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Ir a "La vuelta de Martín Fierro"
XXIV Me le escapé con trabajo en diversas ocasiones; era de los adulones, me puso mal con el Juez; hasta que, al fin, una vez me agarró en las eleciones. Ricuerdo que esa ocasión andaban listas diversas; las opiniones dispersas no se podían arreglar: decian que el Juez, por triunfar, hacía cosas muy perversas. Cuando se riunió la gente vino a ploclamarla el ñato; diciendo, con aparato, "que todo andaría muy mal, "si pretendía cada cual "votar por un candilato". Y quiso al punto quitarme la lista que yo llevé; mas yo se la mesquiné y ya me gritó... "Anarquista, "has de votar por la lista "que ha mandao el Comiqué." Me dio vergüenza de verme tratado de esa manera; y como si uno se altera ya no es fácil de que ablande, le dije "Mande el que mande "yo he de votar por quien quiera". "En las carpetas de juego "y en la mesa eletoral "a todo hombre soy igual; "respeto al que me respeta "pero el naipe y la boleta "naides me lo ha de tocar." Ahi no más ya me cayó a sable la polecía; aunque era una picardía me decidí a soportar, y no los quise peliar por no perderme, ese día. Atravesao me agarró y se aprovechó aquel ñato, dende que sufrí ese trato no dentro donde no quepo: fi a jinetiar en el cepo por cuestión de candilatos. Injusticia tan notoria no la soporté de flojo; una venda de mis ojos vino el suceso a voltiar: vi que teníamos que andar como perro con tramojo. Dende aquellas eleciones se siguió el batiburrillo; aquel se volvió un ovillo del que no había ni noticia: ¡Es señora la justicia... y anda en ancas del más pillo! XXV Después de muy pocos días, tal vez por no dar espera y que alguno no se fuera, hicieron citar la gente pa riunir un contingente y mandar a la frontera. Se puso arisco el gauchaje; la gente está acobardada; salió la partida armada y trujo como perdices unos cuantos infelices que entraron en la voltiada. Decía el ñato con soberbia: "Esta es una gente indina; "yo los rodié a la sordina, "no pudieron escapar; "y llevaba orden de arriar "todito lo que camina." Cuando vino el comendante dijieron: "¡Dios nos asista!" llegó y les clavó la vista, yo estaba haciéndomé el sonzo, le echó a cada uno un responso y ya lo plantó en la lista. "Cuadráte, le dijo a un negro, te estás haciendo el chiquito cuando sos el más maldito que se encuentra en todo el pago; un servicio es el que te hago y por eso te remito." A OTRO "Vos no cuidás tu familia ni le das los menesteres; visitás otras mujeres y es preciso, calabera, que aprendás en la frontera a cumplir con tus deberes." A OTRO "Vos también sos trabajoso; cuando es preciso votar hay que mandarte llamar y siempre andás medio alzao, sos un desubordinao y yo te voy a filiar " A OTRO "¿Cuánto tiempo hace que vos andas en este partido? ¿Cuántas veces has venido a la citación del Juez? No te he visto ni una vez, has de ser algún perdido." A OTRO "Este es otro barullero que pasa en la pulpería predicando noche y día y anarquizando a la gente; irás en el contingente por tamaña picardía." A OTRO "Dende la anterior remesa vos andás medio perdido; la autoridá no ha podido jamás hacerte votar: cuando te mandan llamar te pasás a otro partido." A OTRO "Vos siempre andás de florcita, no tenés renta ni oficio; no has hecho ningún servicio, no has votado ni una vez: marchá... para que dejés de andar haciendo perjuicio." A OTRO "Dame vos tu papeleta, yo te la voy a tener; ésta queda en mi poder, después la recogerás, y ansí si te resertás todos te pueden prender." A OTRO "Vos, porque sos ecetuao ya te querés sulevar; no vinistes a votar cuando hubieron eleciones: no te valdrán eseciones, yo te voy a enderezar." Y a este por este motivo y a otro por otra razón, toditos, en conclusión, sin que escapara ninguno, fueron pasando uno a uno a juntarse en un rincón. Y allí las pobres hermanas, las madres y las esposas redamaban cariñosas sus lágrimas, de dolor, pero gemidos de amor no remedian estas cosas. Nada importa que una madre se desespere o se queje; que un hombre a su mujer deje en el mayor desamparo; hay que callarse, o es claro, que lo quiebran por el eje. Dentran después a empeñarse con este o aquel vecino; y como en el masculino el que menos corre vuela, deben andar con cautela las pobres, me lo imagino. Muchas al Juez acudieron, por salvar de la jugada; él les hizo una cuerpiada, y por mostrar su inocencia, les dijo: "Tengan pacencia "pues yo no puedo hacer nada." Ante aquella autoridá permanecían suplicantes; y después de hablar bastante, "yo me lavo, dijo el Juez, "como Pilatos, los pies: "esto lo hace el Comendante." De ver tanto desamparo el corazón se partía; había madre que salía con dos, tres hijos o más. por delante y por detrás, y las maletas vacías. ¿Dónde irán, pensaba yo, a perecer de miseria? Las pobres si de esta feria hablan mal, tienen razón; pues hay bastante materia para tan justa aflición. XXVI Cuando me llegó mi turno dije entre mí: "¡Ya me toca!" y aunque mi falta era poca, no sé porqué me asustaba; les asiguro que estaba con el Jesús en la boca. Me dijo que yo era un vago, un jugador, un