POETAS DEL URUGUAY
GENEROSO MEDINA LUZARDO (1922-1974)
PRINCIPAL - INFORMACION GENERAL - BIOGRAFIA COMPLETA
OBRAS LITERARIAS - GALERIA DE FOTOGRAFIAS
POESIA
MUSICA PRIMERA
Bajar archivo en Word 97 de "Música primera" a su disco
GENEROSO MEDINA
MUSICA PRIMERA
(1941-1951)
MONTEVIDEO
MCMLII
***
A MI PADRE
I
CORAZON VERDE
De ti, oh, tierra, están hechos mis huesos y
mis nervios.
Henry D. Thoreau.
ODA AL RIO YI
Sabedlo, amigos!
¡Me estoy volviendo río sobre el pulso del mundo!
Ya mi sangre no es sangre.
Es un verde rugido que aprisiona
los ámbitos de vértebras oscuras.
Un palomar de nubes
con su luz autoriza mi aventura celeste.
¡Me estoy volviendo río, aquí, junto a mi río,
oh eses de frescura!
En mi verde corazón bajo la lluvia,
está sonriendo un ángel arco iris de adioses.
¡Qué aguardar angustiado
este instante de cíclopes,
esta voz que principia en tus mismas entrañas !
¡Río!... vine de ti!
Vine leyendo pájaros más allá de tu música,
y árboles de la gracia, cuyo crecer oía
en el primer sollozo de tu natividad.
Vine amando la fiesta del insecto olvidado,
entre flautas de hierba sometidas al viento.
¡Cuántos ritos condujo mi doctrina de sueños
Besar el pie del árbol de tus dos primaveras.
Encender bajo el pecho mis guitarras azules.
Partir hacia los siglos, de pavura cercado,
goteando ruiseñores, balbuceos de espiga.
Piel de estrella asombrada descubría blancores
y tú le confesabas un viento de violines.
Octubre veinticuatro.
Noche sin promisión de pájaros.
Juventud del aroma,
y en la orilla secreta, mediodía...
¡Río!... vine de ti!
¡Levántate ahora, aluvión de mi sangre!
Inauguro tu música; inauguro tu grito.
¡De piedra es tu garganta!
Y sépalo el barquero
que busca entre tus aguas una luna turquí
Respirad la alegría de peces danzarines que
tiemblan en las manos los gestos de mi río.
¡Ah cuando esos gestos en el reclamo crecen
y rompe el vaso largo mordedura de espanto!
Caracol primitivo despertará tu frente
y te hablará en espumas...
Entonces, palomas casi nieve después del corazón.
¡Sabedlo, amigos!
¡Me estoy volviendo río sobre el pulso del mundo!
I N F A N C I A
En el trigal violeta, ya olvidado,
soñará mi caballo su albedrío.
¡Oh dramática fiesta allá en el frío
y mi perro que ladra abandonado!
Corazón entre viñas inclinado.
Golondrinas y música de estío.
Uva que extiende su dulzor al río,
y cumbre matinal, cielo irisado.
¡Ay de cometas y ojos de verdines!
Por la estrella de novia en las alturas
rondará el colibrí de los jardines.
Pido la higuera. Un cuento nacería.
Gargantilla: cien rostros me procuras.
Grillo del niño y pan de hechicería.
VOY DEL AMOR
El tiempo de la canción es venido...
Cantar de los Cantares II, 12.
En la mañana, abril de los azules,
blancura de gaviotas descendiendo.
Música voy.
Diadema encrespada hacia tus ojos.
Perfume voy.
Desde la tierra, crujiendo lozanía,
voy del amor,
la sangre amanecida,
oh granada lluvial, minuto mío.
Ando la luz.
Descubre tu secreto,
inútil ya, para este breve tiempo
que te escucha, herido, herido,
lejano siempre día.
GOZO Y SERVIDUMBRE
Todo me sirve,
mi andadura terrestre, sometida.
Empiezo surcando la arboleda
y termino en tus címbalos de piedra.
La costumbre del pájaro me enrubia,
y el afán de la abeja estremecida,
aérea planta de azúcar,
pretende mi sangre y la conduce.
Todo me sirve.
Vencimiento de huesos y caballos;
la hoja, verde noticia
que nombra mis edades.
Todo me sirve:
la calle solitaria;
el insecto en oscura servidumbre...
TU LAGRIMA
Hoja de nieve perdida en los anuarios.
Guarda tu espejo el tiempo preferido.
Inesperadamente, alguien descubre
luciérnaga en sigilo.
Sobre el piano,
negra paloma sangra la mitad de la rosa.
Descienden por mi pecho,
clausurados,
los nocturnos jardines de tus nombres.
Busco mi vida, médula fiel,
desconocida.
