Una cama de resortes
empezaba a rechinar
y después unos suspiros
comenzaron a jadear.
Pobre gato, el del tejado,
no dejaba de maullar;
y el silencio de la noche
se llenó de suspirar,
y en la cama los resortes
rechinaban sin parar.
Desde el uno hasta el veintiocho
apagaron ya su luz;
es un eco de suspiros;
ˇcómo gime doña Cruz!
En la cama de don Sebas
se sofocan sin piedad,
y rezumban cuatro cohetes
en la oscura vecindad,
y los niños de la Lola
gritan: -ˇViva mi papá!
En el tres vive un viajero
que ha de andar por Mapimí;
su señora corre y corre
aunque nunca esté él aquí.
Si dos plátanos por peso
la soltera hoy se compró,
ya dirán las malas lenguas
que sólo uno se comió;
otras veces trae sus pencas,
pero ayer se confesó.
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Con el pito en la boca
se ha dormido el velador
y el gendarme con muy poca
con el suyo le pitó.
Y la nieta de doña Ana
en el cubo del zaguán
se ha bajado los banquitos
para platicar con Juan,
y en las camas los colchones
rechinando están y están.
De seguro que a la escuela
los chamacos hoy no irán,
lo dormidos que se hicieron
con lo débiles que están.
Sin embargo, las niñitas
todo el día jugarán
a la pura Cebollita
con Maderos de San Juan,
o tal vez a La Casita:
-Tú el papá y yo la mam&aacutte;.
Una cama de resortes,
un suspiro y un gemir,
con pellizcos y mordidas.
ˇAh, qué grande es mi país!
Un señor se fue a la cama
y le dijo su mujer:
-Ya no comas ansias, Pancho,
que la niña nos va a ver.
–‘Toy lespielta, mamachita,
yo también ya sé cochel.
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