La herramienta de escritura está controlada normalmente por el movimiento de los dedos, mano, muñeca y brazo del escritor. El desarrollo de los objetos de escritorio en Occidente ha venido marcado por la interdependencia entre la demanda y aptitudes del escritor y los materiales de escritura disponibles.
Utensilios antiguos
La forma más antigua de escritura occidental es la cuneiforme, que se realizaba presionando una varilla de tres o cuatro caras sobre barro blando que luego se cocía, quedando señaladas las marcas en forma de cuña. El siguiente avance importante en el campo de los utensilios de escritorio lo constituye el empleo que del pincel, el martillo y el cincel hicieron los griegos. Los escritos encontrados en algunas vasijas griegas antiguas están hechos con pequeños pinceles redondos, y las primeras letras griegas están cinceladas sobre piedra mediante un cincel de metal y un martillo. Ninguna de las formas de escritura griega muestra variación alguna en cuanto al grosor de las líneas de las diferentes letras; los romanos introdujeron variaciones en la anchura de las marcas alfabéticas al utilizar herramientas de filo más ancho.
A principios del siglo I d.C., los objetos de escritorio romanos variaban según la finalidad de los escritos y la superficie utilizada. Los escritos pasajeros y los ejercicios escolares a menudo se realizaban con punzones metálicos u óseos sobre pequeñas tablillas de madera recubiertas de cera. Las letras se iban rascando sobre la superficie encerada con la punta del punzón, mientras que las correcciones se efectuaban con el extremo romo del utensilio.
Las escrituras duraderas se realizaban sobre papiro con una caña afilada y sumergida en tinta. La superficie rugosa del papiro resultaba idónea para este utensilio puntiagudo: la escritura resultante se parece a la encontrada sobre tablillas enceradas. Los pinceles planos y las cañas de punta roma se utilizaban para las superficie pulidas, como ciertas pieles de animales especialmente tratadas (pergamino y vitela), y los revocos o muros de piedra, como el esgrafiado. Las inscripciones se realizaban con martillo y cincel, pero el estilo de tales letras, de trazos tanto gruesos como finos, revela el uso de herramientas de filo ancho.
Plumas
El nacimiento y difusión del cristianismo aumentó la demanda de documentos religiosos escritos. A medida que se fue reduciendo el tamaño de la escritura fueron evolucionando los utensilios y las superficies correspondientes. Los libros en vitela o pergamino vinieron a sustituir a los rollos de papiro y la pluma de cálamo desplazó a la pluma de caña. Aunque los cálamos se pueden hacer con las plumas de las alas externas de cualquier ave, las más preciadas eran las de pato, cisne, cuervo y (más tarde) pavo. Las primeras alusiones a las plumas de cálamos (siglo VI d.C.) proceden del teólogo español San Isidoro de Sevilla; este objeto fue la principal herramienta de escritura durante casi 1.300 años.
Para fabricar un cálamo, primero hay que endurecer la pluma de ave mediante calor o disecación. El cálamo endurecido se corta entonces en bisel con una cortaplumas especial.
Asimismo, hacia el siglo XVIII, el papel había sustituido a la vitela como principal superficie de escritura y ya se producían más escritos para el mundo del comercio que para la Iglesia o la Corona. A lo largo de este período fueron múltiples los intentos para conseguir una herramienta definitiva de escritura que no exigiera estar afilándola. Se intentó con cuernos, caparazones de tortuga y piedras preciosas, pero al fin se utilizó el acero para fabricar puntas de pluma.
Aunque tal vez los romanos conocieran ya las plumas de bronce, la referencia más antigua a las "plumas bronceadas" data de 1465. El calígrafo español del siglo XVI Juan de Yciar menciona las plumas bronceadas para escritos de gran extensión en su manual de escritura de 1548, pero su uso no se difundió hasta principios del siglo XIX. La primera pluma patentada de acero la construyó el ingeniero inglés Bryan Donkin en 1803. Los principales fabricantes ingleses de plumas del siglo pasado fueron William Joseph Gillot, William Mitchell y James Stephen Perry. La pluma de cálamo cayó rápidamente en desuso a lo largo del siglo XIX, sobre todo después de la implantación de la enseñanza pública gratuita para los niños; se ponía mayor énfasis en la enseñanza de la escritura que en la del arte de cortar los cálamos.
Luego se hizo necesario extender el tiempo de humectación de la pluma, eliminando salpicaduras y manchas, como así también mejorar la escritura. Es así como en el año1800 se realiza el primer diseño de lapiceras que poseen sus propias bodegas de tinta.
En 1884 Lewis Waterman, un agente de seguros de Nueva York, patentó la primera pluma estilográfica con depósito de tinta. Waterman inventó un mecanismo que suministraba tinta a la punta del plumín por capilaridad, haciendo que la tinta fluyese de forma uniforme al tiempo que se escribía. En los años 20, la pluma estilográfica ya se había convertido en el principal instrumento para escribir en Occidente y continuó siéndolo hasta la aparición del bolígrafo después de la II Guerra Mundial.
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