Iglesia, descripción Historico-Artistica:

La construcción de la iglesia parroquial Nuestra Señora la Blanca de Campazas se puede situar en finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Posteriormente, sufriría varias reformas, fundamentalmente la llevada a cabo en el siglo XVIII donde fue reconstruida. La torre original se derrumbó en la década de los ochenta construyéndose otra en la misma ubicación a principios de la década de los noventa. La iglesia de Campazas es un templo de desarrollo básicamente sobre un eje longitudinal de dirección este-oeste; en dicho eje se sitúan la cabecera, el camarín en el lado este y una sola nave en el lado oeste. En el lado sur del cuerpo principal de la cabecera se adosa la torre con el campanario. Asimismo, a ambos lados de la nave se encuentran adosados diversos volúmenes de menor entidad: en el lateral norte tenemos un volumen con uno de los accesos al templo y otro volumen destinado a almacén, y en el lateral sur tenemos un volumen que engloba el segundo acceso a la iglesia y otro almacén. El recinto de la iglesia se halla elevado respecto al entorno próximo y delimitado por un murete de piedra, el cual se halla parcialmente derruido. En los lados norte y sur existen escalinatas igualmente de piedra que acceden a dicho recinto. Tanto la cabecera, donde se sitúa el altar, como el camarín, donde se ubica la sacristía, es de planta cuadrada y están ambos cubiertos por cúpulas sobre pechinas; siendo las dimensiones del camarín menor que las de la cabecera, tanto en planta como en alzado. La cúpula de la cabecera esta coronada superiormente por una linterna con pequeños huecos de iluminación. Existen dos ventanales de iluminación en la cabecera, uno en la fachada norte y otro en la sur. En el camarín, la iluminación se produce a través de un ventanal situado en el lado este. Exteriormente la cubierta es a cuatro aguas sobre la cabecera y a tres aguas sobre el camarín. La nave es también ligeramente mas estrecha y de menor altura que la cabecera; está apoyada lateralmente por contrafuertes que originan internamente tres tramos cubiertos por bóvedas de arista con los tramos de arista separados por arcos perpiaños. En el tramo trasero se sitúa el coro alto, que alberga el esqueleto de un antiquísimo órgano. La iluminación de la nave se produce a través de dos ventanales situados en la fachada sur y otro en la fachada oeste. Es de suponer, a juzgar por el aspecto actual de la fachada oeste, que en alguna época de la historia la nave contó con algún tramo más en esta dirección oeste, que por algún motivo hoy en día no se conserva. El acceso norte, principal usado en la actualidad es de planta cuadrada y esta coronado interiormente por una cúpula sobre pechinas, destruida prácticamente en su totalidad. La torre actual, que como se ha dicho fue construida a principios de la década de los noventa sustituyendo a la anterior derrumbada, es de planta cuadrada, con una escalera metálica interior de cuatro tramos que accede al campanario. Consta de tres cuerpos, el mas bajo a modo de basamento realizado en hormigón visto, uno intermedio en ladrillo cara vista y el superior que coincide con el espacio que ocupa el campanario más liviano a base de columnas perimetrales de hormigón visto que s jetan la cubierta. Dicha cubierta es a cuatro aguas con estructura de madera y acabado exterior metálico. En las tres fachadas más visibles de la torre un hueco vertical centrado recorre de abajo hacia arriba los dos primeros cuerpos, dejando entrever el desarrollo de la escalera interior. Los materiales empleados en el exterior de la parte más histórica (exceptuamos la torre de reciente construcción) son la fábrica de ladrillo, el tapial y la piedra. La cubrición de los tejados es principalmente de teja árabe, salvo el cuerpo de acceso y almacén situados en el lado sur que es de uralita. Se puede observar en lateral norte del camarín una hornacina que contiene una imagen de la virgen. Interior Es en el interior donde la iglesia de Campazas destaca sobremanera. La