CUENTOS DE LA MINA

               Por Víctor Montoya

DEDICATORIA

Aún recuerdo el día en que mi abuelo me refirió por primera vez la leyenda del Tío: Dicen que el diablo llegó a las minas una noche de tormenta, dijo, mientras afuera el cielo se vaciaba en relámpagos y aguacero. Desde entonces no he dejado de pensar en la imagen diabólica de ese personaje ni en las consejas mineras que escuché en boca de mi abuelo, quien, aparte de ser un narrador jocundo y carismático, era un hombre capaz de embelesar a cualquiera con sus historias fantásticas. Sabía gesticular con emoción y cambiar las inflexiones de la voz, a la vez que los ojos se le iluminaban como lamparitas de acetileno y las palabras le brotaban fluidamente, como si todo el tiempo estuviese contando un viejo cuento de magia y de misterio. Así era mi abuelo, conocedor de la mina y sus secretos.

Después comprendí que las consejas mineras, cuyos principales protagonistas son el Tío, la Chinasupay, la K’achachola, las palliris y los mineros, se transmitían de generación en generación y de boca en boca, puesto que correspondían a la tradición oral y la memoria colectiva. Quizás por eso, a lo largo de mi infancia y adolescencia, escuché los relatos más inverosímiles referidos por amigos y parientes, casi todos mineros oriundos de Siglo XX, Llallagua y Catavi, escenarios constantes de mi mundo literario.

En estos cuentos se podrá advertir el realismo mágico y mítico de la mina y los mineros, con quienes compartí y conviví de cerca. Conozco la miseria de sus hogares, el drama de sus luchas y la tragedia de sus vidas, más trágicas todavía cuando se sabe que estos hombres mueren con los pulmones perforados por la silicosis.

Los mineros bolivianos, que durante decenios constituyeron la columna vertebral de la economía nacional y el bastión de las luchas reivindicativas, cargan a cuestas las experiencias de lo vivido y sufrido; ellos son los fantasmas que habitan mis sueños, los héroes que   guían mis ideales y los maestros que estimulan mi fantasía; a ellos les debo mi eterno agradecimiento y a ellos les dedico estos cuentos con sabor a copagira.

 


Epílogo: Carta al Tío Ir a la Página Principal ¿Por qué el Diablo se llamó Tío?

Copyright © Jhonny Tórrez S.   -  febrero 2002