ARQUEO AEGYPTOS

Las Incursiones En Palestina

 

 
 
Seti l

Ocurrió durante

El Imperio Nuevo

 
 

Los años de Seti I, a comienzos de la XIX Dinastía, están notablemente marcados por los acontecimientos que se dieron lugar bajo el reinado de Ajenatón, y que dieron como resultado la pérdida de muchas de los protectorados que se habían establecido gracias a las diecisiete campañas militares de Thutmosis III. Tras el breve reinado de Tutanhkamón, se impone en el trono la casta militar, inciada con Horemheb y continuada por Ramsés I. Es precisamente Seti, el hijo del primero de los ramésidas, y es el heredero de un territorio completamente alborotado y seccionado. Las áreas de Canaán y Siria mostraban continuos problemas, y para colmo, los libios no cejaban de intentar sus incursiones para apropiarse de territorios egipcios. La política llevada a cabo por Ajenatón había reventado la política exterior, y así casi se hizo necesaria la aparición del ejército de Seti en toda la franja asiática. Gran parte de la documentación de la que disponen los egiptólogos para tratar las campañas de Seti, se hallan grabadas en las paredes de la gran sala Hipóstila de Karnak. Estos textos nos dicen que ya desde su primer año de reinado tuvo que hacer frente a una coalición entre los asiáticos, de la tierra de Kharu y de la tierra de Theyu. Estos dos pueblos son considerados como beduinos, puesto que los textos los comparan a ellos con los Shasu, que significa literalmente "Los que van a pie". No sería de extrañar que estos beduinos se dedicaran primeramente al pillaje, y posteriormente formasen una coalición para enfrentarse a este nuevo faraón, casi recién llegado al trono de Egipto. Nadie contaba con la astucia de este joven monarca, el cual se hizo con unas valiosas informaciones, que le valieron conocer el funcionamiento de las guardias y las tropas de varias ciudades de Canaán y el Líbano, las cuales cayeron sin remedio. El ejército de Seti constaba de tres divisiones, la División de Amón, la División de Seth y la División de Ra. En Canaán, la ciudad de Gaza cae ante Seti. En los textos se hace referencia a una ciudad de nombre Pekaan, que  a pesar de ser citada en varias ocasiones, no se ha llegado todavía a una conclusión firme acerca de lo que significa, aunque es posible que se refiera a la tierra de Canaán. Se nos narra como Seti, montado sobre su carro de oro y electro, entra en la ciudad de Pekaan, disparando sin cesar saetas mortales que dispersan al enemigo. Tras la derrota de Pekaan,  en el tercer mes de la tercera estación, el ejército de Seti avanza firme hacia  Hamat, situada al norte de Palestina. La visión de este ejército debía ser grandiosa. Los textos señalan al rey como la propia encarnación, no ya del dios Seth, sino de la diosa leona Sejmet, cuando se hace referencia a las tremendas bajas que debió producir en las filas de los príncipes de Retenu. Nos dicen los textos que:

"Los príncipes de los países extranjeros en los extremos de la tierra dicen, ¿dónde iremos?"

Sin duda, Seti I avanzaba rápido y letal, asolando a toda rebelión que osase fomentarse en su presencia. Su actos estaban guiados por el dios Amón-Ra, señor de Tebas, pero no por el afán de riquezas ó grandes pensamientos fanáticos. Al igual que sus antecesores de la XVIII Dinastía, Seti I era consciente de la importancia de un Egipto Libre, y las potencias que asomaban más allá de la Tierra Negra, ponían en peligro todo ese mundo maravilloso que, a pesar de estar gestando la semilla de su propia destrucción, era el país de los faraones.

"...Él  no permite que el príncipe de Reheb huya. Su Majestad envió con ese propósito al ejército de Amón, "el del arco poderoso" ; hacia la ciudad de Hamath al ejército de Ra, "el que insufla el valor" y al ejército de Seth, "el de los arcos fuertes", a la ciudad de Yenoham. Cuando hubo transcurrido un día, los enemigos de las Dos Tierras se vieron derrotados, para la gloria de Su Majestad, el rey del Alto y del Bajo Egipto, Men-maat-Ra, el Hijo de Ra Mer-ne-Ptah Seti, dotado de vida eternamente"...