perdido; que dende que fi al partido andaba de picaflor; que había de ser un bandido como mi antesucesor. Puede que uno tenga un vicio, y que de él no se reforme mas naides está conforme con recibir ese trato: yo conocí que era el ñato quien le había dao los informes. Me dentró curiosidá, al ver que de esa manera tan siguro me dijiera que fue mi padre un bandido; luego lo había conocido, y yo. ignoraba quién era. Me empeñé en aviriguarlo; promesas hice a Jesús tuve, por fin, una luz, y supe con alegría que era el autor de mis días ei guapo sargento Cruz. Yo conocía bien su historia y la tenía muy presente; sabía que Cruz bravamente, yendo con una partida, había jugado la vida por defender a un valiente. Y hoy ruego a mi Dios piadoso que lo mantenga en su gloria se ha de conservar su historia en el corazón del hijo: él al morir me bendijo, yo bendigo su memoria. Yo juré tener enmienda y lo conseguí de veras; puedo decir ande quiera que si faltas he tenido de todas me he corregido dende que supe quién era. El que sabe ser buen hijo a los suyos se parece, y aquél que a su lado crece y a su padre no hace honor, como castigo merece de la desdicha el rigor. Con un empeño costante mis faltas supe enmendar; todo conseguí olvidar, pero, por desgracia mía, el nombre de Picardía no me lo pude quitar. Aquél que tiene buen nombre muchos dijustos ahorra; y entre tanta mazamorra no olviden esta alvertencia: aprendí por esperencia que el mal nombre no se borra. XXVII He servido en la frontera, en un cuerpo de milicias, no por razón de justicia, como sirve cualesquiera. La bolilla me tocó de ir a pasar malos ratos por la facultá del ñato, que tanto me persiguió. Y sufrí en aquel infierno esa dura penitencia, por una malaquerencia de un oficial subalterno. No repetiré las quejas de lo que se sufre allá; son cosas muy dichas ya y hasta olvidadas de viejas. Siempre el mesmo trabajar, siempre el mesmo sacrificio, es siempre el mesmo servicio, y el mesmo nunca pagar. Siempre cubiertos de harapos, siempre desnudos y pobres; nunca le pagan un cobre ni le dan jamás un trapo. Sin sueldo y sin uniforme lo pasa uno aunque sucumba; confórmesé con la tumba y si no... no se conforme. Pues si usté se ensoberbece o no anda muy voluntario, le aplican un novenario de estacas... que lo enloquecen. Andan como pordioseros, sin que un peso los alumbre, porque han tomao la costumbre de deberle años enteros. Siempre hablan de lo que cuesta, que allá se gasta un platal; pues yo no he visto ni un rial en lo que duró la fiesta Es servicio estrordinario bajo el fusil y la vara sin que sepamos qué cara le ha dao Dios al comisario. Pues si va a hacer la revista, se vuelve como una bala, es lo mesmo que luz mala para perderse de vista. Y de yapa cuando va, todo parece estudiao: va con meses atrasaos de gente que ya no está. Pues ni adrede que lo hagan podrán hacerlo mejor: cuando cai, cai con la paga del contingente anterior. Porque son como sentencia para buscar al ausente, y el pobrc que está presente que perezca en la indigencia. Hasta que tanto aguantar el ligor con que lo tratan, o se resierta o lo matan, o lo largan sin pagar. De ese modo es el pastel porque el gaucho... ya es un hecho, no tiene ningún derecho, ni naides vuelve por él. ¡La gente vive marchita! Si viera, cuando echan tropa, les vuela a todos la ropa que parecen banderitas. De todos modos lo cargan y al cabo de tanto andar, cuando lo largan, lo largan como pa echarse a la mar. Si alguna prenda le han dao, se la vuelven a quitar: poncho, caballo, recao, todo tiene que dejar. Y esos pobres infelices, al volver a su destino. salen como unos Longinos sin tener con que cubrirse. A mí me daba congojas el mirarlos de ese modo, pues el más aviao de todos es un perejil sin hojas. Aura poco ha sucedido, con un invierno tan crudo, largarlos a pie y desnudos pa volver a su partido. Y tan duro es lo que pasa, que en aquella situación les niegan un mancarrón para volver a su casa. ¡Lo tratan como a un infiel! Completan su sacrificio no dándolé ni un papel que acredite su servicio. Y tiene que regresar más pobre de lo que jue, por supuesto a la mercé del que lo quiere agarrar. Y no averigüe después de los bienes que dejó: de hambre, su mujer vendió por dos lo que vale diez. Y como están convenidos a jugarle manganeta, a reclamar no se meta porque ese es tiempo perdido. Y luego, si a alguna estancia a pedir carne se arrima, al punto le cain encima con la ley de la vagancia. Y ya es tiempo, pienso yo, de no dar mas contingente; si el Gobierno quiere gente, que la pague y se acabó. Y saco ansí en conclusión, en medio de mi inorancia, que aquí el nacer en estancia es como una maldición. Y digo, aunque no me cuadre, decir lo que naides dijo: la Provincia es una madre que no defiende a sus hijos. Mueren en alguna loma en defensa de la ley, o andan lo mesmo que el güey, arando pa que otros coman. Y he de decir ansí mismo porque de adentro me brota, que no tiene patriotismo quien no cuida al compatriota. XXVIII Se me va por donde quiera esta lengua del demonio: voy a darles testimonio de lo que vi en la frontera. Yo sé que