El diferendo entre Cuba y los Estados Unidos no
son, como se quiere hacer creer a la opinión pública,
un conflicto entre el “régimen comunista de Castro”
y los democráticos Estados Unidos de América. En
realidad, los intentos del poderoso vecino del norte por
apoderarse del archipiélago cubano tienen una historia
de dos siglos y son la expresión concreta de sus
concepciones imperiales de que Cuba les pertenece de
hecho y de derecho y que, por tanto, tarde o temprano
deberá ser anexada a los Estados Unidos.
Tales intentos han tenido múltiples formas,
entre ellas: las políticas,
como la teoría de la Fruta Madura, esgrimida por John
Quincy Adams en 1823, la Doctrina de James Monroe
en 1826; el Destino Manifiesto en 1845, la Doctrina
Evarst en 1878, la Diplomacia del Dólar y la del Buen
Vecino de Roosevelt(4);
o los intentos de compra directa a la antigua Metrópoli
española: Polk
en 1848, Pierce en 1853, Buchanan en 1857 y Ulises Grant,
en 1869.
Thomas
Jefferson (1743-1826), fue el presidente número 3 de
los Estados Unidos (1801-1809). En 1805,
dijo que "comenzaba a considerar toda la
corriente del golfo como agua jurisdiccional
norteamericana", este pensamiento lo complementaba
de la forma siguiente: "En caso de una guerra con
España, los Estados Unidos se apoderarían de
Cuba".
John Quincy Adams (1767-1848), fue el presidente número
6 de los Estados Unidos, pero siendo secretario de
Estado en el gobierno de Monroe, escribió: “Hay leyes
de gravitación política como leyes de gravitación física,
y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la
unión que, en virtud de la propia ley, no iba a dejar
de admitirla en su propio seno. No hay territorio
extranjero que pueda compararse para los Estados Unidos
como la isla de Cuba”.
Con fecha 28 abril de 1823,
John Quincy Adams
envió al ministro de Estados Unidos en España
instrucciones
que, entre otras cosas, decían: “El traspaso de Cuba
a Gran Bretaña seria un acontecimiento muy desfavorable
a los intereses de esta Unión (…) La cuestión tanto
de nuestro derecho y de nuestro poder para evitarlo, si
es necesario por la fuerza, ya se plantea
insistentemente en nuestros consejos, y el gobierno se
ve obligado en el cumplimiento de sus deberes hacia la
Nación, por lo menos a emplear todos los medios a su
alcance para estar en guardia contra él e impedirlo.
(…) Estas islas (Cuba y Puerto Rico) por su posición
local son apéndices naturales del continente
norteamericano, y una de ellas, la isla de Cuba, casi a
la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una
multitud de razones, de trascendental importancia para
los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión.
(…) Cuando
se echa una mirada hacia el curso que tomarán
probablemente los acontecimientos en los próximos
cincuenta años, casi es imposible resistir la convicción
de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal
será indispensable para la continuación de la Unión y
el mantenimiento de su integridad (…)”. Adams, además,
fue quien negoció el
tratado Adams-Onís por el cual se obligó a España a
ceder la península de Florida.
James Monroe
(1758-1831) fue el quinto presidente de los Estados
Unidos (1817-1825) y quien formulara una declaración
en el Congreso norteamericano –1823- en la que
anunciaba que su país era totalmente contrario a
cualquier intervención europea en el continente
americano, basándose en el lema: "América es para
los americanos”; tal declaración sería conocida
posteriormente como Doctrina Monroe y realmente
significaba “América es para los norteamericanos”.
El periodista John
L. O'Sullivan, en el año 1845, escribió un artículo
en la revista Democratic Review de Nueva York,
en el que explicaba las razones que justificaban la
necesaria expansión territorial de Estados Unidos:
"extenderse por todo el continente que nos ha sido
asignado por la 'Divina' Providencia, para el desarrollo
del gran experimento de libertad y autogobierno”. Muy
pronto, políticos y líderes de opinión aplaudieron el
“Destino Manifiesto”, que fue pensamiento y visión
del entonces presidente James Knox Polk. El Destino
Manifiesto se convirtió en
una de las filosofías con la que los
norteamericanos han tratado de justificar su
comportamiento a escala mundial y su “peculiar”
forma de relacionarse con otros pueblos. A lo largo de
toda su historia, el Destino Manifiesto ha sustentado la
convicción de que Dios eligió a los Estados Unidos
para ser una potencia política y económica, una nación
superior a las del resto del mundo. Algunos autores
aseguran que en realidad tal filosofía es mucho más
antigua y la sitúan en 1620, cuando los puritanos
peregrinos arribaron a América en el pequeño velero de
altas bordas conocido con el nombre de “Mayflower”.
James Knox Polk (1795-1849), presidente número 11 de los Estados Unidos
y que durante su mandato(1845-1849) tuvo lugar la guerra
contra el pueblo mejicano y el robo de los territorios
de California, Nuevo México y Texas, hizo todo lo
posible para
comprar a Cuba: en 1848 ofreció adquirirla
por cien millones de dólares.
Franklin Pierce (1804-1869) presidente número 14
de los Estados Unidos de América (1853-1857), trató de
adquirir a Cuba en el año 1853.
James
Buchanan (1791-1868), presidente número 15 de los Estados Unidos
de América (1857-1861), también continuó con los
esfuerzos de sus antecesores para apoderarse de Cuba; en
el año 1857 trató de comprarla a España.
Ulysses Simpson Grant (1822-1885), presidente número
18 de los Estados Unidos de América (1869-1877),
otro de
los que proclamaban el "destino manifiesto",
trató de adquirir a Cuba en el año 1869, cuando ya
tomaba fuerza el primer período de confrontación
violenta entre la colonia y su metrópoli: la Guerra de
los Diez Años.
(4)
Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), presidente número
32 de los Estados Unidos (1933-1945), era demócrata y
utilizó “la buena vecindad” o diplomacia del dólar,
a diferencia del otro Roosevelt –Theodore-
(1858-1919), mandatario número 26 de la Unión
Americana (1901-1909), que era republicano y aplicó la
política del “gran garrote” o mano dura.
Orestes
Martí
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