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   Literatura   Autores vendesueños   Desde Og Mandino hasta Paulo Coelho, las editoriales suelen
  tratarlos con deferencia porque venden, y venden bien; sólo basta visitar un
  estante de libros para comprobarlo. Un vuelo de reconocimiento a lo que otros
  llaman, poco amables, literatura chatarra.   JULIO, 2005. Uno de los autores más
  importantes de América Latina actualmente es Paulo Coelho, quien ha escrito
  más de 20 títulos, todos ellos exitosos, desde su famosísimo El Alquimista
  hasta El Peregrino y La Quinta Montaña, este autor
  brasileño supera las marcas de ventas de otros mucho más laureados que él.
  Sin embargo Coelho permanece encerrado en lo que pudiéramos denominar autores
  vendesueños, esto es, escritores que explotan el tema de la superación
  personal, tema que rara vez abandonan dado lo lucrativo que resulta para las
  editoriales esta clase de libros.   ¿Por qué los autores vendesueños son
  capaces de colocar miles de libros mientras autores de mucho más calidad
  tardan hasta un año en vender su primer centenar de copias? Una respuesta
  podría encontrarse en nuestro bajo nivel de lectura, lo que en cierta manera
  se contrapone al hecho de que Coello ha publicado libros bastante gruesos que
  sin embargo la gente compra. La respuesta, entonces, ronda por otro lado, y
  pudiera radicar en que solemos exigir poco a estos autores y nos conformamos
  con lo que dicen y, tercero, porque lo que nos dicen es, precisamente, lo que
  queremos escuchar. Los autores y motivadores vendesueños tienen una habilidad
  notable para hacernos sentir los amos del universo mientras los leemos o
  escuchamos, pero media hora después, como la comida china, el efecto se
  diluye, algo que con el tiempo se convierte en una adicción que nos satisface
  temporalmente y luego queremos exigir más.   Hay otra explicación: los autores
  vendesueños suelen chantajear al lector con figuras universales con lo cual
  resultaría casi una herejía refutar la calidad de estos libros. Es el caso,
  por ejemplo, del fallecido Og Mandino, el autor vendesueños más celebre de
  los años setenta. Mandino, un ex piloto aviador durante la Segunda Guerra
  Mundial, publicó en 1967 El vendedor más grande del mundo, mismo que
  se convirtió en bestseller. Durante aquellos días Mandino era conocido
  por su modestia y accesibilidad; el problema llegó cuando se intoxicó con su descubrimiento
  pues al vendedor le siguieron la amistad, el milagro, las acciones y el
  asombro, todos con el título más grande del mundo que lo había hecho
  millonario en apenas un par de años. El éxito de Mandino era vender la figura
  de Cristo y lo había hecho de una manera tan hábil que, insistimos, cualquier
  crítica a sus libros a su estilo literario (bastante malo, y traducido al
  español, peor aún) la desviaba hacia su protagonista.   Para fines de los setenta Mandino se había convertido
  en una especie de gurú con seguidores, cédulas de inscripción y clubes
  "para comentar su obra". Y aunque murió  en 1997 su legado perdura pues abundan quienes, con toda
  seriedad, recomiendan a Og Mandino por constituir una "lectura
  constructiva".   Hay veces en que los vendedores de sueños
  suelen maquillar sus obras con el realismo mágico, como es el caso de Carlos
  Castaneda, autor de Las enseñanzas de Don Juan donde narra sus
  encuentros con un chamán en el norte de Sonora y quien la había abierto las
  puertas a un mundo desconocido para la civilización actual. Castaneda, quien
  también murió hace algunos años, solía defender la veracidad de su obra
  aunque el chamán jamás fue encontrado ni nadie supo encontrar el sitio donde
  el autor aseguraba haber estado. "La realidad son solo ilusiones",
