Reina Victoriosa

Tres Veces Admirable

Virgen de Schoenstatt

 

¡ Madre mía, socorre a mis hijos !

Que esta palabra sea el grito de

mi corazón desde la aurora.

 

¡ Oh María !, que tu bendición los

acompañe, los guarde, los defienda,

los anime, los sostenga en todas partes.

 

Cuando en la noche se dispongan al

descanso a fin de continuar con nuevo

fervor al día siguiente su camino

hacia la eterna patria,

¡ Madre Mía, socorre a mis hijos !

 

Que tu bendición, Madre Mía,

descienda sobre ellos en el trabajo,

en el descanso, en la salud y en la

enfermedad, en la vida y en la muerte

y que ésta no sea repentina ni por

toda una eternidad.

 

Así sea ...

 

 

 

Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano.    Entonces la luz surgirá como la aurora y tus heridas sanarán rápidamente.  Tu recto obrar marchará delante de ti y la Gloria de Dios Padre, te seguirá por detrás.  Isaías. 58,7-8

 

 

 

 

“Servus Mariae Nunquam Peribit”

 

“Un siervo de María, jamás perecerá”.

 

 

 

Novena

Referencia

Introducción

Plegaria Preparatoria

Primer día

Segundo día

Tercer día

Cuarto día

Quinto día

Sexto día

Séptimo día

Octavo día

Noveno día

Conclusión

Créditos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Referencia

 

 

La devoción a la Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, tiene su raíz en el Santuario y en el movimiento de Schoenstatt.  El Santuario original de Schoenstatt está ubicado en Alemania a las orillas del Rhin, cerca de la ciudad de Vallendar.  Allí el 18 de octubre de 1914, el Padre José Kentenich junto con su grupo de jóvenes se consagraron a la Santísima Virgen, sellando con Ella una alianza de amor.  Por ello le pedían a María que se estableciera en una pequeña capilla abandonada que ellos habían reparado y que desde allí distribuyera los abundantes dones y gracias que su Hijo Jesucristo le concede.

 

En este Santuario y en los más de 150 Santuarios filiales que existen en los cinco continentes se reciben especialmente las siguientes gracias:

 

La gracia del acogimiento por la cual la Virgen nos acerca y sumerge en el corazón de Dios, destrozando la soledad, la indiferencia y las relaciones frías e impersonales que caracterizan al mundo moderno.

 

La gracia de la transformación interior por la cual Ella hace surgir y educa en cada persona al Cristo vivo que hay en su corazón.

 

La gracia del envío apostólico, haciendo que cada peregrino y miembro de la familia de Schoenstatt sea un apóstol en el lugar donde vive y trabaja.

 

Con el tiempo surgió en torno a este Santuario, un movimiento apostólico de renovación religiosa y moral del mundo y de la Iglesia. Se organiza de muchas formas y a él pertenecen:  Jóvenes, matrimonios, hombres, mujeres, sacerdotes y religiosas quienes luchan por su formación cristiana y humana, por cultivar un espíritu de comunidad cristiana y desarrollar el apostolado.

 

En México, el movimiento surgió en 1975 y existen en este momento dos Santuarios:  Uno en Querétaro que fue bendecido el 18 de octubre de 1980 y el otro en Chilapa, Guerrero, que fue consagrado el 19 de noviembre de 1988.  El movimiento se ha extendido en todo el país y ya hay familias de Schoenstatt consolidadas en Nuevo Laredo, Tamps., Monterrey, N.L., Querétaro, Qro., Celaya, Gto., Dolores Hidalgo, Gto., México, D.F., Chilapa, Gro., San Cristóbal de las Casas, Chis., Tuxtla Gutiérrez, Chis., S.L. Potosí, Torreón, Coah. Y Guadalajara, Jal.

 

El Santuario de Nuestra Señora de Schoenstatt se encuentra ubicado en el Rancho de los Olvera, cerca de Querétaro, Qro. Tome la carretera libre a Celaya, a 3 Kms., de la ciudad de Querétaro, frente a la Gasolinera Malagón, tome el trayecto empedrado y a 2 km., está nuestro Santuario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Introducción

 

Tu tienes un problema muy grande y por lo tanto, has decidido refugiarte en Nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable De Schoenstatt a través de una novena.

 

Tal vez ya te hayas arrodillado alguna vez en el Santuario o la Ermita de Schoenstatt, o habrás hecho una peregrinación a ese lugar el 18 de algún mes.

 

Ese día se celebra en Schoenstatt el “Dia de Alianza”, el día en que renovamos la Alianza de Amor hecha por la generación fundadora de Schoenstatt con la Madre de Dios.

 

En este día de la Alianza, verás escritas en el frente del altar estas palabras: “Nada sin Ti, Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, nada sin nosotros”

 

La primera parte de esta frase nos recuerda que la Madre de Dios es la Mediadora Universal de todas las gracias.  Todo obsequio Divino nos llega por manos de María, Nuestra Madre.

 

La Segunda parte: “Nada sin nosotros”, nos hace asegurarle a la Virgen Bendita que estamos dispuestos a ayudar, puesto que ella espera nuestra cooperación.

