El
Emperador Amarillo (emperador Yao, como lo conocen en Oriente) tuvo un
gran problema en sus manos: su primogénito. El heredero al trono,
Dan-Zhu, no era apto para gobernar, digamos que tenía problemas
mentales. Así que el emperador decidió crear un juego que le enseñara
a pensar, a desarrollar la inteligencia y estrategia. Puesto que Yao,
según cuentan las leyendas, era versado en todo tipo de artes místicas
(adivinación, astrología, y demás), imprimió mucha filosofía en
un tablero que representaba los cielos. Lógicamente, no solo Dan-Zhu
tuvo que practicarlo, fue obligación de regentes y generales jugar Go
durante mucho, mucho tiempo.
Esto
sucedió hace 4200 años, en China.
Bien,
querido lector, dicho esto, entenderá que escribir un artículo sobre
Go es complicado, así que mejor le cuento una historia donde usted es
el personaje principal.
Imagínese
que es un explorador. Después de mucho deambular, llega a un
territorio grande, bonito. Entonces piensa “aquí podré quedarme y
vivir, hay agua abundante, campos fértiles y aire fresco”. Pero,
como siempre sucede, hay alguien que llega desde el otro lado y piensa
lo mismo.
¿Qué
haría usted?. No va a dejar esta tierra.
Lo
primero sería razonar con aquel extraño: explicarle que llegó
primero, y que por ningún motivo se va a ir. Ahora suponga que el
otro explorador tiene los mismos argumentos.
¿Cómo
lo resuelven?
Dejando
de lado la idea de un ataque despiadado con hachas y palos, encuentran
una manera civilizada de repartirse el territorio. Cada uno irá
poniendo señales para crear fronteras. Primero usted pondrá piedras
negras para comenzar a rodear un espacio donde podría construir su
casa. La contraparte hará lo mismo poniendo, digamos, blancas. Luego
se concentrará en rodear un arroyo (el agua es muy importante).
Probablemente, luego decida expandirse un poco para tener sembradíos,
algo de caza y pesca, también.
Poco
a poco, usted y el otro explorador habrán rodeado bastante
territorio.
Pero,
piense en esto: usted llegó primero, y es justo que la mayor
parte de territorio le corresponda. Así que la tan pacífica idea de
poner piedritas se complica: los dos presionarán para quedarse con los
mejores lugares (recuerde que el otro explorador también piensa que
llegó antes que usted).
Probablemente,
una estrategia civilizada sea invadir el territorio ajeno y rodear un
pequeño espacio para reclamarlo como suyo, digamos un pequeño
arroyo. Suponga que logra hacer eso, Tendría que pasar por el
territorio blanco cada vez que quiera coger agua. A su vecino no le va
a gustar la idea, y pondrá miles de peros (la gente es gente).
Entonces
una idea salta a la mente: si pudiera tener un camino de piedras
negras para poder acceder a su arroyo, legalmente ganado, no habría
excusas.
Bien,
intenta hacerlo pero no resulta. Así que tiene un territorio pequeño
completamente rodeado por tierras extrañas, y lejos de su casa.
Ahora
desde cuenta: el otro explorador tuvo la misma idea de invadirlo a
usted... Y tampoco pudo hacer un camino con piedras blancas.
Siempre
muy civilizadamente, decidirán retirar las piedras del territorio
ajeno y ceder el espacio invadido puesto que, al final, no es útil si
nadie lo puede usar. |