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Medios
¿Acaso
le queda otra a las disqueras?
La alianza de las disqueras con
ITunes y otros sitios de pague-por-escuchar comienza a resquebrajarse pues alegan que sus utilidades no se han resarcido. ¿Pero acaso queda otra alternativa para una industria que, lentamente, avanza a su desaparición como la conocemos?
FEBRERO, 2006. Parecía el trato ideal. Cuando Steve Jobs propuso a las compañías disqueras un servicio donde los usuarios pagaran 99 centavos de dólar por canción bajada, ello les traería consigo enormes utilidades que veían desaparecer debido al constante intercambio de archivos
peer-to-peer y que había mermado sus ganancias de forma considerable. Las dudas y reticencias no terminaron del todo, pero al final las disqueras aceptaron el acuerdo, tras lo cual nació
ITunes.
Pero a casi tres años, las disqueras quieren disolver el trato o intentan que, al menos, haya un incremento en el costo por bajar canciones. Por ejemplo, Universal alega que "lo mínimo" para ver a sitios como Napster e
ITunes como fuentes financiables sería cobrar 1.50 dólares por canción; así, quien adquiriera 13 archivos musicales pagaría un total de 19 dólares, cantidad que, no coincidentemente, es la que ostentan la mayoría de los CDs de artistas nuevos que están a la venta.
Otra razón que esgrimen las disqueras apunta a lo que llaman singling, esto es, que los usuarios de
ITunes optan abrumadoramente por los sencillos que están de moda e ignoran el resto del álbum, también disponible en el
ITunes. Las quejas son entendibles, por supuesto: la red envió a la obsolescencia el método de
una-o-dos-canciones-buenas-por-doce-regulares con el cual las disqueras habían recaudado millones de dólares. Ahora, el consumidor es mucho más selectivo y sólo escoge lo que le gusta.
Hay un motivo adicional que tiene a las compañías discográficas bastante irritadas, pues debido a esta situación, gran parte del material disponible --esto es, las canciones que no son sencillos-- al final les representan una pérdida en inversión.
Y si no fueran razones suficientes, las disqueras tuvieron en el 2005 un año infernal; la venta de CDs disminuyó un 7.2 por ciento en comparación con el año anterior, con lo cual el descenso en ventas alcanza ya un 21 por ciento desde el año 2000, cuando el Napster ilegal se encontraba en su apogeo.
Curiosamente, al tiempo que exigen que ITunes, Napster u otros servicios de música en línea incrementen sus tarifas por canción, las disqueras no han contemplado siquiera como broma el reducir el costo final de sus CDs en el mercado. Según éstas, no es posible dado que apenas se sale "tablas" con los costos de producción, manufacturación, diseño artístico e impuestos a través del costo actual.
Aquí cabe otra calamidad para las disqueras: desesperadas por detener la piratería, sin avisar al consumidor incluyeron un sistema anticopiado en varios
CDs que vulneró, y en algunos casos inhabilitó, los firewall y otros sistemas de protección. Temerosas de las demandas, las disqueras aceptaron inmdenizar a los usuarios perjudicados pero también dañaron con esa medida a los artistas cuyos álbumes estaban "protegidos", entre ellos Alicia Keys y Neil Diamond: sus discos iban al alza pero al anunciarse los perjuicios del sistema anticopiado, las ventas de desplomaron. |
Para el consumidor, en todos los géneros hay buena música, y el que alguien le guste el hip hop no obligatoriamente significa que vaya a
escuchar esa música toda su vida o que no pueda llegar a gustarle algo
de The Outfield. Las disqueras, aun frente a un peligro de desaparición,
son incapaces de asimilar este criterio. |
Pero tal vez no quede otra alternativa: cada día queda más claro que los álbumes como los conocemos hoy desaparecerán antes del 2010 y la distribución de música nueva se hará mediante transacciones en la red. Ante esa situación ya podemos imaginarnos el golpe letal que ello significará para esos gigantes que, desde el 2003, comenzaron a recortar personal.
¿La culpa? El IPod, claro...
No sólo ITunes es responsable de esta descapitalización. Según las disqueras, también lo son los aditamentos portátiles como el
IPod y, aún más sofisticado, el NaNo, ambos, por cierto, lanzados por Apple Computers.
Hace unos años las disqueras enfrentaron la aparición del Walkman con filosofía, pues finalmente lo que se escuchaba era un cassette adquirido en una tienda, o tal vez la copia de un álbum legítimo. En ambos casos las compañías perdían relativamente poco aunque también hubo una campaña llamada "taping is killing music" (La grabación está matando a la música) aunque al final la gente siguió adquiriendo discos para luego pasarlos a casette.
Aquellos temores se antojan hoy risibles, infantiles, en comparación, y es que los walkman sólo reproducían las canciones pero no podían almacenar cientos de ellas en su interior,
a diferencia de hoy en que el consumidor guarda ahí sólo sus canciones favoritas; pudo haber pagado legalmente por ellas --algo poco probable si hablamos de que un Nano tiene capacidad para
1,500 de ellas-- pero también puede después compartirlas con sus amigos.
Hay otros puntos, algunos de ellos reveladores en cuanto al desconocimiento de las disqueras acerca de los gustos del consumidor. Por ejemplo, insistieron a
ITunes que pidiera a los consumidores llenar un formulario en cuanto a tu tipo de música preferida. Hasta ahí todo bien. Pero al igual que muchos clubs de discos por correo (¿alguien se acuerda de ellos?) sugerían que, una vez escogidos sus géneros, ya no podrían escoger de otra categoría. Obviamente,
ITunes rechazó la petición: ¿por qué alguien a quien le gustara una canción de Metallica o Korn no podría luego bajar algo de Natalie Imbruglia o de un grupo country? Más aún, las disqueras eran las que determinaban los géneros y qué
artistas pertenecían a ellos.
Para el consumidor, en todos los géneros hay buena música, y el que alguien le guste el hip hop no obligatoriamente significa que vaya a escuhar esa música toda su vida o que no pueda llegar a gustarle algo de, digamos, The Outfield. Las disqueras, aun frente a un peligro de desaparición, son incapaces de asimilar este criterio.
Así pues, ¿qué harán las disqueras si dan por terminada su alianza con Jobs? En caso de aumentar el precio por canción, como lo desean, daría como resultado una deserción masiva de consumidores de
ITunes quienes se irían (o regresarían) a la vía ilegal; si no hacen nada la venta de CDs seguirá en picada y si se empeñan en aplastar los sitios que distribuyen música ilegalmente será tan fútil como querer terminar con todos los mosquitos en una selva tropical.
Una de las alternativas es que en el futuro las disqueras únicamente pongan a la venta álbumes con hits de moda, combatan los egos de sus artistas, se olviden de las canciones que no huelan a hit y vendan un disco recopilatario. Aquello daría un golpe letal a la creatividad de sus músicos y compositores --muchas canciones "de relleno" en ocasiones tienen más calidad que los éxitos que escuchamos regularmente--, pero por el momento los ases no están en las mangas de Sony, Universal y BMG, los gigantes víctimas del David cibernético.
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