lograr una real equidad distributiva que no debe confundirse con el igualitarismo, dejando a un lado al triunfalismo que tanto nos daña y reconociendo ante todo los problemas actuales  de estos logros que son muchos …<…> considero que es imprescindible dejar el miedo a un lado, opinar libremente, estar dispuesto a trabajar en lo que sea necesario para lograr las rectificaciones y los cambios, mirando hacia el conjunto de problemas globales que nos afectan desde arriba hasta abajo, excluyendo a los rencores, los resentimientos, el odio y la búsqueda de chivos expiatorios  entre los pequeños caídos en desgracia que ya no pueden defenderse.  Así como abrir  paso definitivamente y no sólo de forma virtual, a las nuevas generaciones para que asuman los principales y más altos timones de mando de la sociedad. En este orden de cosas, estoy plenamente de acuerdo con el desarrollo de un diálogo cada vez más abierto a los problemas fundamentales generadores de los otros problemas,  con un alto grado de civilización que se manifieste principalmente por el respeto de todos sin excepción alguna por las opiniones de todos (y valga la necesaria redundancia), aún por las opiniones de quienes pudiéramos considerar enemigos. Sé que después de tantos años de polarización esto es muy difícil, pero tenemos que intentarlo para salir adelante como nación.”  Mi texto está ahí fue preciso y directo y entre otras cosas dije implícitamente algo que ahora te específico más claramente con  un dicho muy popular por aquí, que pienso que en Canarias también se diga algo similar: es más fácil escupir para abajo que hacerlo para arriba..

En estas circunstancias, algunos han continuado sus análisis indiscriminados al respecto, en una forma airada e insultante, que no coadyuva a la creación de un clima propicio para el razonamiento profundo de causas, efectos y de las medias correctoras necesarias, procurando con sus actitudes más que verdaderas rectificaciones que es lo que todos necesitamos, en cambio el pase de cuentas personales con una mezcla extraña de lo que fue con lo que no fue, sin ir al fondo de las problemas reales. Pienso que en consecuencia, está siendo necesario que se expliquen muchas cuestiones que verdaderamente sucedieron en aquel proceso para que salga la luz por donde salga y se pongan las cosas en su verdadero lugar. Reconociendo a los que verdaderamente fueron afectados cuya rectificación ya hace muchos años que se planteó desde dentro de la misma Revolución y no desde afuera, así como analizando cualquier manifestación  posterior o presente de malos métodos que deban ser erradicados desde dentro del proceso social cubano. En este sentido, resultan ser una reacción inconsecuente las agresiones verbales de índole personal que algunos han dirigido sobre los que hemos ejercido la crítica a los problemas de la Revolución desde dentro y con ánimo de rectificación y cambio. Estas posiciones contradictorias, reitero que solo ayudan al inmovilismo así como a los que desean que todo se derrumbe, porque entorpecen el análisis sosegado de los problemas que todo debíamos resolver en bien de la población en su conjunto.

