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LA VUELTA DE MARTIN FIERRO

(vigésima cuarta hasta la trigésima tercera parte)



XXIV

Me le escapé con trabajo
en diversas ocasiones;
era de los adulones,
me puso mal con el Juez;
hasta que, al fin, una vez
me agarró en las eleciones.

Ricuerdo que esa ocasión
andaban listas diversas;
las opiniones dispersas
no se podían arreglar:
decian que el Juez, por triunfar,
hacía cosas muy perversas.

Cuando se riunió la gente
vino a ploclamarla el ñato;
diciendo, con aparato,
"que todo andaría muy mal,
"si pretendía cada cual
"votar por un candilato".

Y quiso al punto quitarme
la lista que yo llevé;
mas yo se la mesquiné
y ya me gritó... "Anarquista,
"has de votar por la lista
"que ha mandao el Comiqué."

Me dio vergüenza de verme
tratado de esa manera;
y como si uno se altera
ya no es fácil de que ablande,
le dije "Mande el que mande
"yo he de votar por quien quiera".

"En las carpetas de juego
"y en la mesa eletoral
"a todo hombre soy igual;
"respeto al que me respeta
"pero el naipe y la boleta
"naides me lo ha de tocar."

Ahi no más ya me cayó
a sable la polecía;
aunque era una picardía
me decidí a soportar,
y no los quise peliar
por no perderme, ese día.

Atravesao me agarró
y se aprovechó aquel ñato,
dende que sufrí ese trato
no dentro donde no quepo:
fi a jinetiar en el cepo
por cuestión de candilatos.

Injusticia tan notoria
no la soporté de flojo;
una venda de mis ojos

vino el suceso a voltiar:
vi que teníamos que andar
como perro con tramojo.

Dende aquellas eleciones
se siguió el batiburrillo;
aquel se volvió un ovillo
del que no había ni noticia:
¡Es señora la justicia...
y anda en ancas del más pillo!

XXV

Después de muy pocos días,
tal vez por no dar espera
y que alguno no se fuera,
hicieron citar la gente
pa riunir un contingente
y mandar a la frontera.

Se puso arisco el gauchaje;
la gente está acobardada;
salió la partida armada
y trujo como perdices
unos cuantos infelices
que entraron en la voltiada.


Decía el ñato con soberbia:
"Esta es una gente indina;
"yo los rodié a la sordina,
"no pudieron escapar;
"y llevaba orden de arriar
"todito lo que camina."

Cuando vino el comendante
dijieron: "¡Dios nos asista!"
llegó y les clavó la vista,
yo estaba haciéndomé el sonzo,
le echó a cada uno un responso
y ya lo plantó en la lista.

"Cuadráte, le dijo a un negro,
te estás haciendo el chiquito
cuando sos el más maldito
que se encuentra en todo el pago;
un servicio es el que te hago
y por eso te remito."

A OTRO

"Vos no cuidás tu familia
ni le das los menesteres;
visitás otras mujeres
y es preciso, calabera,
que aprendás en la frontera
a cumplir con tus deberes."

A OTRO

"Vos también sos trabajoso;
cuando es preciso votar
hay que mandarte llamar
y siempre andás medio alzao,
sos un desubordinao
y yo te voy a filiar "

A OTRO

"¿Cuánto tiempo hace que vos
andas en este partido?
¿Cuántas veces has venido
a la citación del Juez?
No te he visto ni una vez,
has de ser algún perdido."

A OTRO

"Este es otro barullero
que pasa en la pulpería
predicando noche y día
y anarquizando a la gente;
irás en el contingente
por tamaña picardía."

        
A OTRO

"Dende la anterior remesa
vos andás medio perdido;
la autoridá no ha podido
jamás hacerte votar:
cuando te mandan llamar
te pasás a otro partido."

A OTRO

"Vos siempre andás de florcita,
no tenés renta ni oficio;
no has hecho ningún servicio,
no has votado ni una vez:
marchá... para que dejés
de andar haciendo perjuicio."

A OTRO

"Dame vos tu papeleta,
yo te la voy a tener;
ésta queda en mi poder,
después la recogerás,
y ansí si te resertás
todos te pueden prender."

A OTRO

"Vos, porque sos ecetuao
ya te querés sulevar;
no vinistes a votar
cuando hubieron eleciones:
no te valdrán eseciones,
yo te voy a enderezar."

Y a este por este motivo
y a otro por otra razón,
toditos, en conclusión,
sin que escapara ninguno,
fueron pasando uno a uno
a juntarse en un rincón.


Y allí las pobres hermanas,
las madres y las esposas
redamaban cariñosas
sus lágrimas, de dolor,
pero gemidos de amor
no remedian estas cosas.

Nada importa que una madre
se desespere o se queje;
que un hombre a su mujer deje
en el mayor desamparo;
hay que callarse, o es claro,
que lo quiebran por el eje.


Dentran después a empeñarse
con este o aquel vecino;
y como en el masculino
el que menos corre vuela,
deben andar con cautela
las pobres, me lo imagino.

Muchas al Juez acudieron,
por salvar de la jugada;
él les hizo una cuerpiada,
y por mostrar su inocencia,
les dijo: "Tengan pacencia
"pues yo no puedo hacer nada."

Ante aquella autoridá
permanecían suplicantes;
y después de hablar bastante,
"yo me lavo, dijo el Juez,
"como Pilatos, los pies:
"esto lo hace el Comendante."

De ver tanto desamparo
el corazón se partía;
había madre que salía
con dos, tres hijos o más.
por delante y por detrás,
y las maletas vacías.

¿Dónde irán, pensaba yo,
a perecer de miseria?
Las pobres si de esta feria
hablan mal, tienen razón;
pues hay bastante materia
para tan justa aflición.