Labio turbado en mi naufragio encuentro.
Bajo la luna de manto novenario, llorar...
Tiemble tu lágrima,
sobre despiertos senos de otra espuma,
gajo de luz y espina de tus sienes.
TIEMPO
Y de un rubio mar de espigas
inunde liberal la tierra dura.
Góngora.
Tiempo de abandonar
entre neblinas, mi morada.
Años y luna tras la puerta,
gimiendo fríos huesos.
Un eco al principio
del mundo deshojado;
letras de sangre
y pánico en el sueño.
Tiempo para los brazos
y un estrechar la tierra
por su herida,
colgando la inútil armadura
y hasta el vestido cristal
que a la doncella encanta.
¡Oh rostro indígena
de la ciudad desamparada!
Tiempo de sal y aroma,
de trigos diluviales.
Tiempo para los vientres
y enjambres de caricias;
el sí del alba,
seguro crecimiento.
Tiempo para habitar de frente,
clavelares subiendo por el día,
y surcos que canten en las manos
con aliento de jóvenes espigas
y espuma de potros resoplando!
D O M I N G O
Desnuda tarde, oh danzarina.
Tu cintura con caricias de pájaros...
Orísimo en jardines pastorales
y casas de tibia arquitectura.
Al final de la calle,
tu acacia temblorosa, joven mía...
Su doncellez de pañuelos amarillos
moja en la luz de enamorado cielo.
Universal tristeza,
merced de extranjería.
Indago tus palmares ocultos,
la humilde nervadura que surge de las cosas.
II
PARPADOS CAIDOS
Sorbida es la muerte con victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?
San Pablo.
E L V I A J E
No tornará más a su casa
ni su lugar le conocerá más.
Job VII, 10.
I
Luto de claveles
en la sien del huésped solitario.
Consume sal y fuego
a través de los párpados caídos.
II
Perdido en la campana
se fué huyendo de afanes y maderas.
Desde él y hacia él.
Con la muerte y el rostro.
III
Arriba, la tarde,
sonrisa que ignoraba.
Abajo, el vidrio, perfil exhausto,
no oía la campana.
TU SUEÑO, PADRE
Rumor, rumor...
sobre tu oscuro sitio.
Y un llanto sin decir,
y este porqué de ciego expreso
rodando hacia los campos,
vientre afuera.
Ya tienes geografía.
Tu frente, tu mano,
aguardan bajo morada leve.
Universo: al sur del viento
nace polvo de pan.
Lugar abandonado
del pie sin alhelíes.
LA NOTICIA
A grandes pasos
la noche anda
sobre la piel del niño.
Sitiaron su alfolí
con lutos amarillos.
Quemada está la voz
y mi cosecha.
Hundida catedral.
Pregunta extraña
que muero aquí:
¿Dónde la noticia
de tu rostro, padre mío?
Herida en soledad
cerrando sus jazmines.
Lluvia, estatua, charco.
Naufraga el último
verdín de la alegría.
EL LLANTO
Llegar y arrodillarse,
al pie del madero con tu nombre.
Gimiendo la pregunta,
polvo toca mi pecho de quebranto.
Allí donde se erguían
las consteladas frentes,
el principal ahinco
de tanta risa libre,
descubre la tiniebla
un tambor de solitario llanto.
Qué suspenso para la lluvia
feliz y primitiva,
mientras se aguarda
un viento, el rostro,
y hasta una circunstancia
de metal y jazmín, encadenados.
Voy a decirte todo, niño oscuro,
oscuro como un mantel sin madre.
Antes que el muro nocturno
te interrogue, se levante,
para perder mi muerte
en esa otra muerte que te asola.
Hay un ángel con piel de venturina,
numerando mis páginas mojadas.
La bandera de náufrago,
traspasado ademán de la agonía,
ya se hunde en tus fríos minerales.
Es mucha hiedra este silencio,
esta heroica acechanza
de mi sangre, de mi lágrima,
de este árbol que espera su albedrío.
Arrodillado estoy y sin secreto.
Para decir mejor: la boca desgajada
de ruiseñor y beso navideño.
.........
Restitúyeme ahora, niño oscuro.
Defiende el rocío de tus pasos,
y orillando la luz, frecuenta, espera.
Entonces, tu ojo de la tierra,
como el mío, adentro viva fiel
porque es hoguera.
DUERME YA
Duerme ya,
casa desierta.
Breve mi corazón de prisa
y el cortejo acechando
en túnel de quebranto.
Oíd ahora que las lluvias
cubren el violín exhausto.
Ahora que mi aljibe
cambió sus estrellas
por la sangre.
De pie junto a mis ojos,
siembro las manos
donde agoniza el trigo,
la choza, y el profundo
arco iris de tu risa.
