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Roberto Domínguez: Criterios actuales sobre Conservación y Restauración
 

   Hola: les envío una interesante información aparecida recientemente en el Periódico El Independiente de Canarias 

 

Criterios actuales sobre Conservación y Restauración

Enviada por Felipe Enrique Martín Santiago INGENIO

   Criterios actuales sobre Conservación y Restauración Las primeras línea van dedicadas a el MAESTRO BLAS SÁNCHEZ, que por rechazo o abandono de la clase política de Ingenio, con fuertes trabas para las aportaciones económicas para su Fundación, ha decidido mantenerse al margen públicamente. En su corazón están sus molinos, su Casa del Reloj. Blas eres el mejor, el más "loco" entre los cuerdos que se cargan nuestro patrimonio, el más creativo entre los sin-ideas, el más alegre entre los aburridos que se agrupan al sureste. ÁNIMO BLAS. 

   Con el estudio de las distintas escuelas de conservación y restauración, podemos apreciar que las divergencias actuales, entre la rehabilitación realizada y la restauración propuesta por la Plataforma Amigos del Patrimonio Histórico de Ingenio, es un tema que viene de lejos. 

   En esta cuarta carta, ante la necesidad del reciclaje profesional, Don Valentín Barroso, he desarrollado la evolución de los criterios de conservación y restauración: “Desde el siglo XIX han existido divergencias sobre la forma de actuar sobre el patrimonio histórico, existiendo dos maneras de entender la restauración, totalmente enfrentadas. Por un lado, la escuela francesa de Viollet-le-Duc y, por otro lado, la abanderada por el inglés John Ruskin. 

   Para Viollet-le-Duc el restaurador tenía total libertad de actuación: “Restaurar un edificio significa restablecerlo en un grado de integridad que pudo no haber tenido jamás”. La rehabilitación del Molino de Los Díaz estaría en la línea de la escuela francesa, más pendiente del espacio disponible para los contenidos, que se van a instalar en el inmueble, que de la propia restauración del edificio. 

   John Ruskin, precursor de la restauración romántica, para el que la obra de arte merece un respeto casi religioso en el estado en el que se encuentra en ese determinado momento, negando toda posible intervención que atente a su esencia. 

   RESPETO al molino, a la historia de Ingenio. 

   A finales del siglo aparecen en Italia dos escuelas que intentar conciliar lo mejor de Viollet y Ruskin, la primera de ellas postula una “restauración histórica”que se enfrenta a la obra de arte con la premisa de que cualquier intervención sobre ella debe basarse en datos de archivo existentes, como dibujos o grabados, etc. 

   La otra de las vías es la defendida por Boito, para el que los monumentos documentan toda la historia de la humanidad, y ante los que recomienda una respetuosa prudencia, mejor consolidar antes que reparar y mejor esto último que restaurar, por supuesto evitando toda adición o renovación, y si esto no es posible, integrarlas de tal manera que la nueva intervención sea claramente identificable. 

   Ya en el siglo XX y también en Italia, Giovannoni presenta su “restauración científica”, cada monumento es considerado como un documento artístico e histórico. Contribuyó en la redacción de la “Carta de Atenas”, documento publicado en 1931 que entre otras cuestiones abogaba por la conservación antes que la restauración, intentar que el uso de los monumentos sea lo más acorde posible con su carácter, derecho de la colectividad sobre la propiedad privada en caso de posibles interferencias. 

   En España, en las primeras décadas del siglo XX coexistieron dos tendencias, por un lado la “escuela restauradora”, con claras influencias de Villet-le-Duc, cuyo representante más señalado fue Vicente Lampérez y Romea, y la “escuela conservadora”, inspirada por la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos y cuya postura era exactamente la opuesta, considerando que el edificio viene históricamente determinado y no es posible rehacerlo, por lo que defienden el uso en lo posible de la consolidación o reparación, huyendo de las reconstrucciones que propugnaban los restauradores. 

   En la Convención de La Haya de 1954 aparece un nuevo concepto, el de “bien cultural”, que va a perdurar hasta el presente. Se intentó también buscar un compromiso internacional para proteger el patrimonio en casos de guerra, que no tuvo ningún éxito. 

   Más tarde, en la Carta de Venecia de 1964 se considera ya la necesidad de proteger no solamente el monumento singular, sino ámbitos urbanos y rurales, así como otras realizaciones “obras modestas que han adquirido con el tiempo un significado cultural”. 

   La Carta de Ámsterdam de 1975 servirá para sentar las bases de una política de actuación homogénea en el ámbito europeo, y se recomienda a todos los países la adopción de las necesarias medidas de orden legislativo, administrativo, financiero y educativo para lograr tal fin. 

   Otras aportaciones fundamentales indican que:“ El Patrimonio Arquitectónico Europeo no sólo está formado por los monumentos, sino también por los conjuntos y sus entornos naturales o construidos. El patrimonio arquitectónico tiene un valor educativo determinante..” 

   En la reunión de Sintra, en 1987, el Consejo de Europa discutió las posibilidades de financiación posible del patrimonio en las particulares condiciones de cada país, señalando que el patrimonio es fuente de riqueza y empleo, y las inversiones necesarias para su conservación no deben de ser consideradas como un gasto inútil, sino una inversión de claro futuro. 

   También se vio necesario contar con la participación en estos costes de la iniciativa privada, de quien era preciso conseguir un cierto grado de implicación en el proyecto. 

   Por último, en el año 2000, con la Carta de Cracovia, se pretende dar un impulso a la restauración, respetando en todo momento el contexto histórico. Rechazando la alteración de los inmuebles, la rehabilitación sin sentido."

 

Última actualización de esta página 15/07/05

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