XXVI

Cuando me llegó mi turno
dije entre mí: "¡Ya me toca!"
y aunque mi falta era poca,
no sé porqué me asustaba;
les asiguro que estaba
con el Jesús en la boca.

Me dijo que yo era un vago,
un jugador, un perdido;
que dende que fi al partido
andaba de picaflor;
que había de ser un bandido
como mi antesucesor.

Puede que uno tenga un vicio,
y que de él no se reforme
mas naides está conforme
con recibir ese trato:
yo conocí que era el ñato
quien le había dao los informes.


Me dentró curiosidá,
al ver que de esa manera
tan siguro me dijiera
que fue mi padre un bandido;
luego lo había conocido,
y yo. ignoraba quién era.

Me empeñé en aviriguarlo;
promesas hice a Jesús
tuve, por fin, una luz,
y supe con alegría
que era el autor de mis días
ei guapo sargento Cruz.

Yo conocía bien su historia
y la tenía muy presente;
sabía que Cruz bravamente,
yendo con una partida,
había jugado la vida
por defender a un valiente.

Y hoy ruego a mi Dios piadoso
que lo mantenga en su gloria
se ha de conservar su historia
en el corazón del hijo:
él al morir me bendijo,
yo bendigo su memoria.

Yo juré tener enmienda
y lo conseguí de veras;
puedo decir ande quiera
que si faltas he tenido
de todas me he corregido
dende que supe quién era.

El que sabe ser buen hijo
a los suyos se parece,
y aquél que a su lado crece
y a su padre no hace honor,
como castigo merece
de la desdicha el rigor.

Con un empeño costante
mis faltas supe enmendar;
todo conseguí olvidar,
pero, por desgracia mía,
el nombre de Picardía
no me lo pude quitar.

Aquél que tiene buen nombre
muchos dijustos ahorra;
y entre tanta mazamorra
no olviden esta alvertencia:
aprendí por esperencia
que el mal nombre no se borra.


XXVII

He servido en la frontera,
en un cuerpo de milicias,
no por razón de justicia,
como sirve cualesquiera.

La bolilla me tocó
de ir a pasar malos ratos
por la facultá del ñato,
que tanto me persiguió.

Y sufrí en aquel infierno
esa dura penitencia,
por una malaquerencia
de un oficial subalterno.

No repetiré las quejas
de lo que se sufre allá;
son cosas muy dichas ya
y hasta olvidadas de viejas.

Siempre el mesmo trabajar,
siempre el mesmo sacrificio,
es siempre el mesmo servicio,
y el mesmo nunca pagar.

Siempre cubiertos de harapos,
siempre desnudos y pobres;
nunca le pagan un cobre
ni le dan jamás un trapo.

Sin sueldo y sin uniforme
lo pasa uno aunque sucumba;
confórmesé con la tumba
y si no... no se conforme.

Pues si usté se ensoberbece
o no anda muy voluntario,
le aplican un novenario
de estacas... que lo enloquecen.

Andan como pordioseros,
sin que un peso los alumbre,
porque han tomao la costumbre
de deberle años enteros.

Siempre hablan de lo que cuesta,
que allá se gasta un platal;
pues yo no he visto ni un rial
en lo que duró la fiesta

Es servicio estrordinario
bajo el fusil y la vara
sin que sepamos qué cara
le ha dao Dios al comisario.


Pues si va a hacer la revista,
se vuelve como una bala,
es lo mesmo que luz mala
para perderse de vista.

Y de yapa cuando va,
todo parece estudiao:
va con meses atrasaos
de gente que ya no está.

Pues ni adrede que lo hagan
podrán hacerlo mejor:
cuando cai, cai con la paga
del contingente anterior.

Porque son como sentencia
para buscar al ausente,
y el pobrc que está presente
que perezca en la indigencia.

Hasta que tanto aguantar
el ligor con que lo tratan,
o se resierta o lo matan,
o lo largan sin pagar.

De ese modo es el pastel
porque el gaucho... ya es un hecho,
no tiene ningún derecho,
ni naides vuelve por él.

¡La gente vive marchita!
Si viera, cuando echan tropa,
les vuela a todos la ropa
que parecen banderitas.

De todos modos lo cargan
y al cabo de tanto andar,
cuando lo largan, lo largan
como pa echarse a la mar.

Si alguna prenda le han dao,
se la vuelven a quitar:
poncho, caballo, recao,
todo tiene que dejar.

Y esos pobres infelices,
al volver a su destino.
salen como unos Longinos
sin tener con que cubrirse.

A mí me daba congojas
el mirarlos de ese modo,
pues el más aviao de todos
es un perejil sin hojas.

Aura poco ha sucedido,
con un invierno tan crudo,
largarlos a pie y desnudos
pa volver a su partido.


Y tan duro es lo que pasa,
que en aquella situación
les niegan un mancarrón
para volver a su casa.

¡Lo tratan como a un infiel!
Completan su sacrificio
no dándolé ni un papel
que acredite su servicio.

Y tiene que regresar
más pobre de lo que jue,
por supuesto a la mercé
del que lo quiere agarrar.

Y no averigüe después
de los bienes que dejó:
de hambre, su mujer vendió
por dos lo que vale diez.

Y como están convenidos
a jugarle manganeta,
a reclamar no se meta
porque ese es tiempo perdido.

Y luego, si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto le cain encima
con la ley de la vagancia.

Y ya es tiempo, pienso yo,
de no dar mas contingente;
si el Gobierno quiere gente,
que la pague y se acabó.

Y saco ansí en conclusión,
en medio de mi inorancia,
que aquí el nacer en estancia
es como una maldición.

Y digo, aunque no me cuadre,
decir lo que naides dijo:
la Provincia es una madre
que no defiende a sus hijos.

