EL MERCURIO de la Salud
Número 21 - Junio de 1998 - Nota de tapa


SUICIDIO
¿Es una forma digna de morir?

Existen varios enigmas en la vida humana: el suicidio es uno de ellos. Pero ¿cómo llega una persona a fantasear con quitarse la vida? ¿Es un escape de, más que un ir hacia algo? ¿Es un intento de cambio en la propia vida o en la de las personas significativas o es acabar con la vida misma? ¿Es efecto de la idea anterior y reprimida de matar a otro? El deseo de poder del suicida. Las líneas de investigación sociológicas y psicológicas. Evolución y tratamiento. El suicidio en la adolescencia y en la vejez. La influencia de la raza, el estado civil y la ocupación.

Nadie sabe realmente por qué un ser humano se quita la vida; generalmente, la persona conoce sus propios y complicados motivos para cometer el suicidio. Cualquiera que afirma que existe una respuesta sencilla para tomar la complicada decisión no comprende la naturaleza del hombre.


El término suicidio, definido como el acto humano de autolesionarse con intención de acabar con la vida, abarca una multitud de estados motivacionales conscientes e inconscientes.

Una docena de personas pueden pegarse un tiro en la cabeza y las autopsias psicológicas subsiguientes revelarán que formaban parte de doce eventos fenomenológicos diferentes. Uno, había pretendido escapar al dolor; otro, temía volverse loco; un tercero, había actuado de forma impulsiva después de una pelea; un cuarto, podría esperar unirse a un ser querido en el más allá; un quinto, habría tratado de castigar a sus padres, etcétera. Sin embargo cada uno de los casos implican la presión de una angustia sentida como insoportable. Desde este punto de vista, se comprende mejor el suicidio como un escape de, más que un ir hacia algo. Se debe ser estudioso de algo más que la naturaleza humana para ser un suicidólogo efectivo.

Aunque algunas personas puedan buscar realmente la muerte, otras intentan comunicar dolor, mitigar el aislamiento, evitar las secuelas de un cambio social, buscar una venganza o transmitir muchos otros significados.

Suponer que todo acto de autolesión tiene como meta la autodestrucción es una falacia. Algunas veces las metas conscientes e inconscientes son precisamente opuestas. A menudo la meta de los intentos de suicidio, como cortarse o ingerir sustancias dañinas, es más cambiar la propia vida o la de las personas significativas de alrededor que acabar con la vida misma.

Promover variaciones en los sentimientos de otros hacia él, aunque sea sólo después de la muerte, es parte del perfil suicida. Esto equivale a una regresión, en la que las ansiedades persecutorias interponen entre el paciente y el "perseguidor" el abismo infranqueable de la muerte como mágica, como salvadora, en la que nadie podrá seguir persiguiéndolo.

El deseo de poder del suicida llega a ser tal que incluso en los momentos previos al desenlace llega a fantasear con los efectos devastadores que en otros tendrá su última determinación.

La persona que realiza un intento de suicidio porque cree que no sirve para nada vivir no quiere comunicar que necesariamente quiera morir, sino que, citando a Weisman, "debe de querer decir que, viviendo como vive, su potencial de ser alguien que merezca la pena se ha agotado." El concepto de un nivel de vida reducido como sustituto o comercio psicológico, así como el suicidio, queda magníficamente expresado en el párrafo inicial de la obra de Melville, Moby Dick: "Cada vez que noto que me va creciendo algo horrible en la boca; cada vez que me doy cuenta de que me detengo delante de almacenes remotos y me uno a la cola de todos los funerales que encuentro; y especialmente, cada vez que el hippos que llevo dentro me remonta de tal forma que necesito de una gran fuerza moral para evitar el pararme en medio de la calle y empezar a lanzar por el aire los sombreros de la gente, entonces considero que es un momento inmejorable para hacerme a la mar lo más pronto que pueda. Este es mi sustituto a la pistola y a la bala. Catón se deja caer sobre su espada con ademán filosófico; yo me embarco tranquilamente."