 

Lo que tú quieres recibir de la Madre de Dios en tu situación actual está bien claro.  Lo que tendrás que hacer durante los días próximos, la novena te lo dirá.  Esta novena no es tan sólo una oración que has de decir.  La idea de la novena es más bien ayudarte en la aplicación de estos ideales a tu vida diaria.  La Virgen María te llevará si así se lo pides, de la mano.  Ella desarrolla su propia vida delante de ti para que puedas seguir su ejemplo.

 

Haz la prueba... y ten confianza.  Nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt contestará tus plegarias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Plegaria Preparatoria

 

Para decirse cada día de la novena

 

 

Querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, vengo a ti con ilimitada confianza a implorar tu ayuda para obtener de Dios lo que humildemente te pido.

 

Tu hijo Divino te entregó a mí como Madre.  Sus palabras “He ahí a tu Madre” me las dijo a mí también, y a ti te dijo “He ahí a tu hijo”, Jn. 19,26-27, una unión eterna. ¡Heme aquí pues, tu hijo arrodillado a tus pies!.  ¡Qué consuelo tenerte como Madre!, po lo tanto acudo a Ti en mi angustia.  Te ruego Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, pues ninguno de tus hijos que ha acudido a Ti ha quedado sin protección o ayuda.  Tú misma has llevado a cuestas grandes penas.  Como Madre Dolorosa permaneciste al pie de la cruz.  Ahora que vengo a Ti con mi dolor, ¿despreciarás esta humilde y angustiosa súplica? ¡No, nunca! Tú eres la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos, el auxilio de los Cristianos.  Lo que me llena de consuelo especial, sin embargo, es el hecho de que a Ti te llaman Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, un título de honor que quiere decir simplemente que eres maravillosa en todo momento y en todo lugar.

 

Obtén para mí, pues, de tu Hijo Divino, la respuesta de mi plegaria..., y yo repetiré tu “Magnificat” (Lc. 1, 45-55) y pregonaré la piedad de Nuestro Señor por toda la eternidad.

 

Amén

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Primer día

 

 

Dios saluda a María

 

“El ángel del Señor anuncio a María,

y Ella concibió del Espíritu Santo” (Lucas 1, 28-38).

 

A través de los siglos, las campanas de todas nuestras iglesias y capillas han proclamado en voz alta este misterio.

 

Tres veces al día nos quieren recordar el principio de nuestra redención.

 

Meditemos por un momento en la Anunciación. ¡Cuánta luz ha de haber rodeado a la Santísima Virgen! ¡Qué gran misterio confió el Señor a su cuidado! ¡La venida del Mesías se acercaba y aquella humilde doncella llegaría a ser su Madre! ¡Qué profunda emoción debe haber embargado a María cuando oyó lo increíble:  que el Eterno Hijo de Dios quería hacerse uno de nosotros!.

 

Preguntémonos, sin embargo, acaso este hecho trajo alegría y felicidad tan solo a la Virgen María.  Claro que no, pues bien sabemos que la hora aguardada por tanto tiempo traía consigo una profecía de mucho sufrimiento.  Seguramente que en el momento de la Anunciación, la Virgen Santísima no conocía a detalle todos los acontecimientos que se disponía a aceptar.  Por otro lado, Ella estaba familiarizada con las Sagradas Escrituras.  Especialmente los pasajes referentes al Mesías quien, aún a precio de extremadamente dolorosos sufrimientos, quería redimir a un mundo tan profundamente sumergido en la culpa y el pecado.  Entonces ¿No tendría también su Santísima Madre que prepararse para un mar de sufrimientos? “El ángel del Señor anunció a María” (Lc.1,28).  María saludada por Dios.

 

¿Dios nunca te ha enviado un ángel que te salude y te traiga un mensaje?; entonces ¿quién te trae sus mensajes?.  Tal vez sea el cartero quien te trae noticias que pueden destruir todos tus sueños y tu felicidad.  Noticias de que algunos de tus semejantes te calumnian y manchan tu honor, noticias de que has perdido tu casa y todas tus posesiones o de que sus acreedores te amenazan con una demanda.  Tal vez te han llegado noticias del fallecimiento o la gravedad de un ser querido o esperas con ansia el oír como sigue el enfermo.

 

Tal vez los problemas que te hacen la vida pesada son no sólo exteriores sino también interiores.

 

¡Ah!, no digas que Dios nunca te manda un mensajero o un mensaje. ¡Calla!, arrodíllate silenciosamente frente al Señor tu Dios como la Virgen María se arrodilló ante el ángel y reflexiona.

 

Para aquellos que aman a Dios, nada es imposible.  ¿Acaso tu cruz, cualquiera que esta sea, no es un saludo de Dios, un mensaje del Padre Celestial para ti, su hijo? ¿no es esto como si un ángel mensajero se parara delante de ti, tal como sucedió a la Virgen María?.  El espera también tu consentimiento.