Mueren en alguna loma
en defensa de la ley,
o andan lo mesmo que el güey,
arando pa que otros coman.

Y he de decir ansí mismo
porque de adentro me brota,
que no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota.

XXVIII

Se me va por donde quiera
esta lengua del demonio:
voy a darles testimonio
de lo que vi en la frontera.
Yo sé que el único modo
a fin de pasarlo bien,
es decir a todo amén
y jugarle risa a todo.

El que no tiene colchón
en cualquier parte se tiende;
el gato busca el jogón
y ése es mozo que lo entiende.

De aquí comprenderse debe,
aunque yo hable de este modo,
que uno busca su acomodo
siempre, lo mejor que puede.

Lo pasaba como todos
este pobre penitente,
pero salí de asistente
y mejoré en cierto modo.

Pues aunque esas privaciones
causen desesperación
siempre es mejor el jogón
de aquél que carga galones.

De entonces en adelante
algo logré mejorar,
pues supe hacerme lugar
al lado del ayudante.

El se daba muchos aires;
pasaba siempre leyendo;
decían que estaba aprendiendo
pa recebirse de fraile.

Aunque lo pifiaban tanto,
jamás lo vi disgustao;
tenía los ojos paraos
como los ojos de un Santo.

Muy delicao, dormía en cuja,
y no sé por qué sería,
la gente lo aborrecía
y le llamaban LA BRUJA.

Jamás hizo otro servicio
ni tuvo más comisiones
que recebir las raciones
de víveres y de vicios.

Yo me pasé a su jogón
al punto que me sacó,
y ya con él me llevó
a cumplir su comisión.

Estos diablos de milicos
de todo sacan partido:
cuando nos vían riunidos
se limpiaban los hocicos.


Y decían en los jogones
como por chocarrería:
"con la Bruja y Picardía
"van a andar bien las raciones".

A mi no me jue tan mal,
pues mi oficial se arreglaba
les diré lo que pasaba
sobre este particular.

Decían que estaban de acuerdo
la Bruja y el provedor
y que recebía lo pior...
puede ser, pues no era lerdo.

Que a más en la cantidá
pegaba otro dentellón,
y que por cada ración
le entregaban la mitá.

Y que esto lo hacía del modo
como lo hace un hombre vivo:
firmando luego el recibo
ya se sabe, por el todo.

Pero esas murmuraciones
no faltan en campamento;
déjenmé seguir mi cuento,
o historia de las racioncs.

La Bruja las recebía
como se ha dicho, a su modo;
las cargábamos, y todo
se entriega en la mayoría.

Sacan allí en abundancia
lo que Ies toca sacar,
y es justo que han de dejar
otro tanto de ganancia.

Van luego a la compañía,
las recibe el comendante,
el que de un modo abundante
sacaba cuanto quería.

Ansí la cosa liviana,
va mermada por supuesto;
luego se le entrega el resto
al oficial de semana.
¿Araña, quién te arañó?
Otra araña como yo.

Este le pasa al sargento
aquéllo tan reducido,
y como hombre prevenido
saca siempre con aumento.

Esta relación no acabo
si otra menudencia ensarto;
el sargento llama al cabo
para encargarle el reparto.
El también saca primero
y no se sabe turbar:
naides le va a aviriguar
si ha sacado más o menos.

Y sufren tanto bocao
y hacen tantas estaciones,
que ya casi no hay raciones
cuando llegan al soldao.

¡Todo es como pan bendito!
y sucede, de ordinario,
tener que juntarse varios
para hacer un pucherito.

Dicen que las cosas van
con arreglo a la ordenanza;
puede ser, pero no alcanzan,
¡tan poquito es lo que dan!

Algunas veces, yo pienso,
y es muy justo que lo diga,
sólo llegaban las migas
que habían quedao en los lienzos.

Y esplican aquel infierno,
en que uno está medio loco,
diciendo que dan tan poco
porque no paga el Gobierno.

Pero eso yo no lo entiendo,
ni aviriguarlo me meto;
soy inorante completo;
nada olvido y nada apriendo.

Tiene uno que soportar
el tratamiento más vil:
a palos en lo civil,
a sable en lo militar.

El vistuario, es otro infierno;
si lo dan, llega a sus manos
en invierno el de verano
y en el verano el de invierno.

Y yo el motivo no encuentro,
ni la razón que esto tiene;
mas dicen que eso ya viene
arreglao dende adentro.

Y es necesario aguantar
el rigor de su destino:
el gaucho no es argentino
sinó pa hacerlo matar.

Ansí ha de ser, no lo dudo,
y por eso decía un tonto:
"si los han de matar pronto,
"mejor es que estén desnudos."


Pues esa miseria vieja
no se remedia jamás;
todo el que viene detrás
como la encuentra la deja.

Y se hallan hombres tan malos
que dicen de buena gana:
"El gaucho es como la lana
se limpia y compone a palos."

Y es forzoso el soportar
aunque la copa se enllene:
parece que el gaucho tiene
algun pecao que pagar.

XXIX

Esto contó Picardía
y después guardó silencio
mientras todos celebraban
con placer aquel encuentro.

Mas una casualidá,
como que nunca anda lejos,
entre tanta gente blanca
llevó también a un moreno,
presumido de cantor
y que se tenía por bueno.

Y como quien no hace nada,
o se descuida de intento
(pues siempre es muy conocido
todo aquél que busca pleito),
se sentó con toda calma,
y ya le pegó un rajido;
era fantástico el negro,
y para no dejar dudas
medio se compuso el pecho.

Todo el mundo conoció
la intención de aquel moreno:
era claro el desafío
dirigido a Martín Fierro,
hecho con toda arrogancia,
de un modo muy altanero.