cúpula principal situada en la cabecera, así como las pechinas de apoyo, entrepaños de arcos y linterna se encuentran cubiertos por unos frescos espléndidos que narran diversos capítulos de la historia bíblica. La cúpula del camarín se halla decorada por elementos de yesería en relieve, con motivos florales, bustos, hojarasca, diversas molduras... Especial mención merece igualmente los retablos. Del retablo mayor, situado en el frente del altar y a través del cual se comunican cabecera y camarín, se hablará más adelante. Existen otros dos retablos en los laterales de la cabecera, dos más en los laterales del primer tramo de la nave y uno en el interior del camarín. Todos ellos aparecen en la documentación fotográfica. Diversas tallas distribuidas por el resto de la iglesia completan la riqueza escultural del templo. Al reedificarse, en el siglo XVIII, se colocaron en las pechinas de la sacristía, recortándolas en circulo, cuatro tablas, como de un metro de anchas, que representan el nacimiento de la Virgen, su presentación en el templo, Anunciación del ángel y Visitación, que deben ser de la misma mano que las de La Antigua y Cabreros, pues ofrecen unos mismos caracteres. Fragmento de otra tabla, con cabeza de Ecce-homo, en tamaño natural sobre fondo blanco; obra de mérito y del mismo autor que las sobredichas. Platería: Cruz parroquial bien grande, dorada en mucha parte con acierto, de estilo berruguetesco, recordando lo de Antonio de Arfe, pero lleva un punzón que dice Hernández -, abreviado. Su Crucifijo parece igual que los de Enrique de Arfe, pero lo demás es de Renacimiento, con escenas de la Pasión repujadas en medallones; otros, menores, con las figuras usuales, Virgen muy movida en medio del reverso, y decoración de grotescos, sartas de cosas, calaveras, etc. El castillete es de dos cuerpos, con se is asuntos de la niñez de Cristo y otros tantos apóstoles, entre columnas abalaustradas, frontispicios con figuras, medallones, sirenas, cariátides, etc. En León hubo un platero, Baltasar Fernández, entre 1543 y 1552. Cáliz, de fines del mismo siglo XVI, con carteles. Baltasar Hernández Baltasar Hernández o Fernández, como firma en algunos documentos,, trabajó en León a mediados del siglo XVI. Las pocas noticias referentes a él le relacionan con Enrique Belcove y con Antonio Rodríguez. El 5 de noviembre de 1543. concertó con el mayordomo de la iglesia de Nuestra Señora de Cuenca de Campos (Valladolid) la hechura de un 'incensario de plata, igual que uno que estaba en casa de Enrique Belcove, perteneciente al monasterio de San Isidoro. El 28 de agosto de 1544, se obligó a hacer doscientas puntas de oro y otras cincuenta piezas del mismo metal para un gorjerín de doña Isabel de Quiñones. Actuó como fiador Enrique Belcove y como testigo Antonio Rodríguez. Su mujer, Águeda de Villagimé, murió en 1566, siendo ya viuda. El inventario de los bienes que dejó se realizó el día 26 de junio del mismo año. En la Navidad de 1579, su hija, María de Villagimé, contrajo matrimonio con el platero Juan Pacheco. Tras visitar la casa rectoral e iglesia parroquial de Cuenca de Campos, se ha comprobado la desaparición del incensario que contrató Bartolomé Hernández en 1543. Con ello, no queda ninguna obra documentada de este artista. No cabe duda de que su estilo debía estar próximo al de Antonio de Arfe y Enrique Belcove, dada la cronología de su trabajo y sus relaciones artísticas. Don Manuel Gómez Moreno le atribuye el punzón de la cruz procesional de Campazas, interpretando en él el apellido Fernández abreviado. Parece leerse o/A/brrs. Campazas perteneció hasta la reforma de 1955 a la diócesis de Oviedo, por lo que cabe la posibilidad de que tan magnífica cruz haya sido hecha por un platero asturiano, si bien su estilo la acerca más a la platería leonesa. Por otro lado, hemos observado la presencia de la misma marca en la cruz procesional de Quiruelas de Vidriales (Zamora). Retablo mayor de la iglesia de Campazas El último retablo conocido documentalmente de José Suárez Gavilanes es el de la