Temas
autobiográficos
Recuerdos
La campana de mi voz
si
eso se llama campana,
sonó
la última mañana
y
luego se partió en dos.
El
eco me dijo adiós
desde
una barranca bruna,
y
cuentan. -vaya fortuna-
de
la de la voz que perdí,
que
la escuchan por ahí
tuteándose
con la luna.
Parte de mis atributos
naturales
se han perdido
y
no digamos que han sido
en
términos absolutos.
Yo
a veces tengo minutos
que
me muevo hasta los hombros,
y
como llenos de asombros
y escepticismos
también
los
incrédulos me ven
saliendo
de los escombros.
Yo tuve un tiempo brillante
y
en esos días distintos
más
allá de mis instintos
iba
la mano triunfante.
De
ese luminoso instante
quedáronme
justas huellas,
y
parece que tras ellas
algo
de mi vida existe
para
no tener un triste
divorcio
con las estrellas.
Autoanálisis profundo
el
que hago de mi existencia
y
ese estado de conciencia
no
lo tiene todo el mundo.
No
es el odio furibundo
a
la humana sociedad,
es
la firme realidad
de
quién no está sobre alfombras,
porque
hay quién vive entre sombras
y
no ve la oscuridad.
Sé por mi justo abolengo
los
actos que me sentencian,
y
como se diferencian
lo
que tuve y lo que tengo.
De
las épocas que vengo
fueron
épocas felices,
y
para que las raíces
de
esos días no se enfermen
cuando
los recuerdos duermen
me
tapo las cicatrices.
Por aquello de ser algo
le
doy besos a la vida,
y
en la hondura de la herida
se
refleja lo que valgo.
Salgo,
y no sé por qué salgo,
pero
mis fuerzas promuevo,
y
a medida que me atrevo
se
me va ensanchando el mundo
y
desde lo más profundo
de
los abismos me elevo.
Yo monté sobre corceles
que
iban a carrera loca
burlándose
de la boca
abierta
de los lebreles.
Me
dieron los cascabeles
la
alegría de sonar,
y
ya, cuando no hay lugar
para
juguetes ni empeños
si
en recordar quedan sueños
voy
a ponerme a soñar.
Yo soñé cuando mi noche
era
más corta que ahora,
y
el aviso de la aurora
parecíame
un reproche.
Soñé
cuando en un derroche
de
ilusiones se movía,
cuando
todo me cabía
en
la estrechez del pañuelo,
y
un poco de tierra y cielo
el
mundo me parecía.
Soñé cuando en el tamaño
de
mi sueño abrasador
tenía
más cuerpo el amor
que
los desvelos de un año.
Soñé
cuando el desengaño
terrible
no se gestaba,
porque
soñaba y soñaba...
y
como si fuera poco
lo
del sueño, como un loco
soñando
me despertaba.
Soñé cuando los antojos
me
ponían a soñar
y
no sabían llorar
las
retinas de mis ojos.
Cuando
entre claveles rojos
y
geranios caminé,
pero
perdida la fe
y
abrazado a mi recuerdo
ahora
sueño y no me acuerdo
con
las cosas que soñé.
A mis años, y con mil
enfermedades
encima
no
es fácil darle a la rima
un
encanto juvenil.
Pero
a más dura y hostil
la
vida, un mayor empuje,
porque
de "Yaya" y "Ocuje"
tienen
que ser los horcones
cuando
en tiempo de ciclones
la
fuerza del viento ruge.
Un dolor arrodillado
es
dolor quinientas veces,
y
frente a las esquiveces
mi
fuerza ha multiplicado.
Yo
nunca me he resignado
a
ser un hombre infeliz,
porque
un ligero desliz
en
la existencia del hombre
le
deja en la piel y el nombre
una
eterna cicatriz...