Tomó Fierro la guitarra,
pues siempre se halla dispuesto,
y ansí cantaron los dos
en medio de un gran silencio:

XXX

MARTIN FIERRO

Mientras suene el encordao
mientras encuentre el compás,
yo no he de quedarme atrás
sin defender la parada;
y he jurado que jamás
me la han de llevar robada.
Atiendan, pues, los oyentes
y cáyensén los mirones;
a todos pido perdones
pues a la vista resalta
que no está libre de falta
quien no está de tentaciones.

A un cantor le llaman bueno,
cuando es mejor que los piores;
y sin ser de los mejores
encontrándosé dos juntos
es deber de los cantores
el cantar de contrapunto.

El hombre debe mostrarse
cuando la ocasión le llegue;
hace mal el que se niegue
dende que lo sabe hacer,
y muchos suelen tener
vanagloria en que los rueguen.

Cuando mozo fui cantor
-es una cosa muy dicha-
mas la suerte se encapricha
y me persigue costante:
de ese tiempo en adelante
canté mis propias desdichas.

Y aquellos años dichosos
trataré de recordar;
veré si puedo olvidar
tan desgraciada mudanza,
y quien se tenga confianza
tiemple y vamos a cantar.

Tiemple y cantaremos juntos,
trasnochadas no acobardan;
los concurrentes aguardan,
y porque el tiempo no pierdan,
haremos gemir las cuerdas
hasta que las velas no ardan.

Y el cantor que se presiente,
que tenga o no quien lo ampare,
no espere que yo dispare
aunque su saber sea mucho;
vamos en el mesmo pucho
a prenderle hasta que aclare.

Y seguiremos si gusta,
hasta que se vaya el día;
era la costumbre mía
cantar las noches enteras:
había entonces dondequiera
cantores de fantasía.


Y si alguno no se atreve
a seguir la caravana,
o si cantando no gana,
se lo digo sin lisonja:
haga sonar una esponja
o ponga cuerdas de lana.


EL MORENO

Yo no soy, señores míos,
sinó un pobre guitarrero;
pero doy gracias al cielo
porque puedo, en la ocasión,
toparme con un cantor
que esperimente a este negro.

Yo también tengo algo blanco,
pues tengo blancos los dientes;
sé vivir entre las gentes
sin que me tengan en menos:
quien anda en pagos agenos
debe ser manso y prudente.

Mi madre tuvo diez hijos,
los nueve muy regulares;
tal vez por eso me ampare
la Providencia divina:
en los güevos de gallina
el décimo es el más grande.

El negro es muy amoroso,
aunque de esto no hace gala;
nada a su cariño iguala
ni a su tierna voluntá;
es lo mesmo que el macá:
cría los hijos bajo el ala.

Pero yo he vivido libre
y sin depender de naides;
siempre he cruzado los aires
como el pájaro sin nido;
cuanto sé lo he aprendido
porque me lo enseñó un flaire.

Y se como cualquier otro
el porqué retumba el trueno
por qué son las estaciones
del verano y del invierno;
sé también de dónde salen
las aguas que cain del cielo.

Yo sé lo que hay en la tierra
en llegando al mesmo centro;
en dónde se encuentra el oro,
en dónde se encuentra el fierro,
y en dónde viven bramando
los volcanes que echan juego.


Yo sé del fondo del mar
donde los pejes nacieron;
yo sé por qué crece el árbol
y por qué silban los vientos,
cosas que inoran los blancos
las sabe este pobre negro.

Yo tiro cuando me tiran,
cuando me aflojan, aflojo;
no se ha de morir de antojo
quien me convide a cantar:
para conocer a un cojo
lo mejor es verlo andar.

Y si una falta cometo
en venir a esta riunión
echándolá de cantor,
pido perdón en voz alta,
pues nunca se halla una falta
que no esista otra mayor.

De lo que un cantor esplica
no falta que aprovechar,
y se le debe escuchar
aunque sea negro el que cante:
apriende el que es inorante,
y el que es sabio, apriende más.

Bajo la frente más negra
hay pensamiento y hay vida;
la gente escuche tranquila,
no me haga ningún reproche:
también es negra la noche
y tiene estrellas que brillan.

Estoy, pues, a su mandao,
empiece a echarme la sonda
si gusta que le responda,
aunque con lenguaje tosco:
en leturas no conozco
la jota por ser redonda.


MARTIN FERRO

¡Ah negro! Si sos tan sabio
no tengás ningún recelo:
pero has tragao el anzuelo
y, al compás del estrumento,
has de decirme al momento
cuál es el canto del cielo.


EL MORENO

Cuentan que de mi color
Dios hizo al hombre primero;
mas los blancos altaneros,
los mesmos que lo convidan,
hasta de nombrarlo olvidan
y sólo le llaman negro.
Pinta el blanco negro al diablo,
y el negro, blanco lo pinta;
blanca la cara o retinta,
no habla en contra ni en favor:
de los hombres el Criador
no hizo dos clases distintas.

Y después de esta alvertencia,
que al presente viene a pelo,
veré, señores, si puedo,
sigún mi escaso saber,
con claridá responder
cuál es el canto del cielo.

Los cielos lloran y cantan
hasta en el mayor silencio;
lloran cuando cáin las aguas
cantan al silbar los vientos,
lloran cuando cáin las aguas
cantan cuando brama el trueno.


MARTIN FIERRO

Dios hizo al blanco y al negro
sin declarar los mejores;
les mandó iguales dolores
bajo de una mesma cruz;
mas también hizo la luz
pa distinguir los colores.

Ansí ninguno se agravie;
no se trata de ofender,
a todo se ha de poner
el nombre con que se llama
y a naides le quita fama
lo que recibió al nacer.

