Félix Sautié |
Cinco
preguntas sobre el debate en Cuba en torno al Socialismo del
Siglo XXI
Entrevista concedida a Orestes Martí
(Primera
Parte)
Las Palmas de Gran
Canaria, Agosto de 2007
P:
Desde hace algún tiempo comprobamos que en Cuba se ha
iniciado una polémica en la cuál usted también ha tomado
parte. Algunos intelectuales aseguran que en lo relativo al
tema cubano hay dos visiones contrapuestas que han impedido
reflexionar serenamente tanto dentro como fuera del país
sobre los aciertos y los errores del proceso revolucionario
¿Cuál es su percepción al respecto?
Estimado
amigo, ante todo debo agradecerte que me hayas tenido en
cuenta para hacerme una entrevista sobre temas tan
importantes para el presente y el futuro de Cuba. De
antemano te pido disculpas porque me voy a extender un poco
en mis respuestas ya que pones ante mí persona una
oportunidad inapreciable para explicar algunas cuestiones
que considero debo dejar claramente planteadas en estos
momentos. Yo pienso (te aclaro que prefiero en todo momento
usar un yo teresiano antes que el nos mayestático
acomodaticio y englobador detrás del cual algunos se
sienten tan seguros) y lo he escrito muchas veces en mis artículos
de prensa que en nuestro país estamos atravesando por un
momento de inflexión en el que habrán de decidirse para
bien o para mal, de acuerdo con el acierto o desacierto que
al respecto se tenga, muchas cuestiones importantes para
nuestro presente y nuestro futuro, en que como nunca antes
están en riesgo conceptos trascendentales muy especialmente
para el porvenir, que van más allá del sistema socialista
que pretendemos perfeccionar y limpiar de sus errores y
problemas de aplicación. Incluso considero que está en
juego la posibilidad de existencia de la nación misma, la
que podría sucumbir ante un anexionismo que nos persigue y
se mantiene latente sobre nuestros destinos desde los
albores del surgimiento de nuestra nacionalidad. Todo lo
cual podría desencadenarse si no somos inteligentes en
nuestro desenvolvimiento, ágiles en la actuación porque
no nos queda mucho tiempo, así como honestos en
reconocer y rectificar nuestros propios errores. Tú conoces
que entre algunas de mis actividades me desempeño como teólogo
laico y en este sentido quisiera señalar una recomendación
que hizo Jesús cuando envió a sus discípulos al mundo de
su época y que en mi criterio resulta muy oportuna en estos
momentos de la Historia de Cuba: “Mirad que yo os
envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes
como las serpientes y sencillos como las palomas.”
(Mateo 10,16 Biblia de Jerusalén).
Te reitero
que este riesgo no lo veo como una posibilidad remota, sino
como una consecuencia muy posible en dependencia de la
actuación que todos manifestemos ante los muchos problemas
que nos aquejan y que se han acumulado en un momento
en que dada su magnitud y persistencia no aguantan más.
También resulta necesario e imprescindible, tener muy
presente los intereses fundamentales del pueblo cubano, el
que considero que en muchas ocasiones se siente fuera de
todos estos trajines y análisis; que por demás en última
instancia le conciernen muy directamente, sobre todo al
futuro del perfeccionamiento de los logros que hoy
disfrutamos, aún en medio de múltiples deficiencias y
errores de aplicación, así de sus justos anhelos no
alcanzados y de sus más genuinas y crecientes necesidades
individuales y sociales aún no satisfechas.
En estos
momentos, observo con mucha preocupación el derecho que
algunos con gran frecuencia se abrogan de hablar en nombre
de todos los demás o por lo menos de amplios sectores
integrantes de los demás, sin tener un mínimo pudor para
con lo que es objetivo y con la verdad misma de las
realidades que se confrontan. En esto radica un motivo
esencial para el uso indiscriminado de ese constante
“nos” y “nosotros”, que hay quienes no se quitan de
su boca y que realmente rechazo con todas mis fuerzas a
partir del uso de un yo pienso, yo considero, yo percibo, yo
opino, que reconozco a veces lo convierto en repetitivo,
quizás como parte de un instinto de conservación y defensa
encaminado a no sucumbir en medio de ese charco de tanta
doble moral y mediocridad de vida que nos invade por todas
partes. Con esto quiero decirte, que nunca me he considerado
ni me considero, menos ahora cuando formo parte activa de lo
denominamos como tercera edad, alguien libre de toda culpa y
que también rechazo con todas mis fuerzas a los que actúan
como los puros capaces de juzgar a todos sin tener en cuenta
sus propias culpas. Mucho de estas manifestaciones he visto
y he vivido en los últimos tiempos, lo que me he encargado
de señalar con insistencia en mis escritos e
intervenciones.
