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            BIOGRAFÍA DEL MAESTRO LIU CHEN 
            YUAN   
            El maestro Liu Chen Yuan nació en el año 1917 en la ciudad de 
            Tientsin, provincia de Hebei. Su padre era un militar de fuerte 
            carácter, muy estricto a la hora de educarle. Era maestro de Shaolín 
            y enseñaba a un escogido grupo de alumnos.   Cuando alguien quería iniciarse en la práctica del 
            estilo, simplemente se incorporaba a una clase que siempre se 
            iniciaba con una sesión de Ma Pu (posición del caballo). Así, el 
            principiante junto con el resto de los alumnos tenía que aguantar 
            durante una hora. El tiempo se medía por el toque lento y cadencioso 
            de un gran tambor, como los que se utilizan para la danza del león. 
            Si el recién llegado se levantaba antes de tiempo, sabía que debía 
            abandonar la clase y no le estaba permitido volver. Y no era más 
            indulgente con su hijo Liu, a quien instruyó desde la infancia en 
            Shaolín y Tai Chi Chuan, arte este último que sólo enseñaba a 
            miembros de su familia.   El maestro Liu contaba que en una ocasión, mientras 
            practicaba San Kai Tai, una dura variante de Ma Pu que se realiza de 
            puntillas y con los brazos en alto, pidió permiso a su padre para ir 
            al lavabo. Este le dijo que eso no era posible durante el 
            entrenamiento y le obligó a no abandonar la posición hasta que no 
            pudo más y se orinó encima, a pesar de lo cual debió continuar el 
            tiempo prescrito.   También le obligaba a practicar las formas de Tai 
            Chi Chuan todos los días, cosa que Liu odiaba por parecerle un 
            estilo propio de viejos. Él prefería practicar Shaolín, ya que tenía 
            la ilusión de llegar a ser un gran luchador, pero su opinión había 
            ido cambiando con el tiempo: primero por la estima que tenía su 
            padre a dicho arte y después por lo que había podido observar en 
            varios miembros de su propia familia. Un tío suyo, tan aficionado 
            como él a entrenamientos duros y especialmente a golpear los postes 
            a diario, acabó por contraer una enfermedad degenerativa, lo cual 
            indicó al maestro Liu que quizá no era tan rentable practicar dichos 
            entrenamientos si luego había que pagarlo tan caro. 
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                  | Otra persona que le influyó fue su hermana, 
                  una practicante muy seria y constante de Tai Chi Chuan. Él 
                  recordaba verla entrenar a diario. Le contaron que en cierta 
                  ocasión un conocido se había puesto demasiado cariñoso con 
                  ella y le había pasado un brazo por los hombros, gesto nada 
                  correcto en aquellos tiempos.      |  
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                   Ella le propinó tal golpe en la mandíbula que 
                  le dejó tendido en el suelo fuera de combate. Poco a poco fue dándose cuenta de que el Tai 
                  Chi Chuan no era tan "blando" como parece a primera vista. 
                  Pero lo que le terminó de convencer fue una situación 
                  aparentemente nada marcial. Se celebraba una comida al aire 
                  libre con la asistencia de varios vecinos, cuando sucedió algo 
                  inesperado. Un perro se lanzó hacia su madre y ella hizo algo 
                  que nadie podía imaginar en una mujer de su edad: saltó con 
                  los pies juntos sobre la mesa que tenía a su lado, quedando 
                  fuera del alcance del animal hasta que los demás pudieron 
                  echarlo de allí. Esto le hizo pensar que merecía la pena 
                  practicar algo que puede ayudarte cuando tienes muchos años, 
                  en lugar de seguir entrenamientos que te conviertan en un 
                  anciano antes de tiempo. En su juventud siempre estaba dispuesto a 
                  aceptar un desafío o a intervenir en una trifulca. Su fuerte 
                  constitución y su entrenamiento marcial le hacían salir 
                  generalmente victorioso, pero cuando esto llegaba a los oídos 
                  de su padre le acarreaba severos castigos. No siempre que nos contaba sus andanzas de 
                  juventud aparecía como vencedor. No se tomaba a sí mismo tan 
                  en serio, y en su afán por educarnos nos contaba todo aquello 
                  que pudiera ayudarnos a comprender la necesidad de mantener 
                  una actitud pacífica. En otra ocasión se había enfrentado a unos 
                  tipos de mala catadura que se estaban poniendo pesados con una 
                  señorita. Súbitamente cayó sobre él una lluvia de cuchilladas 
                  y a pesar de que pudo desviar varios ataques recibió heridas 
                  en hombros y antebrazos y perdió mucha sangre. Salvó la vida 
                  de milagro y aquello le hizo tomar conciencia de lo fácil que 
                  era perderla por mucho que hayas entrenado y muy preparado que 
                  te creas.                                            
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