El paso del suicidio por la historia

En la Roma Clásica, en los siglos inmediatamente anteriores a la era cristiana, la vida no era tan apreciada y el suicidio era considerado de forma neutral e incluso positivamente. Séneca, el estoico romano, dijo: "El vivir no es ningún bien sino se vive bien. Por tanto, el hombre sabio vive lo mejor que puede, no lo más que puede, siempre pensará la vida en términos de cualidad, no de cantidad. Morir antes o después es irrelevante; incluso si es verdad que mientras haya vida existe esperanza, la vida no es como para comprarla sea cual sea su precio."

El filósofo francés Rousseau, al subrayar el estado natural del hombre, transfirió el pecado del hombre a la sociedad, al afirmar que "es la sociedad la que lo vuelve malo. La disputa sobre quien es el culpable, si el hombre o la sociedad, es un tema que ha tenido importancia y que ha dominado la historia del pensamiento sobre el suicidio".

Hume fue el primero de los pensadores que trató el tema sin tener en cuenta el concepto de pecado. El grueso de su ensayo refuta la visión del suicidio como un crimen, y argumenta que el suicidio no es una transgresión de los deberes del hombre hacia Dios o hacia sí mismo. Afirma Hume, "la prudencia y el coraje nos animarían a acabar con nuestra existencia cuando esta resultare una pesada carga [...] Si no es un crimen el que yo cambie el curso del Nilo o el Danubio, y si yo puedo afectar sus propósitos ¿dónde está entonces el crimen en cambiar la dirección de unos litros de sangre de su canal habitual?".

La época moderna del estudio del suicidio empezó alrededor del cambio de siglo, con dos líneas de investigación: la sociológica y la psicológica, asociadas cada una de ellas con los nombres de Durkheim y Freud respectivamente.

La primera contribución importante al estudio del problema del suicidio fue realizada a fines del siglo XIX por el sociólogo francés Emile Durkheim. En su intento de explicar las pautas estadísticas, dividió los suicidios en tres categorías sociales:

  1. Suicidios egoístas: incluía a aquellos individuos que se suponía no estaban bien integrados a ningún grupo social. La mala integración familiar o la falta de ella podían utilizarse para explicar el por qué las personas no casadas eran más vulnerables al suicidio que las que sí lo eran, y por qué las parejas sin hijos eran el grupo mejor protegido. Las comunidades rurales tenían mejor integración social que las áreas urbanas, y por consiguiente, más bajos índices de suicidio. El protestantismo era una religión menos cohesiva que el catolicismo y por eso tenían mayores índices de suicidio que los católicos.
  2. Suicidio Altruista: describía al grupo cuya proclividad al suicidio derivaba de su excesiva integración en un grupo. Durkheim tenía en mente el tipo de suicidio que podía esperarse en determinadas clases de la sociedad japonesa.
  3. Suicidio Anomio: tiene lugar cuando una alteración del equilibrio de la integración de la persona con la sociedad la deja sin sus normas habituales de conducta. La anomia (falta de normas) podía explicar la mayor incidencia de suicidios entre los divorciados en comparación con los casados y la mayor vulnerabilidad de aquellas personas que han experimentado cambios drásticos en su economía.

Los aumentos de suicidios anomios y egoístas eran responsables de los crecientes índices de suicidio en Europa. Con el desarrollo industrial y científico, la familia, el Estado y la Iglesia dejaron de ser las fuerzas de integración social que habían sido, y nada pasó a sustituir su antiguo papel. El suicidio, como el crimen, la neurosis y el alcoholismo, es un factor que mide la presión y tensión social.