En estas
circunstancias el uso de las palabras, de los calificativos
y la altura de miras son muy importantes en mi opinión para
no añadir con nuestras inconsecuencias nuevos problemas y
mayores agravantes de los que ya existen; por eso en la
conferencia que dicté en la Comunidad de Santo Tomás de
Aquino en Madrid, el pasado 11 de enero del 2007 hube de
expresar algo que considero necesario que lo reitere de
nuevo en esta entrevista y me cito textual: “pienso
que la responsabilidad con las palabras y los juicios
siempre sería poca, máxime cuando se vive adentro y se
tiene cierta participación e incidencia en lo que sucede y
en lo que podría suceder. Les voy a hablar desde adentro y
nunca saliéndome hacia fuera de un proceso en el que he
participado de una forma u otra desde 1956 a la fecha, con
mayor o menor responsabilidad pero nunca desde posiciones
neutras”.
Yo creo que
en tales coyunturas y circunstancias, es fundamental
que todo el que tenga algo que decir lo diga en búsqueda
del bien de la nación en su conjunto. He repetido varias
veces lo que considero una norma general para la participación,
y es que solo se excluyan los que no tengan nada útil que
plantear o los que se queden sin consenso en sus argumentos
o sin nuevas cosas que decir o que analizar. Claro está que
también he propuesto algunos límites éticos que pienso
son imprescindibles para garantizar que todo transcurra de
la forma más civilizada posible y no se transforme en las
contingencias llenas de insultos, de rencores y de
odios dentro de un todo vale de venganza y pases de cuenta
que a nada bueno nos puede conducir, tal y como algunos han
tratado y tratan de hacerlo. Es aquí donde en mi opinión,
resulta de gran importancia tener muy claros los aspectos
esenciales de una ética muy definida en el debate, así
como del respeto ineludible a la dignidad de los demás,
sean quienes sean. Te reitero que el vale todo, las
desautorizaciones pontificiales muchas veces planteadas
desde posiciones de poder, el uso de la fuerza e incluso el
chantaje personal y/o colectivo complican extremadamente
cualquier intento de diálogo, debate o polémica sin
importar la trascendencia que los temas en análisis puedan
tener.
A tales
efectos, debo decirte que opino que las causas que han
impedido y que impiden “reflexionar
serenamente tanto dentro como fuera del país sobre los
aciertos y los errores del proceso revolucionario” no
son determinadas principalmente por el hecho de que existan
dos o más “visiones
contrapuestas” porque eso en definitiva,
resulta ser lógico y parte esencial del diálogo.
Precisamente pienso que uno de los problemas básicos que
hemos tenido presente en nuestras coyunturas y
circunstancias de hoy: es el criterio de unos y de otros,
de que su verdad constituye precisamente la única que debe
prevalecer, sin dar ninguna razón para la existencia de una
diversidad que es propia de la vida misma y que enriquece en
vez de empobrecer.
Incluso es
posible observar, cómo algunos que se han detenido en el
tiempo, parten desde los puntos de vista del pensamiento
oficial establecido y defienden a ultranza el derecho que
tienen las mayorías y las minorías de otras latitudes a
manifestarse libremente, mientras que aquí adentro le
niegan la sal y el agua a cualquier expresión, manifestación
o idea que no sea laudatoria o al menos afín con los
conceptos que oficialmente ellos detentan y que muchas veces
los han secuestrado sin oportunidades para ninguna otra
interpretación. Así por ejemplo debo decirte que desde
hace mucho tiempo en los medios locales se ha partido de una
única forma de construir el socialismo, sin darnos
oportunidad alguna a los que pensamos que existen otras
posibilidades y enfoques para concebirlo y hacerlo
realidad. Aquí te hablo de algo que he sufrido en carne
propia y que aún sufro. Y sé de otros que incluso lo han
sufrido con mayor rigor que el mío. Hay en la actualidad en
el mundo y muy especial en nuestra América, una tendencia
muy clara de plantearse un socialismo con raíces
cristianas, que no sea absolutamente estatista sino que
logre un adecuado balance al respecto entre lo que deba ser
centralizado y lo que sea imprescindible descentralizar.
