Asociación Bibliotecológica de Guatemala
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Bibliotecas Comunitarias

30 DE SEPTIEMBRE
DÍA DEL BIBLIOTECARIO EN GUATEMALA

 

FELICIDADES JUNTA DIRECTIVA ABG 2005-2007


Autor: Lic. Victor Ardón

Introducción

La profesión bibliotecaria es muy antigua. Su ejercicio se remonta a los tiempos más lejanos de la civilización. En efecto, había bibliotecarios al cuidado de las colecciones de tablillas de cera o ladrillos de barro cocido con escritura cuneiforme, en las fabulosas ciudades de Nínive y Babilonia de la cultura caldeo-asiria. Había bibliotecarios también, y no podía ser de otro modo, en las rivales bibliotecas de Pérgamo y Alejandría, sobre todo en esta última, cuyo acervo llegaba a los 700,000 volúmenes, que no eran sino rollos que contenían el saber de la humanidad hasta esos tiempos. Se sabe que la primera biblioteca pública de Roma fue fundada en el año 39 a.C. por Asinio Polión: orador, historiador y poeta y, por lo mismo, protector de las letras.


Esa biblioteca y todas las demás que se crearon en la ciudad imperial estaban a cargo de personal especializado, por así decirlo. Esos bibliotecarios, celosos de los tesoros que guardaban y que ponían al servicio de los estudiosos, eran por supuesto autodidactas; pero sabían muy bien lo que estaban haciendo: poner en manos de los usuarios las fuentes del conocimiento, fuentes de luz intelectual y espiritual, a través de las cuales el ser humano abreva su necesidad, a veces angustiosa, de saber.


Los profesionales de Bibliotecología

Rodando los siglos, en el devenir del tiempo, aparecieron los profesionales de la Bibliotecología, egresados de aulas universitarias, que operan actualmente como facilitadotes de los medios para hacer avanzar la ciencia y mejorar de ese modo las condiciones de vida de la humanidad.


El bibliotecario moderno, con clara conciencia de su alta misión, realiza sus tareas con empeño y perseverancia, seguro de que con su esfuerzo está contribuyendo a mantener en movimiento las ruedas de la cultura y del bienestar de la sociedad, sin discriminación de ninguna naturaleza.

Al aumentar el personal de los servicios de información, fue necesario entonces constituir las agrupaciones profesionales de bibliotecarios, a manera de gremios que velaran por la superación de los asociados. Luego, como era natural, se buscó una fecha para celebrar el Día del Bibliotecario. ¿Por qué en Guatemala se escogió el 30 de septiembre?


La proliferación de los libros

Con la aparición de la imprenta, a mediados del siglo XV, se produjo el milagro de la multiplicación de los libros y, por lo tanto, de las bibliotecas y de los empleados de las mismas. Por eso es que Juan Gutemberg siempre será bien recordado. Lógicamente, surgió el negocio floreciente de los libros, habida cuenta del desarrollo de las universidades. El paso siguiente fue la organización de corporaciones gremiales por parte de los libreros. Ya en el mismo siglo XV los libreros de Barcelona, al constituir su gremio, lo pusieron bajo la advocación de San Jerónimo (h. 331-420), cuya fiesta se celebra el 30 de septiembre.


Presencia de San Jerónimo

San Jerónimo perteneció a una familia aristocrática de Dalmacia, antigua región yugoslava, en la costa del Mar Adriático, que actualmente forma parte de Croacia. Su educación fue esmerada, habiendo sido discípulo del célebre gramático Elio Donato. De ahí sus trabajos filológicos y literarios, así como su abundante correspondencia.

Una vez convertido al cristianismo, San Jerónimo viajó al Oriente para hacer vida eremítica, esto es, un hombre dedicado a la meditación y al estudio. Volvió años después a Roma, en donde fue secretario del papa Dámaso I, de quien recibió el encargo de revisar la Biblia, tarea que realizó satisfactoriamente, gracias al dominio que poseía de los idiomas hebreo, griego y latín. Esa versión latina de la Biblia es llamada Vulgata, aprobada por el Concilio de Trento en 1546 y adoptada por la Iglesia en su liturgia. A la muerte de Dámaso I, San Jerónimo retornó al Oriente y se estableció en Palestina, habiendo fallecido en Belén.

Con su trabajo titulado De viris illustribus, San Jerónimo ocupa un lugar importante en el campo de la bibliografía, al coleccionar la vida y las obras de 392 escritores famosos de la iglesia cristiana.

Al paso del tiempo, San Jerónimo llegó a ser, por extensión, el patrono de los bibliotecarios españoles.

Libreros y bibliófilos

Las normas de la entidad gremial de los libreros barcelonenses rigieron durante 400 años, o sea, hasta principios del siglo XIX. Ciñéndose a la estructura de los gremios medievales, para ser un buen librero había que pasar una larga etapa de aprendizaje, de por lo menos 5 años, tras de la cual el aprendiz se convertía en oficial, fase en la que continuaba consolidando su formación hasta el momento de sustentar rigurosos exámenes, a fin de adquirir el título de maestro, única manera que le daba el derecho para abrir una tienda de libros. La verdad es que estos libreros eran al mismo tiempo bibliófilos, vale decir que no estaban movidos por el lucro sino que a la vez sentían la misión de difundir la cultura, de combatir la ignorancia, en el desempeño de sus actividades, actitud propia de los profesionales de la bibliotecología.


A manera de conclusión

De acuerdo con el licenciado Gonzalo Dardón Córdova, fundador y primer director de la Escuela de Bibliotecología, en una de las sesiones de la Asociación de Bibliotecarios de Guatemala, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, Jorge Juárez García, bibliotecario de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia, presentó la moción de que se fijara como Día del Bibliotecario el 30 de septiembre, de conformidad con la tradición española. Sin hacer mayores reflexiones sobre el particular, la ponencia en mención fue aceptada. Desde entonces se celebra en Guatemala el 30 de septiembre como el Día del Bibliotecario.

Con la seguridad de que este trabajo no agota la investigación del tema abordado, por las razones antedichas podemos aseverar que la adopción en Guatemala del 30 de septiembre, como el Día del Bibliotecario, viene de la cultura europea, vía España, teniendo evidente vinculación con el docto ermitaño que la hagiografía registra como San Jerónimo.

BIBLIOGRAFÍA

Buonocore, Domingo. – Diccionario de bibliotecología. – 2 ed. – Buenos Aires : Marymar, 1976. – 452 p.

Millares Carlo, Agustín. – Introducción a la historia del libro y de las
Bibliotecas. – México : Fondo de Cultura económica, 1971. – 399 p.

Sabor, Josefina Emilia. – Manual de fuentes de información. – 2 ed. – Buenos Aires : Kapelusz, 1967. – 341 p.

Villatoro de Rivas, Petrona. – La bibliotecología : sus profesionales en Guatemala 1948 – 1986. – Guatemala : USAC, Facultad de Humanidades, Escuela de Bibliotecología, 1989. – 129 p. – (Serie Tópicos Bibliotecológicos ; 3)


 
 
 


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