Navidades
en Noviembre
(Crónica
de un viajecito por Madrid y Toledo)
“A Madrid se va por algún motivo relacionado con los negocios
del Estado
o para satisfacer alguna
ambición política. Ahora bien: yo no he tenido
nunca obsesión comercial
alguna ni capacidad alguna para realizarla. Por otra parte,
mi ambición es nula,
tanto la política como la literaria. Por lo tanto,
¿qué voy a hacer, yo, en Madrid? Nada. Respirar, vivir.
¿Observar?”
- Josep Pla, El Advenimiento de la República
Corrían
tiempos confusos (Pujol iba a dejar por fin la presidencia de la
Generalitat, Copito de Nieve estaba más moribundo que el Papa, y el Príncipe de
España acababa de anunciar su boda con una plebeya...) y yo sólo tenía 7
días de vacaciones y no me iban a dejar cogerlos cuando los coge la gente
normal, así que –como me la suda bastante el cumpleaños del mesías– me fui a
celebrar mi propia Navidad con AEGEE-Barcelona y los Erasmus, en
un viajecito al centro de España...
La cosa
fue, más o menos, tal que así:
Capítulo
Primero: Madrid
El
autobús estaba lleno a reventar, ni siquiera encontramos un huequecito para esa
italiana que nos vino a despedir con la ilusión de que la dejásemos unirse al
grupo. Todo estaba calculado al milímetro y no quedaba sitio ni para la
improvisación. Antes de subir, ya fueron repartidos mapas y condones: lo
primero es lo primero, y la seguridad ante todo.
Aprovechamos
que el autobús tenía micro y que el conductor era amigable para realizar el
clásico concurso de Eurovisión (aka: Eurobusión) y, previsiblemente,
ganó Italia... nuestro el Meu Avi no estuvo mal del todo, pero se notaba
que nos faltaban los Martís... (y quizá también nos faltó un poco de rom
cremat). También contamos algunos chistes (“estos franceses se dejan la
mejor parte del salchichón”, “es zorra y encima cobra”, “miauuu”...);
enseñamos a los guiris a cantar La Cabra, e hicimos el clásico sorteo
de habitaciones para desmontar los guetos por países y fomentar el
intercambio cultural y de todo tipo.
Hicimos
una paradita para hacer pis y comprar mil botellas que nos bebimos nada más
llegar al mítico Albergue de la Casa de Campo, a velocidad
supralumínica, en un botellón fugaz sin tiempo siquiera de deshacer las
bolsas. Ya había guiris que habían aprendido las costumbres locales hasta el
punto que desafiaban a los organizadores a beber Sant-Hilaris; y Francia
preparó una sangría asesina a base de mitad de whisky, un tercio de vino
y el resto de bebidas carbonatadas de naranja y limón... Y luego, claro, les
era difícil incluso distinguir un andén del metro de un urinario público!
Como
había un nivel y nosotros somos gente fina, en lugar de ir a una disco normal,
nos metimos en un palacio con estatuitas pijas de jardín y alfombras y sofás y
lámparas de araña y cosas así, en el que había una fiesta internacional incluso
antes de que llegásemos nosotros y en el que le daban tiquets de consumiciones
gratis al Marcel (la sombra de la mafia AEGEE es alargada). El sitio se
llamaba Palacio de Gaviria, o algo así, y la verdad es que, aunque la
música era un poco terrible, la cosa tuvo su gracia.
Eso sí,
aunque el ambiente parecía muy sofisticado y muy fino, si dejabas el bolso a la
vista te desaparecía incluso el abrigo del guardarropa...
Pasaron
horas y copas, y, cuando las paredes ya empezaban a curvarse, me reuní con
algunas teutonas y nos fuimos a pasear por el bosque más degradado de Madrid.