Tampoco este concepto erradica totalmente a la propiedad
privada en determinadas circunstancias y dimensiones específicas.
Una principal fórmula del Socialismo del Siglo XXI para
muchos, entre los que me incluyo, es la cooperativización,
la autogestión obrera, la producción agropecuaria de los
pequeños campesinos individuales, la pequeña empresa
familiar y otras iniciativas más que personalmente yo
comparto también, pero que han sido excluidas de toda
posibilidad de plantearlas y mucho menos de experimentarlas
en una escala que salga más allá de uno cuantos lugares
dispersos por la geografía cubana de hoy. Conozco de
estudios muy serios, científicos y profundos como los que
por ejemplo se ha estado planteando alguien a quien
considero y respeto en alto grado, el experimentado
intelectual cubano y académico Pedro Campos quien muchas
veces aquí adentro ha sido como la voz del que clama
en un desierto, dadas los esquemas y resquemores con que
oficialmente se han visto estas cuestiones por parte de una
burocracia estatal y política que se considera la única
dueña del proceso revolucionario cubano. Y ni qué decirte
de la situación que se nos presenta de una parte y de la
otra, a quienes nos atrevemos a hablar de un cristianismo,
incluso un posible catolicismo revolucionario.
En este
orden de cosas, se manifiesta en relación con el tema Cuba
además, una polarización tan aguda que solo sólo se
admiten la posibilidad de existencia de uno y
del otro polo. Este concepto de polarización ha calado en
todos los estratos, posiciones y sectores de un signo y de
otro. O sea el de los que se plantean
totalmente en contra en un caso, o bien el de los que
plantean todo a favor en el otro. Las armas principales que
usan ambos polos son las del insulto, la descalificación
personal e incluso las veladas o explicitas amenazas de
exterminio total. Eso es muy lamentable y constituye
en mi opinión, un gran obstáculo, sobre el cual
necesariamente tendremos que saltar en bien de la nación
cubana, que es la que sufre de todos nuestros desafueros,
desaciertos e intereses espurios esgrimidos en estas
contingencias. Sobre esta polarización específicamente se
refirió el teólogo moralista español Don Benjamín
Forcano en su prólogo a mi libro SIN TIEMPO PARA
MORIR en abril de 1999, quien expresó algo que
quiero citar en esta oportunidad: “Veo cúpulas de
poder a uno y otro lado, polarizadas, desconfiadas,
dispuestas a no ceder, a no perder el monopolio, a no
dejarse reducir. <…> y también en Cuba, un
imperativo primero, de conciencia, es colocarse con humildad
ante los fallos propios, los errores evidentes, los daños
irreparables, y deplorarlos. Y descubrir generosamente los méritos
del otro. Una confesión bilateral, de culpa y de
arrepentimiento, de acercamiento, para desde la experiencia,
aprender y, juntos, sumar todo el potencial de utopía y
amor para la lucha” (fin de la cita). Es en
este sentido, que veo lo que algunos te han planteado al
respecto de esta polarización y en mi criterio lo hacen
porque perciben e incluso sufren estas situaciones.
No obstante
el haber respondido a tu pregunta, quiero ser un poco más
explicito con una exposición de lo que personalmente he
percibido a partir del debate suscitado con motivo del
primer artículo que la periodista cubana Soledad Cruz
publicó en el portal Kaos en la Red con el título “El
Revolucionario riesgo de la verdad. No se sirve a la
Revolución cubana ocultando sus taras, defectos y
problemas”, sobre el cual puedo decirte que a mí
en lo personal desde un principio tanto su título como su
contenido me pareció muy atinado y muy importante para que
fuera debatido con toda responsabilidad en las actuales
circunstancias, pero surgieron los insultos y los ataques
personales no solo para Soledad Cruz sino también para los
que nos atrevimos a opinar a favor del contenido que expresa
Soledad. Además quiero expresarte la salvedad de que opinar
a favor de lo que escribió Soledad tampoco quiere decir que
coincido punto por punto con ella sin tener mis propios
enfoques y opiniones sobre los múltiples problemas que se
atrevió a escribir, pero precisamente ahí está el valor
que me llevó a plantear mi respaldo y mi opinión a favor
de su artículo por lo oportuno, lo abarcador de un universo
de problemas reales y lo valiente que ha sido.
