Buenos Aires: Diagonal Norte en 1931,
año en que Ramón Gómez de la Serna
visitó la ciudad por primera vez

"Hay ciudades desesperantes o entrometidas. Buenos Aires es neutral, no pesa sobre uno, nadie quiere intervenir íntimamente en nadie. Pasear, ver y nadie incordiándole a uno."

Barbería en una estación de tren de Buenos Aires hacia 1930

"Una gran persistencia del jabón, pues, sus habitantes están poseídos por la "limpiofrenia", o sea, la pulcritud hasta el delirio, y otros, por la "belenofobia", o sea, el horror a la suciedad.
Maestros, empleados, vendedores de mercados, todos con un guardapolvo blanco puesto o al brazo.
En Buenos Aires, aún con todo este matizado, es difícil la orientación interior, porque aquí no se relaciona una calle con otra y los barrios parecen externos.
Nadie sabe dónde está por más que conozca la historia y se sienta muy americano."

La plaza de Retiro, hacia 1937.
Ramón en 1936 se había radicado en Buenos Aires,
y aquí permanecería hasta su muerte, en 1963.

"Buenos Aires es oír cantos extraños de pájaros exóticos que paseaban en avión por la ciudad y se han parado en una torrecilla.
Es un sitio donde todos llevan un paquete y van por otro"

La Avenida de Mayo en 1937

"Aquí los españoles se orientan entre ellos mismos y van sabiendo –algunos no lo saben nunca– adónde han venido a parar, porque esto, a la par que muy claro, es muy misterioso. [...]
Es la calle del mundo que tiene, en medio de su barullo, más camiserías, y en la que se venden los mejores bandoneones y las guitarras más rubias.
Calle llena de convenciones personales, de arreglos privados, de «venga mañana a verme», de «no se preocupe tanto por eso», tiene como último refugio del compadrismo gallego la Casa de la Troya, y como matiz particular se ve cómo los transeúntes dan pases de pecho muy ceñidos y valientes a los automóviles, porque casi todos ellos son toreros de secano, que no torean hace tiempo y quieren entrenarse."

Mercado en Córdoba y Callao, hacia 1937

"En mis primeros viajes y en mis primeras estancias no sabía dónde estaba, a dónde me habían llevado. Nadie me podía dar explicaciones y era como si me hubiesen llevado con los ojos vendados de un sitio a otro. Largos años he necesitado para saber bien dónde fui y aún ahora, de un mes a otro, encuentro cambiada una calle, transformado un paraje, suprimidas unas afueras, marginizado el estuario del río hasta un más allá que no era previsible."

Página en inconstante actualización,
hecha en Buenos Aires por Martín Greco.