Tu sufrimiento tiene un profundo significado.  Desde que Cristo murió en el Gólgota, El permite que aquellos a quienes El ama participen en su muerte, para que así mismo se hagan partícipes de su gloria.  Junto con Cristo debemos sufrir por nuestra propia redención y la de los demás.

 

Inclina tu cabeza, pues, bajo la mano de Dios y cree ciegamente que es Dios quien te saluda en tu dolor, que es un mensaje del cielo.

 

Cree firmemente que ahora, más que nunca, no estas abandonado de Dios, y confía implícitamente que El te escuchará a través de la intercesión de la Virgen María, Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Segundo día

Respuesta de María al mensajero de Dios

 

“He aquí a la Sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (San Lucas, 1,37-38)

 

¿Acaso fue fácil para María dar esa respuesta? ¿O acaso respondió precipitadamente, casualmente y sin reflexionar como nosotros lo sabemos hacer cuando rezamos el “Ángelus”?

 

María indudablemente estaba atemorizada ante lo que vio y oyó;  atemorizada por el ángel, atemorizada seguramente ante la tarea sin precedente que Dios le asignaba puesto que Ella tan sólo deseaba permanecer virgen y ahora esto sería diferente.  Pero no había mucho tiempo para reflexionar.  La decisión tenía que ser rápida.  El ángel permaneció allí esperando la respuesta que determinaría los futuros planes Divinos.  Era la respuesta de la que dependía la Redención de todo el mundo.  María nunca se revistió de falsa humildad pretendiendo el no poder hacerlo.  Nunca luchó con el ángel como lo hizo Moisés cuando el Señor le ordenó ir ante el Faraón y realizar actos milagrosos para que éste permitiera a los hijos de Israel partir.  Moisés titubeante, respondió: “Yo soy torpe para expresarme, permite que Aarón hable por mí” (Ex. 4,10)

 

La humilde doncella de Nazareth actuó de otra manera:  cuando el ángel le reveló que Ella podría llegar a ser Madre de Dios sin perder su virginidad, María no titubeó ni por un momento.  Con una simplicidad de niño y depositando toda su confianza, pronunció estas palabras: “He aquí a la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (San Lucas, 1,37-38)

 

Ahora dime:  ¿Cuál es tu respuesta al dolor que te agobia? ¿Cómo vas a contestar el mensaje de tu Padre Celestial?.

 

Seguramente estarás pensando: ¿Cómo voy a poder contestar a las injusticias, a perder mi honor, mi hogar y mis posesiones? ¿Acaso hay quién pueda aceptar fácilmente la pérdida de sus seres queridos, o el tormento de alguna enfermedad que amenaza su propia existencia?.

 

¡Piénsalo detenidamente!  Tu dolor, por profundo que sea, lo permite el amor paternal de Dios, y por lo tanto su mirada está continuamente puesta en ti.  El tan sólo te desea el bien.  Quiere que te acerques a El.  ¡Esto lo debes creer con tu corazón!.

 

Aún cuando El permite que vivas con una debilidad moral seria y humillante, lo hace para tu beneficio.  Recuerda que como dijo San Pablo:  “Para quienes aman a Dios, todas las cosas cooperan para su bien” (Rm. 8,28).

 

Todo lo que necesitas es admitir con humildad tu miseria, y elevar incesantemente tu corazón con tus plegarias a El.  Ofrécele, toda tu voluntad y haz el propósito de aceptar, cuando menos el día de hoy, esa cruz que descansa tan pesadamente sobre tus hombros.

 

“Dios es padre, Dios es amor.

Bueno es todo lo que El hace”

 

Cuando todo te parezca sin sentido o sin razón, repite con humildad,  junto con María: “He aquí a la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1,37-38).

 

¡Sí, Padre Celestial!, hágase siempre tu voluntad, ya sea que me traiga dolor, pena o alegría!.

 

Plegaria

 

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, humilde doncella de Nazareth, opten para mí la gracia de pronunciar un sincero, humilde y resignado “Sí” en mi gran sufrimiento.  Enséñame a inclinar la cabeza bajo la mano de Dios consciente de las palabras:

 

Confía en el Señor

como tu Madre Celestial te enseña,

cuando más confíes en el Señor,

El será mas bondadoso contigo.

 

Amén

 

 
 
Ejercicio

 

Hoy pronuncia un “sí” de corazón a todo acontecimiento imprevisto que te suceda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Tercer Día

El Espíritu Santo alaba a María por medio de Isabel.

 

“Bendita seas tú, porque has creído” (San Lucas 1,45-46)

 

 

En el primer día de esta novena aceptaste tu sufrimiento como un mensaje del Padre.  En el segundo día tratase de someterte a Dios, tu Padre Celestial, como un niño con María, la Bendita Madre de Dios, le has dado tu “sí”, con la ciega confianza de que la voluntad de tu Padre ha planteado nada menos que lo mejor para ti, aún cuando El mande penas amargas.

