Liu se graduó en la Escuela Especial de
Deportes y Artes Marciales Nacionales de Nanjing, pero a los 23
años de edad se alistó en la Academia Militar del Aire en
respuesta a la llamada a las armas del presidente Qiang Kai-Shek
bajo la consigna "Cien mil jóvenes, cien mil soldados". Realizó la
instrucción básica en la India y posteriormente recibió en Estados
Unidos adiestramiento como piloto de bombarderos B-25.
En un librito titulado "En memoria de Liu
Chenyuan", publicado tras su muerte por miembros de la comunidad
China que le conocieron en diferentes épocas de su vida y
traducido por uno de sus alumnos españoles, podemos leer:
"Durante su época de servicio militar ...
llevó a cabo hechos honorables. Cuando Lu Han desertó, Liu, sin
preocuparse por el riesgo que pudiera correr su vida, se enfrentó
en el aeropuerto de Kunming con los soldados traidores,
arrebatándoles un avión y realizando una gran hazaña, por la que
fue recibido en audiencia por el Presidente Qiang, quien le
felicitó personalmente. En 1950 fue nombrado Héroe de Guerra del
Primer Ejército Nacional".
Él mismo nos contó acerca de este
episodio que durante la lucha cuerpo a cuerpo, dos soldados que
debían haberse quedado sin balas le lanzaron varios bayonetazos:
"sentí cómo una bayoneta me resbalaba sobre el pecho mientras la
esquivaba y golpeaba al soldado que tenía delante con el revés de
la mano. Noté que otra me rozaba la espalda y tras volverme golpeé
al segundo y le vi caer al suelo. Otro que estaba cerca se retiró
sin atacarme. Creo que salvé mi vida gracias al Taiji Quan y en
parte a que mi chaqueta de aviador estaba helada, pero sobre todo
gracias a Dios."
Existen fotos de la ceremonia en que fue
condecorado, así como documentos que corroboran este testimonio.
En otra ocasión, tenía orden de bombardear
un objetivo con fuertes defensas antiaéreas y otros prefirieron
hacerlo desde cierta altura para no correr demasiado riesgo. Liu
temía la muerte como cualquiera pero descendió a menor altura y
pudo así destruir los objetivos marcados con riesgo de su vida, lo
que le valió otra condecoración.
Conviene señalar que no supimos nada de las
tres medallas que había recibido hasta después de su muerte. Pero
sí nos contó que a veces se preguntaba cuántas personas habrían
muerto en las acciones en que participó. Creo que lo sentía como
un peso sobre su conciencia, aunque también decía que había tenido
que cumplir con su obligación.