el único modo a fin de pasarlo bien, es decir a todo amén y jugarle risa a todo. El que no tiene colchón en cualquier parte se tiende; el gato busca el jogón y ése es mozo que lo entiende. De aquí comprenderse debe, aunque yo hable de este modo, que uno busca su acomodo siempre, lo mejor que puede. Lo pasaba como todos este pobre penitente, pero salí de asistente y mejoré en cierto modo. Pues aunque esas privaciones causen desesperación siempre es mejor el jogón de aquél que carga galones. De entonces en adelante algo logré mejorar, pues supe hacerme lugar al lado del ayudante. El se daba muchos aires; pasaba siempre leyendo; decían que estaba aprendiendo pa recebirse de fraile. Aunque lo pifiaban tanto, jamás lo vi disgustao; tenía los ojos paraos como los ojos de un Santo. Muy delicao, dormía en cuja, y no sé por qué sería, la gente lo aborrecía y le llamaban LA BRUJA. Jamás hizo otro servicio ni tuvo más comisiones que recebir las raciones de víveres y de vicios. Yo me pasé a su jogón al punto que me sacó, y ya con él me llevó a cumplir su comisión. Estos diablos de milicos de todo sacan partido: cuando nos vían riunidos se limpiaban los hocicos. Y decían en los jogones como por chocarrería: "con la Bruja y Picardía "van a andar bien las raciones". A mi no me jue tan mal, pues mi oficial se arreglaba les diré lo que pasaba sobre este particular. Decían que estaban de acuerdo la Bruja y el provedor y que recebía lo pior... puede ser, pues no era lerdo. Que a más en la cantidá pegaba otro dentellón, y que por cada ración le entregaban la mitá. Y que esto lo hacía del modo como lo hace un hombre vivo: firmando luego el recibo ya se sabe, por el todo. Pero esas murmuraciones no faltan en campamento; déjenmé seguir mi cuento, o historia de las racioncs. La Bruja las recebía como se ha dicho, a su modo; las cargábamos, y todo se entriega en la mayoría. Sacan allí en abundancia lo que Ies toca sacar, y es justo que han de dejar otro tanto de ganancia. Van luego a la compañía, las recibe el comendante, el que de un modo abundante sacaba cuanto quería. Ansí la cosa liviana, va mermada por supuesto; luego se le entrega el resto al oficial de semana. ¿Araña, quién te arañó? Otra araña como yo. Este le pasa al sargento aquéllo tan reducido, y como hombre prevenido saca siempre con aumento. Esta relación no acabo si otra menudencia ensarto; el sargento llama al cabo para encargarle el reparto. El también saca primero y no se sabe turbar: naides le va a aviriguar si ha sacado más o menos. Y sufren tanto bocao y hacen tantas estaciones, que ya casi no hay raciones cuando llegan al soldao. ¡Todo es como pan bendito! y sucede, de ordinario, tener que juntarse varios para hacer un pucherito. Dicen que las cosas van con arreglo a la ordenanza; puede ser, pero no alcanzan, ¡tan poquito es lo que dan! Algunas veces, yo pienso, y es muy justo que lo diga, sólo llegaban las migas que habían quedao en los lienzos. Y esplican aquel infierno, en que uno está medio loco, diciendo que dan tan poco porque no paga el Gobierno. Pero eso yo no lo entiendo, ni aviriguarlo me meto; soy inorante completo; nada olvido y nada apriendo. Tiene uno que soportar el tratamiento más vil: a palos en lo civil, a sable en lo militar. El vistuario, es otro infierno; si lo dan, llega a sus manos en invierno el de verano y en el verano el de invierno. Y yo el motivo no encuentro, ni la razón que esto tiene; mas dicen que eso ya viene arreglao dende adentro. Y es necesario aguantar el rigor de su destino: el gaucho no es argentino sinó pa hacerlo matar. Ansí ha de ser, no lo dudo, y por eso decía un tonto: "si los han de matar pronto, "mejor es que estén desnudos." Pues esa miseria vieja no se remedia jamás; todo el que viene detrás como la encuentra la deja. Y se hallan hombres tan malos que dicen de buena gana: "El gaucho es como la lana se limpia y compone a palos." Y es forzoso el soportar aunque la copa se enllene: parece que el gaucho tiene algun pecao que pagar. XXIX Esto contó Picardía y después guardó silencio mientras todos celebraban con placer aquel encuentro. Mas una casualidá, como que nunca anda lejos, entre tanta gente blanca llevó también a un moreno, presumido de cantor y que se tenía por bueno. Y como quien no hace nada, o se descuida de intento (pues siempre es muy conocido todo aquél que busca pleito), se sentó con toda calma, y ya le pegó un rajido; era fantástico el negro, y para no dejar dudas medio se compuso el pecho. Todo el mundo conoció la intención de aquel moreno: era claro el desafío dirigido a Martín Fierro, hecho con toda arrogancia, de un modo muy altanero. Tomó Fierro la guitarra, pues siempre se halla dispuesto, y ansí cantaron los dos en medio de un gran silencio: XXX MARTIN FIERRO Mientras suene el encordao mientras encuentre el compás, yo no he de quedarme atrás sin defender la parada; y he jurado que jamás me la han de llevar robada. Atiendan, pues, los oyentes y cáyensén los mirones; a todos pido perdones pues a la vista resalta que no está libre de falta quien no está de tentaciones. A un cantor le llaman bueno, cuando es mejor que