 

Hoy presenciamos el encuentro bendito entre María e Isabel.  Nos maravillamos ante las palabras del Espíritu Santo que pronunció Isabel:  “¿Y cómo es que he merecido que la madre de Dios venga a mí?”  “Y bendita seas tú que has creído...” (Lc.1,43)

 

¿Qué fue lo que creyó María? Creyó en el poder supremo de Dios y nunca dudó que para lograr sus planes, El puede, inclusive, romper las leyes de la naturaleza.  Realmente El había hecho cosas grandes e incomprensibles en María.  Ella podía cargar al Hijo de Dios bajo su corazón y llegar a ser Madre sin perder la virginidad. ¡Sí, bendita eres tú, porque has creído!.

 

Recuerda que estas palabras del Espíritu Santo, en labios de Isabel fueron pronunciadas también para ti.  Sí, como María tú también puedes creer.  El buen Dios es todopoderoso, y está listo a petición de María a ayudarte también, si es para tu salvación, aún si se requiere un milagro. ¿Acaso no es ésta una estrella de esperanza?.

 

Que María es tu Madre es un hecho maravilloso.   Su más hermoso privilegio de Madre consiste en obtener favores de Dios para ti. “La Virgen María ha hecho el milagro” ha sido escrito miles de veces en los santuarios y basílicas de Nuestra Santísima Madre, la “Salud de los enfermos”, el “consuelo de los que sufren”, la “abogada de los cristianos”. ¿Acaso no todos los santuarios de la Madre de Dios son testimonio de su gran amor maternal? ¿Acaso no son prueba viviente de su poder?  Maria puede, desea hacerlo y obtendrá milagros para ti.   El número de milagros obtenidos por su intercesión es incalculable.

 

El mismo Cristo nos exhorta a creer fuertemente en la ayuda milagrosa de Dios cuando nos dice: “Tened fe en Dios.  Ciertamente yo os digo que cualquiera que diga a esa montaña “Levántate y arrójate al mar”, sin dudar y creyendo firmemente en lo que digo, lo conseguirá.  Por lo tanto, yo os digo que todo lo que pidierais en la oración, creed y lo recibiréis”. (Marcos 11, 22-25).

 

Bendito eres tú si tienes fe que Dios, por intercesión de María, te concederá lo que pidas, siempre que sea para tu bien, o te dará fuerzas para cargar tu cruz si acaso El, en su misericordia infinita, decide que no es para tu bien y no te lo concede.

 

 

 

Oración

 

 

En tu poder y en tu bondad

fundo mi vida.

En ellos espero confiando como un niño.

Madre Admirable, en tí y en tu hijo

en toda circunstancia

creo y confío ciegamente.

 

Amen

 

 

 

Ejercicio

 

 

Practica la confianza de un niño todo el día.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Cuarto Día

Respuesta jubilosa de María en el Magnificat

 

“Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador...” (San Lucas 1,(46-47).

 

¿Qué tiene que ver el himno de alabanza de María con tu novena y el grito suplicante de tu corazón en busca de una respuesta a tu gran súplica?.  Ciertamente tú te entregarás en un fervoroso Magnificat tan pronto obtengas lo que has pedido, pero ¿ahora?, no, es mucho pedir. ¿Así piensas?.

 

Con el corazón henchido de alegría María proclamó las grandes obras de Dios.  Ella no pensaba que era la predilecta de Dios.  Su alegría se desbordaba al mundo entero, cuya redención había llegado.  “Por generaciones y generaciones es su Misericordia...,  El ha exaltado a los humildes..., Ha saciado a los hambrientos con buenas cosas”. (San Lucas 1,50).  Ella estaba jubilosa por el bien que vendrá a otros.

 

También en la vida práctica, María revelaba en su totalidad una actitud de sensibilidad para ayudar a los necesitados.  Tan pronto como el milagro de milagros sucedió y el Hijo de Dios se hizo hombre en su vientre, Ella no permaneció recluida para adorar al Dios de su corazón, al niño de su vientre, sino que rápidamente se fue a casa de Isabel, donde puso manos a la obra.

 

¡En qué forma tan humana se reveló la Santísima Virgen!.  Fue allí, al servicio de otra persona, que contó su glorioso Magnificat.

 

Tú, te acercas ahora con gran súplica.  Tal vez estés decepcionado de Dios y de los hombres, o te encuentras atormentado por un profundo conflicto interno.  O tal vez haya muchos obstáculos frente a ti. ¿Cómo vas a tener tiempo de preocuparte por alguien más?.  Tienes bastantes problemas propios, demasiadas preocupaciones.  Nadie se va a ocupar de resolver tus problemas. ¿No es ésta tu manera de pensar?.  Tal vez en ocasiones te has indignado, entristecido, encelado, o has envidiado la buena fortuna de otros y ahora te encuentres enojado con tu Dios.

 

Tal vez la Santísima Virgen te pueda dar alguna esperanza en su Magnificat. ¿Acaso no te habla de servir y ayudar desinteresadamente?, ¿Por qué no tratar, a pesar de tus propias penas y preocupaciones, de levar un poquito de felicidad a otros y de ser verdaderamente amable y caritativo con la mirada, con palabras y con hechos?.  Ruega por otros.  Haciendo esto, pronto descubrirás profunda felicidad en medio de tu sufrimiento, tal como lo ha escrito San Pablo “Yo reboso de alegría en mis tribulaciones” (II Cor. 7,4).