  fue la críptica respuesta de Castaneda ante tales cuestionamientos. Las
  secuelas de este autor peruano persisten hoy en sitios como Real de Catorce,
  San Luis Potosí, centro de culto para neohippies, newagers y globalifóbicos
  para quienes el "realismo mágico” es, castanedamente, una ilusión muy
  real.   Otro autor vendesueños popularísimo en los
  noventa fue Miguel Ángel Cornejo, quien acumuló miles de pesos con la palabra
  "excelencia" del mismo modo en que Mandino lo había hecho con sus
  libros. La encomienda de Cornejo era preparar a todos "a ser
  excelentes”, esto es, a recibir las bondades económicas postuladas por el
  gobierno de Carlos Salinas. De 1990 a 1994, años en los cuales el salinismo
  parecía llevarnos a la Tierra Prometida, Cornejo publicó alrededor de 20
  libros, cursos de "excelencia personal" en videocassettes,
  "paquetes de excelencia" para ejecutivos, amas de casa, maestros,
  trabajadores y aun para burócratas pues el gobierno federal contrató sus
  servicios para impartir "cursos de excelencia” en dependencias públicas,
  todo eso sin contar las "conferencias magistrales! que Cornejo ofrecía,
  a un alto costo, por todo el país. También compraba espacios en televisión e
  incluso publicaba su propia revista.   El emporio de Miguel Ángel Cornejo comenzó
  a derrumbarse con la crisis económica del 94 cuando las promesas del
  salinismo se evaporaron y la realidad se impuso a la ilusión. Poco después el
  "promotor de la excelencia" quiso dedicarse, sin éxito, a ser
  analista político.   Otro autor, también desaparecido, fue
  Alonso Lara Castilla, un administrador de empresas a quien sus amigos
  sugirieron publicar lo que solía platicarles en reuniones, El resultado
  fueron varios libros de los cuales Vuelve Maestro y Vuela hacia tu libertad
  se contaron entre los más vendidos de Lna. Editorial Diana. Lara Castilla
  también ofreció varias “conferencias magistrales” por todo el país pero a
  diferencia de Mandino, Cornejo y Castaneda, Lara Castilla evitaba las poses
  de gurú y aun le incomodaban las comparaciones con Mandino; los críticos le
  echaban en cara el acudir constantemente al águila como símbolo de libertad
  (algo que, quizá no casualmente, se le censura a Coello) y de imitar a
  Richard Bach, autor del leidísimo Juan Salvador Gaviota. Actualmente
  la familia de Lara Castilla colecta las regalías de sus libros, que siguen
  vendiéndose intermitentemente.   El promover a Jesucristo como lo hacía Og
  Mandino no era tan malo al final de todo, como tampoco lo es dar a conocer
  las virtudes de los chamanes, como Castaneda, ni la “Excelencia”, como
  Cornejo, no aspirar a la libertad convertido en águila, como Lara Castilla.
  Lo reprobable es cuando un autor vendesueños combina un cóctel
  sentimentaloide y drama telenovelero tachonado de pifias ortográficas (por lo
  menos Lara Castilla escribía aceptablemente) y que, peor aún, sea recomendado
  con caras serias en las escuelas secundarias: los libros de Carlos Cuauhtémoc
  Sánchez.   Este autor había saltado del equipo nacional de
  ciclismo a publicar sus libros, de entre los cuales Un grito desesperado
  pasó a ser bestseller inmediato. Algunos maestros de secundaria lo promueven
  entre sus alumnos quizá sin haberlo leído, lo cual sería aún más grave, pues
  Carlos Cuauthémoc Sánchez acude, con un lenguaje chocante y pretencioso, al
  insulto fácil y dramas familiares de los que, supuestamente, al final brota
  una enseñanza; incluso estos maestros han exigido a sus alumnos que escriban
  composiciones de este y otros libros suyos, hecho que refrenda la pobre
  oferta literaria ofrecida por quienes supuestamente debieran estimular la
  buena lectura en México.                  |