Los comienzos de México-Tenochtitlan
Lacónicamente consignan los Anales de Cuauhtitlánfuente nahuatl, pero no mexica- lo que fueron los comienzos de la nueva población: "Entonces tuvo principio México-Tenochtitlan. Sólo unas cuantas chozas empezaron a edificarse. Allí fueron construidas en medio de los carrizales que había en el lugar.
Otros relatos de los descendientes directos del pueblo de Huitzilopochtli destacan por encima de todo lo que fue preocupación principal de los sacerdotes y jefes: levantar un primer templo en honor de su dios protector.
El cronista Alvarado Tezozómoc, en su Crónica Mexicáyotl, se hace eco de las palabras que entonces debieron decirse:
Obtengamos piedra y madera,
paguémosla con lo que se da en el agua:
los peces, renacuajos, ranas,
comaroncillos, moscos acuáticos,
culebras del agua, gusanillos laguneros, patos,
y todos los pajaros que viven en el agua.
Luego dijeron:
Asi se haga.
En seguida se pusieron a pescar,
atraparon, cogieron peces,
ajolotes, camaroncillos, ranas
y todos los pájaros ,oue sisen en el agua.
Y en seguida fueron a vender y a comprar.
Luego regresaron.
Vinieron hacia acá con piedra y madera,
la madera era pequena y delgada.
Y con esta madera, nada gruesa,
toda ella, la madera delgada,
con ella cimentaron con estacas,
a la orilla de una cueva,
así echaron las raíces del poblado
y el templo de Huitzilopochtli
El adoratorio aquel era pequeñito.
Cuando se vio la piedra,
cuando se vio la madera,
en seguida empezaron,
apuntalaron el adoratorio.
Y de nuevo, por la noche,
dio orden Huizilopochtli,
hablo, dijo:
Escuchad, oh Cuauhtlequetzqui, oh Cuauhcóatl,
estableceos, haced partición,
fundad señoríos,
por 1os cuatro rumbos del universo...
Doble sentido habla de tener esta orden de Huitzilopochtli. Entendida como profecía, fue un apuntamiento a lo que llegarla a ser él poderlo de los mexicas. En un sentido más inmediato, señalaba asimismo el modo como debía distribuirse el poblado en cuatro sectores originales, a la manera de los cuadrantes cósmicos representados en los códices.
Al noroeste quedó Atzacoalco, "en donde esta la compuerta del agua", sede del barrio colonial de San Sebastián. Al noreste se erigió Cuepopan, "donde abren sus corolas las flores", futuro barrio novohispano de Santa María la Redonda. Al sureste quedó Zoquiapan, "en las aguas lodosas", que más tarde se llamaría barrio de San Pablo. Finalmente, al suroeste, estuvo Moyotlan, "en el lugar de los moscos", el barrio de San Juan, en los días de Nueva España. Estos cuatro sectores originales fueron el germen del poblado que, para transformarse en ciudad, debió de ir ganando tierra al lago. Esto se lograría por medio de las celebres chinampas o sementeras flotantes, que se construían haciendo una especie de armazón con varas y carrizos en donde se amontonaban la tierra y cieno del lago. A la postre las chinampas quedarían fijas y unidas al islote, divididas a veces entre sí por algunos canales.
Organizadas las cuatro grandes divisiones, se instalaron los dioses propios de los varios calpulli, o sea, de los grupos de distintos linajes que comenzaron a vivir allí. Según el mismo cronista Tezozómoc, unos cuantos años después de la fundación de Tenochtitlan por discordias internas algunos de los mexicas decidieron abandonar la ciudad. Ocurrió en un año 1-Casa, 1337. La consecuencia fue que se consolidara, como población gemela, la que se denominó Tlatelolco, en un islote más pequeño, al norte de Tenochtitlan, en donde, desde tiempos más antiguos, se habían asentado ya otros grupos, anteriores a los de estirpe mexica.
El caudillo Tenoch y los otros jefes del pueblo eran consientes de que el lugar en donde se habían establecido, Tenochtitlan, pertenecía a los señores tecpanecas de Azcapotzalco. Por ello algunos pensaron que era necesario presentarse en dicha metrópoli aceptando la condición de vasallos y tributarios. Prevaleció, sin embargo, la opinión de que era preferible no hacer tal cosa y aguardar con cautela lo que pudiera ocurrir. El soberano de Azcapotzalco hubo de manifestar, expresamente su disgusto ante lo que consideró una especie de invasión de los mexicas. El resultado fue que estos tuvieron que reconocer su inevitable dependencia, manifestando hallarse prestos a cumplir con los tributos y servicios que les fueran asignados.