los piores; y sin ser de los mejores encontrándosé dos juntos es deber de los cantores el cantar de contrapunto. El hombre debe mostrarse cuando la ocasión le llegue; hace mal el que se niegue dende que lo sabe hacer, y muchos suelen tener vanagloria en que los rueguen. Cuando mozo fui cantor -es una cosa muy dicha- mas la suerte se encapricha y me persigue costante: de ese tiempo en adelante canté mis propias desdichas. Y aquellos años dichosos trataré de recordar; veré si puedo olvidar tan desgraciada mudanza, y quien se tenga confianza tiemple y vamos a cantar. Tiemple y cantaremos juntos, trasnochadas no acobardan; los concurrentes aguardan, y porque el tiempo no pierdan, haremos gemir las cuerdas hasta que las velas no ardan. Y el cantor que se presiente, que tenga o no quien lo ampare, no espere que yo dispare aunque su saber sea mucho; vamos en el mesmo pucho a prenderle hasta que aclare. Y seguiremos si gusta, hasta que se vaya el día; era la costumbre mía cantar las noches enteras: había entonces dondequiera cantores de fantasía. Y si alguno no se atreve a seguir la caravana, o si cantando no gana, se lo digo sin lisonja: haga sonar una esponja o ponga cuerdas de lana. EL MORENO Yo no soy, señores míos, sinó un pobre guitarrero; pero doy gracias al cielo porque puedo, en la ocasión, toparme con un cantor que esperimente a este negro. Yo también tengo algo blanco, pues tengo blancos los dientes; sé vivir entre las gentes sin que me tengan en menos: quien anda en pagos agenos debe ser manso y prudente. Mi madre tuvo diez hijos, los nueve muy regulares; tal vez por eso me ampare la Providencia divina: en los güevos de gallina el décimo es el más grande. El negro es muy amoroso, aunque de esto no hace gala; nada a su cariño iguala ni a su tierna voluntá; es lo mesmo que el macá: cría los hijos bajo el ala. Pero yo he vivido libre y sin depender de naides; siempre he cruzado los aires como el pájaro sin nido; cuanto sé lo he aprendido porque me lo enseñó un flaire. Y se como cualquier otro el porqué retumba el trueno por qué son las estaciones del verano y del invierno; sé también de dónde salen las aguas que cain del cielo. Yo sé lo que hay en la tierra en llegando al mesmo centro; en dónde se encuentra el oro, en dónde se encuentra el fierro, y en dónde viven bramando los volcanes que echan juego. Yo sé del fondo del mar donde los pejes nacieron; yo sé por qué crece el árbol y por qué silban los vientos, cosas que inoran los blancos las sabe este pobre negro. Yo tiro cuando me tiran, cuando me aflojan, aflojo; no se ha de morir de antojo quien me convide a cantar: para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar. Y si una falta cometo en venir a esta riunión echándolá de cantor, pido perdón en voz alta, pues nunca se halla una falta que no esista otra mayor. De lo que un cantor esplica no falta que aprovechar, y se le debe escuchar aunque sea negro el que cante: apriende el que es inorante, y el que es sabio, apriende más. Bajo la frente más negra hay pensamiento y hay vida; la gente escuche tranquila, no me haga ningún reproche: también es negra la noche y tiene estrellas que brillan. Estoy, pues, a su mandao, empiece a echarme la sonda si gusta que le responda, aunque con lenguaje tosco: en leturas no conozco la jota por ser redonda. MARTIN FERRO ¡Ah negro! Si sos tan sabio no tengás ningún recelo: pero has tragao el anzuelo y, al compás del estrumento, has de decirme al momento cuál es el canto del cielo. EL MORENO Cuentan que de mi color Dios hizo al hombre primero; mas los blancos altaneros, los mesmos que lo convidan, hasta de nombrarlo olvidan y sólo le llaman negro. Pinta el blanco negro al diablo, y el negro, blanco lo pinta; blanca la cara o retinta, no habla en contra ni en favor: de los hombres el Criador no hizo dos clases distintas. Y después de esta alvertencia, que al presente viene a pelo, veré, señores, si puedo, sigún mi escaso saber, con claridá responder cuál es el canto del cielo. Los cielos lloran y cantan hasta en el mayor silencio; lloran cuando cáin las aguas cantan al silbar los vientos, lloran cuando cáin las aguas cantan cuando brama el trueno. MARTIN FIERRO Dios hizo al blanco y al negro sin declarar los mejores; les mandó iguales dolores bajo de una mesma cruz; mas también hizo la luz pa distinguir los colores. Ansí ninguno se agravie; no se trata de ofender, a todo se ha de poner el nombre con que se llama y a naides le quita fama lo que recibió al nacer. Y ansí me gusta un cantor que no se turba ni yerra; y si en tu saber se encierra el de los sabios projundos, decime cuál en el mundo es el canto de la tierra. EL MORENO Es pobre mi pensamiento, es escasa mi razón, mas pa dar contestación mi inorancia no me arredra: también da chispas la piedra si la gólpea el eslabón. Y le daré una respuesta sigún mis pocos alcances: forman un canto en la tierra el dolor de tanta madre, el gemir de los que mueren y el llorar de los que nacen. MARTIN FIERRO Moreno, alvierto que trais bien dispuesta la garganta sos varón, y no me espanta verte hacer esos primores: en los pájaros cantores sólo el