Creo que además sería saludable dejar bien esclarecida toda aquella situación, incluso la realidad  sobre quienes nunca fueron afectados entonces y en cambio ahora han tomado como bandera un asunto que realmente fue muy deplorable y que pudo ubicarse dentro de  un quinquenio y quizás también en un decenio. Pero sospecho que además hayan algunos por ahí que pretendidamente desde dentro de las filas de la Revolución y desde la afiliación conceptual con una intelectualidad revolucionaria, quizás se propongan en un  futuro extenderlo al período de un medio siglo gris, con lo cual según el dicho popular no dejarían títere con cabeza, incluyendo a esta época en la que se plantean reconocimientos, se ayuda con estipendios, los artistas e intelectuales en una cantidad significativa  pueden viajar sin grandes restricciones y se pueden realizar debates como, los que se han estado efectuando entre algunos sobre el quinquenio gris, etc.; debates, conferencias y encuentros aunque muy restringidos en su participación. En sus esencias no critico ni mucho menos estos debates, sino que considero que no deberían realizarse de forma tan restringida, a partir de listas de participación no abarcadoras de todos los que hubieran debido estar. Ahora bien, quiero plantear al respecto, que si las figuras o figura pública que convocan estos encuentros, paralelamente se presentan atacando e insultando a las personas implicadas o no, en vez de caracterizarse por la búsqueda de los problemas en sí mismos, sus causas y soluciones no podría tenerse total confianza en esos encuentros y su futuro quedaría marcado con una sombra de dudas. No obstante, saludo  este intento porque también podrían plantearse algunas de las cuestiones que en la intervención  a que me refiero hube de expresar y que de nuevo cito textual: “… Yo pienso que el problema que se planteó al respecto del tema inicial no fue algo aislado sino parte de la política de la Revolución en ese momento y que si quiere ir a fondo hay que cuestionar a la política del Sistema en sus propios errores y desviaciones y mirar para arriba no solo para abajo porque siempre para abajo y muy especialmente para los caídos es más fácil y menos riesgoso hacerlo. No eludo responsabilidades, aunque algo tengo que ver con el proceso de rectificación que culminó con la liquidación de la famosa Resolución.”

En todo este asunto promovido con motivo de las opiniones publicadas por Soledad Cruz, con la que por cierto nunca he coincidido directamente en ninguna relación personal o específica de trabajo, a pesar de haber sido director de Juventud Rebelde en donde ella surgió y en donde según sus propias expresiones se mantiene vinculada en la actualidad. Porque yo fui director del periódico en 1967 y mediado de 1968 y ella se incorpora a Juventud Rebelde después de mi salida allá por los finales de los 70 y principios de los 80 cuando ya yo no tenía nada que ver con la prensa y estaba incluso fuera de La Habana en otras actividades en el Municipio Especial de la Isla de la Juventud. Debo decirte que hubo alguien que mala intencionadamente me vincula en contubernios desde Juventud Rebelde  con Soledad. Como también ahora hay quien se aparece sin conocer mi vida ni mis criterios ni mucho menos mis convicciones, con una opinión pública sobre un pretendido cambio de piel mío y me une con Armando Quesada en mi actuación en el Caimán Barbudo en los años 67 y 68 del siglo pasado, cuando Quesada nunca participó en esa época en las estructuras de la máxima dirección de la UJC desde las cuales yo me desempeñaba como Miembro de su Buró Nacional. No sé cuáles son las verdaderas intenciones que se tienen en mezclarlo todo y confundirlo todo, máximo cuando yo desde hace muchos, muchos años me he identificado y reconocido en mis propios errores, por favor los que verdaderamente cometí y no en otros,  como victimario y víctima a la vez. Además, debo añadir que en virtud de ser alguien que ha estado presente en todo este proceso cubano desde finales de 1956 y en 1957 a la fecha, me considero codeudor solidario de los errores que la Revolución haya podido cometer en todo este tiempo y me planteo con la responsabilidad de coadyuvar en la medida de mis posibilidades a la rectificación, al cambio y a las reformas que hagan falta para salvar un proceso único en la Historia de Cuba con todas sus luces y todas sus sombras. En relación con esta nueva definición que se me atribuye de “cambio de piel” podría decir como Martí a quien cito textualmente en lo que escribió a Maceo en una carta desde Puntarenas el 18 de junio de 1894: “Yo no mudo el alma, sino que la voy enriqueciendo con cuanto veo de grande y hermoso, y cuanto obliga a mi gratitud.”, pues quizás algunos no entiendan aún muy bien lo que es el significado de una vida militante de lucha permanente en pos de un ideal universal de justicia, dentro de la sociedad en que nos ha tocado vivir con todos los desgarramientos, esfuerzos más allá de nuestras posibilidades mismas, sentimientos, aciertos y errores que ello conlleva. Porque también para caer en la posibilidad del error y equivocación, debo decir que hay ante todo que lanzarse al ruedo de la vida y es entonces cuando resulta de valientes enfrentarse con uno mismo y estar dispuesto a rectificar para seguir adelante con los principios que animan a la actitud militante. Quizás sea más honesto y valiente eso, que la actitud de los que se quedan agazapados detrás de sus rencores esperando el momento propicio para la venganza y el pase de cuentas movido por el odio ciego que puede corrompernos en lo interior de nuestras almas.

