Soledad Cruz |
Otra vuelta a la rueca
Soledad Cruz
Dos sucesos marcan los albores del Siglo XXI cubano: las palabras de Fidel en la
Universidad de La Habana en el otoño del 2005 y las de Raúl en este caluroso verano, el 26 de julio del 2007.
Las primeras preguntaron sobre lo impensable: la posible reversibilidad de la revolución y señalaron
los males que podían ocasionarla. Las segundas, retomando el aviso de aquellas, no solo profundizaron
en los problemas sino en la capacidad de soluciones. Ningún comentario, análisis u opinión superan esas dos intervenciones.
Si los capitanes de ese gran equipo que somos las revolucionarias y revolucionarios exponen con toda
claridad los problemas que tiene la sociedad cubana, no veo ninguna causa de escándalo en que los miembros
del team, los que estamos dispuestos a dar la vida en la jugada digamos nuestras opiniones, valoraciones o
sugerencias, por disparatadas que parezcan, aunque corran el riesgo de ser incomprendidos por fanáticos,
mal intencionados y aquellos temerosos de cualquier pronunciamiento que no venga de arriba.
Es justo y necesario reconocer lo logrado en los últimos años, pero con clara conciencia de nuestros
problemas, deficiencias, errores y actitudes burocráticas o indolentes, ha dicho Raúl Castro y por
ahí comienza sin dudas la labor de salvaguardar la revolución para el futuro. No es la primera vez que
Cuba intenta sacudirse de las trabas endógenas para encaminar un socialismo que se desmarque de los
errores y deficiencias que desmantelaron el sistema en la Unión Soviética y Europa del Este.
La década del 80, inaugurada con el éxodo masivo por el Mariel estuvo signada por lo que se dio en llamar
proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, detenido por la crisis de los 90 que llevó
a Cuba a concentrase en la sobrevivencia.
Juventud Rebelde, que felizmente ahora vuelve a incursionar en los problemas de la sociedad mucho más
asiduamente que hace un año atrás y que fue vanguardia del proceso de autocrítica nacional en los 80, publicó
un texto mío en la sección Comentarios, bajo el título Sí hay arreglo, el 4 de septiembre de 1988, provocador
de una gran polémica, del que citaré tres párrafos para hacer saber a los
desinformados, que hace tiempo arrastramos problemas que fueron ampliamente reconocidos en ese gran diálogo nacional que fue la
discusión de las tesis del IV Congreso del Partido, lastrado por la crisis de los 90.
Cito textualmente:
No siempre hay una diferenciación exacta entre las causales objetivas que algunos toman muchas veces como
pretexto de la indolencia y la parte que corresponde a las negligencias en los problemas que enfrentamos. Eso
origina innumerables confusiones, las gentes se desorientan y los irresponsables se escudan y los que
estamos dispuestos a dar la batalla no siempre contamos con todos los argumentos.
De ahí también parte esa especie de inconformidad de brazos cruzados, aunque tiene su origen en las
numerosas ocasiones en que individuos y grupos plantearon desacuerdos ante propuestas de sus
direcciones o incomprensión con determinadas políticas del país y fueron estigmatizados como conflictivos.
Hay más de una historia doloroso por ahí, como ocurre en cualquier proceso de transformaciones profundas
bajo las presiones que hemos hecho el nuestro.
Pero no se puede vivir de cara al pasado, ni para soltar las riendas del hipercriticismo, ni para obviar
errores que de no ser comprendidos desde sus orígenes, pueden prolongarse con otra faz en la actualidad. Es
hora de que hablemos con franqueza y sin temor, allí donde se nos debe oír y donde pueden hallarse en
colectivo las soluciones.
Han pasado casi veinte años desde que publiqué ese texto y como se podrá comprender esos tres párrafos
citados reafirman su vigencia en las siguientes palabras de Raúl: “Hay quienes usan las dificultades
como escudo frente a la crítica por no actuar con celeridad y efectividad necesarias, o por carecer de
sensibilidad y valentía políticas requeridas para explicar por qué algo no puede solucionarse de
inmediato”
No establezco la comparación para vanagloriarme sino hacer entender que las inconformidades de los
revolucionarios son de larga data y el interés de perfeccionamiento nunca ha estado ausente en los que
hemos apostado por el socialismo y seguimos aspirando a que en este Siglo se mantenga dejando atrás los
métodos y fórmulas que lo hicieron desaparecer a finales del XX allí donde había nacido.
Aquel proceso rectificador de los 80, del cual hay suficientes muestra en la prensa de entonces,
interrumpido por la crisis de los 90, ha encontrado en esos dos discursos, el de Fidel en la Universidad, el
de Raúl en Camaguey el acicate para continuarlo, profundizarlo y hacer que Cuba haga su aporte al
Socialismo que necesitamos en el Siglo XXI.
|