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Félix Sautié

 

MORAL BÁSICA FUNDAMENTO DE TODA ÉTICA. ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA, (IX)

Ética Política, Cristiana y Revolucionaria.

La espiritualidad es inherente a la condición y a la vida humana, lo cual en realidad deberíamos planteárnoslo a partir de un concepto integral de la persona que nos define que soma y psiquis forman un todo unitario muy difícil de separar. En esta dirección ya hemos visto anteriormente algo sobre los conceptos de integralidad de la Moral y de la Ética que desarrolla el teólogo moralista Don Benjamín Forcano con los cuales concuerdo plenamente. Ahora quisiera ampliar un poco al respecto a partir de mis propias experiencias y criterios acumulados en el tiempo, con el propósito de desarrollar el tema de la espiritualidad como parte esencial de la Moral Básica que da fundamento a toda ética 

Me refiero específicamente a esa división de cuerpo y alma en que los de mi generación cristiana fuimos educados, unos más intensamente por estudiar dentro de los colegios católicos y religiosos de la época, mientras que otros recibieron de forma indirecta la influencia de esa impronta en los centros docentes laicos así como en el seno familiar a partir del reflejo de estas ideas dualistas sobre el conjunto de la sociedad de la época, que incluso influyeron también en aquellos que se proclamaban ateos o agnósticos. Yo nací en 1938 y afirmo que los que nos educamos durante las décadas de los años 40 y 50 del siglo pasado, podemos entender muy bien eso, porque lo vivimos intensamente como parte de nuestra realidades de aquel momento histórico. Eran las épocas de la lucha interior contra el demonio, el mundo y la carne. Tiempos de ayunos, retiros espirituales sistemáticos y sacrificios realizados con el carácter de ejercicios dirigidos a someter al cuerpo en donde habitaba “El Maligno” y los instintos del mal que eran los enemigos irreconciliables del “alma inmortal y pura” que todos llevamos dentro y que debíamos mantenerla lo más lejana posible de la carne corruptora de la Moral y de la vida. En mi novela testimonio publicada en España con el título SIN TIEMPO PARA MORIR, narro con muchos detalles y anécdotas concretas la impronta espiritual y mística que dieron paso a una determinada Moral y Ética dualista propia de aquellos tiempos, los que dejaron huellas imborrables en mi persona. En este orden de pensamiento, les transcribo lo que responde al final de la trama el protagonista principal a un viejo profesor suyo que le escribe increpándolo por haber seguido el camino de la Revolución. Cito lo que le escribe Lino el personaje que me representa: “En vuestro colegio, se me enseñó a temer a la justicia de un Dios infinita y estrictamente justiciero. La creencia en el Infierno y en el Purgatorio logró establecer altas cercas que encerraron mis acciones. Con vehemencia juvenil me entregué a trabajar por el ideal que me habían inculcado desde niño. Así nos conocimos y yo diría, que sí; ‘hoy nada ha cambiado y ha cambiado todo’. Hoy nada ha cambiado, porque sigo luchando y buscando el ideal universal de justicia, pero con un sentido de mayor tolerancia con la realidad humana verdadera, y ha cambiado todo porque lo hago en un mundo más objetivo y más real, en medio de las virtudes y de las imperfecciones propias de la condición humana. Lucho por una verdad real, pero una verdad posible…” (Félix Sautié, SIN TIEMPO PARA MORIR, Editorial Nueva Utopía, Madrid, 1999, página 315)