Y ansí me gusta un cantor
que no se turba ni yerra;
y si en tu saber se encierra
el de los sabios projundos,
decime cuál en el mundo
es el canto de la tierra.


EL MORENO

Es pobre mi pensamiento,
es escasa mi razón,
mas pa dar contestación
mi inorancia no me arredra:
también da chispas la piedra
si la gólpea el eslabón.

Y le daré una respuesta
sigún mis pocos alcances:
forman un canto en la tierra
el dolor de tanta madre,
el gemir de los que mueren
y el llorar de los que nacen.
      
MARTIN FIERRO

Moreno, alvierto que trais
bien dispuesta la garganta
sos varón, y no me espanta
verte hacer esos primores:
en los pájaros cantores
sólo el macho es el que canta.

Y ya que al mundo vinistes
con el sino de cantar,
no te vayás a turbar,
no te agrandes ni te achiques:
es preciso que me espliques
cuál es el canto del mar.


EL MORENO

A los pájaros cantores
ninguno imitar pretiende;
de un don que de otro depende
naides se debe alabar,
pues la urraca apriende a hablar
pero sólo la hembra apriende.

Y ayúdamé ingenio mío
para ganar esta apuesta;
mucho el contestar me cuesta
pero debo contestar:
voy a decirle en respuesta
cual es el canto del mar.

Cuando la tormenta brama,
el mar que todo lo encierra
canta de un modo que aterra,
como si el mundo temblara;
parece que se quejara
de que lo estreche la tierra.


MARTIN FIERRO

Toda tu sabiduría
has de mostrar esta vez;
ganarás sólo que estés
en vaca con algún canto:
la noche tiene su canto,
y me has de decir cuál es.


EL MORENO

No galope, que hay augeros,
le dijo a un guapo un prudente;
le contesto humildemente:
la noche por cantos tiene
esos ruidos que uno siente
sin saber de dónde vienen.


Son los secretos misterios
que las tinieblas esconden;
son los ecos que responden
a la voz del que da un grito,
como un lamento infinito
que viene no sé de dónde.

A las sombras sólo el sol
las penetra y las impone;
en distintas direciones
se oyen rumores inciertos:
son almas de los que han muerto,
que nos piden oraciones.


MARTIN FIERRO

Moreno, por tus respuestas
ya te aplico el cartabón,
pues tenés desposición
y sos estruido de yapa;
ni las sombras se te escapan
para dar esplicación.

Pero cumple su deber
el leal diciendo lo cierto,
y por lo tanto te alvierto
que hemos de cantar los dos,
dejando en la paz de Dios
las almas de los que han muerto.

Y el consejo del prudente
no hace falta en la partida;
siempre ha de ser comedida
la palabra de un cantor:
y áura quiero que me digas
de dóndc nace el amor.


EL MORENO

A pregunta tan escura
trataré de responder,
aunque es mucho pretenter
de un pobre negro de estancia;
mas conocer su inorancia
es principio del saber.

Ama el pájaro en los aires
que cruza por donde quiera,
y si al fin de su carrera
se asienta en alguna rama,
con su alegre canto llama
a su amante compañera.

La fiera ama en su guarida,
de la que es rey y señor;
allí lanza con furor
esos bramidos que espantan,
porque las fieras no cantan:
las fieras braman de amor.
Ama en el fondo del mar
el pez de lindo color:
ama el hombre con ardor,
ama todo cuanto vive;
de Dios vida se recibe,
y donde hay vida, hay amor.


MARTIN FIERRO

Me gusta, negro ladino,
lo que acabás de esplicar;
ya te empiezo a respetar,
aunque al principio me réi,
y te quiero preguntar
lo que entendés por la ley.


EL MORENO

Hay muchas dotorerías
que yo no puedo alcanzar;
dende que aprendí a inorar
de ningún saber me asombro;
mas no ha de llevarme al hombro
quien me convide a cantar.

Yo no soy cantor ladino
y mi habilidá es muy poca;
mas cuando cantar me toca
me defiendo en el combate,
porque soy como los mates:
sirvo si me abren la boca.

Dende que elige a su gusto,
lo más espinoso elige;
pero esto poco me aflige,
y le contesto a mi modo;
la ley se hace para todos,
mas sólo al pobre le rige.

La ley es tela de araña,
en mi inorancia lo esplico:
no la tema el hombre rico,
nunca la tema el que mande,
pues la ruempe el bicho grande
y sólo enrieda a los chicos.

Es la ley como la lluvia:
nunca puede ser pareja;
el que la aguanta se queja,
pero el asunto es sencillo,
la ley es como el cuchillo:
no ofiende a quien lo maneja.

Le suelen llamar espada,
y el nombre le viene bien;
los que la gobiernan ven
a dónde han de dar el tajo:
le cái al que se halla abajo
y corta sin ver a quién.
Hay muchos que son dotores,
y de su cencia no dudo;
mas yo soy un negro rudo,
y, aunque de esto poco entiendo,
estoy diariamente viendo
que aplican la del embudo.


MARTIN FIERRO

Moreno, vuelvo a decirte:
ya conozco tu medida;
has aprovechao la vida
y me alegro de este encuentro;
ya veo que tenés adentro
capital pa esta partida.

Y áura te voy a decir,
porque en mi deber está,
y hace honor a la verdá
quien a la verdá se duebla,
que sos por juera tinieblas
y por dentro claridá.

No ha de decirse jamás
que abusé de tu pacencia;
y en justa correspondencia,
si algo querés preguntar,
podés al punto empezar,
pues ya tenés mi licencia.


EL MORENO


No te trabés, lengua mía,
no te vayas a turbar;
nadie acierta antes de errar
y, aunque la rama se juega,
el que por gusto navega
no debe temerle al mar.