iglesia parroquial del lugar de Campazas, contratado en 1749. El cura y mayordomo de la parroquia de Campazas, considerando que este templo tenía necesidad de un retablo para su capilla mayor, comparecen ante el vicario general de Oviedo a cuya diócesis pertenecían con el objeto de obtener el pertinente permiso, alegando que el retablo que poseían era muy antiguo y se encontraba deteriorado. Piden licencia para poder usar las rentas y demás efectos de la fábrica de la iglesia para de la manera más rápida posible poderlo efectuar, según sus medios y caudales, y formar planta y hacer las condiciones para la obra. Tanto la una como las otras son llevadas a cabo por José Suárez Gavilanes, y fueron presentadas al vicario ovetense con el objeto de que estas salieran a pregón público para mayor utilidad de la parroquia. La obra se remata definitiva- mente en Suárez Gavilanes como autor de las mismas por un precio de seis mil ciento treintaiocho reales. A continuación se marcaron los plazos de pago y de entrega del retablo, comprometiéndose a los cobros en tres tercios, un primero al inicio de la obra, el segundo a la mitad, y el tercero y último una vez concluido y asentado en la capilla mayor a vista de maestros expertos en este arte. El ensamblador se obligaba a entregarlo para el mes de noviembre dentro del mismo año del contrato, ejecutándolo él y sus oficiales. Salió como testigo de José Suárez Gavilanes, el vecino de León, Luis de León. Las condiciones que se fijaron para llevar a término la construcción del retablo y sagrano serían las siguientes; en cuanto a sus dimensiones alcanzarían veintiocho pies de alto y veinticuatro de ancho, cerrando el conjunto en cascarón y proporcionando movimiento a la planta, tal y como se podía observar en la traza que él había dibujado. En el banco se pondrían seis repisas, dos con representaciones de chicotes con el objeto de que parecieran sostener el peso de la obra; y las otras cuatro con cabezas de serafines y diversos golpes de talla, guarnecidas con molduras tal y como se podían contemplar en la traza original. Con el fin de poder pasar al camarín se deberían de hacer dos puertas bien ensambladas y con molduras, colocando en ellas dos relieves alusivos a la vida de la Virgen, en las caras que miraban hacia la iglesia y permaneciendo lisas las posteriores que quedaban hacia el camarín. En cuanto a las seis columnas que indicaba la traza se adornarían en el primer tercio con cabezas de serafines, escudos acartonados y en medio de ellos se *insertarían medallas, bandas para atar motivos floreados, frutas y otros diversos tipos de variedades de talla. En el segundo tercio colocaría temas muy parecidos a los del tercio anterior; cabezas de serafines, diferentes escudos, frutas y otros golpes de talla. En el tercero y último quedarían a la vista las estrías y se debería de poner buen cuidado en el tratamiento de los capiteles que las rematarían. En los intercolumnios habría de colocar dos homacinas en cada uno para allí situar las imágenes que el cura ordenase mandar hacer en el momento oportuno. En cuanto al nicho central, donde había de ir la patrona, estaría bien ensamblado con cabezas de serafines y flores, sostenido por dos estípites con dos repisas y dos chicos sentados sobre las volutas y portando atributos marianos. La tarjeta de remate entre la menudencia de la talla incluiría tres cabezas de serafines. Así mismo el encuadre de todo este gran cuerpo debería de bordearse con arbotantes tallados y en ellos situar dos niños sentados con instrumentos musicales. El coronamiento del entablamento en su comisa se cubriría con cabecitas de serafínes y se guarnecería con otras labores de talla. En el segundo cuerpo que asentaría sobre un banco, éste se ornaría con festones bien tallados, cabezas de serafines y otras molduras, tal y como se especificaba en el dibujo de la traza. En el centro del ático se reservaría la hornacina central para la colocación de la Virgen de la Asunción, ensamblándola y adornándola con flores en su sección interior, y por