Fueron etapas de una Moral profundamente dualista, en las que las apariencias y las formas eran lo determinante dentro de los ámbitos comunitarios y sociales de los cuales la vida familiar no era ninguna excepción. Ese concepto dual moralista propiciaba una gran hipocresía fundamentada en las apariencias y en el que dirán, lo que muchas veces nos mantenía dentro de un mundo irreal del cual se hablaba mucho pero encerrados en un ámbito de máxima levitación y de grandes apariencias formales. Yo recuerdo un pequeño detalle, por ejemplo la importancia que se le concedía a la corbata en el Colegio donde me eduqué. Y no es que yo hoy esté en contra de la necesidad de tener una buena apariencia personal y un adecuado cuidado para vestirse, pero el problema era que la educación se basaba en las formas externas, en el que dirán los demás y en la repetición de memoria, así como en el miedo al castigo a partir de un concepto que proclamaba que la letra con sangre entra. Todo parecía ser muy profundo, se planteaban unas honduras inalcanzables e incomprensibles a partir del Dios Todo Poderoso e inmensamente justo, al cual sin procurar entender nada más se le debía profesar un Santo Temor, tal y como les hablé en el anterior párrafo. Era un Dios muy lejano de nosotros, que incluso mencionaban y hasta acataban muchos de los que no profesaban ninguna religión. El tan insistido Santo Temor de Dios, de ese Dios que podría fulminarnos al final de nuestras vidas terrenales con un fuego eterno plagado de grandes suplicios adicionales, cuyas imágenes magistralmente plasmadas en el arte de los grabados con que Gustavo Doré iluminó a la Divina Comedia, se han quedado plasmadas en mi memoria para siempre. Estos recuerdos, aún después de que han pasado muchos años, cuando me acerco al final de mi peregrinaje, los conservo nítidamente en mi memoria visual de una época que viví intensamente y que marcó mi vida para siempre. Por eso ahora cuando escribo esta serie de trabajos sobre la Ética, Política, Cristiana y Revolucionaria, no puedo apartar de mi mente a esas imágenes junto con los ecos de las encendidas condenas expresadas dentro de las disertaciones magistrales y de la enjundiosas homilías en las que se nos instaba a estar atentos para no caer en las redes de un mundo corporal que nos llevaría a la irremisible sentencia, final e inapelable, emitida como condena en firme y para siempre por el severo Dios Rey de los Ejércitos que nos presentaban. En esta dirección no puedo olvidar un libro que aún conservo desde entonces El Kempis, tal y como simplificadamente le denominábamos, con sus meditaciones trascendentes, o bien de un libro titulado PIÉNSALO BIEN del padre Baudrand, del cual hube de anotar un fragmento en uno de mis diarios de entonces, el que transcribo textualmente en la página 111 de mi novela SIN TIEMPO PARA MORIR, citada anteriormente y que dice así: “¡Que!, ¡ si es una cosa horrible el sólo pensar en las penas del Infierno!, ¡ qué será entonces el tener que padecerlas! ¡Tú haces todos los esfuerzos para alejar de tu alma este terrible pensamiento, y no haces nada para liberarte de tal desgracia, en la cual no te atreves a pensar! Por el contrario, te precipitas ciegamente en ese abismo, puesto que no quieres valerte del único medio que te puede liberar de él, es decir que no te quieres servir del pensamiento del Infierno para no pecar”. Creo que es un planteamiento muy explícito sobre la forma en que se usaba el miedo y el Santo Temor de Dios para provocar determinadas actitudes éticas y morales, algunas de las cuales incluso no se correspondían con la verdadera realidad de la vida en esos momentos porque partían de conceptos extremistas y dogmáticos sobre la necesidad de castigar el cuerpo para lograr la pureza de vida.

De todos esos contenidos surgió una ética maniquea y dualista que al decir de Benjamín Forcano es “una ética que ha entrado en crisis y ha hecho entrar en crisis a toda la sociedad que sobre ella descansaba, Una ética que no sirve para el presente, no solo porque la hacen insostenible lo absurdo de sus antagonismos internos, sino porque la conciencia actual de la humanidad, protagonizada y representada sobre todo por la juventud, no admite más caminar sobre ella. Sería caminar en las dobles ruinas del presente y del futuro”. (Benjamín Forcano. Moral Fundamental Unidad Didáctica1 La Moral Hoy, Instituto Español de Teología a Distancia, Madrid, página 14)

El rechazo actual dentro de la postmodernidad, a todo aquel espiritualismo plagado de formas externas que simultáneamente repudiaban y negaban la materialidad del mundo en que nos desenvolvemos, ha dejado una impronta de desengaños y desesperanzas que como resultado de hacer tabla rasa, ha vaciado la generalidad de la vida social contemporánea con una secularización extrema de toda la espiritualidad que le es inherente. Estos resultados han sido el colofón y el móvil del enfrentamiento de las forzadas sublimaciones de entonces, situadas más allá de la razón y de las realidades que verdaderamente eran. También a estas situaciones, se han sumado los intereses de las clases dominantes dentro del Sistema Capitalista que al igual que hoy lo siguen haciendo, solo les interesaba entonces y les interesan hoy los réditos o resultados de sus inversiones pasando por encima de la humanidad y de los legítimos anhelos y necesidades de las personas que tenían y tienen sometidas a su sistema de explotación del trabajo, donde con muy honrosas excepciones lo más importante es la plusvalía.