macho es el que canta. Y ya que al mundo vinistes con el sino de cantar, no te vayás a turbar, no te agrandes ni te achiques: es preciso que me espliques cuál es el canto del mar. EL MORENO A los pájaros cantores ninguno imitar pretiende; de un don que de otro depende naides se debe alabar, pues la urraca apriende a hablar pero sólo la hembra apriende. Y ayúdamé ingenio mío para ganar esta apuesta; mucho el contestar me cuesta pero debo contestar: voy a decirle en respuesta cual es el canto del mar. Cuando la tormenta brama, el mar que todo lo encierra canta de un modo que aterra, como si el mundo temblara; parece que se quejara de que lo estreche la tierra. MARTIN FIERRO Toda tu sabiduría has de mostrar esta vez; ganarás sólo que estés en vaca con algún canto: la noche tiene su canto, y me has de decir cuál es. EL MORENO No galope, que hay augeros, le dijo a un guapo un prudente; le contesto humildemente: la noche por cantos tiene esos ruidos que uno siente sin saber de dónde vienen. Son los secretos misterios que las tinieblas esconden; son los ecos que responden a la voz del que da un grito, como un lamento infinito que viene no sé de dónde. A las sombras sólo el sol las penetra y las impone; en distintas direciones se oyen rumores inciertos: son almas de los que han muerto, que nos piden oraciones. MARTIN FIERRO Moreno, por tus respuestas ya te aplico el cartabón, pues tenés desposición y sos estruido de yapa; ni las sombras se te escapan para dar esplicación. Pero cumple su deber el leal diciendo lo cierto, y por lo tanto te alvierto que hemos de cantar los dos, dejando en la paz de Dios las almas de los que han muerto. Y el consejo del prudente no hace falta en la partida; siempre ha de ser comedida la palabra de un cantor: y áura quiero que me digas de dóndc nace el amor. EL MORENO A pregunta tan escura trataré de responder, aunque es mucho pretenter de un pobre negro de estancia; mas conocer su inorancia es principio del saber. Ama el pájaro en los aires que cruza por donde quiera, y si al fin de su carrera se asienta en alguna rama, con su alegre canto llama a su amante compañera. La fiera ama en su guarida, de la que es rey y señor; allí lanza con furor esos bramidos que espantan, porque las fieras no cantan: las fieras braman de amor. Ama en el fondo del mar el pez de lindo color: ama el hombre con ardor, ama todo cuanto vive; de Dios vida se recibe, y donde hay vida, hay amor. MARTIN FIERRO Me gusta, negro ladino, lo que acabás de esplicar; ya te empiezo a respetar, aunque al principio me réi, y te quiero preguntar lo que entendés por la ley. EL MORENO Hay muchas dotorerías que yo no puedo alcanzar; dende que aprendí a inorar de ningún saber me asombro; mas no ha de llevarme al hombro quien me convide a cantar. Yo no soy cantor ladino y mi habilidá es muy poca; mas cuando cantar me toca me defiendo en el combate, porque soy como los mates: sirvo si me abren la boca. Dende que elige a su gusto, lo más espinoso elige; pero esto poco me aflige, y le contesto a mi modo; la ley se hace para todos, mas sólo al pobre le rige. La ley es tela de araña, en mi inorancia lo esplico: no la tema el hombre rico, nunca la tema el que mande, pues la ruempe el bicho grande y sólo enrieda a los chicos. Es la ley como la lluvia: nunca puede ser pareja; el que la aguanta se queja, pero el asunto es sencillo, la ley es como el cuchillo: no ofiende a quien lo maneja. Le suelen llamar espada, y el nombre le viene bien; los que la gobiernan ven a dónde han de dar el tajo: le cái al que se halla abajo y corta sin ver a quién. Hay muchos que son dotores, y de su cencia no dudo; mas yo soy un negro rudo, y, aunque de esto poco entiendo, estoy diariamente viendo que aplican la del embudo. MARTIN FIERRO Moreno, vuelvo a decirte: ya conozco tu medida; has aprovechao la vida y me alegro de este encuentro; ya veo que tenés adentro capital pa esta partida. Y áura te voy a decir, porque en mi deber está, y hace honor a la verdá quien a la verdá se duebla, que sos por juera tinieblas y por dentro claridá. No ha de decirse jamás que abusé de tu pacencia; y en justa correspondencia, si algo querés preguntar, podés al punto empezar, pues ya tenés mi licencia. EL MORENO No te trabés, lengua mía, no te vayas a turbar; nadie acierta antes de errar y, aunque la rama se juega, el que por gusto navega no debe temerle al mar. Voy a hacerle mis preguntas, ya que a tanto me convida; y vencerá en la partida si una esplicación me da sobre el tiempo y la medida, el peso y la cantidá. Suya será la vitoria si es que sabe contestar; se lo debo declarar con claridá, no se asombre, pues hasta áura ningún hombre me lo ha sabido esplicar. Quiero saber y lo inoro, pues en mis libros no está, y su respuesta vendrá a servirme de gobierno: para qué fin el Etemo ha criado la cantidá. MARTIN FIERRO Moreno, te dejás cáir como carancho en su nido; ya veo que sos prevenido, mas también estoy dispuesto; veremos si te contesto y si te das por vencido. Uno es el sol, uno el mundo. sola y única es la luna; ansí, han de saber que Dios no crió cantidá ninguna. El ser de todos los seres sólo