Motivos para la perfecta consagración a Jesús por María. 

Por San Luis María Grignion de Montfort

1º Motivo. 

Si no es posible concebir empleo más relevante en la tierra que el servicio de Dios; si el menor servidor de Dios es más rico, más poderoso y más noble que todos los reyes y los emperadores de la tierra, a menos que éstos sirvan fielmente a Dios, ¿cuáles no serán las riquezas, el poder y la dignidad del fiel y perfecto cristiano que se sacrifica al servicio de Dios enteramente y sin reserva en cuanto le es posible? Tal es un fiel y amoroso esclavo de Jesús y de María que se ha entregado todo entero, sin reservarse nada para sí, por medio de su Santa Madre, al servicio de este Rey de reyes; todo el oro de la tierra y las bellezas de los cielos no valen nada en comparación suya.

            Esta devoción hace que el esclavo fiel dé sin reserva a Jesús y a María todos sus pensamientos, palabras, acciones y padecimientos de toda la vida; de modo que ya sea que vele o que duerma, ya sea que beba o que coma, o que haga las acciones más grandes o las más pequeñas, siempre se dirá en verdad que lo que hace, aun sin pensar en ello, es para Jesús y para María, en virtud de su ofrenda absoluta.

            No hay ninguna otra práctica por la que se desprenda uno más fácilmente de este espíritu de amor propio que se desliza en las mejores acciones imperceptiblemente, y nuestro buen Jesús concede esta inmensa gracia en recompensa del acto heroico y desinteresado que se ha llevado a efecto, entregándole, por medio de su Santísima Madre, todo el valor de las buenas obras. Si da el céntuplo en este mundo a los que por su amor dejan los bienes exteriores temporales y perecederos, ¿qué céntuplo no dará al que le sacrifique también sus bienes interiores y espirituales?

            Jesús, nuestro gran amigo, se nos ha dado sin reserva, en cuerpo y alma, con sus virtudes, gracias y méritos. Se dispuso totalmente para mí, dice San Bernardo: Me ha ganado enteramente dándose enteramente a mí. ¿No es, pues, acto de justicia y reconocimiento que nosotros le demos todo lo que podamos darle? El ha sido primeramente liberal con nosotros: seámoslo nosotros con El, en justa correspondencia, y Jesucristo será para nosotros durante nuestra vida, en nuestra muerte y por toda la eternidad más generoso aún. Será generoso con los generosos, dice San Germán.

 

Del “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”, de San Luis María Grignion de Montfort, Segunda Parte, II ‘Motivos de esta perfecta Consagración’, Primer motivo, §135- 138.  

 

2º Motivo. 

Segundo motivo, que nos muestra que es justo en sí mismo y ventajoso para los cristianos el consagrarse por entero a la Santísima Virgen, para entregarse así con más perfección a Jesucristo.

            Este buen Señor no ha despreciado de estar encerrado en el seno de la Santísima Virgen como un esclavo de amor, y de vivir sometido y obediente a Ella durante 30 años. En esto es en lo que, repito, se pierde el espíritu humano al reflexionar seriamente en esta conducta de la Sabiduría encarnada, que no ha querido, por más que pudiera hacerlo, darse directamente a los hombres, sino por medio de la Santísima Virgen; que no ha querido venir al mundo en la edad de un hombre perfecto e independiente de otro, sino como débil y pequeño niño, dependiente de los cuidados y de la asistencia de su Santísima Madre.

            Esta sabiduría infinita, que tenía un deseo inmenso de glorificar a Dios, su Padre, y de salvar a los hombres, no ha hallado medio más perfecto y más corto para hacerlo que someterse en todo a la Santísima Virgen, no sólo durante los 8, 10 o 15 primeros años de su vida, sino durante 30 años, y ha dado más gloria a Dios, su Padre, en este espacio de tiempo de sumisión y de dependencia de la Santísima Virgen, que aquel que le hubiese dado empleando estos 30 años en hacer prodigios, en predicar por toda la tierra, en convertir a todos los hombres: ya que, si hubiese creído esto otro más perfecto, lo hubiese realizado. ¡Oh, cuán grandemente se glorifica a Dios sometiéndose a María, a ejemplo de Jesús!

