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En el primer caso, los favoritos fueron Juliana y Guillermina, por quienes
precedieron en el trono a la pequeña (ver aparte). En el otro, el abanico
era enorme. "Máxima dijo alguna vez que no quería un principito,
veremos si esto se mantiene en el nombre elegido", dijo ayer un periodista
local.
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Guillermo Alejandro, en tanto, fue cauto con el bautismo. "No sabemos
aún cómo será la ceremonia", respondió ante
una pregunta concreta sobre la posibilidad de combinar el rito protestante,
de los Orange, con el católico, en el que fue criada Máxima.
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Su casamiento, en febrero de 2002, fue por el rito protestante -el que practica
la casa Orange Nassau- pero, por deseo de Máxima, en la ceremonia participó
el sacerdote católico Rafael Brown, amigo de la joven princesa.
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La cuestión del bautismo es delicada. Antes de convertirse en la esposa
del heredero, Máxima se comprometió a educar a los hijos de
ambos en la religión protestante. Pese a que la Constitución
no dice nada al respecto, para los holandeses es un terreno sensible.
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Por ahora, lo único que se sabe es que el bautismo difícilmente
se realice "antes de abril" próximo.
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