la parte de afuera se haría un trono de ángeles y serafines entre nubes. A los lados de esta hornacina dos medallones con representaciones de profetas la acompañarían y se rellenaría el resto del espacio con diferentes labores de talla. Sobre toda esta temática ascendiendo en el cascarón, los compartimentos se cubrirían con flores y el arco con tarjetas, cabezas de serafines y otros angelitos, concluyendo en su centro alto con un trono de serafines envolviendo al Padre Eterno y una corona imperial sostenida por dos ángeles. También se pide que otros cuatro chicos sonando trompetillas se les sienten sobre los netos del entablamento superior. Particular atención se pone en las condiciones que ordenaban para la fabricación del sagrano y expositor. Este conjunto constaría de ocho columnas adornadas en su tercio inferior con cabezas de serafines, colgantes de frutas, flores y otros motivos de talla. El segundo tercio con bandas y los capiteles bien retallados. Especial insistencia se vuelve a poner en los diversos motivos de decoración de toda la zona superior, repitiéndose los mismos elementos. El basamento sobre el que se asentaba la obra indica que podía ser de piedra de Boñar o mejor de madera pues así su costo sería menor, y razona que bien se podía tomar esta última propuesta pues en el lugar donde se iba a instalar el retablo no era húmedo, y aún en el extremo que así sucediera tampoco era una solución insalvable, pues ponía el caso cómo en la ciudad de León había muchos retablos antiguos y modernos que se aseguraban sobre madera y no flaqueaban tal y como se podía comprobar en el retablo antiguo de la catedral que nunca había flaqueado. La madera que ofrecía para la fábrica era de pino soriano exceptuando la labor escultórica para la que utilizaría madera de nogal o de peral. También somete a consideración que en vez de seis columnas se podría dejar en cuatro, pues así los costos serían menores. No obstante él era del parecer de que se deberían de dejar las seis por ser obra más hermosa y que da más resalto, argumentando además que la capilla mayor de este templo lo exigía así por ser muy ancha. Todos estos razonamientos de José Suárez Gavilanes fueron tenidos en cuenta, y a pesar de ser mayores los gastos, sin embargo optaron por estas últimas proposiciones expuestas por el ensamblador, logrando de este modo un conjunto de una mayor belleza. Si la obra del retablo de Villaobispo era una clara evolución con respecto a su obra churrigueresca de los modelos de la iglesia de Santa María del Mercado de León, ahora se producen nuevas innovaciones muy acordes con el presente momento artístico. José Suárez Gavilanes ha sabido solucionar y crear un espacio artístico en la amplia capilla mayor de la iglesia de Campazas. Este retablo de planta ochavada formado por banco, un gran cuerpo único, ático rematado en cascarón y tres calles constituye su obra maestra y es uno de los modelos ejemplares de este período en la provincia leonesa. Las condiciones del contrato son totalmente válidas pues el ensamblador se ajustó con rigurosa veracidad a ellas. En el banco se disponen las seis ménsulas de soporte columnario y los dos relieves de las puertas del camarín, talladas en su mitad baja con delicadas labores vegetales en tomo a un cuadrón central con bustos. La solución decorativa de las ménsulas varía; las dos extremas siguen aún el regusto por la exagerada hojarasca con cabeza de serafín en su parte superior, típico de su momento churrigueresco; las dos internas de las calles laterales reducen el abundamiento decorativo. Un angelito desnudo, coronado con tarjeta, sostiene el peso de la columna apoyando sus pies sobre la cabeza de un serafín, mientras se agarra a dos festones cortos que cuelgan. Las dos centrales dimanan directamente de la obra de los Tomé. La decoración vegetal desaparece y sobre cartela recortada hace su presencia la decoración epitelial con cabeza de serafin. En la sección de los intercolumnios en la parte correspondiente a la predela coloca los dos relieves marianos que