La Casa
de Campo –permitidme que haga un inciso histórico– es un majestuoso parque
de 1.740 hectáreas concebido en origen como Coto Real de Caza. Al
principio sólo merodeaban por él personajillos de estirpe borbónica; pero los
tiempos cambiaron y se permitió la entrada (previo pago) de todo tipo de
burgueses depredadores de perdices; aluego alguien decidió que un sitio tan
bonito debía ser disfrutable para todo el mundo y lo abrieron al gran público y
se convirtió en un lugar de esparcimiento para los pajaritos y las familias
felices y los niños y las niñas de todas las edades, y montaron un zoo y un
parque de atracciones y una piscina y una pista de atletismo y un lago
artificial y un albergue... pero (ahora viene lo divertido) un día el alcalde
decidió “limpiar” las calles de Madrid y expulsó del centro todas las prostitutas/os,
que, en lugar de dedicarse a otra cosa, se reunieron todas y todos en la Casa
de Campo (aka: CdC) y convirtieron el parque en una meca del turismo
sexual de bajo presupuesto, con grandes atascos de puteros y con drogadictos
follando en el barro las 24 horas (un gueto que hacía que el Barrio Rojo de
Amsterdam pareciese a su lado una escuela de monjitas)... Luego el alcalde tuvo
otra brillante idea y, con el objetivo de que las prostitutas y su ambiente se
desplazara un poquito más lejos (al menos hasta los suburbios industriales),
cortó los accesos a la CdC durante determinadas horas cada día... de manera que
puteó no sólo a las putas sinó también a los turistas que iban al albergue.
Concretamente
nosotros nos encontramos un impresentable taxista (hijo de alguna de las
señoras de la CdC) que, visto que por el camino más corto no llegaba al
albergue, nos hizo bajar del taxi enmedio de la nada, como si ya hubiésemos
llegado, y nos pasamos un par de horitas paseando bajo la luz de la luna,
deambulando sin rumbo y casi sin esperanza por las 1.740 hectáreas... Joder,
casi se me pasa la borrachera del susto y del frío!
Dormimos
un par de horitas (yo roncando como un perro, dicen los rumores) y me duché
corriendo para empezar ipso-facto el tradicional sightseeing: nos
pateamos Madrid de cabo a rabo, desde el Kilómetro Cero hasta el Paseo
de la Castellana, pasando por la Plaza Mayor, el Palacio Real,
el Monumento a Cervantes, la Plaza de la Villa, la Basílica de
San Miguel, la Colegiata de San Isidro, el anuncio del Tío Pepe,
la Plaza de España, la Cibeles, el Neptuno, la Puerta
de Alcalá... Fue un poco a saco, en plan “visit & run”, pero es
que teníamos el tiempo limitado y en Madrid hay bastante por ver, diga lo que
diga Josep Pla.
También
nos pasamos por la “catedral” dónde se van a casar el principito y la
plebeya... no es que sea de las más bonitas de España... pero al menos es
espaciosa y tiene algunos cuadros divertidos (que a mí me recordaron los
típicos cuadros de propaganda soviética, pero con gloriosas monjas en lugar de
gloriosos trabajadores).
Nos
hicimos fotos en las escaleras y los leones de lo que creo que era el Parlamento,
hasta que vino un señor con una convincente metralleta y nos pidió que nos
largásemos de allí.
Y nos
zampamos unas tapitas (las guiris que estaban con nosotros se negaron a
probar la morcilla pues habían oído rumores de que estaba hecha de sangre), y
luego empezó la Hora Museo (aunque en el programa ponía “tiempo libre”
para simplificar) y ante nosotros se abrían tres magníficas posibilidades de
ocio y cultura:
a) el
Museo del Prado (una pinacoteca inmensa, con joyas de
Velásquez, Goya, El Bosco, Rubens, El Greco...),
b) el
Reina Sofía (el hogar del greatest hit de Picasso: Guernica)
y c)
el Thyssen-Bornemisza (la colección privada más importante del mundo,
con obras de Van Gogh, Picasso, Tiziano, Zurbarán...)
La
decisión fue difícil, pero valorando mi estado físico-mental post-fiesta y
teniendo en cuenta que yo ya había visto los 3 y que yo no era ya un guiri
estresado por verlo todo, pues me fui a dormir una siesta y me quedé tan
pancho.
Los
señores del albergue estaban un poco molestos porqué la noche anterior habíamos
bebido y fumado dónde no debíamos, y además habíamos (cito literalmente) “celebrado
una reunión con botellas”, así que la Noche 2 era la Noche del Pub
Crawling (algo en mi opinión no tan divertido y económico como un botellón
en el albergue pero sin embargo interesante para descubrir el hábitat cotidiano
de la auténtica vida nocturna madrileña).