Estas
determinadas personas a que me refiero, no se han detenido
en pensar sobre qué es lo que en realidad atacan y qué
significaría abrir un proceso en el que por encima de todo
se plantee el pase de cuentas, la venganza y el rencor, sin
detenerse a analizar que lo que plantea el otro es
objetivamente de la forma en que lo dice o si bien es
necesario analizar y discutir el contenido de lo expresado
en búsqueda de verdaderas causas, verdaderos efectos y
verdaderas soluciones, sean las que sean dentro de los
marcos de la justicia social y la equidad distributiva, para
superar nuestros problemas y abrir una época de paz,
desarrollo, justicia social, equidad distributiva (y valga
la reiteración de los términos de justicia y equidad) con
vistas al presente y el futuro inmediato de nuestro país
que debe ser mantenido y desarrollado como una nación
verdaderamente libre e independiente tal y como la soñó
José Martí: con todos y el para el bien de todos.
Esta
ceguera existencial, esta concentración en el rencor y el
odio, ha llevado a que incluso algunos no afectados asuman
una representación del conjunto. Mientras que en cambio hay
ejemplos de los verdaderamente afectados, de intelectuales y
artistas que con toda la justificación para
albergar rencores y odios, por el contrario han dado
un testimonio de alturas de miras y de sentido de la
justicia, ejemplar y muy encomiable en búsqueda de
verdaderas soluciones de fondo.
Así mismo
y en sentido más amplio aún, algunos han pretendido asumir
en la forma en que hablan y se expresan, también una
representación generalizada de todos los numerosos sectores
intelectuales de la Cuba de hoy, en los que se cuentan con
diversas generaciones surgidas en estos años de científicos
de las ciencias exactas, ciencias aplicadas y ciencias
sociales, académicos, profesores, investigadores,
periodistas, escritores, artistas y profesionales, como
resultado de la significativa extensión, en calidad y
cantidad, de los estudios superiores y de las oportunidades
para ejercer esas profesiones, las que se han hecho
presentes y se han desenvuelto aún en medio de muchas
concepciones erróneas y dañinas que deberíamos
rectificar.
Se han
pasado por encima de elementales principios éticos para el
debate, incluso se han planteado cosas infundadas y han
primado los intereses personales en vez de los grandes
intereses colectivos y del culto a la verdad y a la Memoria
Histórica verdadera. Estas personas en mi opinión le han
hecho y le hacen el juego a los que desde un signo u otro,
no quieren que los problemas de fondo sean analizados de
forma profunda y civilizada en busca de soluciones
verdaderas, factibles y sostenibles, lo que significaría
continuar en el inmovilismo en que en la actualidad estamos
sumidos.
Yo he
hablado en varias ocasiones del tejado de vidrio que todos
tenemos dentro de un proceso social que ha concitado desde
los primeros momentos con adhesiones masivas en cantidades
extraordinarias como nunca antes en la Historia de Cuba,
dentro del cual nos hemos apasionado, nos hemos parcializado
y dentro de los muchos aciertos alcanzados también hemos
cometido muchos errores. En estas circunstancias considero
que son muy pocos los que podrían tirar una primera piedra.
Hay además
cuestiones muy reprobables en todo esto, que quizás
merezcan un calificativo más severo pero que me inhibo de
plantearlo por un elemental principio ético y es el hecho
de la negación de responsabilidades, como por ejemplo te señalo
algo sobre lo cual escribí en una de mis intervenciones en
todo este proceso como es el caso de los que habiendo sido
parte de un mismo proyecto cuando la época en que Carlos
Aldana era Secretario Ideológico del Partido, ahora después
de que fue destituido lo niegan rotundamente y se presentan
como los máximos críticos de la persona en vez de analizar
por encima de todo la gestión, los aciertos y los errores.
Yo no fui parte de esas estructuras porque en esos tiempos
estaba en otras tareas de menor nivel; pero no niego, ni
nunca negaré que desde hace muchos años he sido su amigo y
aún continuo siéndolo. ¿Por qué razón tendría que
negarlo, si es cierto que lo fui y que lo soy? Ahora que
Aldana no desempeña ningún cargo ni función alguna y que
ni siquiera es militante del Partido, no resulta
precisamente una acción de valentía atacar a quien no
tiene medios ni espacios asequibles para responder.