Por otra parte, alguien ha afirmado que cuando hablé de mi participación directa en el proceso de rectificación de la denominada “parametración” de los años 70, dije mentiras, y considero que en definitiva me da la ocasión para plantear algunas cuestiones más al respecto del asunto. Ya que, como dije anteriormente, opino que es muy importante poner las cosas de la historia en el orden que realmente le corresponde porque en este caso hay una evidencia de que la rectificación de aquellos evidentes errores salió desde dentro de la filas de la Revolución. Expreso esto porque tengo las fechas de los muchos encuentros directos que realicé personalmente en el salón de reuniones del Palacio del Segundo Cabo en donde entonces estaba el Consejo Nacional de Cultura con artistas e intelectuales de aquel momento, tanto afectados directamente como no afectados. Con quienes analicé en detalles los problemas surgidos y recogí sus criterios y propuestas al respecto. Conservo copias de documentos e informes. También del Informe sobre el Teatro en Cuba que como resultado de aquel proceso planteó una rectificación y una reorganización total de toda la esfera así como de la directiva que al respecto elaboramos en conjunto para dejar resuelto el problema. Si no fui yo como se pretende afirmar, ¿quién realizó entonces ese trabajo?, ¿alguien con nombres, apellidos y cargo podría decir quién fue?, ¿tendría esa persona los documentos que yo poseo y podría probar su autoría?, ¿estaría su labor registrada en los archivos históricos del Consejo de Cultura? ¿Quién fue entonces? ¿Salió la rectificación  desde afuera de las filas de la Revolución? Más que nuevos insultos espero respuestas concretas y demostrables. Puedo decir que todo comenzó con un cuestionamiento interno de la situación y directamente sobre quien era entonces el director de Teatro, Armando Quesada. El proceso público de reconocimiento de la situación comenzó con una Asamblea en Teatro Estudio en su local de Calzada, convocada y presidida por Lázaro Peña a la que asistí como vicepresidente de Cultura y también estuvo presente el Director de Teatro entonces. Esa fue su última participación pública en ese cargo. También digo que es cierto el proceso paralelo que algunos presentaron ante el Tribunal Supremo y su fallo favorable. Con más tiempo quizás escriba cosas más específicas aún.

Como resumen de mi valoración sobre estos ataques indiscriminados, quiero de nuevo, dejar claramente expresado mi criterio sobre los que actúan a favor de los pases de cuentas, de los rencores permanentes y de los odios a ultranza de un lado y del otro. Quizás sean  los que definitivamente coadyuven con ese derrumbe de todo, así como con el caos y la desolación que como consecuencia podría venir detrás, que a quienes más favorecerán en definitiva será a los enemigos de los pueblos que hoy pujan a favor de alcanzar una más férrea dominación del mundo que nos ha tocado vivir sobre la base de la explotación y la sojuzgación universal en beneficio de los poderoso de siempre, cuyos máximos afectados serían ante todo los ciudadanos de a pie y muy especialmente los más débiles de nuestra sociedad: los ancianos, los niños, los enfermos etc.

A veces pienso que algunos actúan en defensa de sus estipendios, sus intereses y sus pasiones y se presentan en la posición ya denunciada por el Che en su época, de convertirse en alabarderos del pensamiento oficial más ultra ortodoxo y detenido en el tiempo, a partir  de las claves que fueron decisivas en los años 50 del siglo pasado, pero que poco tienen que ver directamente en estas coyunturas de inicios del Siglo XXI con la población cubana de hoy nacida en casi el 70% después de la década de los 70.

Así lo pienso y así lo manifiesto a toda responsabilidad.

(Continúa)