Voy a hacerle mis preguntas,
ya que a tanto me convida;
y vencerá en la partida
si una esplicación me da
sobre el tiempo y la medida,
el peso y la cantidá.

Suya será la vitoria
si es que sabe contestar;
se lo debo declarar
con claridá, no se asombre,
pues hasta áura ningún hombre
me lo ha sabido esplicar.


Quiero saber y lo inoro,
pues en mis libros no está,
y su respuesta vendrá
a servirme de gobierno:
para qué fin el Etemo
ha criado la cantidá.


MARTIN FIERRO

Moreno, te dejás cáir
como carancho en su nido;
ya veo que sos prevenido,
mas también estoy dispuesto;
veremos si te contesto
y si te das por vencido.

Uno es el sol, uno el mundo.
sola y única es la luna;
ansí, han de saber que Dios
no crió cantidá ninguna.
El ser de todos los seres
sólo formó la unidá;
lo demás lo ha criado el hombre
después que aprendió a contar.


EL MORENO

Veremos si a otra pregunta
da una respuesta cumplida:
el ser que ha criado la vida
lo ha de tener en su archivo,
mas yo inoro qué motivo
tuvo al formar la medida.


MARTIN FIERRO

Escuchá con atención
lo que en mi inorancia arguyo:
Ia medida la inventó
el hombre para bien suyo.
Y la razón no te asombre,
pues es fácil presumir:
Dios no tenía que medir
sino la vida del hombre.


EL MORENO

Si no falla su saber
por vencedor lo confieso;
debe aprender todo eso
quien a cantar se detique;
y áura quiero que me esplique
lo que sinifica el peso.


   
MARTIN FIERRO

Dios guarda entre sus secretos
el secreto que eso encierra,
y mandó que todo peso
cayera siempre a la tierra;
y sigún compriendo yo,
dende que hay bienes y males,
fue el peso para pesar
las culpas de los mortales.


EL MORENO

Si responde a esta pregunta
téngasé por vencedor;
doy la derecha al mejor;
y respóndamé al momento:
cuándo formó Dios el tiempo
y por qué lo dividió.


MARTIN FIERRO

Moreno, voy a decir
sigún mi saber alcanza;
el tiempo sólo es tardanza
de lo que está por venir;
no tuvo nunca principio
ni jamás acabará,
porque el tiempo es una rueda,
y rueda es eternidá;
y si el hombre lo divide
sólo lo hace, en mi sentir,
por saber lo que ha vivido
o le resta que vivir.

Ya te he dado mis respuestas,
mas no gana quien despunta:
si tenés otra pregunta
o de algo te has olvidao,
siempre estoy a tu mandao
para sacarte de dudas.

No procedo por soberbia
ni tampoco por jatancia,
mas no ha de faltar costancia
cuando es preciso luchar;
y te convido a cantar
sobre cosas de la Estancia.

Ansí prepará, moreno,
cuanto tu saber encierre;
y sin que tu lengua yerre,
me has de decir lo que empriende
el que del tiempo depende,
en los meses que train erre.



EL MORENO

De la inorancia de naides
ninguno debe abusar;
y aunque me puede doblar
todo el que tenga más arte,
no voy a ninguna parte
a dejarme machetiar.

He reclarao que en leturas
soy redondo como jota;
no avergüence mi redota,
pues con claridá le digo:
no me gusta que conmigo
naides juege a la pelota.

Es buena ley que el más lerdo
debe perder la carrera;
ansí le pasa a cualquiera,
cuando en competencia se halla
un cantor de media talla
con otro de talla entera.

¿No han visto en medio del campo
al hombre que anda perdido,
dando güeltas afligido
sin saber dónde rumbiar?
Ansí le suele pasar
a un pobre cantor vencido.

También los árboles crugen
si el ventarrón los azota;
y si aquí mi queja brota
con amargura, consiste
en que es muy larga y muy triste
la noche de la redota.

Y dende hoy en adelante,
pongo de testigo al cielo
para decir sin recelo
que, si mi pecho se inflama,
no cantaré por la fama
sinó por buscar consuelo.

Vive ya desesperado
quien no tiene que esperar;
a lo que no ha de durar
ningun cariño se cobre:
alegrías en un pobre
son anuncios de un pesar.

Y este triste desengaño
me durará mientras viva;
aunque un consuelo reciba
jamás he de alzar el vuelo;
quien no nace para el cielo
de balde es que mire arriba.


Y suplico a cuantos me oigan
que me permitan decir
que al decidirme a venir
no sólo jue por cantar,
sinó porque tengo a más
otro deber que cumplir.

Ya saben que de mi madre
fueron diez los que nacieron;
mas ya no esiste el primero
y más querido de todos:
murió, por injustos modos,
a manos de un pendenciero.

Los nueve hermanos restantes
como güérfanos quedamos;
dende entonces lo lloramos
sin consuelo, créanmenló,
y al hombre que lo mató
nunca jamás lo encontramos.

Y queden en paz los güesos
de aquel hermano querido;
a moverlos no he venido,
mas, si el caso se presienta,
espero en Dios que esta cuenta
se arregle como es debido.

Y si otra ocasión payamos
para que esto se complete,
por mucho que lo respete
cantaremos, si le gusta,
sobre las muertes injustas
que algunos hombres cometen.

Y aquí, pues, señores míos,
diré, como en despedida,
que todavía andan con vida
Ios hermanos del dijunto,
que recuerdan este asunto
y aquella muerte no olvidan.

Y es misterio tan projundo
lo que está por suceder,
que no me debo meter
a echarla aquí de adivino:
lo que decida el destino
después lo habrán de saber.


MARTIN FIERRO

Al fin cerrastes el pico
después de tanto charlar;
ya empesaba a maliciar
al verte tan entonao,
que tráias un embuchao
y no lo querías largar.


