FELICIDADES
JUNTA DIRECTIVA ABG 2005-2007
Autor: Lic. Victor Ardón
Introducción
La profesión bibliotecaria es muy antigua. Su ejercicio
se remonta a los tiempos más lejanos de la civilización.
En efecto, había bibliotecarios al cuidado de las colecciones
de tablillas de cera o ladrillos de barro cocido con escritura
cuneiforme, en las fabulosas ciudades de Nínive y Babilonia
de la cultura caldeo-asiria. Había bibliotecarios también,
y no podía ser de otro modo, en las rivales bibliotecas
de Pérgamo y Alejandría, sobre todo en esta última,
cuyo acervo llegaba a los 700,000 volúmenes, que no eran
sino rollos que contenían el saber de la humanidad hasta
esos tiempos. Se sabe que la primera biblioteca pública
de Roma fue fundada en el año 39 a.C. por Asinio Polión:
orador, historiador y poeta y, por lo mismo, protector de las
letras.
Esa biblioteca y todas las demás que se crearon en la ciudad
imperial estaban a cargo de personal especializado, por así
decirlo. Esos bibliotecarios, celosos de los tesoros que guardaban
y que ponían al servicio de los estudiosos, eran por supuesto
autodidactas; pero sabían muy bien lo que estaban haciendo:
poner en manos de los usuarios las fuentes del conocimiento, fuentes
de luz intelectual y espiritual, a través de las cuales
el ser humano abreva su necesidad, a veces angustiosa, de saber.
Los profesionales de Bibliotecología
Rodando los siglos, en el devenir del tiempo, aparecieron los
profesionales de la Bibliotecología, egresados de aulas
universitarias, que operan actualmente como facilitadotes de los
medios para hacer avanzar la ciencia y mejorar de ese modo las
condiciones de vida de la humanidad.
El bibliotecario moderno, con clara conciencia de su alta misión,
realiza sus tareas con empeño y perseverancia, seguro de
que con su esfuerzo está contribuyendo a mantener en movimiento
las ruedas de la cultura y del bienestar de la sociedad, sin discriminación
de ninguna naturaleza.
Al aumentar el personal de los servicios de información,
fue necesario entonces constituir las agrupaciones profesionales
de bibliotecarios, a manera de gremios que velaran por la superación
de los asociados. Luego, como era natural, se buscó una
fecha para celebrar el Día del Bibliotecario. ¿Por
qué en Guatemala se escogió el 30 de septiembre?
La proliferación de los libros
Con la aparición de la imprenta, a mediados del siglo
XV, se produjo el milagro de la multiplicación de los libros
y, por lo tanto, de las bibliotecas y de los empleados de las
mismas. Por eso es que Juan Gutemberg siempre será bien
recordado. Lógicamente, surgió el negocio floreciente
de los libros, habida cuenta del desarrollo de las universidades.
El paso siguiente fue la organización de corporaciones
gremiales por parte de los libreros. Ya en el mismo siglo XV los
libreros de Barcelona, al constituir su gremio, lo pusieron bajo
la advocación de San Jerónimo (h. 331-420), cuya
fiesta se celebra el 30 de septiembre.
Presencia de San Jerónimo
San Jerónimo perteneció a una familia aristocrática
de Dalmacia, antigua región yugoslava, en la costa del
Mar Adriático, que actualmente forma parte de Croacia.
Su educación fue esmerada, habiendo sido discípulo
del célebre gramático Elio Donato. De ahí
sus trabajos filológicos y literarios, así como
su abundante correspondencia.
Una vez convertido al cristianismo, San Jerónimo viajó
al Oriente para hacer vida eremítica, esto es, un hombre
dedicado a la meditación y al estudio. Volvió años
después a Roma, en donde fue secretario del papa Dámaso
I, de quien recibió el encargo de revisar la Biblia, tarea
que realizó satisfactoriamente, gracias al dominio que
poseía de los idiomas hebreo, griego y latín. Esa
versión latina de la Biblia es llamada Vulgata, aprobada
por el Concilio de Trento en 1546 y adoptada por la Iglesia en
su liturgia. A la muerte de Dámaso I, San Jerónimo
retornó al Oriente y se estableció en Palestina,
habiendo fallecido en Belén.
Con su trabajo titulado De viris illustribus, San Jerónimo
ocupa un lugar importante en el campo de la bibliografía,
al coleccionar la vida y las obras de 392 escritores famosos de
la iglesia cristiana.
Al paso del tiempo, San Jerónimo llegó a ser, por
extensión, el patrono de los bibliotecarios españoles.
Libreros y bibliófilos
Las normas de la entidad gremial de los libreros barcelonenses
rigieron durante 400 años, o sea, hasta principios del
siglo XIX. Ciñéndose a la estructura de los gremios
medievales, para ser un buen librero había que pasar una
larga etapa de aprendizaje, de por lo menos 5 años, tras
de la cual el aprendiz se convertía en oficial, fase en
la que continuaba consolidando su formación hasta el momento
de sustentar rigurosos exámenes, a fin de adquirir el título
de maestro, única manera que le daba el derecho para abrir
una tienda de libros. La verdad es que estos libreros eran al
mismo tiempo bibliófilos, vale decir que no estaban movidos
por el lucro sino que a la vez sentían la misión
de difundir la cultura, de combatir la ignorancia, en el desempeño
de sus actividades, actitud propia de los profesionales de la
bibliotecología.
A manera de conclusión
De acuerdo con el licenciado Gonzalo Dardón Córdova,
fundador y primer director de la Escuela de Bibliotecología,
en una de las sesiones de la Asociación de Bibliotecarios
de Guatemala, a mediados de los años cincuenta del siglo
pasado, Jorge Juárez García, bibliotecario de la
Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia, presentó
la moción de que se fijara como Día del Bibliotecario
el 30 de septiembre, de conformidad con la tradición española.
Sin hacer mayores reflexiones sobre el particular, la ponencia
en mención fue aceptada. Desde entonces se celebra en Guatemala
el 30 de septiembre como el Día del Bibliotecario.
Con la seguridad de que este trabajo no agota la investigación
del tema abordado, por las razones antedichas podemos aseverar
que la adopción en Guatemala del 30 de septiembre, como
el Día del Bibliotecario, viene de la cultura europea,
vía España, teniendo evidente vinculación
con el docto ermitaño que la hagiografía registra
como San Jerónimo.
BIBLIOGRAFÍA
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– 2 ed. – Buenos Aires : Marymar, 1976. – 452
p.
Millares Carlo, Agustín. – Introducción a
la historia del libro y de las
Bibliotecas. – México : Fondo de Cultura económica,
1971. – 399 p.
Sabor, Josefina Emilia. – Manual de fuentes de información.
– 2 ed. – Buenos Aires : Kapelusz, 1967. – 341
p.
Villatoro de Rivas, Petrona. – La bibliotecología
: sus profesionales en Guatemala 1948 – 1986. – Guatemala
: USAC, Facultad de Humanidades, Escuela de Bibliotecología,
1989. – 129 p. – (Serie Tópicos Bibliotecológicos
; 3)
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