CIENCIA:
PROYECTOS DE LA FACULTAD DE VETERINARIA DE LA UBA Y DEL ZOOLOGICO DE LA
CIUDAD Es para preservar especies en extinción. Guardan en nitrógeno líquido, a 196 grados bajo cero, ovocitos, tejido ovárico y semen de distintos animales. La idea es reproducir ejemplares por fecundación in vitro. Carlos
Galván. Hoy, en vez de constructor de arcas, Noé probablemente habría sido genetista. Es que gracias a la biotecnología podría salvar a toda la fauna del mundo de un nuevo diluvio con sólo recolectar y frizar semen y tejido ovárico de todas las especies. Y cuando amainase la tormenta, le bastaría con descongelar esas muestras y apelar a la fertilización in vitro para repoblar el planeta de animales. Esta técnica ya se está utilizando en Argentina. Con el fin de proteger a la fauna autóctona en peligro de extinción, científicos del Zoológico de la Ciudad y de la Facultad de Veterinaria de la UBA empezaron a congelar material genético de algunas especies. El proyecto ARCA (Asistencia a la Reproducción y Conservación Animal) del Zoo porteño es el que se encuentra más avanzado. Allí ya hay un banco genético en el que tienen crioconservado semen y tejido ovárico de 41 especies distintas. Se trata, en su mayor parte, de animales autóctonos de la Argentina, pero también tienen células reproductivas de fauna amenazada de otros países. Se estima que cada tres minutos una nueva especie desaparece del planeta. En la Facultad de Veterinaria tienen un plan similar, pero en un estado menos desarrollado. En los laboratorios de la cátedra de Física Biológica conservan material genético congelado de diez especies diferentes. Ninguna se encuentra amenazada de extinción. Es más, de los animales que crioconservaron, hay varios que son domésticos: vaca, caballo, cerdo, alpaca y llama. La elección de esos animales tiene una explicación. "Por ahora, sólo estamos desarrollando la técnica. Y para experimentar, lo mejor es hacerlo con especies que no se encuentran amenazadas. Siempre se corre el riesgo de que el animal al que se le van a tomar las muestras se muera a causa de la anestesia o el estrés", dice Humberto Cisale, profesor asociado de la cátedra de Física Biológica de la UBA. La idea que manejan Cisale y su equipo es diseñar las técnicas de crioconservación —cada especie animal necesita un procedimiento particular— para después compartirlas con otras instituciones estatales. "El Estado tiene que estar presente en la protección de la genética autóctona. El ADN de los animales silvestres no debe quedar en manos privadas", afirma Cisale. La técnica que aplican en la Facultad de Veterinaria y en el Zoo es idéntica. A las hembras y a los machos de cada especie se les toman ovocitos (células que produce el ovario), tejido ovárico y semen, y después se los congela en nitrógeno liquido a 196 grados bajo cero. La duración de esas muestras es ilimitada: "En Estados Unidos tienen semen de toro que fue congelado en los años 30 y aún es viable", cuenta Adrián Sestelo, biólogo del proyecto ARCA del Zoo. En ARCA tienen crioconservado material genético del ciervo de las pampas —es el animal más amenazado de extinción del país— y de otras siete especies autóctonas que también se encuentran en riesgo. En los laboratorios del Zoo también hay semen y ovocitos de otras especies sudamericanas que se encuentran amenazadas, como el mono caí, el oso de anteojos, el gato montés y la corzuela parda. La efectividad de la técnica ya fue probada en el Zoo: a fines del año pasado nacieron tres muflones (pertenecen a la familia de las ovejas), los que fueron concebidos por inseminación artificial con semen que estuvo dos años congelado. Según Luis Jacomé, director del proyecto ARCA, la situación que se vive hoy es peor que la del bíblico diluvio universal. "Ahí con un buen barco podías salvar a todas las especies, pero ahora hay demasiados factores —tala indiscriminada de bosques y selvas, caza, efecto invernadero, lluvia ácida, expansión de la agricultura, tráfico ilegal de animales— que ponen en grave riesgo a toda la fauna", explica. Para
Claudio Bertonatti, de la organización ambientalista Vida Silvestre,
proyectos como el de la UBA y el del Zoo son "muy valiosos, pero
insuficientes". Y ejemplifica: "¿De qué sirve
preservar semen y tejido ovárico del venado de las pampas si se
destruye por completo todo su hábitat natural?"