Debo
decirte que yo soy de los que piensa que para que sean
verdaderamente útil para el futuro inmediato las cuestiones
básicas de la historia del proceso revolucionario cubano
hay que ponerlas en el real orden que les corresponde, con
un culto básico por lo que en verdad ha sucedido y no por
lo que pensamos que sucedió o que debió haber sucedido, o
bien por lo que nos conviene que haya sucedido de acuerdo
con nuestros específicos intereses incluyendo a los
rencores y los odios que podamos albergar en nuestros
corazones. En todo esto por ejemplo Aldana no ha hablado
todavía en público y quizás algún día seguramente
lo hará en definitiva. Yo personalmente deseo que así
suceda en aras de esclarecer la verdad histórica sea la que
sea, ya que pienso que quedaron muchas cosas sin decir y
esclarecer públicamente. En este sentido, considero que la
percepción de muchas cuestiones podrían ser distintas y
quizás también la consideración sobre el papel de algunas
personas sea distinto. Además considero que es justo oír
su opinión como parte implicada principal. Así como también
la opinión de otros más que se encuentran en similares
circunstancias. La posibilidad de ser oídos sin
insultos es un derecho que todos tenemos, que no quiere
decir la aceptación tácita de todo lo que se plantee. Aquí
repito que no es con insultos y con ataques verbales
tumultuarios como se analizan verdaderamente las cosas.
Yo no estoy
de acuerdo con el método de los actos de repudio por muy
justos que puedan ser los motivos que lo originan.
De nuevo
quisiera acudir a un pasaje del Evangelio, el de la mujer adúltera
que los escribas y fariseos pusieron ante Jesús por haber
sido cogida en el momento del acto de adulterio que según
la ley de Moisés debía ser apedreada (por cierto, ley
profundamente machista porque en ese caso al hombre nadie lo
acusaba de nada porque nada estaba dictaminado para su culpa
compartida). En consecuencia, le plantearon a Jesús lo
siguiente: “<<Maestro esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la
Ley a apedrear a estas mujeres>>. ¿Tú qué dices
?>> …Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir
con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: <<Aquel de
vosotros que esté sin pecado que arroje la primera
piedra>>. E inclinándose de nuevo, escribía en la
tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno
tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo
Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose
Jesús le dijo: <<Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te
ha condenado?>> Ella respondió: <<Nadie, Señor.>>
Jesús le dijo: <<Tampoco yo te condeno. Vete y en lo
adelante no peques más.” (Juan 8, 4-11. Biblia de
Jerusalén). Creo que la lección está clara, todos los que
acusaban y pedían el apedreamiento de la mujer habían
cometido ellos el pecado de adulterio y algunos estudiosos
entre los que me incluyo, consideran que lo que Jesús
comenzó a escribir en la tierra fue el nombre de los que
allí estaban y que también se habían acostado con aquella
pobre mujer que pedían apedrearla; por eso se fueron de la
escena lo más rápido posible. Además te llamo la atención
de que según el texto Evangélico, Jesús si bien ejerció
la compasión y el perdón con aquella infeliz no transigió
ni mucho menos justificó su falta y la frase final es muy
clara al respecto: “Vete y en lo adelante no peques
más”.