formó la unidá; lo demás lo ha criado el hombre después que aprendió a contar. EL MORENO Veremos si a otra pregunta da una respuesta cumplida: el ser que ha criado la vida lo ha de tener en su archivo, mas yo inoro qué motivo tuvo al formar la medida. MARTIN FIERRO Escuchá con atención lo que en mi inorancia arguyo: Ia medida la inventó el hombre para bien suyo. Y la razón no te asombre, pues es fácil presumir: Dios no tenía que medir sino la vida del hombre. EL MORENO Si no falla su saber por vencedor lo confieso; debe aprender todo eso quien a cantar se detique; y áura quiero que me esplique lo que sinifica el peso. MARTIN FIERRO Dios guarda entre sus secretos el secreto que eso encierra, y mandó que todo peso cayera siempre a la tierra; y sigún compriendo yo, dende que hay bienes y males, fue el peso para pesar las culpas de los mortales. EL MORENO Si responde a esta pregunta téngasé por vencedor; doy la derecha al mejor; y respóndamé al momento: cuándo formó Dios el tiempo y por qué lo dividió. MARTIN FIERRO Moreno, voy a decir sigún mi saber alcanza; el tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir; no tuvo nunca principio ni jamás acabará, porque el tiempo es una rueda, y rueda es eternidá; y si el hombre lo divide sólo lo hace, en mi sentir, por saber lo que ha vivido o le resta que vivir. Ya te he dado mis respuestas, mas no gana quien despunta: si tenés otra pregunta o de algo te has olvidao, siempre estoy a tu mandao para sacarte de dudas. No procedo por soberbia ni tampoco por jatancia, mas no ha de faltar costancia cuando es preciso luchar; y te convido a cantar sobre cosas de la Estancia. Ansí prepará, moreno, cuanto tu saber encierre; y sin que tu lengua yerre, me has de decir lo que empriende el que del tiempo depende, en los meses que train erre. EL MORENO De la inorancia de naides ninguno debe abusar; y aunque me puede doblar todo el que tenga más arte, no voy a ninguna parte a dejarme machetiar. He reclarao que en leturas soy redondo como jota; no avergüence mi redota, pues con claridá le digo: no me gusta que conmigo naides juege a la pelota. Es buena ley que el más lerdo debe perder la carrera; ansí le pasa a cualquiera, cuando en competencia se halla un cantor de media talla con otro de talla entera. ¿No han visto en medio del campo al hombre que anda perdido, dando güeltas afligido sin saber dónde rumbiar? Ansí le suele pasar a un pobre cantor vencido. También los árboles crugen si el ventarrón los azota; y si aquí mi queja brota con amargura, consiste en que es muy larga y muy triste la noche de la redota. Y dende hoy en adelante, pongo de testigo al cielo para decir sin recelo que, si mi pecho se inflama, no cantaré por la fama sinó por buscar consuelo. Vive ya desesperado quien no tiene que esperar; a lo que no ha de durar ningun cariño se cobre: alegrías en un pobre son anuncios de un pesar. Y este triste desengaño me durará mientras viva; aunque un consuelo reciba jamás he de alzar el vuelo; quien no nace para el cielo de balde es que mire arriba. Y suplico a cuantos me oigan que me permitan decir que al decidirme a venir no sólo jue por cantar, sinó porque tengo a más otro deber que cumplir. Ya saben que de mi madre fueron diez los que nacieron; mas ya no esiste el primero y más querido de todos: murió, por injustos modos, a manos de un pendenciero. Los nueve hermanos restantes como güérfanos quedamos; dende entonces lo lloramos sin consuelo, créanmenló, y al hombre que lo mató nunca jamás lo encontramos. Y queden en paz los güesos de aquel hermano querido; a moverlos no he venido, mas, si el caso se presienta, espero en Dios que esta cuenta se arregle como es debido. Y si otra ocasión payamos para que esto se complete, por mucho que lo respete cantaremos, si le gusta, sobre las muertes injustas que algunos hombres cometen. Y aquí, pues, señores míos, diré, como en despedida, que todavía andan con vida Ios hermanos del dijunto, que recuerdan este asunto y aquella muerte no olvidan. Y es misterio tan projundo lo que está por suceder, que no me debo meter a echarla aquí de adivino: lo que decida el destino después lo habrán de saber. MARTIN FIERRO Al fin cerrastes el pico después de tanto charlar; ya empesaba a maliciar al verte tan entonao, que tráias un embuchao y no lo querías largar. Y ya que nos conocemos, basta de conversación; para encontrar la ocasión no tienen que darse priesa: ya conozco yo que empiesa otra clase de junción. Yo no sé lo que vendrá, tampoco soy adivino; pero firme en mi camino hasta el fin he de seguir: todos tienen que cumplir con la ley de su destino. Primero fue la frontera por persecución de un juez, los indios fueron después, y, para nuevos estrenos, ahora son estos morenos pa alivio de mi vejez. La madre echó diez al mundo, lo que cualquiera no hace; y tal vez de los diez pase con iguales condiciones: la mulita pare nones, todos de la mesma clase. A hombre de humilde color nunca sé facilitar; cuando se llega a enojar suele ser de mala entraña; se vuelve como la araña, siempre dispuesta a picar. Yo he conocido a toditos los negros más peliadores; había algunos