Una mujer llamada Soledad
Salgo a caminar. Sola. Necesito pensar, el día recién
comienza. El aire del amanecer es sólo una brisa. El sol aún no ilumina los picos de la cordillera. Desde las viejas casas de campo sale el humo de las rústicas
chimeneas. Sólo interrumpe el silencio el trino de los pájaros llevando la comida a sus retoños que esperan hambrientos en los nidos que cuelgan de los
álamos. A lo lejos se escucha el paso de un caballo, trote lento que levanta
polvo, lo diviso, caballo negro, brillante, de
caminar pesado. Al pasar a mi lado, su jinete me saluda con la mano en alto:
Cómo está doñita!
.-Ya ve don Manuel, caminando, gozando del amanecer...
-Bueno que esté bien doña Soledad!
Se aleja por el camino, las huellas de su caballo marcadas en la tierra, mojada por el
rocío. Aspiro profundamente, el olor a tierra mojada llena mis sentidos. Sigo
caminando... el camino...mi viejo camino...sus casas de adobes, las cercas de piedras entre las cuales crece el pasto y las flores
silvestres, los álamos queriendo tocar el cielo, que ésta mañana tiene un azul
limpio, sin una nube que empañe su brillo.
El aire de la mañana , un poco mas tibio ahora, anuncia la salida del sol, los picos eternamente nevados de la cordillera, empiezan a tomar colores, que van desde el rosa
pálido, hasta llegar al dorado intenso al ser acariciados por el sol.
.-Buenos días doña Soledad!
La voz amable de la mujer que pone en ese momento el pan recién hecho en el horno de
barro, me hace volver los ojos. Doña Rosita, mujer de campo, sencilla, con las mejillas rozagantes de
vida, con su delantal blanco, tan blanco como su alma, sin otros deseos que el de vivir
allí, como siempre lo ha hecho, sin preguntas, sólo aceptando.
-Buenos días Rosita! Que rico huele esee pan!
Me sonrie.
.-Pase a la vuelta niña Soledad, le tendré su pancito como siempre!
Le doy las gracias, devolviendo la sonrisa alegre con que ella me saluda; siento que la mía tiene un dejo de
tristeza. Sigo mi camino, recuerdos...niñez que se quedó por esos caminos.
Las zarzamoras ofrecen sus frutos negros, fragantes. No resisto, recojo algunas. Su sabor dulce me hace sentir
bien, mastico golosa las pequeñas semillas, vuelvo a ser aquella niña...la que jugaba a vender moras con
sus hermanos, la que miraba de lejos las arañas de colores brillantes que tejian indiferentes sus magníficas redes entre las ramas espinosas de las
zarzamoras. Siento, respiro, camino mirando cada brizna de pasto,
cada capullo silvestre que despierta con los primeros rayos del sol.
Los árboles llenan ahora todo el paisaje.
Ya estoy cerca, si mal no recuerdo, más allá encontraré la casa de don Fermin, la de las
colmenas. Ya siento el zumbido de esas trabajadoras infatigables. Cruzo al lado de las
colmenas, que a pesar del paso de los años, siguen aún dando su almibar.
Por qué me alejé de ésto, por qué dejé pasar tantos años sin volver, si ésto es el descanso del alma. Un pueblo que no cambia. Hasta la tierra fina y fragante está como
antes...si hubiese entonces contado o puesto nombre a cada piedra, sé que hoy las hubiera encontrado en el
mismo sitio en que las dejé, hace tantos siglos atrás...
Llego al fin al lugar que buscaba. Allí está. El estero. Con sus piedras enormes, grandes como
casas...No hay un alma, sólo la mía...
El agua...corre como antes, cristalina, dejando ver el
fondo. Las piedras parecen joyas de muchos colores, siempre quise hacerme collares con esas piedrecitas
pequeñas que brillaban con el agua. Aún lo quiero? Si, como antes, porque a travez de los años aún tengo el espíritu
intocable, aún no he perdido los sueños, ni la fantasía...
Con un poco de esfuerzo me subo a la piedra más grande, desde alli veo el
estero, como sus aguas se arremolinan entre las piedras. Bajo, subo mi falda y me meto en el
agua. Está muy fria. Las ramas de los sauces
se bañan, danzando al compás del agua, que corre dejando su melodía incansable. Me quedo
alli, sentada con los pies en el agua. Ya no la siento fría.
Las risas vuelven a mi. Mi hermana, jugando a la orilla del agua...le tenía
miedo...
-Mamaaaaá, la Sole me moja el traje de bañoooooo!-
Risas y llanto. Enojos y bromas. Hermanas. A veces amigas, otras no tanto...hermanas. Compartiendo la
vida, mirándola de diferente manera.
Ella más seria, a pesar de ser menor. Yo con la cabeza llena de fantasías. Siempre me gustó su
cabello, negro, liso, brillante, a ella le gustaba el mío, rizado, tambien me gustaba su
nombre, Isabel, un nombre lleno de música, de luz. Mi nombre, tiene un sabor a
distancia,
un sabor a añoranza, a soledad?