Algunos anos mas tarde, hacia 1367, un nuevo huey tlatoani o supremo señor fue entronizado en Azcapotzalco. Es este él celebre tecpaneca Tezozomoctli, que llegaría a desempeñar un papel de suma importancia en el desarrollo histórico de la región central durante mas de cincuenta anos.
Acerca de la actitud asumida por Tezozomoctli con respecto a los tributarios mexicas, existen varios testimonios de particular interés. En ellos se describen las pesadas cargas que el soberano de Azcapotzalco impuso a los habitantes de Tenochtitlan.
Entre otras cosas hubo mandatos que se antojan inverosímiles. Por ejemplo, los mexicas debían traer, en tiempos determinados, una garza que estuviera empollando huevos.
El momento en que debía ser ofrecida en Azcapotzalco tenia que coincidir con el nacimiento de los polluelos. Pero, en todos los casos, cuando se recuerdan exacciones como esta, se añade que Huitzilopochtli acudía en auxilio de su pueblo. He aquí, como muestra, lo que manifestó el supremo sacerdote como mensaje del dios: "Decidles, padre mío, a vuestros hijos los mexicas que no tengan pena, y luego hagan y pongan esto en obra, que yo lo sé y entiendo el modo y arte que será, para que no exceda en un punto lo que piden estos tecpanecas".
Y haciendo pronóstico de lo que algún día habría de suceder, al ordenar Huitzilopodltli que se cumplieran las exigencias de los tecpanecas, había también dicho: "Con estos mandos (de los tecpanecas) los compramos como esclavos, y lo serán en tiempo adelante sin remisión alguna".
Veladamente el dios anticipaba que tanta exacción y tantas disposiciones arbitrarias y ofensivas habrían de colmar a la postre la paciencia de los mexicas y, en este sentido, buena cosa eran tales "mandos", pues, gracias a ellos, los tecpanecas, de señores, pasarían a convertirse en esclavos. Testimonios como estos dejan ver, mas que otra cosa, la conciencia que de sí mismos llegaron a tener los mexicas, en cuanto pueblo dueño del destino, y la misión que les tenia asignada su dios Huitzilopochtli.
Cien años de esplendor
En los manuscritos de cantares prehispánicos se deja entrever cual fue la actitud de los mexicas al sentirse libres de cualquier sujeción, como dueños absolutos de la tierra que les tenia asignada su dios. Varios son los himnos, verdaderos cantos épicos, en que los antiguos forjadores de poesía expresaron su orgullo de ser pueblo predestinado al triunfo en la guerra; seguidores de Huitzilopochtli, identificado con el Sol.
El
poema literario en el cual se exalta a la ciudad de Tenochtitlan fue compuesto
al parecer varios anos después de la victoria sobre los tecpanecas
de Azcapotzalco. En e1, a través de un enjambre de símbolos,
surge luminosa la imagen de la metrópoli edificada en medio de los
lagos. Tenochtitlan es la casa del Dador de la vida. Él a su vez la
protege, la embellece y le da su palabra de mando: aurora de guerra, voluntad
de conquista, atributo irrenumciable de la gente que alli mora. He aquí
la versión del texto nahuatl:
Haciendo circulos de jade se muestra la ciudad,
irradiando rayos de Iuz, cual plumas de quetzal,
se levanta México-Tenochtitlan.
Allí son llevados en barcas los nobles:
sobre ellos se extiende florida niebla.
¡Es tu casa, Ipalnemohuani, Dador de la vida!
Reinas tú aquí.
En Anáhuac se oyen tus cantos:
sobre los hombres se extienden.
En Tenochtitlan se yerguen los sauces blancos,
aquí las blancas espadañas:
tú, cual garza azul, extiendes tus alas volando,
tú las abres y embelleces a tus siervos.
Huitzilopochtli revuelve la hoguera,
da su palabra de mando
hacia los cuatro rumbos del universo.
¡Hay aurora de guerra en la ciudad!
La realización del destino de Tenochtitlan iba a depender en gran medida de la sagacidad y sabiduría de sus dirigentes, entre ellos los sacerdotes, sabios maestros y jueces, capitanes y guerreros, jefes de los mercaderes y artistas. Las decisiones más importantes tenían que corresponder, como es obvio, a los gobernantes supremos, a la serie de tlatoque, elegidos por los mexicas hasta los días de la conquista.
Última modificación: 22/Abril/1997
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