 

 

Oración

 

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt:  Tú has cantado tu Magnificat porque el Señor te eligió como Madre, y porque por medio de tu maternidad convertiste en sierva de todos. Obtén por mi la gracia de cargar mi sufrimiento con alegría y de servir siempre a otros con la esperanza de que Dios me conceda mi petición a través de tu poderosa intercesión:  Oh Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt.

 

Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Quinto Día

 

El lamento de María

 

“Hijo mío, ¿por qué has hecho esto? (San Lucas 2,48)

 

 

Tú llevas a cuestas una carga muy pesada.  Apenas ayer, a pesar de todas tus preocupaciones, hiciste un gran esfuerzo para ser alegre y agradable.  Tal vez trabajaste para otro hasta estar rendido.  Ahora vuelves a ser el mismo con tus problemas.  Hay algo muy dentro de ti que quisiera levantarse y exigir una respuesta a la eterna pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué he de ser yo?.

 

Eso es simplemente humano pero no debes amargarte en tu vida.  Además debe servirte de consuelo el saber que la misma Virgen María tuvo la misma duda: ¿Por qué nos has hecho esto? (San Lucas 2,48).  Dime ¿hay alguna cosa que pueda hacernos sentir más cerca de María, de esta manifestación humana de preocupación maternal, o en todo caso, todos los otros incomprensibles hechos de su vida, aún al pie de la cruz?.  Calladamente, Ella estuvo de pie, sin quejarse.

 

Ahora tú preguntas, ¿por qué todo el terrible sufrimiento, las decepciones, el dolor? ¿hay algún propósito en todo esto?.

 

Hay un verso que dice:

Cuando el dolor y el sufrimiento tus compañeros son, El Padre Celestial te está diciendo:   “Ven, acércate a mi corazón”.

 

Es que el amor de Dios hacia ti es aún mayor ahora que ha permitido que sufras.  Por medio de ese dolor ha querido purificarte, apártate de las cosas mundanas y acércate a El.  Se que has de decir: “Dios me está castigando”, y has de creer que ya no está de tu lado, sin embargo, El te ama, especialmente cuando sufres pacientemente, porque entonces es como si cargaras tu propia cruz.

 

Sin embargo, deberás aceptar tu sufrimiento con verdadero espíritu de penitencia, pues cada uno de nosotros tiene muchas razones para pagar por sus propios pecados y por los de los demás.  Por medio del sufrimiento y del dolor puedes borrar, aquí en la tierra, parte del castigo temporal que te espera por tus pecados.  Esto también es prueba del amor de Dios.  Por lo tanto, el sufrimiento y el dolor se convierten en peldaños de la escalera de tu salvación y santificación.

 

Pero hay aún un significado más profundo en tu dolor.  El dolor cuando se sufre resignadamente, amolda tu alma a la imagen y semejanza de tu Salvador Crucificado.  Amando a Jesús, como seguramente tú lo haces.  ¿No quisieras asemejarte un poquito más a El?.

 

Lo que es más a través del dolor y las penalidades de esta vida, tienes una maravillosa oportunidad para adquirir preciados méritos para la eternidad.  Algún día, a la hora de morir, te regocijarás por las ocasiones en que, como el oro, fuiste purificado con el fuego del sufrimiento, y por los momentos en que, como Cristo, caíste al suelo bajo el peso de la cruz.  Los momentos de placer y prosperidad no te darán ningún consuelo en ese momento.  Pero bendito tres veces eres, si has soportado las pruebas que la vida te ha puesto, en unión con Dios.

 

Tu sufrimiento también te ofrece la oportunidad de ser un apóstol y ayudar en la salvación de muchas almas.  Podríamos decir que la Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, te sale al encuentro y te dice: “Dame todos tus sacrificios, dolores y penas para poder ofrecérselos a Dios.  Ellos serían fructíferos en la salvación de almas y en la reconstrucción del mundo de acuerdo con los planes de Cristo”.  ¿Acaso puedes negarle esto a la Madre de Gracia de Schoenstatt?, ¿No te gustaría llegar a ser una víctima de amor, a través de tus esfuerzos y sacrificios, con objeto de ganar muchas gracias para las conversaciones?.  Mira dentro de ti y fíjate si Dios y nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt no están tratando de despertar en ti un espíritu de sacrificio y acción heroica.

 

Tal vez el significado de tu dolor te sea un poco más claro ahora.  Sin embargo, puedes acudir a María con absoluta confianza.  Puede ser que Dios haya permitido tu dolor para que conozcas el poder y bondad de María. ¡Confía en Ella como un niño!.  Entre más confíes, más lograrás.  Como dice este rezo:

 

Ofrécele tu dolor y tus penas a María.  Ella dará consuelo a quien en su amor confía.

 

Oración

 

Madre querida, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt:  en tu sufrimiento has buscado a tu Hijo y lo has encontrado todo.  Todo tu dolor lo has resumido en la frase:

 

“Hijo Mío, ¿por qué nos has hecho esto?”

