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Así, había estado tendido junto a Barbanegra, separados sólo por una leve tablilla medio deshecha, y luego había metido la mano en su ataúd y lo había agarrado por la barba. Pensé horrorizado que si los hombres malos han tenido alguna vez poder suficiente para aparecerse después de su muerte a los vivos y seguir causándoles daños, nunca estaría más justificado que en aquella ocasión
John Meade Falkner
El diamante
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