Y ya que nos conocemos,
basta de conversación;
para encontrar la ocasión
no tienen que darse priesa:
ya conozco yo que empiesa
otra clase de junción.

Yo no sé lo que vendrá,
tampoco soy adivino;
pero firme en mi camino
hasta el fin he de seguir:
todos tienen que cumplir
con la ley de su destino.

Primero fue la frontera
por persecución de un juez,
los indios fueron después,
y, para nuevos estrenos,
ahora son estos morenos
pa alivio de mi vejez.

La madre echó diez al mundo,
lo que cualquiera no hace;
y tal vez de los diez pase
con iguales condiciones:
la mulita pare nones,
todos de la mesma clase.

A hombre de humilde color
nunca sé facilitar;
cuando se llega a enojar
suele ser de mala entraña;
se vuelve como la araña,
siempre dispuesta a picar.

Yo he conocido a toditos
los negros más peliadores;
había algunos superiores
de cuerpo y de vista... ¡aijuna!
Si vivo, les daré una...
historia de las mejores.

Mas cada uno ha de tirar
en el yugo en que se vea;
yo ya no busco peleas,
las contiendas no me gustan;
pero ni sombras me asustan
ni bultos que se menean.

La créia ya desollada,
mas todavía falta el rabo,
y por lo visto no acabo
de salir de esta jarana;
pues esto es lo que se llama
remachárselé a uno el clavo.

XXXI

Y después de estas palabras,
que ya la intención revelan,
procurando los presentes
que no se armara pendencia,
se pusieron de por medio
y la cosa quedó quieta.
Martín Fierro y los muchachos,
evitando la contienda,
montaron y paso a paso
como el que miedo no lleva,
a la costa de un arroyo
llegaron a echar pie a tierra.
Desensillaron los pingos
y se sentaron en rueda,
refiriéndose entre sí
infinitas menudencias,
porque tiene muchos cuentos
y muchos hijos la ausencia.
Allí pasaron la noche
a la luz de las estrellas,
porque ése es un cortinao
que lo halla uno donde quiera,
y el gaucho sabe arreglarse
como ninguno se arregla.
El colchón son las caronas,
el lomillo es cabecera,
el coginillo es blandura,
y con el poncho o la jerga,
para salvar del rocío
se cubre hasta la cabeza.
Tiene su cuchillo al lado,
pues la precaución es buena;
freno y rebenque a la mano,
y, teniendo el pingo cerca,
que pa asigurarlo bien
la argolla del lazo entierra
(aunque el atar con el lazo
da del hombre mala idea),
se duerme ansí muy tranquilo
todita la noche entera;
y si es lejos del camino,
como manda la prudencia,
más siguro que en su rancho
uno ronca a pierna suelta,
pues en el suelo no hay chinches,
y es una cuja camera
que no ocasiona disputas
y que naides se la niega.
Además de eso, una noche
la pasa uno como quiera,
y las va pasando todas
haciendo la mesma cuenta.
Y luego los pajaritos
al aclarar, lo dispiertan,
porque el sueño no lo agarra
a quien sin cenar se acuesta.
Ansí, pues, aquella noche
jue para ellos una fiesta
pues todo parece alegre
cuando el corazón se alegra.
No pudiendo vivir juntos
por su estado de pobreza
resolvieron separarse,
y que cada cual se juera
a procurarse un refujio
que aliviara su miseria.
Y antes de desparramarse
para empezar vida nueva,
en aquella soledá
Martín Fierro con prudencia,
a sus hijos y al de Cruz
les habló de esta manera:

XXXII

Un padre que da consejos
más que padre es un amigo;
ansí, como tal les digo
que vivan con precaución:
naides sabe en qué rincón
se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada;
no estrañen si en la jugada
alguna vez me equivoco,
pues debe saber muy poco
aquél que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho:
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas buenas.

No aprovechan los trabajos
si no han de enseñarnos nada;
el hombre, de una mirada
todo ha de verlo al momento:
el primer conocimiento
es conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifren
nunca en corazón alguno;
en el mayor infortunio
pongan su confianza en Dios;
de los hombres, sólo en uno,
con gran precaución, en dos.

Las faltas no tienen límites
como tienen los terrenos,
se encuentran en los más buenos
y es justo que les prevenga:
aquel que defetos tenga
disimule los agenos.

Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada;
pero no Ie pidan nada
ni lo aguarden todo de él:
siempre el amigo más fiel
es una conduta honrada.


Ni el miedo ni la codicia
es bueno que a uno lo asalten,
ansí, no se sobresalten
por los bienes que perezcan;
al rico nunca le ofrezcan
y al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa hasta entre pampas
el que respeta a la gente;
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos;
cauteloso entre los flojos,
moderado entre valientes.

El trabajar es la ley,
porque es preciso alquirir;
no se espongan a sufrir
una triste situación:
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su afán
de perseguir de mil modos,
Ilama en la puerta de todos
y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacen
porque naides se acobarda;
poco en conocerlo tarda
quien amenaza imprudente,
que hay un peligro presente
y otro peligro se aguarda.

Para vencer un peligro,
salvar de cualquier abismo,
por esperencia lo afirmo:
mas que el sable y que la lanza
suele servir la confianza
que el hombre tiene en si mismo.

Nace el hombre con la astucia
que ha de servirle de guía;
sin ella sucumbiría;
pero, sigún mi esperencia,
se vuelve en unos prudencia
y en los otros picardía.

Aprovecha la ocasión
el hombre que es diligente;
y ténganló bien presente
si al compararla no yerro:
la ocasión es como el fierro,
se ha de machacar caliente.


Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar;
pero les debo enseñar,
y es bueno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde
jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos,
porque ésa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos,
el burlarlos no es hazaña;
si andan entre gente estraña
deben ser muy precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se acompaña.