A ti traigo todas mis preocupaciones y

te ruego con todo fervor de mi corazón

que obtengas para mí las gracias que te pido.

Que la voluntad de Dios se haga sobre todas las cosas.

 

Amén

 

 

 

 

Ejercicio

 

Repite esta idea hoy:  “Mi sufrimiento tiene un profundo significado y Dios hará lo que sea mejor”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Sexto Día

Respuesta de Dios a María

 

Al lamento de María en el templo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?, su hijo respondió: ¿No sabes que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? (San Lucas 2,49)

 

María no estaba preparada para tal respuesta. ¡Ah, cómo la debe haber afligido!.  No sabía ni qué pensar.  Todo el pesar de los últimos tres días volvió a reflejarse en su corazón:  las noches de insomnio, la angustia y la incertidumbre de su Hijo extraviado.  Y luego, El con la cabeza en alto, lleno de esplendor y Divina hermosura, parado frente a Ella, dio su respuesta que lastimó muy profundamente el fondo de su corazón maternal.

 

María había encontrado a su Hijo, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que lo había perdido.  Desde luego que su Padre Celestial tenía primera potestad en el corazón del Hijo y su corazón maternal tenía que tomar el segundo lugar.  Ella, al unísono con Jesús diría: “si” a la voluntad del Padre, María no pudo comprender de inmediato lo que Jesús dijo, pero guardó cuidadosamente aquellas palabras en su corazón.

 

¿Acaso tú te encuentras en una situación semejante?.  Tal vez tú también has perdido un hijo y la incertidumbre acerca de uno de tus seres queridos ha traído pesar a tu corazón.  O tal vez has perdido hogar y posesiones o has visto el sol de tu felicidad ponerse detrás de la tumba. ¿Has perdido tu salud?, o tal vez has perdido la paz de tu corazón. ¡Quién sabe, tal vez a Dios mismo!.

 

Pero... ¿No sabes que tú también debes ocuparte de las cosas de tu Padre? ¿Te das cuenta que has perdido a Dios mismo a través del pecado mortal?.  Si es así, entonces ponte en marcha, busca a tu Dios en el templo.  Recupera tu paz de conciencia por medio de una buena confesión.

 

Pero si lo que has perdido son bienes terrenales, entonces, entrégate completamente a la voluntad de tu Padre Celestial.  Tal vez no hayas entendido lo que Dios te quiere enseñar por medio de este sufrimiento.  Sin embargo, estás consciente de la presencia de tu Padre Celestial sobre ti y a tu alrededor, cuidándote.  Así pues, no te enojes con Dios.  Haz lo que María:  medita, reza y espera, confiando en la Divina Providencia.  Los planes divinos son planes de amor y sabiduría.

 

María también te comprende, especialmente ahora que te hallas rodeado de dificultades.  Mantente cerca de Dios y toma fuertemente la mano de tu Madre Celestial. En cualquier incertidumbre, ruégale a María:

 

 

Yo no conozco el cambio, Tú lo conoces bien.

Eso me da paz y tranquilidad más allá

de los que yo puedo expresar;

Nada en el mundo ha sido tan claro:

El que confía en María no confía en vano.

 

 

Oración

 

Querida Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, obtén para mí la virtud de una profunda confianza en Dios y la gracia de aceptar la voluntad de Dios, siempre como lo mejor y más alta.  Yo pongo toda mi confianza en Ti y te ruego fervientemente que nunca me abandones, y que obtengas de Dios lo que yo humildemente pido.

 

Amén (Menciónalo aquí en silencio)

 

Ejercicio

 

Hoy no te quejes de los sacrificios.  Al contrario, recuerda que tú también debes ocuparte de las cosas de tu Padre, haciendo su sabia y divina voluntad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Séptimo Día

La oración de María

 

“Ya no tienen vino” (San Juan 2,3)

 

En una forma natural, sencilla y con confianza ilimitada, la madre del Señor dijo:  “Ya no tienen vino”.  Estas palabras las pronunció durante las bodas de Canán.

 

Por 30 años el Hijo de Dios había vivido desconocido en Nazareth, siguiendo el oficio de San José. Ahora empieza a enseñar, “a hablar como alguien que tiene poder”.  Hasta ahora El no había hecho ningún milagro.

 

Un día el Salvador y su Madre María fueron invitados a un casamiento y ellos aceptaron.  Cuando, durante la celebración se agotó el vino, María se dio cuenta y se levantó. ¿Acaso se iba a despedir para evitar que los anfitriones se sintieran apenados?.  No, es no era la razón.  Sencillamente se dirigió a su Hijo y le dijo al oído: “Ya no tienen vino” (San Juan 2,3).

 

Estas palabras implicaban algo más que la simple comunicación de una noticia.  María esperaba un milagro del Señor.  Un milagro de agua y vino.  Algo sin precedente a nuestra manera de ver. ¿No hubiera sido mejor decir “vamos a casa”?.  Sin embargo, Ella no pensó así.  Al contrario, pidió ayuda para los recién casados. Esto sería la hora, de acuerdo con sus deseos, cuando su hijo haría su primer milagro –no en el templo o la sinagoga- como se hubiera esperado, sino en la celebración de un casamiento.

