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El hecho de prestar atención a los sueños supone el principio del fin de las ilusiones que encarcelan al alma. Los sueños, por ejemplo, nunca mienten sobre nuestros sentimientos, de modo que, cuando nuestra alma se siente inquieta, nuestros sueños pueden llegar a ser tan angustiosos que llamen nuestra atención sobre el sufrimiento interno que se halla enmascarado detrás del mundo del ego. Y aunque el ego pueda identificarse con las ilusiones de cambio manipulando el mundo externo, el alma, sin embargo, nunca se queda satisfecha con ello.
Existe un viejo proverbio chino que dice: "Si quieres ser feliz por un día, mata un cerdo; si quieres ser feliz por un año, despósate; pero si quieres ser feliz el resto de tu vida, planta un jardín".
El cuidado de un jardín constituye una adecuada metáfora del cultivo de la conciencia onírica y del mundo del alma. Son muchas las cosas que podemos hacer para proporcionar a las plantas un entorno favorable pero, en última instancia, no podemos obligarlas a crecer puesto que ellas crecen por sí solas y, del mismo modo, tampoco podemos manipular la liberación de nuestra alma. Lo que sí podemos hacer, en cambio, es escucharla y tratar de comprender y responder a sus llamadas. La atención a los sueños y los ensueños de la vida de vigilia nos permite profundizar la conciencia de nuestra alma.
Desde la más remota antigüedad, el ser humano ha venerado a los sueños como revelaciones o mensajes de Dios, o del mundo espiritual, procedentes del inconsciente personal o colectivo. Y aunque en ocasiones el inconsciente colectivo se equipare al mundo del alma, no todos los contenidos del inconsciente colectivo son espirituales ni tampoco todos los sueños son mensajeros del alma.
Los sueños y las fantasías diurnas pueden estar preñados de tensiones y deseos encontrados. Pero el trabajo con los sueños nos permite transformar nuestras pesadillas si somos capaces de pedir ayuda en él como partes proyectadas de nosotros mismos. El role playing debilita las rígidas barreras existentes entre uno mismo y los demás. Cuando nos demos cuenta de que los sueños revelan las facetas enajenadas de nuestro psiquismo, podremos comenzar a reapropiarnos conscientemente de ellas, fomentando de este modo una reintegración tan curativa como liberadora; un proceso que demuestra claramente que estamos más en contacto de lo que suponemos con aquello que parece sernos ajeno y que la fisura, en consecuencia, existente entre el sujeto y el objeto no es tan real como creemos.

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