Quizás pienses que no se puede añadir nada más a lo que ya se ha dicho. Pero el brazo poderoso de Dios seguramente no dejará de castigar a sus enemigos más y más: todos estos dolores descritos hasta ahora, se relacionan generalmente a todos los condenados: pero además de estos dolores generales, hay también otros dolores particulares, que cada condenado sufrirá en clase diversa, según la calidad de su pecado. Y de acuerdo a esta proporción, el arrogante y el orgulloso allí serán rebajados y caerán de su gran confusión. El codicioso será conducido a la gran necesidad: el glotón rabiará con hambre y sed continuas. El lujurioso se quemará en las mismas llamas que el mismo ha encendido. Y los que tienen todas las horas de su vida ocupadas en placeres y pasatiempos, vivirán allí en la lamentación y el dolor continuos.
Pero como los ejemplos tienen mucha fuerza para mover nuestros corazones, traeré solamente uno
para este propósito, para que algo de esta materia pueda ser mejor percibido. Se escribe de cierto
hombre santo, que vio (en espíritu) los dolores de un hombre licencioso y mundano de esta manera:
Primero vio cómo los diablos que estaban presentes en la hora de su muerte, cuando él entregó su
espíritu, arrebataron su alma con gran regocijo, e hicieron con ella un regalo al príncipe de las
tinieblas, que entonces se sentaba en una silla de fuego, esperando la llegada de este presente.
Inmediatamente después de ser presentado ante él, se levantó de su asiento, y dijo al alma maldecida
que él le daría el preeminencia de ese asiento honorable, porque él había sido un hombre de honor, y
fue siempre muy afectuoso a tal honor. En consecuencia después de esto lo colocaron, gritando y
lamentándose en su honorable tormento, allí aparecieron ante él otros dos diablos más feos, y le
ofrecieron una taza llena del licor más amargo y más apestoso imaginable, y le obligaron a bebérselo
todo a la fuerza; le dijeron, has sido un amante de vinos delicados y licores, prueba ahora de este
nuestro vino, esto es lo que utilizamos para beber en este lugar.
Inmediatamente después vinieron otros dos, con dos trompetas ardientes, y las fijaron en sus oídos, y comenzaron a soplar de ellos llamas de fuego, diciendo, esta melodía la tenemos reservada para ti y para los que en el mundo se deleitaron con la trova y las canciones sensuales: y llegaron repentinamente otros diablos, que portaban víboras y serpientes, que lanzaron sobre el pecho y el vientre de ese desgraciado pecador, diciéndole, que como se había deleitado grandemente con los abrazos sensuales y las lujurias impuras de las mujeres, él ahora debe solazarse con estos reptiles repulsivos, en vez de esas lujurias y placeres licenciosos, de los que él tanto había gozado en el mundo. Cuando se castiga al pecador (como dijo el profeta Isaías en el capítulo 47), se da la medida por la medida hasta el fin, de forma que en tan gran variedad y proporción de castigos, el orden y la sabiduría de la justicia de Dios, pudo más claramente manifestarse.
Dios Todopoderoso mostró esta visión en espíritu a este hombre santo para el anuncio y la
instrucción, no significa que en el infierno estas cosas se hagan en conjunto tan materialmente, sino que
a través de ellas podamos entender de una cierta manera la variedad y la multiplicidad de los dolores
que allí aguardan a los condenados. No sé como algunos de los paganos han llegado a tener cierto
conocimiento de todo esto: en un discurso de un poeta sobre esta multiplicidad de los dolores infernales,
afirmaba que en el infierno él tenía cien bocas y otras tantas lenguas, aunque se expresaba con una
voz tan fuerte como el hierro, de forma que no era capaz ni de expresar su propio nombre. Un poeta
habló de esto, pero verdaderamente en esto él habló más como un profeta o un evangelista que como
un poeta. ¿Ahora entonces, si todo este mal es más que seguro que vendrá algún día, qué hombre es
aquel, que ve todo esto tan claramente con los ojos de su fe, que no pasará la página y comenzará a
preverse contra ese tiempo venidero? ¿En qué se convierte ahora el juicio de los hombres? ¿Donde
está su ingenio? ¿Sí, donde está al menos el amor por si mismo, la búsqueda al menos de su propio
beneficio, y el miedo ante cualquier pérdida? ¿Podemos pensar que los hombres son sólo bestias
convertidas que sólo se preocupan del presente? ¿O quizás han menguado tanto su vista, que ya no
pueden mirar lo que hay delante de ellos? ¿Necio (dijo Isaías) Oh, ciego y sordo, abre los ojos que
puedes ver, ¿quién es ciego sino mi esclavo? ¿Y quién es sordo sino aquel al cual he enviado a mis
mensajeros? ¿Y quién es ciego, sino quien él mismo se vende como esclavo? ¿Tú que has visto
muchas cosas, no sufres al tomar en consideración todo esto? ¿Tu que tienes las orejas alertas, no
darás crédito a todo lo que oyes? ¿Si no crees en esto, como te considerarás un cristiano? ¿Si crees
en todo esto, pero no prevees para cuando te llegue la hora, como va alguien a pensar que eres un
hombre razonable?
Aristóteles dijo, esto es la diferencia entre la opinión y la imaginación, que solamente una imaginación
no es suficiente para causar miedo, pero una opinión sí lo es: porque si me imagino que una casa
puede caer sobre mí, no es bastante para asustarme, a menos que crea o tenga una opinión de que
ésto será un hecho: entonces ya es suficiente para asustarme. Y de aquí viene el miedo que los
asesinos siempre tienen, por causa de la suspicacia que conciben de que sus enemigos acechan
esperando por ellos. Si entonces la simple opinión y la suspicacia del peligro puede causar el
mayor miedo, cómo es que la certeza y la creencia de tantas y tan terribles y tan grandes miserias (las
cuales son más seguras que cualquier opinión) no te hacen temer. Si percibes que durante
muchos años llevaste una vida licenciosa y llena de pecado, y esto aún perdura, de acuerdo con toda
esta justicia, estás condenado a padecer estos tormentos horribles en el infierno: si también, como
conjetura probable, no tienes intención o probabilidad de enmienda en los años que te quedan por
delante, y sigues en la misma ruta de los precedentes, debo advertirte que estás ante un manifesto
peligro, ¿No estás en absoluto asustado; especialmente, en vista del estado pecaminoso en el que
vives, y de los dolores y de los tormentos horribles que te esperan, y del tiempo que ya has perdido, y
del remordimiento sin fin que soportarás entre los tormentos más espantosos del infierno? Seguramente
va más allá de todo sentido común y concepto de la razón humana, considerar que puede haber tan
negligente, voluntariosa, gruesa, y descuidada ceguera, capaz de entrar y de arraigar tan
profundamente en el alma del hombre.