O sea ante una espiritualidad artificial y muchas veces falsa que nos era impuesta por la fuerza de las convenciones sociales, del miedo al que dirán y del miedo al castigo eterno, hemos llegado a un tiempo liberación total que llevado más allá de los causes que deberían mantenerse, dada la lógica propia derivada de la condición humana que nos inherente, nos vacía de toda la espiritualidad que realmente forma parte de nuestro ser esencial. En medio de estas circunstancias se producen los enfrentamientos irreconciliables entre las clases sociales, siempre al margen de los encuentros, los diálogos, las concertaciones, las reconciliaciones que en plano teológico devienen conversión y el amor que debería primar entre todos los seres humanos, porque además entre otras cosas el tiempo de duración objetivamente posible de la vida terrenal es muy corto y las posibilidades que nos abre ante todos los seres humanos la naturaleza y la existencia, son esencialmente muy amplias a contrapelo de las restricciones de vida que nosotros mismos hemos inventado y contra las cuales clamaba Fray Luis de León en su oda Vida Retirada, que es una de las obras de arte más hermosas del Siglo de Oro de la Literatura Española, que cito completa ( teniendo especial cuidado con su español antiguo y su puntuación de entonces) porque la considero una importante lección de ética con valor imperecedero; que analiza y juzga, de acuerdo con las realidades y códigos su tiempo, las situaciones que les estoy describiendo y nos plantea una antítesis quizás idílica y bucólica, propia de una Utopía que debería servirnos como base para lograr una utópica, (y valgan las redundancias) concertación de clases en el Amor de todos y para el bien de todos, a sectores y etnias, de forma que sitúe a la vida, a la naturaleza y a la sociedad por encima de todos nuestros propios intereses muchas veces mezquinos, aunque se refieran a las derechas, a los centros y a las izquierdas de cada situación socio política determinada:

¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido! 

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado. 

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera. 

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado? 

¡Oh campo, oh monte, oh río!
¡Oh secreto seguro deleitoso!
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso. 

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero. 

Despiértenme las aves
con su cantar süave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno abritrio está atenido. 

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo. 

Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto. 

Y como codiciosa
de ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura. 

Y luego sosegada
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo. 

El aire el huerto orea,
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso ruïdo,
que del oro y del cetro pone olvido. 

Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían:
no es mío ver al lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían. 

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía. 

A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada
me baste, y la vajilla
de fino oro labrada,
sea de quien la mar no teme airada. 

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
en sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando. 

A la sombra tendido
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado. 

A estos rechazos que la denunciaban muy temprano tal y como magistralmente lo hizo Fray Luis de León, junto con las resultantes de los actuales relativismos positivistas y pragmáticos que hacen las veces de causa y efecto, dentro de un singular todo mezclado, se unen las secuelas que nos dejaron aquellas formas y conceptos que les describo y que al decir de Forcano podemos observar que:”Tal ética es impotente para fundar un nuevo proyecto de civilización. Pero no ha desaparecido todavía. Tiene en su poder toda la actual organización y funcionamiento de la sociedad. Una sociedad erigida sobre el dogma del individualismo, de los egoísmos incontrolados, de la competencia agresiva, de la ley del más fuerte, del dominio de una minoría, de la sacralización de la producción y de la técnica, de los valores económicos y no morales, de la exclusión del pueblo de las grandes decisiones políticas. Una sociedad dominante y opresora sin otra ética que la del lucro y el poder.” (Ibidem página 14).

En este punto es en el que nos encontramos en la actualidad, en medio de un mundo que se ha convertido al decir de muchos en una verdadera “aldea global”, debido a las nuevas tecnologías de las comunicaciones que poco a poco han ido echando abajo todas las fronteras que hacían posibles la geografía, la distancia y el tiempo en que se podía mover la transportación física de las personas, así como la comunicación de los mensajes interpersonales a través de los correos postales, los telégrafos y otras formas convencionales de entonces. Ahora todo puede ser al instante y sin movernos de nuestras casas y si quisiéramos viajar podríamos hacerlo con una rapidez que nunca hubieran podido concebir Marco Polo, Cristóbal Colón ni Magallanes, por mencionar tan solo algunos de los más grandes exploradores de la Humanidad de todos los tiempos . Incluso podemos ver y oír una guerra en tiempo real realizada en los más lejanos lugares de nuestro planeta, así como las imágenes de alguna de las exploraciones que con los más sofisticados medios se realizan hoy en el Espacio Sideral. Todo esto deja una impronta de desarrollo que a la vez que es muy positivo para el presente y el futuro de la humanidad, también tiene sus efectos secundarios de los cuales deberíamos prevenirnos. Paralelamente como resultado de estos avances científicos y tecnológicos, se ha hecho mayor la brecha entre los países desarrollados y poderosos y los países más atrasados y tradicionalmente sometidos a las más diversas formas de explotación. Entonces los procesos de producción y distribución así como una buena parte de los servicios básicos se han ido concentrando dentro de un sistema monopolista y financiero que como si fuera un pulpo de proporciones planetarias, intenta acaparar en su beneficio a la globalización resultante de los avances tecnológicos y desarrolla un conjunto de concepciones que conocemos como el neoliberalismo que hacen que cada vez la competencia sea más desigual y que las personas sean atrapadas por un consumismo galopante capaz de “cosificarlas” de tal forma que cada vez se hará más difícil reconocernos con un rostro verdaderamente humano expresado como resultado de la espiritualidad básica que nos es a todos inherente. En medio de estas situaciones se ha ido desarrollando una secularización que ya las mencioné anteriormente, de grandes magnitudes con dañinas incidencias prácticas concretas sobre la espiritualidad de las personas a lo cual le dedicaré un mayor espacio en alguno de los próximos capítulos de esta serie.

