Éste es, entre los apócrifos neotestamentarios, el que se le atribuye falsamente a Pedro. Es el más antiguo entre los apocalipsis cristianos. En el año 1887 se halló un fragmento en una tumba de Akhmim. Ha llegado una versión íntegra de este apócrifo en una traducción etíope. Dice el trozo del fragmento de Akhmim más importante que Pedro contempla los castigos de los condenados que siguen a continuación.
Aunque no es un texto reconocido como auténtico por la Iglesia, lo añadimos como muestra de lo que espera a los condenados al infierno. Por mucho que nos empeñemos, resultaría imposible describir ni siquiera una sombra pálida del horror infernal. Es imposible describir lo indescriptible. Sin embargo, puede ser productivo intentarlo. Como decía Santa Teresa "Vayamos al infierno en vida, para no caer en él después de muertos".
«Mas también vi otro lugar, enfrente de aquél, que era todo tiniebla. Y era el lugar de los castigos. Y los allí castigados y los propios ángeles que (les) castigaban, estaban vestidos tan tenebrosamente como (tenebroso) era el aire de aquel lugar.
Y había allí gentes colgadas de la lengua. Eran los blasfemos contra el camino de la justicia. Y bajo ellos ardía un fuego que les atormentaba. Y había un gran mar repleto de cieno ardiente, dentro del cual estaban las gentes que abandonaron el camino de la justicia; y ángeles les torturaban. También había mujeres colgadas de los cabellos sobre el hirviente barro. Eran las que se habían engalanado para cometer
adulterio. En cambio los hombres. que con ellas trabaron relaciones adúlteras colgaban de los pies y metían la cabeza en el cieno, y decían: ˇnunca imagináramos venir a este lugar!
Y vi a los asesinos, junto con sus cómplices, arrojados a un barranco colmado de perversas sabandijas; y eran mordidos por las alimañas aquellas y su tormento les hacía retorcerse. Apretujábanse (tanto) los gusanos aquellos (que parecían) nubarrones negros. Las almas de los asesinados estaban allí contemplando el castigo de sus matadores y decían: ˇOh Dios! ˇJusto es tu juicio!
Cerca de allí vi otro barranco por el cual corrían sangre y excrementos por debajo de los castigados en aquel lugar, formándose un lago. Y allí estaban sentadas mujeres, a las que la sangre llegaba hasta el cuello, y frente a ellas se sentaban muchos niños que habían nacido prematuramente y lloraban. De ellos brotaban rayos que pegaban a las mujeres en los ojos. Eran las que habiendo concebido fuera del matrimonio,
cometieron aborto.
Y otros hombres y mujeres estaban en pie, cubiertos de llamas hasta la cintura; y habían sido arrojados a un tenebroso lugar, y eran azotados por malos espíritus y sus entrañas devoradas sin pausa por gusanos. Eran los que persiguieron a los justos y les denunciaron traidoramente.
Y no lejos de ellos se hallaban más mujeres y hombres que se rasgaban los labios con los dientes y recibían hierro ardiente en los. ojos, como tormento. Eran aquellos que habían blasfemado y hablaron perversamente contra el camino de la justicia.
Y frente a ellos había otros hombres y mujeres más, que con los dientes se rasgaban sus labios y tenían llameante fuego dentro de la boca. Eran los testigos falsos. Y en otro lugar había pedernales puntiagudos como espadas o dardos, y estaban incandescentes; y sobre ellos se revolcaban, como tormento, mujeres y hombres cubiertos de mugrientos harapos. Eran los que habían sido ricos, pero se abandonaron a su
riqueza y no se compadecieron de las viudas ni los huérfanos, sino que desatendieron el mandamiento de Dios.
Y en otro gran mar repleto de pus y sangre e hirviente cieno se erguían hombres y mujeres (metidos allí) hasta la rodilla. Eran los usureros y los que exigieron interés compuesto. Otros hombres y mujeres eran despeñados por fortísimo precipicio; y tan pronto llegaban abajo, eran arrastrados hacía arriba y precípitados nuevamente por sus torturadores; y su tormento no conocía reposo. Eran los que mancharon sus
cuerpos entregándose como mujeres; y las mujeres que con ellos estaban eran las que yacieron unas con otras como hombre con mujer.
Y junto a aquel precipicio había un lugar repleto de poderoso fuego y allí se erguían hombres que se fabricaron con su propia mano ídolos, en lugar de Dios.
Y al lado de éstos había otros hombres y mujeres que tenían barras de rusiente hierro y se golpeaban unos a otros, y no podían detener aquel fustigamiento... Y, cerca, más hombres y mujeres que eran quemados, y asados y dados vuelta (sobre el fuego). Eran los que habían abandonado el camino de Dios.»
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