Duerme ya, porque
hay un siempre y un jamás,
señalando las fiestas de la muerte.
EL RECUERDO
Dejadme dormir el otro sueño
con una mano a tientas bajo el mar.
Porque mi brazo perdido en los glaciares,
sin historia de duendes y jordanes,
es campanario ciego.
Surcando la espuma de glicinas,
arrastro mi rubia mariposa
hacia llaves dormidas
y sollozos de inasible cabellera.
Dejad su luna crecer entre los pájaros.
Oíd los vegetales de su carne;
sus árboles de piedra y agua negra.
Si ya no tiene prisa.
Si ya nadie le espera.
EL LOBO
Mirad al ciego lobo acorralado
cruzando la ciénaga profunda.
En la noche del miedo,
moribunda la rosa,
su esqueleto quebrado
alejaba de Dios.
Relámpagos de duelo.
Tu iracunda voz oí, padre mío.
¡Cómo crecía tu oscura cicatriz!
Tu pecho airado
quemaba mi verdad de acero frío.
Yo sentí tu ademán
hacia la muerte,
tu blasfemia de amor, tu desafío.
Y mis manos de furor ensangrentado,
se hundieron en su piel
de escalofrío.
Porque aullando murió,
ya estás vengado.
III
REENCUENTRO DE LA LUZ
Mírate bien! Que quien laz restituye
supone en sí mitad triste de sombra!
Paul Valéry.
EL ALBA
Todo lámpara verde, nuevo octubre,
ardió gracia de aroma en los umbrales.
Pulsa el duelo
su tic tac pendular de viento frío.
Despierte si el rostro me persigue.
Arroje el corazón hacia los astros.
Sea tiempo de llama renacida,
número alado, de oro, sin testigos.
Grite su sed por todo lo que vive,
nervio solar creciendo de la tierra.
REENCUENTRO DE LA LUZ
Ahora sí, oh tiempo,
entrégame la luz recién hallada
y olvida esta prisa de airamiento,
mi estrategia de ventanas azules,
abiertas sobre el agua que me cruza.
Alzo de mí,
la huella de amapolas solitarias,
amor, itinerarios, mar al viento.
Despierta la ternura de la tierra
en jocalias de intactas azucenas.
Sin memoria de sitios que anduviera;
atisbando la máscara y el cuento,
sorprendo mano ardiente
tras rocíos de vírgenes mañanas.
Descubro pájaros al son de mis vigilias.
El día tiembla, revive, se endereza;
y un pez sitiado,
hasta color de miedo,
urge mi sangre de astro padecido.
¡Encuentro corazón,
encuentro día!
Perfume incendia mi antiguo cruzamiento.
¡Día, día por mí!
Grito de nunca,
torre y afán, rubí del nuevo día...
El sueño me circunda
y estatura de nardos adereza,
porque voy hacia Dios, ráfaga mía.
ESTOY
Donde las manos trizan
el espejo de llama indescifrable
y la voz no puede hundirse
en las máscaras del viento.
Donde el rostro regresa
con la escritura del infierno
y las letras golpean
como lágrimas sin tiempo.
Donde una niña vigila
el crecimiento de sus senos
y la noche guarda relojes
entre las naves sigilosas.
Donde espera el cochero
con sus caballos blancos
y la hierba contesta
la pregunta del drama.
Donde el grito del hombre
se oye a la distancia
y huyen las serpientes
de los sueños.
Donde los párpados
cuelgan como racimos
y las risas y muecas
enloquecen el aire.
Donde un profeta
habla por nosotros
cuando los lirios se abren
en lámparas de nieve.
Donde la estatua
mueve los brazos
y nos despierta
cubriéndonos de música.
Donde alguien nos dice adiós
desde una caja negra,
mostrando la inicial
de mudo abecedario.
Donde, inesperadamente,
entre público extraño,
pisamos una estrella,
y el espejo se enturbia para siempre.
ELEGIA DEL NIÑO SOLITARIO
1
Rostro perdido
en boscaje de extrañas pieles frías.
Perfil de duende triste,
la ceniza te nombra,
y una guitarra de lágrima crecida,
te sigue por las calles noche y día.
2
Sombrío, en tu siesta de sauces invisibles,
despojo del fraguado paraíso,
lejos, en horizonte de húmedos carbones.
Ostentas la sangre de tu risa
a la hora del péndulo en tinieblas.
3
Pena, sol entornado.
Aprietas sobre el pecho tus máscaras anuales,
cuando el batango tropical te ignora
en esta selva de osarios y campanas.
Sé que asesinas pajaritos en la niebla
y oculto decapitas mariposas.
4
Tu pantalón de barro solitario,
tu blanca sien ajada, irremediable,
espinan la garganta, borrando el pan de tiza
que asidua desmigaja mi pizarra,
como un palomar en la mañana.
