Agua Buena

 

Hoy he vuelto a recorrer tus calles de tierra, pueblo de mis recuerdos. Sólo cerré los ojos, y me remonté en el tiempo. 
Allí, en esa casa lejana, donde se sentía la vida, donde todo tenía un diferente color. Mis quince años, plenos de vida, los ojos brillantes, la sonrisa que me acompañaba, las canciones que nunca se silenciaban. Quince años, cuando la vida aún era tan simple, tan llena de sueños. 
El primer amor, la primera caricia furtiva, cuando se ponían rojas las mejillas por un beso robado. Cuántas veces mi nombre y su nombre quedaron grabados en un tronco de árbol, y cuántas veces nos vió aquella vieja iglesia silenciosa, caminar por sus jardines tomados de la mano. 


Agua Buena, si hasta el nombre es bello. 
Pueblo pequeño pegadito a la cordillera, mañanas en las que se siente el pasar de los caballos, las carretas arrastradas por bueyes, llevando las gavillas de trigo, o trayendo leña del monte. Solíamos con mis hermanos, subirnos a alguna carreta que iba por leña, nos sentábamos atrás e ibamos con los pies colgando. Siempre sacábamos fruta de los árboles del camino y la comíamos fresca y deliciosa.
Recuerdo a la querida tía Clara, ya levantada a las 5 de la mañana..tiki tiki tiiiiiiiiki! el llamado a las gallinas, que llegaban corriendo, batiendo sus alas para recibir el grano. Carnaval de plumas, y cacareos locos, como comadres acordándose de alguna vecina...peleas y estrellones, hasta que llegaba don gallo y ponía orden.

 Luego el llamado a nosotros que nos negábamos a dejar las sábanas blancas y perfumadas a hierba buena...
.- Ya ya.....levantarseeeee!!! .- Tienen que ir a tomar la leche fresca ! Resongando salíamos de la cama, nos íbamos a la acequia para bañarnos......bbbbrrrrrr que agua fría! Pero que bien nos sentíamos después...
La tia esperaba, ya con sus baldes en la mano para buscar la leche que ella misma sacaba. La primera sacada, tibia, espumosa....ante las miradas indignadas de los pobres terneros que imagino rogaban que les dejáramos algo.
De vuelta a casa, el fogón ya encendido, el agua hirviendo, y la olla de greda negra, esperando para recibir la leche fresca. Aquella cocina de totora, con sus utensilios colgando de sus paredes barnizadas de humo. 
El ruido que hacía la cuchara rústica de madera, revolviendo esa olla con leche, era para mí la mejor parte del rito del desayuno. El pan caliente, la mantequilla hecha en casa, los huevitos frescos...
.- Estos niñitos tienen que alimentarse bien . 

Invariablemente, a nuestro regreso encontrábamos al tio Juan de Dios, tomando su mate al lado del fogón, con sus ojos llenos de ternura nos miraba  sonriente. Nunca supe la edad del tio, su cabello era muy blanco, siempre con su "chupalla" (sombrero campesino hecho de paja de trigo) y una barba blanca. Su aspecto era la de un anciano pero sus ojos denotaban una tremenda vida interior y una gran serenidad.

La tia Clara, era una viejecita que no descansaba nunca, baja de estatura, muy delgada y con su sonrisa desdentada. Tan pronto estaba cocinando, o moliendo el trigo, como subiéndose a los árboles para sacar la fruta. Los dos ancianos se trataban con un profundo respeto.


Recuerdos.....vida que disfruté, ilusiones que forjé tantas veces sentada bajo un sauce, mientras veía correr el agua, agua perfumada, jugando entre las piedras....A los recuerdos se ha sumado la idealización que trae la lejanía. Pero esa lejanía, no distorsiona las imágenes, quizás si las hace mas claras y queridas.
Llegan hasta mi, voces, colores y perfumes. Ternuras que se fueron quedando en esa calle polvorienta. Calle de mi juventud, la parte mas hermosa de mi vida. 
Debo volver a recorrer aquello, buscar mi nombre junto a otro, en los árboles añosos. Mirar aquél estero en el que se bañaban los sauces....caminar buscando tesoros imaginarios, mirar el sol nacer allí, en la cordillera, recorrer la iglesia silenciosa, cuyos tímidos vitrales de tantos colores reflejaban los rayos del sol, la pequeña escuela...la adolescencia...la vida.

Agua Buena. San Fernando. Chile

Febrero-2-2002

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