En estas circunstancias nuestra época en los umbrales del Siglo XXI se caracteriza por los individualismos y los egoísmos incontrolados que han dado paso a una sociedad dominante y opresora sin otra ética que la del lucro y el poder, al decir de Forcano con lo cual estoy totalmente de acuerdo. Son precisamente estas concepciones las que poco a poco han ido vaciando de su espiritualidad básica a la Moral y su consecuente práctica que es la Ética, lo que han sido factores propiciadores de la generalizada pérdida de valores que por todas partes estamos observando, lo que se ha conjugado con una tendencia relativista desbordada que hace tan amplios los marcos de referencia de la Moral de hoy a un punto tal que toda norma, todo principio y todo valor llegan a perder sus verdaderos contornos conceptuales y prácticos con lo cual se han ido haciendo más amplios, más relativos y en resumen más “light” la responsabilidad y el buen juicio por denominarlo con un calificativo muy al uso, que en definitiva han dado paso a una sociedad también light en la que todos los desenfrenos se hacen más habituales mientras que las cada vez más concentradas y poderosas elites poseedoras del capital mundial modelan conforme a sus intereses a ese mundo planetario dentro del cual vivimos, a partir de un pensamiento único proclamado por todos los medios masivos de expresión de forma explícita, implícita y/o muy sutil dentro de la información que se pone a nuestro consumo y dentro de una importante manifestación del arte con el cual nos recreamos y tratamos de expansionarnos espiritualmente. Es una nueva concepción de la vida, de la producción, de la distribución y del consumo asentada sobre los más viejos y ancestrales principios de la explotación, la esclavización de las personas y de la ignominia. Todo lo cual se sostiene con los engaños, las imágenes y las escenografías de cartón de un mundo pretendidamente rosa en el cual todo enfrenamiento es condenado con formas tales que van desde los más sutiles procedimientos de control hasta las más criminales e injustas guerras que jamás haya sufrido la humanidad.

En medio de estas coyunturas es que se hace más importante diría yo urgente, perfilar los principios de una moral y una ética de convergencia y encuentro entre la política, el cristianismo y la impronta revolucionaria basada en una sólida espiritualidad consecuente con nuestra condición humana. Teniendo muy en cuenta el importante y decisivo papel que juega El Ser Social con su contenido de fuerzas productivas y relaciones de producción sobre la Conciencia Social conformadora del pensamiento propio de una época dentro de la cual se desarrollan en positivo o involucionan en negativo la Moral y la Ética basadas en la espiritualidad consustancial a la condición humana y en la trascendencia sobre la cual nos fundamentamos los que tenemos fe en Dios. Todo un conjunto estratégico de alianzas necesarias entre las personas y los sectores más conscientes y progresistas de la sociedad contemporánea en las diversas latitudes de nuestro planeta, como respuesta y enfrentamiento a estas situaciones que hoy se nos presentan, así como en defensa de nuestra humanidad básica que está siendo peligrosamente manipulada junto con otra manipulación más general de la naturaleza y el medio ambiente a la cual me habré de referir en próximas entregas, pero que apunto para dejar claramente expresado que forma parte de un todo destructor que amenaza a los seres humanos y al Universo mismo con el peligro de una extinción latente que mucho debería preocuparnos a todos a partir de un simple principio de conservación.

En resumen, debo decir que Moral, Ética y espiritualidad humana son complementos imprescindibles unos a otros, tanto desde el punto de vista marxista como cristiano, los que perfectamente pueden coincidir a favor de una ética planetaria de mínimos básicos que propicie el respeto de la vida material y espiritual de la sociedad de nuestro tiempo. En mi criterio Moral, Ética y Espiritualidad son imposible de separar y cuando se pretende hacerlo entonces la vida en la justicia social, la paz y el amor recibe daños de incalculables proporciones tal y como lo estamos viviendo y observando en la actualidad.

(SEMANARIO UNICORNIO, PERIÓDICO POR ESTO MÉRIDA , YUCATÁN, publicado el domingo 29 de julio del 2007)