5
Esclavo del día, voz nocturna.
Tu palabra salobre, incoherente,
tus dedos enguantados en el polvo,
tus diez años de oscuro calendario,
mojan un sitio de lámparas quebradas.
Y una flor carbonizada gime,
envuelta en guardapolvos funerales,
de domingo a domingo.
LA PITONISA
Herida en el rigor de tu doctrina,
ciego puma venció la guardianía.
Tu tálamo secreto consumía,
las nupcias de tu llanto, sed, neblina...
Humilde retamar tu voz inclina,
pitonisa de náutica agonía.
Con métrica de extraño mediodía,
descubres el perfil que te alucina.
Aguardando la mies en el desierto
o vistiendo una blanca bordadura,
tu mano estruja ruiseñor despierto
y mi nave de sándalo apresura.
Corazón de la luz, panal abierto,
tu música deslumbre mi estatura.
HERIDA DEL MUNDO
Vuelves,
oído de tinieblas.
Oyes del mar sin nombre
la rama solitaria,
el principal aliento que circula
mordiendo las corolas de ceniza.
¡Oh vientre de la virgen!
¡Oh herida del mundo
por donde el ojo
se abre dulcemente
y hacia los astros llora!
Mirad, al fin,
cómo el ojo desnuda
gota a gota, su azul resplandeciente.
Canta el gallo tres veces.
Nombra la nueva luz.
¿Quién se desangra al pie de la flor,
tallo de oscuro hueso?
EL SECRETO
A mí también la noche me vigila
tras el negro antifaz
de sus abismos.
Llevo apenas el árbol del gemido
cuando la cruz
se me convierte en ala.
¿Por qué nos toca el sol
con rubios dedos
si de alondra en alondra vas huyendo?
País de mi clavel entristecido,
niega sus ríos.
Estoy a solas,
mirándome en el humo,
ahogada ya la piel de lejanía.
Hurgan los huesos
mástil de agonía, y alguna tarde
mi defensa asumo:
si muero al sueño, perdí la cacería.
EL POEMA
Entre migas de luz
fallece la garganta
cuando el pájaro echiza
la frontera de miedo.
Libre sea el espanto
desde la nueva muerte.
Maderamen y espuma
se van entre los dedos.
Cae la piel de la música
y el guardián solloza
besando la serpiente.
Así su tiempo llega.
Así su sombra queda.
DESTINO
Aunque alumbre la tierra
su mano de sarmientos,
que abandona la muerte
sobre dientes de frío,
he pulsado mi hechizo
de raíces ardientes.
Mis venas zodiacales
cubriéronse de trigos.
Flor a prisa en la sangre,
sol testigo del tiempo,
estos ojos sonrieron
campanas y delirios.
Aunque alumbre la tierra
sus cráneos florecidos,
y caigan de rodillas
catedrales de polvo,
y desprendan los ojos
sus paisajes quemados,
mi garganta en el viento
ha soltado sus pájaros.
Divisé el rostro mío
tenaz y amaneciendo,
y en mis manos de dios
frecuentando jardines,
volviéronse rocío
las celestes palomas.
Aunque entregue la tierra
sus párpados de agua,
y las barbas vinculen
turmalinas y huesos,
ay clavel sumergido,
cifra oscura del pecho,
he soltado mis potros
que en los ríos ocultos,
abrevaron piafantes
sus entrañas de fuego.
Han tendido las uvas
sus cortinas de aromas.
En mis labios la virgen
encendió su milagro.
¡Oh fiesta descifrada
más allá de la vida,
más allá de las manos
en la noche colgadas,
entre zarzas ardiendo
profecía de estrellas!
A DON QUIJOTE
Santo de pie, cubierto de neblíes,
guardando un talismán alucinado,
dialogas en tu tiempo enamorado
con la mágica vara de alhelíes.
El secreto fantasma que sonríes
goteando fiel estrella del costado
hechiza flor en ámbito nevado
cuando la luz desangra los rubíes.
Si se fué aquel caballo que pacía
en tu prado de espejos, signo mudo,
no lo busques, murió de rascacielo,
llorando venturinas desde el día.
Sólo queda la forma de tu escudo
entre llaves ardiendo mi desvelo.
***
Terminado de imprimir el
24 de diciembre de 1952,
en los Talleres Gráficos de la
ORGANIZACION MEDINA,
Espinillo 1448 bis,
Montevideo.
República Oriental del Uruguay.
POESIA
MUSICA PRIMERA
Bajar archivo en Word 97 de "Música primera" a su disco
PRINCIPAL - INFORMACION GENERAL - BIOGRAFIA COMPLETA
OBRAS LITERARIAS - GALERIA DE FOTOGRAFIAS