Sin
embargo, antes del oficial meeting point quedé con un par de amigables
guiris y SuperTere (una de las estrellas de las Confused
Memories from Wroclaw) y su amiga holandesa-oriental, y la amiga de esta y
el maromo de esta última,... Nos encontramos en el Oso y el Madroño de
la Plaza del Sol (interesante lugar, a esas horas: había unos tunantes
cantando “Clavelitos” o cosas peores, unos fundamentalistas cristianos
con pancartas en plan “Dios es el camino”, unos inmigrantes subsaharianos
pidiendo solidaridad con los oprimidos de su tierra, unos falangistas
vendiendo chapas y libros pro-Franco, unos peruanos tocando flautas de
bambú... y un huevo de gente que había quedado allí con los colegas igual que
en Barcelona se suele quedar en la Font de Canaletes), y nos fuimos a cenar
más tapas (obviamente, nos negamos a comer de pie y no paramos de patear hasta
que encontramos un sitio donde nos dejasen comer sentados como si fuésemos
gente civilizada). Y pasaron platitos de patatas bravas, aceitunas,
calamares (el eterno dilema: como pueden ser tan típicos de Madrid
los calamares? de dónde coño los pescan?), orejas... y vasitos de sangría.
En
cuanto salimos nos encontramos todavía con más guiris, y el espíritu
navideño ya se había adueñado de todo: un Papa Noel mulatito invitó a Tere
a unas birras y ella le dijo que no iba sola y que nos tendría que invitar a
todos... y coló. Nos metimos en un sótano rústico y bebimos birra y/o sangría y
jugamos a lo de golpear la mesa con las manos, y luego vinieron unas Papanoelas
(o Mamanoelas?) y nos dieron puritos aromáticos.
Y nos
encontramos con los otros y me deshice de los puritos y fuimos a ver el lado
rosa de la movida madrileña... Yo creo que si te consideras hetero y
entras solo en un pub gay quizá puedes sentirte un poco fuera de lugar... pero
el caso es que éramos casi 60, y los que se incomodaban eran los que entendían,
pues entraban en su pub y lo veían abarrotado de gente que no sólo no
entendía sinó que ni siquiera se enteraba de nada...
Algunos
estábamos ya agotados y optamos por una birrita tranquila en una plaza, y, por
si fuésemos pocos guiris, conocimos unas holandesas muy simpáticas que se reían
por todo.
Luego me
fui a dormir y está vez no ronqué.
Incluso
desperté lleno de energía y ansias de cultura, y me uní al grupito que no podía
largarse de Madrid sin haber visitado el Centro de Arte Reina Sofía.
Esta vez sí.
Como
siempre, íbamos con prisa y no pudimos hacer una visita exhaustiva y relajada, pero
tuvimos tiempo de disfrutar de algunas maravillas como el Gran Masturbador
(de Salvador Dalí), el Guernika (de Pablo Ruiz Picasso), o
la Piedra Azul (de un tío que tenía en sus manos una piedra y un pote
de pintura azul y no se le ocurrió nada mejor...). Es coña, al fin y al
cabo, qué sería del Reina Sofía sin la magia de estos contrastes? Y qué sería
de Chillida o Tapias si las instituciones no compraran sus inmensos
pisapapeles con dinero público?
Pero la
verdad es que había muchas cosas bonitas y poco tiempo para verlas, aunque
algunos incluso nos espabilamos para ver 3 minutos del Perro Andaluz...
Y se
puso a llover... Mientras algún crack incluso iba a ver el Palacio de
Cristal y el Parque del Retiro, otros se entretenían comprando
bocadillos y souvenirs, y al final nos reunimos en la Puerta de Alcalá
para dirigirnos hacia el
Capítulo Segundo: Toledo
Esta vez
el autobús no estaba lleno a reventar, con lo cual nos temimos que ya habíamos
perdido a alguien y esperamos un poquito hasta que estuvimos todos.