Sigo allí, mirando el agua, se refleja en ella la figura de mi hermano menor...colgándose de las ramas de los sauces para arrojarse al
agua, no siempre caía bien, más de una vez quedo maltrecho...mi querido
hermano,
el de los ojos negros y tristes. El que nos perseguía con un bicho ensartado en un
palo, mientras mi hermana y yo, corríamos en busca de mamá para que nos salvara del
peligro!
Mi mamá, tan bella, tan sola siempre...un día llegué de la escuela, me habían dado mi primer libro de
aritmética, llegué corriendo a casa...mi papá tenia que verlo! Subí corriendo a su
cuarto, la voz de mi madre me detuvo.
-No puedes ver a tu papá, está enfermo....-
No me sorprendió, hacia tiempo que mi papá sólo estaba en su habitación, casi no lo
veíamos. Nadie me dijo nada, aunque ya tenía ocho años...
No habia respuesta a las preguntas...así también se fué, sin que yo le diera un beso de
despedida, sin que pudiera decirle cuanto lo quería...
Mamá quiso evitarnos eso, pero ahora sé que nos hizo falta el saber enfrentarnos con la
muerte, es una parte de nuestras vidas que debemos conocer y no temer.
Cuánta quietud hay en este paraje de los dioses, que perfume tan dulce el de su hierba
salvaje. Vuelvo a ver los rosales silvestres, las semillas anaranjadas que dejaban la rosas que ya lo habían dado
todo, con esas
semillas me hilaba collares, los que irremediablemente iban a parar a los estómagos incansables de los
cerdos, animales que contaban con toda mi simpatía, con sus ojos tan pequeños y sus hocicos que siempre parecian
tener una sonrisa irónica, y esas patas tan delgadas que a duras penas sostenían los cuerpos
gordos...dejo escapar una carcajada, que tiempos aquellos!
Salgo del agua, me afirmo en el tronco de un árbol, quiero abrazarlo, darle las gracias a ese
gigante, sólo por el hecho de estar alli, llenarme de su energía, de su fuerza que ha sabido resistir los embates del viento
y ha visto caer los rayos de las tormentas en el agua en la que se mira.
Mis manos sienten un pinchazo.
-Oh! De nuevo ustedes!
La fila interminable de cuncunas sube indiferente por el tronco de mi árbol, una tras
otra, sin un milímetro de diferencia, como una marcha de quietud, sabiendo exactamente donde van, sin
prisa, sólo siguiendo a
su lider. Todo está como antes...todo...
Me acerco de nuevo al agua para refrescar mis manos que han quedado picando después del sorpresivo
encuentro. En el agua se refleja un rostro. Miro hacia atrás, no hay nadie, sin embargo no siento
temor, el
rostro me sonríe. Escucho su voz, una voz que me es muy familiar, aún sin haberla oído nunca antes.
.-Soledad?
.-Si, soy yo.
.-Qué haces?
- Recuerdo, he venido aquí a recordar, a reencontrar lo mío, a saber que aún
existo.
- Y a qué conclusión llegaste Soledad?&
.-No lo sé, aún no tengo una respuesta, tengo muchos caminos que recorrer muchas montañas que
cruzar. Sé que llegaré.
- Haces bien Soledad, cada uno debe busscar sus propios caminos, no importa como
sean, la vida es un plano, hay otros, éste sólo es la prueba que se nos ha impuesto para lograr
otros.
- Asi es Maestro, pero, que haces aqui?? Por qué solo veo tu reflejo y no tu cuerpo
físico? .
- Y lo preguntas Soledad? No sabes acasso que antes de los recuerdos ya nos
conocimos? No sabes que tambien soy parte de ti? Mira tu reflejo en el agua Soledad. Qué
ves?.
- Veo a una mujer, Maestro, una mujer aa la que esperan seres que la quieren y esos seres a su manera
entendieron que yo debía venir aquí, para quedar en paz con los recuerdos....
- Bellos seres Soledad, cúidalos, son ttuyos, tu los hiciste, son de tu piel, de tu
espíritu, de tu misma sangre.
- Gracias Maestro.
-No Soledad, nunca gracias, es tu caminno, y debes seguirlo, no te detengas, siempre te llevará al lugar al que
perteneces...pero antes de dejarte...ese no es tu nombre, y sabes? No te queda
bien; me gusta más Teresa... tambien es musical, y lleno de ternura.
Sonreí...ternura, bella palabra. Recogi las semillas de rosas. Deshago el
camino. Soy otra, o la verdadera? Vuelvo a mirar las arañas de colores, ya a la espera de alguna
víctima; pasan algunos chiquillos camino al agua, me acerco a las
zarzamoras, corto los frutos calientes
de sol, y me lleno la boca con ellos, el jugo me sabe dulce. Mi paso se aligera, la sonrisa no me
deja...el pan salido del horno me tienta.
Rositaaaa! Vengo por el pan!
Y comiendo el rico pan casero, vuelvo a casa, cantando...