Durante estos movimientos, Seti atacó gran número de ciudades e instauró nuevamente el orden en estos espacios. Realmente, lo que Seti pretendía era que el enemigo hitita pudiese ver claramente que Seti no era un reyezuelo, y que el prestigio de las Dos Tierras se había instaurado totalmente. Así pues, su mano llega hasta los confines de Libia, y se extiende por las tierras del río Jordán.

Una vez Seti ha pacificado el lugar, se dispone a regresar a Egipto. Sin embargo, el ejército egipcio es atacado por un grupo de beduinos. No sin esfuerzo, el rey pone fin a tan estúpido acto de negligencia por parte de los habitantes de las arenas, que terminan muertos unos, y otros en las filas de prisioneros que serán llevados a la Tierra Negra para poder hacer un acto de contrición por sus faltas.

Seti I no solo tuvo que luchar contra las lejanas tierras de oriente, sino que las cercanas a Egipto también provocaban altercados y amenazaban la tan amada armonía egipcia. Los libios dieron bastantes problemas a Seti, aunque sin hacer daño alguno. En el tercer año de su reinado, para disuadir a estos guerrilleros de que sus actos resultaban estúpidos, se les apareció bajo el nombre de Hor-tema, "El Horus Vengador". Seti aparece representado junto a un reyezuelo libio. Con una mano, se asegura de que este villano no pueda escapar, mientras con la otra mano, Seti blande una jabalina, que utiliza para exterminar a los viles guerreros libios. Junto a él, un joven príncipe llamado Ramsés. A su regreso a Tebas, Seti vuelve victorioso montado sobre su carro de electro y oro, mientras interminables filas de enemigos maniatados, desfilan por las calles de la capital de Egipto.   Sin embargo, casi podríamos decir que la prueba de fuego fue la misma que la de su hijo: los hititas.

Ya durante sus incursiones en Siria, Seti intentó hacerse con la ciudad-fortaleza de Qadesh. Ya en este tercer año de su reinado, el Hatti representaba una amenaza latente, pues este pueblo se había desarrollado poderosamente, y había fijado un objetivo para su existencia: apoderarse de Egipto. Pero, muy seguramente, Seti no tenía demasiada prisa por entablar batalla. Así, durante el cuarto año de su reinado, avanzó hacia Qadesh para intentar recuperar esa zona, de influencia egipcia antaño hoy invadida por el Hatti.

El ejército de Seti, cuna de su aprendizaje, no tenía igual. El ahora rey, había sido Jefe de Arqueros de Horemheb, y Visir de su padre Ramsés I. Así pues, las incursiones de Seti se convirtieron en victorias. Sin embargo, no pudo recuperar esta zona, que siguió siendo de dominio hitita. Lo verdaderamente esencial para Seti era el conservar el área Sirio-Palestina y el control sobre los puertos fenicios. No obstante, de Qadesh llevó a Egipto grandes botines de guerra, así como prisioneros. Lo que los egiptólogos intentan determinar es si realmente, como así parece, Seti llegó a un acuerdo final com Muwatalli, para que éste último no sobrepasase los límites de Amurru y Retenu. De esta forma, Seti se garantizaba la conservación de Bibblos, Canaán y toda la zona siria, que tan preciada era para Egipto. Las dos potencias eran muy iguales militarmente. sin embargo, los hititas se empecinaron en intentar atacar Egipto, madre del Mundo Antiguo gracias a su más preciado dios, el Nilo. Sin embargo, Muwatalli no contaba con un pequeño detalle. Ahora, Seti ya no regía los destinos de las Dos Tierras. Sentado en el trono del Alto y del Bajo País, Ramsés II aguardaba paciente la próxima jugada de su rival. Cuando Muwatalli hubiese movido ficha, volaría hacia Qadesh como un halcón, y allí se libraría una cruenta batalla.

 
 
 
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