Como ya
nadie tenía fuerzas ni para cantar, escuchamos a los Pixies e hicimos un
nuevo sorteo de habitaciones. Pero había un problema: teníamos más
habitaciones con camas de matrimonio que parejas establecidas en lo que
llevábamos de viaje, de manera que tuvimos que hacer una llamada desde el micro
para que los guiris se apareasen cuando antes mejor. “Si no salen parejas
ahora, luego saldrán por la noche y será demasiado tarde!”. Los
organizadores estábamos ya pensando en organizar un concurso de Miss Camiseta
Mojada y que la ganadora tuviese el honor de dormir con alguno de nosotros,
pero al final no hizo falta.
Al
llegar nos percatamos de que algunas maletas se habían quedado en el
albergue de Madrid... Ups. Hay que agradecer bastante a los dos coleguillas que
nos las trajeron y, ya que estaban allí, se unieron a la fiesta hasta el día
siguiente! ...y ya que vinieron en coche, pues fuimos con ellos a hacer el shopin
necesario para el encuentro socio-cultural que se avecinaba, en el
primer supermercado que conozco en el que no venden vasos de plástico (se
llamaba nosequé del costo, supongo que para atraer una clientela joven).
Pero
antes hicimos otro sightseeing rápido pero exhaustivo en plan “visit
& run” y nos pateamos Toledo de cabo a rabo, recorriéndonos todas las
callejuelas del casco viejo (y alucinando de que por algunas de ellas,
pese a ser estrechísimas, pasasen los coches y nos pitasen; y alucinando
también quizá un poco por la belleza de los sitios). Y así, en broma en broma,
vimos la Plaza de Zocodover (gran nombre, por cierto), el Museo
de Sta Cruz, la muralla, los paisajes que inspiraron a Domenikos
Theotokopulos (aka: el Greco), la Catedral (acojonante,
incluso mejor que la Almudena... con su pedazo de retablo, sus frescos, su
pedazo templete barroco de Narciso Tomé, su cuadro del Greco ese, y las
curradas sillas de madera), alguna que otra iglesia más (visitamos
tantas cosas que ya no sé qué era qué, pero recuerdo que en la última nos
sentamos todos y los organizadores pedimos que no lloviese... y yo luego me
quedé con ganas de pedir el libro de reclamaciones), y las omnipresentes tiendas
para turistas (en las qué pretendían vender cuchillos, espadas e incluso
armaduras y hachas medievalistas para los amantes del heavy metal).
Como guinda,
la Virgen de los Alfilercitos, un sitio con un ritual a medio camino
entre la superstición romancatólica y la acupuntura yonqui, en el que pedimos a
los dioses ayuda para pillar cacho, y ofrendamos a la Virgen unos míseros
alfileres... Según Jaume, que estuvo allí el año pasado, no se puede garantizar
al 100% que el ritual funcione... Pero para pedir que no quede, algunos incluso
estaban escogiendo el color del pelo de su príncipe azul... (Dios es amor).
Luego
ducha, telebasura, y a cenar. Tuve que reorganizar (o desorganizar) un poco la
distribución de las mesas para que los madrileños se integrasen en el ambiente
internacional... Y la cena no estuvo nada mal: sopa de pan y huevo y
algo de segundo que no me acuerdo como se llamaba pero tenía un nombre
divertido y estaba bueno.
Y dicen
los rumores que en Toledo hay una esplanada en la que la juventud se reúne a
realizar encuentros socioculturales todos los fines de semana, y charlan
y beben y ligan a la luz de la luna y las estrellas en lugar de meterse en un
bar nicotinoso y caro... Por supuesto que nosotros queríamos seguir las
tradiciones locales, pero el problema es que todavía estábamos andando (bien
cargados de bolsas del supermercado llenas de ganchitos, patatas y multitud de
botellas) cuando las cuatro gotitas del principio se convirtieron en un chubasco
acojonante, el Diluvio Universal Reloaded...
Así que
al final sí que se hizo lo del concurso de camisetas mojadas... más los
pantalones mojados, jerséis mojados, abrigos mojados, calzoncillos mojados...
pero nosotros continuamos deambulando, pues con todo ese botellamen no nos iban
a dejar entrar en ningún sitio.
No
encontrábamos ningún balconcito bajo el que refugiar 60 personitas, y la lluvia
iba a más, como el PP. Intentamos meternos en un túnel lleno de barro y mierda
y yonkies, pero al final preferimos continuar luchando contra los elementos
naturales. Los ánimos empezaban a decaer...