superiores de cuerpo y de vista... ¡aijuna! Si vivo, les daré una... historia de las mejores. Mas cada uno ha de tirar en el yugo en que se vea; yo ya no busco peleas, las contiendas no me gustan; pero ni sombras me asustan ni bultos que se menean. La créia ya desollada, mas todavía falta el rabo, y por lo visto no acabo de salir de esta jarana; pues esto es lo que se llama remachárselé a uno el clavo. XXXI Y después de estas palabras, que ya la intención revelan, procurando los presentes que no se armara pendencia, se pusieron de por medio y la cosa quedó quieta. Martín Fierro y los muchachos, evitando la contienda, montaron y paso a paso como el que miedo no lleva, a la costa de un arroyo llegaron a echar pie a tierra. Desensillaron los pingos y se sentaron en rueda, refiriéndose entre sí infinitas menudencias, porque tiene muchos cuentos y muchos hijos la ausencia. Allí pasaron la noche a la luz de las estrellas, porque ése es un cortinao que lo halla uno donde quiera, y el gaucho sabe arreglarse como ninguno se arregla. El colchón son las caronas, el lomillo es cabecera, el coginillo es blandura, y con el poncho o la jerga, para salvar del rocío se cubre hasta la cabeza. Tiene su cuchillo al lado, pues la precaución es buena; freno y rebenque a la mano, y, teniendo el pingo cerca, que pa asigurarlo bien la argolla del lazo entierra (aunque el atar con el lazo da del hombre mala idea), se duerme ansí muy tranquilo todita la noche entera; y si es lejos del camino, como manda la prudencia, más siguro que en su rancho uno ronca a pierna suelta, pues en el suelo no hay chinches, y es una cuja camera que no ocasiona disputas y que naides se la niega. Además de eso, una noche la pasa uno como quiera, y las va pasando todas haciendo la mesma cuenta. Y luego los pajaritos al aclarar, lo dispiertan, porque el sueño no lo agarra a quien sin cenar se acuesta. Ansí, pues, aquella noche jue para ellos una fiesta pues todo parece alegre cuando el corazón se alegra. No pudiendo vivir juntos por su estado de pobreza resolvieron separarse, y que cada cual se juera a procurarse un refujio que aliviara su miseria. Y antes de desparramarse para empezar vida nueva, en aquella soledá Martín Fierro con prudencia, a sus hijos y al de Cruz les habló de esta manera: XXXII Un padre que da consejos más que padre es un amigo; ansí, como tal les digo que vivan con precaución: naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo. Yo nunca tuve otra escuela que una vida desgraciada; no estrañen si en la jugada alguna vez me equivoco, pues debe saber muy poco aquél que no aprendió nada. Hay hombres que de su cencia tienen la cabeza llena; hay sabios de todas menas, mas digo, sin ser muy ducho: es mejor que aprender mucho el aprender cosas buenas. No aprovechan los trabajos si no han de enseñarnos nada; el hombre, de una mirada todo ha de verlo al momento: el primer conocimiento es conocer cuándo enfada. Su esperanza no la cifren nunca en corazón alguno; en el mayor infortunio pongan su confianza en Dios; de los hombres, sólo en uno, con gran precaución, en dos. Las faltas no tienen límites como tienen los terrenos, se encuentran en los más buenos y es justo que les prevenga: aquel que defetos tenga disimule los agenos. Al que es amigo, jamás lo dejen en la estacada; pero no Ie pidan nada ni lo aguarden todo de él: siempre el amigo más fiel es una conduta honrada. Ni el miedo ni la codicia es bueno que a uno lo asalten, ansí, no se sobresalten por los bienes que perezcan; al rico nunca le ofrezcan y al pobre jamás le falten. Bien lo pasa hasta entre pampas el que respeta a la gente; el hombre ha de ser prudente para librarse de enojos; cauteloso entre los flojos, moderado entre valientes. El trabajar es la ley, porque es preciso alquirir; no se espongan a sufrir una triste situación: sangra mucho el corazón del que tiene que pedir. Debe trabajar el hombre para ganarse su pan; pues la miseria, en su afán de perseguir de mil modos, Ilama en la puerta de todos y entra en la del haragán. A ningún hombre amenacen porque naides se acobarda; poco en conocerlo tarda quien amenaza imprudente, que hay un peligro presente y otro peligro se aguarda. Para vencer un peligro, salvar de cualquier abismo, por esperencia lo afirmo: mas que el sable y que la lanza suele servir la confianza que el hombre tiene en si mismo. Nace el hombre con la astucia que ha de servirle de guía; sin ella sucumbiría; pero, sigún mi esperencia, se vuelve en unos prudencia y en los otros picardía. Aprovecha la ocasión el hombre que es diligente; y ténganló bien presente si al compararla no yerro: la ocasión es como el fierro, se ha de machacar caliente. Muchas cosas pierde el hombre que a veces las vuelve a hallar; pero les debo enseñar, y es bueno que lo recuerden: si la vergüenza se pierde jamás se vuelve a encontrar. Los hermanos sean unidos, porque ésa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de ajuera. Respeten a los ancianos, el burlarlos no es hazaña; si andan entre gente estraña deben ser muy precavidos, pues por igual es tenido quien con malos se acompaña. La cigüeña, cuando