Te traigo a
colación, este pasaje en específico y nuevamente te
agradezco la oportunidad que me da tu entrevista al
respecto, porque pienso que viene muy bien al caso de las
actitudes tumultuarias y desmedidas en relación con los
juicios y los análisis de los problemas; y además, porque
fue parte de mi intervención en el primer debate de los
intelectuales cubanos por correo electrónico en diciembre
del 2006 y enero- febrero del 2007. Lo mencioné en mi
intervención del 30 de enero del 2007 y después de haberlo
recordado en aquel texto planteé específicamente lo que te
cito textual a continuación: “… Pavón
de quien he sido amigo, me considero aun serlo y con quien
he concordado y discrepado también, en realidad fue un
ejecutor de algo que le orientaron desde los mismos centros
de poder con los que han compartido y comparten muchos
de los que hoy lo critican sin atreverse a ir más a fondo
como en realidad requieren los verdaderos análisis de los
problemas…<…> Por
eso en mi criterio habría que comenzar por debatir los
problemas básicos de libertad de expresión y de
conciencia, la necesidad imprescindible de verdaderas
aperturas económicas que permitan la solución de muchas
penurias que cada vez se generalizan más, así como que la
población pueda sostenerse a sí misma con su trabajo a
partir de salarios con verdadero poder adquisitivo,
vinculando el salario a la norma de cumplimiento sobre la
base de que todos reciban según su aporte de acuerdo con la
cantidad y la calidad de su trabajo. Igualmente considero
necesario facilitar un máximo despliegue de la
creatividad individual y colectiva eliminando todas las
trabas que se le interponen. Todo esto unido con una
verdadera defensa de lo bueno que la Revolución ha traído,
como es la educación, la salud pública, la seguridad
social y los intentos de lograr una real equidad
distributiva que no debe confundirse con el igualitarismo,
dejando a un lado al triunfalismo que tanto nos daña y
reconociendo ante todo los problemas actuales de estos
logros que son muchos …<…> considero
que es imprescindible dejar el miedo a un lado, opinar
libremente, estar dispuesto a trabajar en lo que sea
necesario para lograr las rectificaciones y los cambios,
mirando hacia el conjunto de problemas globales que nos
afectan desde arriba hasta abajo, excluyendo a los rencores,
los resentimientos, el odio y la búsqueda de chivos
expiatorios entre los pequeños caídos en desgracia
que ya no pueden defenderse. Así como abrir
paso definitivamente y no sólo de forma virtual, a las
nuevas generaciones para que asuman los principales y más
altos timones de mando de la sociedad. En este orden de
cosas, estoy plenamente de acuerdo con el desarrollo de un
diálogo cada vez más abierto a los problemas fundamentales
generadores de los otros problemas, con un alto grado
de civilización que se manifieste principalmente por el
respeto de todos sin excepción alguna por las opiniones de
todos (y valga la necesaria redundancia), aún por las
opiniones de quienes pudiéramos considerar enemigos. Sé
que después de tantos años de polarización esto es muy
difícil, pero tenemos que intentarlo para salir adelante
como nación.” Mi texto está ahí
fue preciso y directo y entre otras cosas dije implícitamente
algo que ahora te específico más claramente con un
dicho muy popular por aquí, que pienso que en Canarias
también se diga algo similar: es más fácil escupir
para abajo que hacerlo para arriba..
En estas
circunstancias, algunos han continuado sus análisis
indiscriminados al respecto, en una forma airada e
insultante, que no coadyuva a la creación de un clima
propicio para el razonamiento profundo de causas, efectos y
de las medias correctoras necesarias, procurando con sus
actitudes más que verdaderas rectificaciones que es lo que
todos necesitamos, en cambio el pase de cuentas personales
con una mezcla extraña de lo que fue con lo que no fue, sin
ir al fondo de las problemas reales. Pienso que en
consecuencia, está siendo necesario que se expliquen muchas
cuestiones que verdaderamente sucedieron en aquel proceso
para que salga la luz por donde salga y se pongan las cosas
en su verdadero lugar. Reconociendo a los que verdaderamente
fueron afectados cuya rectificación ya hace muchos años
que se planteó desde dentro de la misma Revolución y no
desde afuera, así como analizando cualquier manifestación
posterior o presente de malos métodos que deban ser
erradicados desde dentro del proceso social cubano. En este
sentido, resultan ser una reacción inconsecuente las
agresiones verbales de índole personal que algunos han
dirigido sobre los que hemos ejercido la crítica a los
problemas de la Revolución desde dentro y con ánimo de
rectificación y cambio. Estas posiciones contradictorias,
reitero que solo ayudan al inmovilismo así como a los que
desean que todo se derrumbe, porque entorpecen el análisis
sosegado de los problemas que todo debíamos resolver en
bien de la población en su conjunto.