“Sed
positivos”, dije, “esta es la típica anécdota divertida que luego os
divertiréis explicando a vuestros amigos cuando volváis!”
Una
guiri furiosa (y empapada) replicó: “Divertido? Esto lo encuentras
divertido? La palabra que yo usaría es estúpido!”
Entonces
se hizo la luz (la luz de un rayo de tormenta, supongo) y se iluminó un
siniestro túnel sin barro, asfaltado, del que ocupamos todo el ala Oeste
(el ala Este quedó para los toledanos, que por cierto flipaban al vernos),
todos en fila de uno, pues sólo había un bordillito delgado en cada banda, y en
medio una cierta riada y la carretera por donde pasaban coches (despacio, por
suerte!)...
Y, quién
lo iba a decir, la fiesta renació, las botellas volaron (yo me temo que algunos
toledanos nos ayudaron a hacerlas volar) y la gente empezó a reír otra vez, y a
cantar y a besarse (mayormente en las mejillas) y a hacer fotos y a bailar el “tuka-tuka”
italiano, etcétera.
Fue la
mejor fiesta que se haya realizado nunca en un ambiente tan jodídamente
sórdido: supongo que es que realmente había ganas de fiesta, y teníamos nuestra
propia música y la percusión de los truenos; y yo afirmaría que fue una noche
fantástica y cargada de magia, y yo fui lo suficientemente prudente como para
irme a dormir al darme cuenta que tenía ya los pies arrugaditos arrugaditos, en
lugar de aguantar hasta que se cangrenasen como le pasó a algún compi.
Desperté
relativamente pronto y fui a dar una vuelta, a disfrutar (esta vez con calma)
de los callejones y callejuelas, y me dejé seducir otra vez por
el encanto de la Catedral. Guau. Luego me encontré algunas guiris y
fuimos a comer unas tapitas en un sitio de costumbres andaluzas lleno de
familias con niños que venían de misa (e iban, en consecuencia, bien
vestiditos, pero con caras de morirse de ganas de irse a jugar por el parque).
El del bar no me dejó pedir nada para comer, me obligó a pedir birras y a
aceptar las tapas que venían con ellas, y aun así era tremendamente más
económico que intentar comer 4 tapas en Barcelona.
Aluego
corrimos hasta el autobús que nos esperaba en la medieval Puerta de la
Bisagra, nos aseguramos de que el bus volviese a estar lleno hasta
reventar, y partimos raudos y veloces.
Intentamos
hacer un poco de balance de la situación de cara a afrontar la organización de
futuros eventos, y recopilamos los datos siguientes:
a) un 60%
de los participantes estaba enfermo (los que no estaban resfriados estaban
resacosos; y, los que no, tenían anginas o gripe o cistitis...);
b) un 45%
de los participantes todavía tenía los pies mojados (ehem...);
y c)
un 2% de los participantes había echado las papas en el albergue (quizá
un corte de digestión?)...
Nos
dimos por satisfechos y nos pusimos a cantar canciones de tunas (“claveliiiitos...”),
canciones de borrachos (“Juan, sígueme, vámonos de putas...”), la
cabra en francés (“la vache, la vache”????) y, como no, el mítico e
ineludible Bohemian Rapsody (“mama, oooOOoooOOOooohh”)...
Y, más o
menos, eso fue todo. (Mientras todo esto sucedía, se escogió al nuevo
presidente de la Generalitat, pero la verdad es que todavía no sabemos si
ganaron los buenos o los malos...)
Bonus Track:
Montpellier
Y yo me
fui todavía unos días a Montpellier, a disfrutar de los quesos, el vino,
las francesas, los paisajes... Etcétera. Pero supongo que esto ya es otra historia
que no viene a cuento. Y al cabo de poco, ya volvía a estar encerrado en una
oficina, tramitando como si nada... pero al menos tenía la cabeza llena de
bonitos recuerdos (lo que he intentado plasmar aquí, vamos).
Fin
POR
CIERTO, LAS FOTOS DE MF ESTÁN AQUÍ,
Y LAS DE VERA AQUÍ, Y LAS DE AJ AQUÍ.
Y PUEDES
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