es vieja pierde la vista, y procuran cuidarla en su edá madura todas sus hijas pequeñas: apriendan de las cigüeñas este ejemplo de ternura. Si les hacen una ofensa, aunque la echen en olvido vivan siempre prevenidos; pues ciertamente sucede que hablará muy mal de ustedes aquél que los ha ofendido. El que obedeciendo vive nunca tiene suerte blanda; mas con su soberbia agranda el rigor en que padece: obedezca el que obedece y será bueno el que manda. Procuren de no perder ni el tiempo ni la vergüenza; como todo hombre que piensa procedan siempre con juicio, y sepan que ningún vicio acaba donde comienza. Ave de pico encorvado le tiene al robo afición; pero el hombre de razón no roba jamás un cobre, pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón. El hombre no mate al hombre ni pelée por fantasía; tiene en la desgracia mía un espejo en que mirarse: saber el hombre guardarse es la gran sabiduría. La sangre que se redama no se olvida hasta la muerte; la impresión es de tal suerte, que a mi pesar, no lo niego, cái como gotas de fuego en la alma del que la vierte. Es siempre, en toda ocasión, el trago el pior enemigo; con cariño se los digo, recuérdenló con cuidado: aquél que ofiende embriagado merece doble castigo. Si se arma algún revolutis siempre han de ser los primeros; no se muestren altaneros aunque la razón les sobre: en la barba de los pobres aprienden pa ser barberos. Si entriegan su corazón a alguna mujer querida, no le hagan una partida que la ofienda a la mujer: siempre los ha de perder una mujer ofendida. Procuren, si son cantores, el cantar con sentimiento, no tiemplen el estrumento por solo el gusto de hablar, y acostúmbrensé a cantar en cosas de jundamento. Y les doy estos consejos, que me ha costado alquirirlos, porque deseo dirijirlos; pero no alcanza mi cencia hasta darles la prudencia que precisan pa seguirlos. Estas cosas y otras muchas, medité en mis soledades; sepan que no hay falsedades ni error en estos consejos: es de la boca de un viejo de ande salen las verdadcs. XXXIIl Después a los cuatro vientos los cuatro se dirijieron; una promesa se hicieron que todos debían cumplir; mas no la puedo decir, pues secreto prometieron. Les advierto solamente y esto a ninguno le asombre pues muchas veces el hombre tiene que hacer de ese modo convinieron entre todos en mudar allí de nombre. Sin ninguna intención mala lo hicieron, no tengo duda; pero es la verdá desnuda, siempre suele suceder: aquél que su nombre muda tiene culpas que esconder. Y ya dejo el estrumento conque he divertido a ustedes; todos conocerlo pueden que tuve costancia suma: éste es un botón de pluma que no hay quien lo desenriede. Con mi deber he cumplido y ya he salido del paso: pero diré, por si acaso, pa que me entiendan los criollos: todavía me quedan rollos por si se ofrece dar lazo. Y con esto me despido sin espresar hasta cuándo: siempre corta por lo blando el que busca lo siguro; mas yo corto por lo duro, y ansí he de seguir cortando. Vive el águila en su nido, el tigre vive en la selva, el zorro en la cueva agena, y, en su destino incostante, sólo el gaucho vive errante donde la suerte lo lleva. Es el pobre en su orfandá de la fortuna el desecho porque naides toma a pechos el defender a su raza; debe el gaucho tener casa escuela, iglesia y derechos. Y han de concluír algún día estos enriedos malditos; la obra no la facilito porque aumentan el fandango los que están, como el chimango, sobre el cuero y dando gritos. Mas Dios ha de permitir que esto llegue a mejorar, pero se ha de recordar para hacer bien el trabajo que el fuego, pa calentar, debe ir siempre por abajo. En su ley está el de arriba si hace lo que le aproveche; de sus favores sospeche hasta el mesmo que lo nombra: siempre es dañosa la sombra del árbol que tiene leche. Al pobre al menor descuido lo levantan de un sogazo; pero yo compriendo el caso y esta consecuencia saco: el gaucho es el cuero flaco, da los tientos para el lazo. Y en lo que esplica mi lengua todos deben tener fe; ansí, pues, entiéndanmé, con codicias no me mancho: no se ha de llover el rancho en donde este libro esté. Permítanmé descansar, ¡pues he trabajado tanto! En este punto me planto y a continuar me resisto; éstos son treinta y tres cantos, que es la mesma edá de Cristo. Y gualden estas palabras que les digo al terminar: en mi obra he de continuar hasta dárselá concluida, si el ingenio o si la vida no me llegan a faltar. Y si la vida me falta, ténganló todos por cierto, que el gaucho, hasta en el desierto sentirá en tal ocasión tristeza en el corazón al saber que yo estoy muerto. Pues son mis dichas desdichas, las de todos mis hermanos; ellos guardarán ufanos en su corazón mi historia; me tendrán en su memoria para siempre mis paisanos. Es la memoria un gran don, calidá muy meritoria; y aquéllos que en esta historia sospechen que les doy palo, sepan que olvidar lo malo también es tener memoria. Mas naides se crea ofendido, pues a ninguno incomodo; y si canto de este modo por encontrarlo oportuno, NO ES PARA MAL DE NINGUNO SINO PARA BIEN DE TODOS.
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