            Teniendo a nuestra vista este modelo tan visible y tan conocido de todo el mundo, ¿no seríamos unos insensatos en esperar hallar un medio más perfecto y más corto de glorificar a Dios que el de someternos a María, a imitación de su hijo –y Señor nuestro- Jesucristo?

 

María y la Santísima Trinidad.

 

            Recuérdese ahora, a favor de la dependencia que debemos tener de la Santísima Virgen, la dependencia que nos da el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

            El Padre no nos ha dado ni nos da a su Hijo sino por medio de María, ni adquiere hijos adoptivos sino por María, y no comunica sus gracias sino por María; Dios Hijo ha sido formado para todo el mundo por Ella, se forma diariamente y nace en las almas por Ella, en unión del Espíritu Santo, y comunica sus méritos y sus virtudes por Ella. El Espíritu Santo ha formado a Jesucristo por María, y forma los miembros de su cuerpo místico por Ella, dispone de sus dones y sus favores por su medio. ¿Podríamos en una extrema ceguera, desviarnos de María, es decir, no consagrándonos a Ella, no dependiendo de Ella para ir a Dios y para sacrificarnos a Dios?

 

María según textos de Padres.

 

            He aquí algunos textos de Padres que he escogido para probar lo dicho.

-         Dos son los hijos de María: el hombre Dios y el puro hombre; María es madre corporal de uno, espiritual del otro. San Buenaventura y Orígenes.

-         Esta es la voluntad de Dios, que nos quiso tener enteramente por María; y así cualquier esperanza, cualquier gracia, cualquier salvación, sabemos que dimana de Ella. San Bernardo.

-         Todos los dones, virtudes y gracias del Espíritu Santo, cuántos quiere, cuándo quiere, según su voluntad, son administrados por sus manos. San Bernardino.

-         Porque eras indigno de que se te diese (Cristo) se dio a María, para que por Ella recibieses todo lo que tuvieses. San Bernardo.

 

Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias inmediatamente de su mano, dice San Bernardo, las da a María para que nosotros adquiramos por Ella todo lo que quiere darnos, y cifra también su gloria en recibir de manos de María el reconocimiento, el respeto y el amor de que le somos deudores por sus beneficios.

            Es, pues, muy justo que imitemos esta conducta de Dios, para que, como dice el mismo San Bernardo, la gracia torne a su Autor por el mismo canal que nos la ha transmitido. Esto es lo que nuestra devoción verifica: se ofrece y se consagra todo lo que uno es y todo lo que se posee a la Santísima Virgen, a fin de que Nuestro Señor reciba por su mediación la gloria y el reconocimiento que se le debe; reconociéndose indigno e incapaz de acercarse el cristiano a la Majestad infinita por sí mismo, se vale para ello de la intercesión de la Santísima Virgen.

            Además, es esta práctica de grandísima humildad, virtud que Dios ama sobre todas las demás virtudes. Un alma que se ensalza, rebaja a Dios; un alma que se humilla, ensalza a Dios. Dios resiste a los soberbios y da sus gracias a los humildes; si te abajas creyéndote indigno de aparecer ante Dios y de acercarte a Él, Él desciende y se abaja para venir a ti, para complacerse en ti, y para elevarte a pesar tuyo.

¡Oh, cuánto ama la humildad el corazón de Dios! A esta humildad empeña esta práctica de devoción, puesto que nos enseña a acercarnos a Dios, no por nosotros mismos, por más dulce y misericordioso que Él sea, sino sirviéndonos siempre de la Santísima Virgen, ya sea para comparecer ante Dios, para hablarle, para acercarse a Él, ya sea para ofrecerle una cosa, o para unirse y consagrarse a El.

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Del “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”, de San Luis María Grignion de Montfort, Segunda Parte, II ‘Motivos de esta perfecta Consagración’, Segundo motivo, §139-143.

 

 


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