 

Sus palabras “ya no tienen vino”, deben darte tremenda confianza.  Tu no estás pidiendo vino.  No, tú necesitas algo más, te encuentras en una situación no sólo desagradable sino dolorosamente difícil.  Un peso insoportable agobia tu alma.  Tal vez toda tu existencia;  el bienestar de tus seres queridos, o la salvación de tu alma están de por medio.

 

No dudes ni por un momento que María, tal como lo hizo en Canán, se encuentra en este preciso momento al lado de Nuestro Señor, murmurándole al oído para ti. “Están en dificultades y necesitan tu ayuda. Tienen un problema que sólo tú puedes resolver”.

 

Si Cristo a petición de María, convirtió agua en el vino purificador para ayudar a los novios en su apuro, ¿crees que El no va a escucharla cuando María interceda por ti, siendo que tu problema es mucho más grande?.

 

Oración

 

Madre Santísima, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt:  Ruega e intercede por mí con el mismo fervor con que pediste por los novios de Canán: “Señor ya no tienen vino”.  Lleva mi gran petición ante el Señor y será escuchada.  El me librará de mi dolor o me dará fuerzas para sobrellevarlo.

 

Amén

 

 

Ejercicio

 

Repite hoy con nuestra Madre Santísima: “Señor, ya no tienen vino” e incluye aquí tus peticiones.  Practica la confianza y persevera en tus oraciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Octavo Día

“Mi hora aún no ha llegado” (San Juan 2, 4-5).

 

No sería raro que tu corazón todavía se halle cautivado por la bella imagen de la Virgen María en su papel de Madre verdaderamente humana y comprensiva.  Su actitud fue arriesgada cuando pidió un milagro. “Señor, ya no tienen vino”. La respuesta de su Hijo, ahora ya investido de su dignidad Divina: “¿Qué quieres que haga, mujer?  Mi hora aún no ha llegado” (San Juan 2,4-5)

 

Tal vez su corazón se haya contraído momentáneamente ante la respuesta aparentemente un tanto ruda de su Hijo.  Sin embargo María no se da por ofendida ni se esconde en el silencio del resentimiento como tal vez nosotros lo hubiéramos hecho.  No, Ella es firme en su manera de pensar.  El vendrá al rescate de todas maneras.  Ella no duda ni por un momento.

 

¿Cuál es la lección que la Santísima Virgen quiere enseñarte en tu angustia?  Sencillamente que tú debes amoldar tu actitud a la manera de Ella.  Persevera en oración ferviente.  No te des por ofendido ni te escondas en el silencio del resentimiento porque rezaste una vez y tu plegaria no ha sido escuchada. ¿Acaso no es sorprendente ver a María, a pesar de la respuesta, empezar inmediatamente a dar instrucciones a los sirvientes? ¡Claro, su confianza no tenía límites!.

 

Así también, tú como María, debes esperarlo todo de nuestro Señor. “Da tus instrucciones a los sirvientes”, es decir:  Confía implícitamente hasta que llegue la respuesta de tu súplica.

 

Cristo mismo nos ha enseñado esta actitud: “Un hombre fue a casa de su amigo a media noche tocando la puerta y con insistencia que por favor le abrieran y le prestaran un poco de pan.  Gracias a su insistencia, el amigo se levantó, abrió y le dio pan, no tanto por la amistad, sino para que no estuviera molestando” (San Lucas 11,5-13).   Por medio de esta parábola Nuestro Señor quiere comunicar este pensamiento.

 

Tú debes actuar como aquel amigo que perseveró en su súplica.  No pierdas la fe, reza sin cesar, siempre esperando ayuda en tus necesidades, aunque tengas que esperar la respuesta.

 

“Tú sabes el camino que debo seguir y eso es bastante para mí.

En tus manos yo confiadamente pongo las mías.  Tu plan es perfecto, nacido de amor perfecto, Tú sabes el camino que debo seguir y eso, es bastante para mí”.

 

Oración

 

Madre Amada, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt:  En las bodas de Canán, Tú hiciste tuya la angustia de los novios.  No dejes de interceder con tu Hijo Divino, también por mí.  Oh amantísima Madre de Nuestro Señor, yo pongo toda mi fe y confianza en ti y en la fuerza irresistible de tu intercesión.

 

Amén.

 

Ejercicio

 

Hoy practica paciencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Noveno día

Un consejo de María

 

“Hagan todo lo que El les diga” (San Juan 2,5-16)

 

María aún se encuentra al lado del Señor.  Nunca se ha desanimado ante su palabra.  Al Contrario, su fe y confianza siguen firmes como una roca.  ¡El puede ayudar! Ella reúne a los sirvientes y en una forma muy natural les dice: “Hagan lo que El les diga” y de verdad que su fe fue recompensada con una completa victoria.  Cristo hace su primer milagro.