figuraban en el contrato, la Anunciación y la Visitación. El modelado de nubes, paloma y rayos coincide plenamente con el desarrollado en el retablo de la Virgen del Rosario de la iglesia de Villaobispo de las Regueras. Muy bello es el sagranio-expositor de ocho columnas con su tercio bajo retallado y estriado el resto y rematado en capitel corintio. Cuatro arcos sostienen su cúpula de media naranja totalmente retallada y calada. El enorme cuerpo único con seis grandes columnas, con los dos primeros tercios retallados y el final estriado, y coronadas por capiteles corintios y dados con frentes de cabezas de serafines de gusto rococó reparten el triple espacio. Las calles laterales se dividen en doble registro de hornacinas de medios puntos con veneras sostenidas por columnillas retalladas y estriadas. Las imágenes de San José, San Juan Bautista, San Gregorio y San Pedro mártir lucen en sus huecos. Mayor solemnidad reviste la calle principal a la que hace su acceso gran parte del tabernáculo bajo un gran arco. A la altura del segundo registro de los intercolumnios se abre a modo de transparente la profunda hornacina central, encuadrada por dos estípites con guirnaldas y coronada por cartela, rompiendo el banco del ático, con un efecto muy bello. El ático se cierra tal y como se pedía en la carta de contrato. Unicamente la Virgen de la Asunción que presidiría la hornacina, se ha visto sustituida por la del arcángel San Miguel. Este retablo posee una gran fuerza ascensional en sus líneas que convergen en la cartera de remate donde está situada la figura de Dios Padre. En las calles laterales desde su arranque en el suelo nace la talla que se dispara verticalmente hasta llegar al banco del ático. Aquí toma la línea curva camino direccional acusado aún más por los nervios del cascarón. Otro igual ocurre con la calle central. Este retablo mariano, dedicado a las Candelas, se inicia en su base con dos temas predilectos de la vida de la Virgen, pasará al primer cuerpo, donde ella preside en la hornacina central, a ser acompañada del santoral. En el cascarón el símbolo de la profecía y la Asunción que se proyectaba, quedaría bajo la protección divina de Dios Padre. José Suárez Gavilanes El ensamblador José Suárez Gavilanes es uno de los miembros ligados a la familia de los Valladolid. En la aceptación de herencia de los hijos de Antonio, tras su muerte en 1734, aparece José Suárez como mando de Sabina de Valladolid, hija de aquel ensamblador. Este artista estuvo activo durante la etapa churrigueresca y la rococó, conservándose obras de los dos momentos artísticos. Según el catastro de Ensenada, José Suárez Gavilanes, era persona noble que habitaba en el barrio de San Isidoro, estaba casado y tenía cinco hijos varones y dos hembras, de los cuales uno y una eran mayores de dieciocho años y él como ensamblador ganaba siete reales diarios. Con este mismo apellido aparecen otros tres relacionados con este oficio. Su hermano Francisco quien figura con él en la factura del retablo de San Roque de Villaseca de la Sobarriba, y otros dos que no sabemos a ciencia cierta el parentesco que les unía llamados Blas y Manuel. El primero habitaba en el barrio de San Marcelo y altemaba el oficio de ensamblador con el de fabricante de teja Y ladrillo. El segundo vivia como él en el barrio de San Isidoro. En 1733 contrataba la obra de un retablo colateral dedicado a San Roque para la iglesia parroquial del lugar de Villaseca de la Sobarriba. Don José de Mones Caso, cura de Villaseca de la Sobarriba, y Tomé Alonso, mayordomo de esta parroquia, por cuanto necesitaban un retablo para mayor adorno de la iglesia y por la devoción que profesaban hacia San Roque, se conciertan con José Suárez para que éste lo realizara por un precio de ochocientos reales, teniéndolo que finalizar para la festividad de Todos los Santos dentro del año del contrato. Pone por fiador de esta obra a su hermano Francisco, también maestro de ensamblaje. Este retablito hoy día no existe.

 

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