Hollywood CIENCIA:
CASOS De las 41 especies silvestres que están crioconservadas en el Zoológico porteño, éstas son las ocho autóctonas que se encuentran más amenazadas. Venado de las pampas: a fines del siglo XIX se llegaron a exportar por año millones de cueros de estos animales. Hoy se estima que quedan vivos apenas unos 1.500, en San Luis, Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes. Aunque está prohibido, se los sigue cazando. "De continuar así, la especie va a desaparecer en breve plazo", afirmó Claudio Bertonatti, de la Fundación Vida Silvestre. Yaguareté: al mayor felino de América se lo encontraba hasta en el Tigre. Hoy quedan unos cientos de ejemplares en Santiago del Estero y otras provincias norteñas. En riesgo de extinción por la caza furtiva y el desmonte, que barre con su hábitat. Ciervo de los pantanos: esta especie también está en peligro, a causa, principalmente, de una intensa caza furtiva. En Vida Silvestre estiman que hoy su población alcanza, a lo sumo, un millar de ejemplares. Aguará-guazú: es el zorro más grande de América del Sur. En peligro de extinción, pero no en lo inmediato. "El mayor problema es su caza cultural. En varias provincias se lo mata porque se cree que es el lobizón", dijo Claudio Bertonatti. Mara: uno de los pocos mamíferos exclusivos de la Argentina. Se encuentra en estado "vulnerable". No se lo caza comercialmente. Sus mayores problemas: compite por el mismo alimento con la liebre europea y es cazada por hambrientos perros cimarrones. Oso melero: está dentro de la categoría "vulnerable". Habita fundamentalmente los bosques y selvas del Norte. No se lo caza ni tiene valor comercial. Su población disminuye rápidamente a causa de la deforestación y a que, cuando cruzan las rutas, quedan encandilados y son atropellados. Pudú: hasta hace unos años se consideraba que estaba en peligro de extinción. Ahora ese riesgo es menor porque los pocos miles de ejemplares que habitan en los bosques de la Patagonia están bajo rigurosa protección. Vicuña: se la caza ilegalmente a causa de su lana o fibra, usada en tejidos. Se estima que quedan sólo algunos miles de ejemplares. CIENCIA Las estrategias de investigación y la construcción del saber tienden a ser concebidas como universales, cuando en realidad están influenciadas por variables económicas, culturales y políticas. Por
Pablo Kreimer. Universidad Nacional de Quilmes. ¿Qué hace un científico cuando entra a un laboratorio? ¿Cómo es ese misterioso proceso de investigar y descubrir soluciones tecnológicas, encontrar nuevas curas a las enfermedades y generar conocimiento? ¿Cómo se establece una agenda de investigación y quién define cuáles son los problemas relevantes para la ciencia en un momento y lugar determinados? La respuesta es que no todos los investigadores del mundo hacen lo mismo: el contexto cultural e institucional en el que están inmersos condiciona qué investigar y cómo hacerlo. Cómo se organizan, qué formación tienen, cómo fueron reclutados, quién les paga y quién manda son elementos que deben ser observados si se quiere conocer el trabajo científico, sus aspectos sociales, políticos, económicos y culturales y cómo se produce el conocimiento. Lo interesante de este tipo de estudios es poder establecer perspectivas comparadas entre la forma de actuar de los científicos locales y los de otros países. Tanto en Inglaterra como en Francia, por ejemplo, puede encontrarse una importante cantidad de investigadores provenientes de países del Tercer Mundo, lo cual constituye una primera pista de investigación: en todos estos laboratorios de excelencia siempre hay colaboradores de países en vías de desarrollo. Las influencias culturales sobre el proceso de investigación científica son, en este sentido, notorias. Esta “no universalidad” de la ciencia es algo que puede observarse en un ejemplo concreto: el proceso de descubrimiento de la estructura del ADN. ¿Cómo se representa el ADN? En una primera instancia, uno tiene letras que funcionan como las bases: A, C, D, G, en familias de a tres. Estas combinaciones primarias de a tres, a su vez, se van agrupando de un modo lineal hasta formar una secuencia que por momentos se interrumpe para dar paso a una nueva secuencia. Esto es lo que se conoce como la metáfora alfabética: uno tiene letras, palabras, versiones y, finalmente, un texto que pretende tener un sentido. Ahora bien: esto no es el ADN, sino el conocimiento sobre el ADN. El modo de representar es, precisamente, la manera que tenemos de conocer. La segunda acción que realiza el conocimiento científico es la de intervenir. Cuando un investigador le pasa corriente eléctrica a una secuencia de ADN para que se estire y pueda leerla, está interviniendo; y cuando lo lee, está representando. Representar e intervenir son las dos operaciones que se hacen en la producción de conocimiento. ¿Qué hubiera pasado si el código del ADN hubiera sido propuesto por los chinos? ¿Lo habrían representado del mismo modo? Seguramente no. Y el modo en que representamos las cosas influye en la manera en que intervenimos. Y si esto es así, la forma en que producimos conocimiento es otra, y está fuertemente impregnada por nuestra cultura. De esta manera, hay que poner en cuestión la idea del universalismo de la ciencia. Esto vale también para analizar cómo se establecen las agendas de investigación en cada lugar. No se puede ignorar que la agenda de los países periféricos no se comprende si no es en relación con la de algún país central, y esa es una señal a la que hay que prestar atención. Normalmente los científicos que se forman localmente van a hacer sus doctorados o postgrados a Europa o Estados Unidos, donde establecen contacto con los equipos de investigación de esos países. Eso implica que, al volver, continúan trabajando en las líneas de investigación que adquirieron allá, e integran redes incorporadas en el grupo en el que se desempeñaron en aquellos países. Esta participación en redes internacionales les provee de recursos, que suelen ser mayores que los que tienen aquí. Por otra parte, la pertenencia a esas redes les permite publicar en conjunto con investigadores de países centrales, y esa es una vía de legitimación muy notoria en el campo científico. No obstante, esas líneas de investigación que traen los científicos locales al regresar de su proceso de formación en el exterior suelen ser sólo una parte de la estrategia global del laboratorio extranjero. De esta manera, la agenda que el científico trae no es una que él generó, sino una de la cual él participa. Los investigadores más prestigiosos en el campo local son aquellos que se han integrado en estas redes. Sin embargo, el modo en que están incluidos es lo que se llama “integración subordinada”, la cual en los últimos diez años ha ido adquiriendo la modalidad de una especie de subcontratación. Esto es lo que pasó, por ejemplo, con el genoma humano. Tenían un problema y necesitaban gente altamente capacitada, investigadores con grandes cualidades técnicas y equipamientos estandarizados, pero que fueran científicos de excelencia. Y eso es lo que proveyeron los laboratorios de países latinoamericanos como Brasil, México y Argentina, y, en menor medida, Chile y Venezuela. Fuente:
Pablo Kreimer es director del Proyecto “Estudios socio históricos
de la ciencia” de la Universidad Nacional de Quilmes. pkreimer@unq.edu.ar
/ www.unq.edu.ar
>> "Tu conducta deriva de veinte genes" |
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