Creo
que además sería saludable dejar bien esclarecida toda
aquella situación, incluso la realidad sobre quienes
nunca fueron afectados entonces y en cambio ahora han tomado
como bandera un asunto que realmente fue muy deplorable y
que pudo ubicarse dentro de un quinquenio y quizás
también en un decenio. Pero sospecho que además hayan
algunos por ahí que pretendidamente desde dentro de las
filas de la Revolución y desde la afiliación conceptual
con una intelectualidad revolucionaria, quizás se propongan
en un futuro extenderlo al período de un medio siglo
gris, con lo cual según el dicho popular no dejarían títere
con cabeza, incluyendo a esta época en la que se plantean
reconocimientos, se ayuda con estipendios, los artistas e
intelectuales en una cantidad significativa pueden
viajar sin grandes restricciones y se pueden realizar
debates como, los que se han estado efectuando entre algunos
sobre el quinquenio gris, etc.; debates, conferencias y
encuentros aunque muy restringidos en su participación. En
sus esencias no critico ni mucho menos estos debates, sino
que considero que no deberían realizarse de forma tan
restringida, a partir de listas de participación no
abarcadoras de todos los que hubieran debido estar. Ahora
bien, quiero plantear al respecto, que si las figuras o
figura pública que convocan estos encuentros, paralelamente
se presentan atacando e insultando a las personas implicadas
o no, en vez de caracterizarse por la búsqueda de los
problemas en sí mismos, sus causas y soluciones no podría
tenerse total confianza en esos encuentros y su futuro
quedaría marcado con una sombra de dudas. No obstante,
saludo este intento porque también podrían
plantearse algunas de las cuestiones que en la intervención
a que me refiero hube de expresar y que de nuevo cito
textual: “…
Yo pienso que el problema que se planteó al respecto del
tema inicial no fue algo aislado sino parte de la política
de la Revolución en ese momento y que si quiere ir a fondo hay
que cuestionar a la política del Sistema en sus propios
errores y desviaciones y mirar para arriba no solo para
abajo porque siempre para abajo y muy especialmente para los
caídos es más fácil y menos riesgoso hacerlo. No eludo
responsabilidades, aunque algo tengo que ver con el proceso
de rectificación que culminó con la liquidación de la
famosa Resolución.”
En todo
este asunto promovido con motivo de las opiniones publicadas
por Soledad Cruz, con la que por cierto nunca he coincidido
directamente en ninguna relación personal o específica de
trabajo, a pesar de haber sido director de Juventud Rebelde
en donde ella surgió y en donde según sus propias
expresiones se mantiene vinculada en la actualidad. Porque
yo fui director del periódico en 1967 y mediado de 1968 y
ella se incorpora a Juventud Rebelde después de mi salida
allá por los finales de los 70 y principios de los 80
cuando ya yo no tenía nada que ver con la prensa y estaba
incluso fuera de La Habana en otras actividades en el
Municipio Especial de la Isla de la Juventud. Debo decirte
que hubo alguien que mala intencionadamente me vincula en
contubernios desde Juventud Rebelde con Soledad. Como
también ahora hay quien se aparece sin conocer mi vida ni
mis criterios ni mucho menos mis convicciones, con una opinión
pública sobre un pretendido cambio de piel mío y me une
con Armando Quesada en mi actuación en el Caimán Barbudo
en los años 67 y 68 del siglo pasado, cuando Quesada nunca
participó en esa época en las estructuras de la máxima
dirección de la UJC desde las cuales yo me desempeñaba
como Miembro de su Buró Nacional. No sé cuáles son las
verdaderas intenciones que se tienen en mezclarlo todo y
confundirlo todo, máximo cuando yo desde hace muchos,
muchos años me he identificado y reconocido en mis propios
errores, por favor los que verdaderamente cometí y no en
otros, como victimario y víctima a la vez. Además,
debo añadir que en virtud de ser alguien que ha estado
presente en todo este proceso cubano desde finales de 1956 y
en 1957 a la fecha, me considero codeudor solidario de los
errores que la Revolución haya podido cometer en todo este
tiempo y me planteo con la responsabilidad de coadyuvar en
la medida de mis posibilidades a la rectificación, al
cambio y a las reformas que hagan falta para salvar un
proceso único en la Historia de Cuba con todas sus luces y
todas sus sombras. En relación con esta nueva definición
que se me atribuye de “cambio de piel” podría decir
como Martí a quien cito textualmente en lo que escribió a
Maceo en una carta desde Puntarenas el 18 de junio de 1894: “Yo
no mudo el alma, sino que la voy enriqueciendo con cuanto
veo de grande y hermoso, y cuanto obliga a mi gratitud.”,
pues quizás algunos no entiendan aún muy bien lo que es el
significado de una vida militante de lucha permanente en pos
de un ideal universal de justicia, dentro de la sociedad en
que nos ha tocado vivir con todos los desgarramientos,
esfuerzos más allá de nuestras posibilidades mismas,
sentimientos, aciertos y errores que ello conlleva. Porque
también para caer en la posibilidad del error y equivocación,
debo decir que hay ante todo que lanzarse al ruedo de la
vida y es entonces cuando resulta de valientes enfrentarse
con uno mismo y estar dispuesto a rectificar para seguir
adelante con los principios que animan a la actitud
militante. Quizás sea más honesto y valiente eso, que la
actitud de los que se quedan agazapados detrás de sus
rencores esperando el momento propicio para la venganza y el
pase de cuentas movido por el odio ciego que puede
corrompernos en lo interior de nuestras almas.