La cigüeña, cuando es vieja
pierde la vista, y procuran
cuidarla en su edá madura
todas sus hijas pequeñas:
apriendan de las cigüeñas
este ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,
aunque la echen en olvido
vivan siempre prevenidos;
pues ciertamente sucede
que hablará muy mal de ustedes
aquél que los ha ofendido.

El que obedeciendo vive
nunca tiene suerte blanda;
mas con su soberbia agranda
el rigor en que padece:
obedezca el que obedece
y será bueno el que manda.

Procuren de no perder
ni el tiempo ni la vergüenza;
como todo hombre que piensa
procedan siempre con juicio,
y sepan que ningún vicio
acaba donde comienza.

Ave de pico encorvado
le tiene al robo afición;
pero el hombre de razón
no roba jamás un cobre,
pues no es vergüenza ser pobre
y es vergüenza ser ladrón.


El hombre no mate al hombre
ni pelée por fantasía;
tiene en la desgracia mía
un espejo en que mirarse:
saber el hombre guardarse
es la gran sabiduría.

La sangre que se redama
no se olvida hasta la muerte;
la impresión es de tal suerte,
que a mi pesar, no lo niego,
cái como gotas de fuego
en la alma del que la vierte.

Es siempre, en toda ocasión,
el trago el pior enemigo;
con cariño se los digo,
recuérdenló con cuidado:
aquél que ofiende embriagado
merece doble castigo.

Si se arma algún revolutis
siempre han de ser los primeros;
no se muestren altaneros
aunque la razón les sobre:
en la barba de los pobres
aprienden pa ser barberos.

Si entriegan su corazón
a alguna mujer querida,
no le hagan una partida
que la ofienda a la mujer:
siempre los ha de perder
una mujer ofendida.

Procuren, si son cantores,
el cantar con sentimiento,
no tiemplen el estrumento
por solo el gusto de hablar,
y acostúmbrensé a cantar
en cosas de jundamento.

Y les doy estos consejos,
que me ha costado alquirirlos,
porque deseo dirijirlos;
pero no alcanza mi cencia
hasta darles la prudencia
que precisan pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchas,
medité en mis soledades;
sepan que no hay falsedades
ni error en estos consejos:
es de la boca de un viejo
de ande salen las verdadcs.

  
XXXIIl

Después a los cuatro vientos
los cuatro se dirijieron;
una promesa se hicieron
que todos debían cumplir;
mas no la puedo decir,
pues secreto prometieron.

Les advierto solamente
y esto a ninguno le asombre
pues muchas veces el hombre
tiene que hacer de ese modo
convinieron entre todos
en mudar allí de nombre.

Sin ninguna intención mala
lo hicieron, no tengo duda;
pero es la verdá desnuda,
siempre suele suceder:
aquél que su nombre muda
tiene culpas que esconder.

Y ya dejo el estrumento
conque he divertido a ustedes;
todos conocerlo pueden
que tuve costancia suma:
éste es un botón de pluma
que no hay quien lo desenriede.

Con mi deber he cumplido
y ya he salido del paso:
pero diré, por si acaso,
pa que me entiendan los criollos:
todavía me quedan rollos
por si se ofrece dar lazo.

Y con esto me despido
sin espresar hasta cuándo:
siempre corta por lo blando
el que busca lo siguro;
mas yo corto por lo duro,
y ansí he de seguir cortando.
Vive el águila en su nido,
el tigre vive en la selva,
el zorro en la cueva agena,
y, en su destino incostante,
sólo el gaucho vive errante
donde la suerte lo lleva.


Es el pobre en su orfandá
de la fortuna el desecho
porque naides toma a pechos
el defender a su raza;
debe el gaucho tener casa
escuela, iglesia y derechos.

Y han de concluír algún día
estos enriedos malditos;
la obra no la facilito
porque aumentan el fandango
los que están, como el chimango,
sobre el cuero y dando gritos.

Mas Dios ha de permitir
que esto llegue a mejorar,
pero se ha de recordar
para hacer bien el trabajo
que el fuego, pa calentar,
debe ir siempre por abajo.

En su ley está el de arriba
si hace lo que le aproveche;
de sus favores sospeche
hasta el mesmo que lo nombra:
siempre es dañosa la sombra
del árbol que tiene leche.

Al pobre al menor descuido
lo levantan de un sogazo;
pero yo compriendo el caso
y esta consecuencia saco:
el gaucho es el cuero flaco,
da los tientos para el lazo.

Y en lo que esplica mi lengua
todos deben tener fe;
ansí, pues, entiéndanmé,
con codicias no me mancho:
no se ha de llover el rancho
en donde este libro esté.

Permítanmé descansar,
¡pues he trabajado tanto!
En este punto me planto
y a continuar me resisto;
éstos son treinta y tres cantos,
que es la mesma edá de Cristo.
Y gualden estas palabras
que les digo al terminar:
en mi obra he de continuar
hasta dárselá concluida,
si el ingenio o si la vida
no me llegan a faltar.

Y si la vida me falta,
ténganló todos por cierto,
que el gaucho, hasta en el desierto
sentirá en tal ocasión
tristeza en el corazón
al saber que yo estoy muerto.
Pues son mis dichas desdichas,
las de todos mis hermanos;
ellos guardarán ufanos
en su corazón mi historia;
me tendrán en su memoria
para siempre mis paisanos.

Es la memoria un gran don,
calidá muy meritoria;
y aquéllos que en esta historia
sospechen que les doy palo,
sepan que olvidar lo malo
también es tener memoria.

Mas naides se crea ofendido,
pues a ninguno incomodo;
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno,
NO ES PARA MAL DE NINGUNO
SINO PARA BIEN DE TODOS.

  

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