 

“Hagan todo lo que El les diga” ¡Qué magnifico consejo de labios de María!  Bueno y válido en todo tiempo y para todas las generaciones.  Tal y como lo hizo en Canán, así hoy y siempre le prepara el camino a Cristo.  ¿Cuál fue la respuesta del Señor?  María y los sirvientes se regocijan al oír sus palabras: “Llenen las jarras con agua” (San Juan 2,7-8).  Precipitadamente obedecen su orden.  Asimismo, tú quieres que haya respuesta a tu súplica.  Es decir:  Debes limpiar tu corazón de todo pecado por medio de una buena confesión.  Debes alejarte de todas tus relaciones ilícitas y deshacerte de la envidia y los celos.  Ofréceles la mano en señal de reconciliación a tus enemigos.  Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.  Ama a tu prójimo como a ti mismo, a aquellos que trabajan contigo en el mismo piso, en la misma oficina o taller, y llena los jarros de tu corazón con agua.  Estas simbolizan tus buenas obras y la fuerza de tus intenciones.  Pero sobre todo, llena tu alma hasta desbordarse con infinita confianza, así como la disposición de cargar tu cruz mientras Dios disponga que así lo hagas. ¿Acaso no es ésta ya parte de la respuesta a tus plegarias?.  Ciertamente que sí, pues el Señor espera que le ofrezcamos con la mejor disposición de nuestro corazón.  Por lo tanto, sigue el consejo de la Virgen María: “Haz todo lo que El te diga”.  Hazlo hoy, hazlo ahora mismo y sin titubear y ten confianza que por intercesión de la Santísima Virgen María, Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, el Señor escuchará tu súplica.

 

 

Oración

 

Oh Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt:  Obtén para mí la gracia de la conversión y ayúdame a seguir fielmente a los mandamientos de Dios, a hacer su Divina voluntad.  No permitas que mi vida sea un obstáculo para el cumplimiento de mi oración y los milagros de gracia que Tú desees obtener para mí, ¡Oh clemente!, ¡Oh amantísima!, ¡Oh dulce siempre Virgen María!.

 

Amén

 

 

Ejercicio

 

Prepárate hoy para una buena confesión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Conclusión

 

Has llegado al final de la novena.  No ha sido fácil perseverar.

 

Si tus plegarias han sido escuchadas, no olvides expresar tu gratitud.  Si aún tienes que esperar, no pierdas la fe.  Haz tu novena una segunda y tercera vez, hasta que tu súplica sea concedida.  Puedes también comunicar tu petición a las Schoenstatt Hermanas de María, quienes hacen guardia en la Capilla de Gracia.  Ellas con gusto incluirán tus intenciones en sus plegarias.

 

Si tu estás pidiendo a Nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt un gran favor, puedes estar seguro de que lo tiene guardado muy junto a su amantísimo corazón.  Ella contestará tu súplica en el momento más apropiado para ti y si acaso no alivia tu dolor, Ella te dará fuerzas para soportarlo valientemente y con callada resignación.  Ella transformará tu vida interior, te dará nueva valentía para seguir adelante y una humilde disposición para someterte completamente a la Santa Voluntad de Dios.

 

De esta manera tu alma inquieta y torturada sentirá el “milagro de gracia”.  Dime: ¿No sería esa razón suficiente para volcar tu corazón en ferviente acción de gracias a la Madre de Gracia de Schoenstatt?.

 

Ella quisiera acercarte más a su corazón y hacer de ti un apóstol para que tú también puedas guiar a otros con más certeza a la felicidad eterna.

 

Ella quisiera con Dios, hacer una Alianza de Amor contigo.  Entrégate pues a Ella.  Preséntale todas tus buenas obras, tus oraciones, tus trabajos, tus preocupaciones, tus sacrificios, tus angustias, tu dolor y todos tus sufrimientos.

 

Mira, Nuestra Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, te presenta con todo lo que eres y lo que tienes, al Eterno Dios como una oración para que El renueve al mundo entero y retorne, a la humanidad separada del Padre Celestial, nuevamente a su amor.  ¿No te gustaría ayudar a lograr ese gran deseo de tu Madre Celestial?.

 

Entra pues, en esta alianza de amor con Ella.  Ciertamente que Ella te colmará con su amor y generosidad.

 

Oración

 

¡Oh Señora y Madre Mía!, yo me ofrezco todo a ti, y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día...  Mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón, en una palabra, todo mi ser.  Ya que soy todo tuyo, ¡Oh Madre de bondad!, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya.

 

Amén

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Créditos

 

Los textos utilizados en esta página fueron tomados de:

 

 

Tú que eres jovencita entre 18 y 27 años de edad y quieres entregar tu vida a Dios en la comunidad de Schoenstatt Hermanas de Marìa, comunícate con:

 

Hermana M. Gloria Mauricio

Apdo. Postal 5,

Villa del Pueblito, Qro.

C.P. 76900

 

Tel: (01-4) 228-12-20

Fax: (01-4) 228-14-00

 

Novena

En honor de la Madre, Reina y Victoriosa

Tres Veces Admirable de Schoenstatt

Por: Hermana M. Gunthildis Kley

Schoenstatt Hermanas de María

 

Apartado Postal 5

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