Por otra
parte, alguien ha afirmado que cuando hablé de mi
participación directa en el proceso de rectificación de la
denominada “parametración” de los años 70, dije
mentiras, y considero que en definitiva me da la ocasión
para plantear algunas cuestiones más al respecto del
asunto. Ya que, como dije anteriormente, opino que es muy
importante poner las cosas de la historia en el orden que
realmente le corresponde porque en este caso hay una
evidencia de que la rectificación de aquellos evidentes
errores salió desde dentro de la filas de la Revolución.
Expreso esto porque tengo las fechas de los muchos
encuentros directos que realicé personalmente en el salón
de reuniones del Palacio del Segundo Cabo en donde entonces
estaba el Consejo Nacional de Cultura con artistas e
intelectuales de aquel momento, tanto afectados directamente
como no afectados. Con quienes analicé en detalles los
problemas surgidos y recogí sus criterios y propuestas al
respecto. Conservo copias de documentos e informes. También
del Informe sobre el Teatro en Cuba que como resultado de
aquel proceso planteó una rectificación y una reorganización
total de toda la esfera así como de la directiva que al
respecto elaboramos en conjunto para dejar resuelto el
problema. Si no fui yo como se pretende afirmar, ¿quién
realizó entonces ese trabajo?, ¿alguien con nombres,
apellidos y cargo podría decir quién fue?, ¿tendría esa
persona los documentos que yo poseo y podría probar su
autoría?, ¿estaría su labor registrada en los archivos
históricos del Consejo de Cultura? ¿Quién fue entonces?
¿Salió la rectificación desde afuera de las filas
de la Revolución? Más que nuevos insultos espero
respuestas concretas y demostrables. Puedo decir que todo
comenzó con un cuestionamiento interno de la situación y
directamente sobre quien era entonces el director de Teatro,
Armando Quesada. El proceso público de reconocimiento de la
situación comenzó con una Asamblea en Teatro Estudio en su
local de Calzada, convocada y presidida por Lázaro Peña a
la que asistí como vicepresidente de Cultura y también
estuvo presente el Director de Teatro entonces. Esa fue su
última participación pública en ese cargo. También digo
que es cierto el proceso paralelo que algunos presentaron
ante el Tribunal Supremo y su fallo favorable. Con más
tiempo quizás escriba cosas más específicas aún.
Como
resumen de mi valoración sobre estos ataques
indiscriminados, quiero de nuevo, dejar claramente expresado
mi criterio sobre los que actúan a favor de los pases de
cuentas, de los rencores permanentes y de los odios a
ultranza de un lado y del otro. Quizás sean los que
definitivamente coadyuven con ese derrumbe de todo, así
como con el caos y la desolación que como consecuencia podría
venir detrás, que a quienes más favorecerán en definitiva
será a los enemigos de los pueblos que hoy pujan a favor de
alcanzar una más férrea dominación del mundo que nos ha
tocado vivir sobre la base de la explotación y la sojuzgación
universal en beneficio de los poderoso de siempre, cuyos máximos
afectados serían ante todo los ciudadanos de a pie y muy
especialmente los más débiles de nuestra sociedad: los
ancianos, los niños, los enfermos etc.
A veces
pienso que algunos actúan en defensa de sus estipendios,
sus intereses y sus pasiones y se presentan en la posición
ya denunciada por el Che en su época, de convertirse en
alabarderos del pensamiento oficial más ultra ortodoxo y
detenido en el tiempo, a partir de las claves que
fueron decisivas en los años 50 del siglo pasado, pero que
poco tienen que ver directamente en estas coyunturas de
inicios del Siglo XXI con la población cubana de hoy nacida
en casi el 70% después de la década de los 70.
Así lo
pienso y así lo manifiesto a toda responsabilidad.
(Continúa)
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