Si bien el suicidio es de índole individual, el entorno social es de vital interés. Las crisis que experimentan la contingencia y la soledad, la falta de solidaridad, la evasión desesperada de un callejón sin salida, la idea de omnipotencia de disponer de la vida y la muerte, la demasía del consumismo reinante, la poca ingerencia que la sociedad da al anciano, la desesperanza, la desintegración de la familia, la desocupación, la ausencia de la propia visión de futuro, la masificación, las frustraciones y la falta de arquetipos imitables son algunas de las causas que enturbian la vida de las personas arrinconándolas frente al suicidio como única salida.

La primera concepción psicológica sobre el suicidio fue realizada por Sigmund Freud basándose en la observación de un buen número de pacientes deprimidos y en un caso en que la persona había intentado autolesionarse. En su trabajo de 1917, titulado "Mourning and Melancholia", Freud afirmó que "el odio a uno mismo observado en la depresión originaba una cólera hacia un objeto de amor, cólera que la persona hacía volver contra sí misma." Considera al suicidio como la forma última de este fenómeno, y duda de que hubiera un suicidio sin un anterior deseo reprimido de matar a alguien .

Freud decía: "En lo más profundo de nosotros existe un rasgo suicida. Esta autodestructividad está tamizada, controlada y superada por medio de identificaciones sanas ,las defensas del Yo, y sus hábitos constructivos de vivir y amar . Pero cuando estas defensas, controles y formas de vivir y amar ordinarias se rompen, el individuo puede verse abocado fácilmente a una crisis suicida."

Psicodinámica

La comunicación del intento suicida es frecuentemente una parte integrante del método utilizado. Puede ser coercitiva (una petición de ayuda) o suponer un juego con la muerte en el que se faculta a otra persona a decidir si el suicida potencial ha de vivir o morir.

Los métodos de suicidio desorganizados o múltiples, o los realizados de forma caótica y que duran varios días, suelen ser elegidos por pacientes desorganizados o esquizoides.

Parte de la relación entre el suicidio y la depresión puede comprenderse por la necesidad de expiación que puede subyacer en ambos fenómenos. El intento de suicidio puede hacer que desaparezca una larga depresión. Una forma parece sustituir a la otra. Muchos pacientes suicidas entienden su muerte como un crimen interiorizado y los intentos de suicidio de los demás son explicados como actos de expiación.

Las personas que han sobrevivido a intentos de suicidio han proporcionado importantes pistas sobre la psicodinámica del tema, Edwin Scheneidman y Neil Farbow han calificado a los pacientes suicidas en cuatro grupos: los que conciben el suicidio como un medio para alcanzar una vida mejor; los que se suicidan por una psicosis con delirios y alucinaciones asociados; los que se suicidan en venganza a una persona querida; los ancianos y/o enfermos para los cuales el suicidio es una liberación.

Predicción

Las ocho principales cuestiones asociadas con el riesgo de suicidio son: 1) edad, 2) alcoholismo (hay que tener en cuenta que el 25% de los suicidas son alcohólicos), 3) ausencia de irritación, 4) rabia o violencia reciente, 5) conducta suicida anterior, 6) no aceptación de ayuda al momento de la evaluación, 7) mayor riesgo cuanto mayor era el episodio suicida real, 8) ausencia de experiencia de internamiento psiquiátrico.

Todos los exámenes psiquiátricos, independientemente del diagnóstico, deben incluir siempre preguntas sobre si el paciente ha tenido alguna vez idea de querer hacerse daño o quitarse la vida. El profesional debe preguntar por la historia de suicidios en la familia.

En el adolescente el intento suicida puede darse sin que tenga que ver alguno o todos de los ocho items. Otros factores adicionales relacionados con el riesgo son la ocupación, los precipitantes de intento, el tiempo transcurrido entre éste y su descubrimiento, la motivación y el diagnóstico de depresión.

Evolución y tratamiento

A cualquier paciente del que se sospecha que es suicida debe preguntársele si se siente tan mal que desearía poner fin a todo. Por inferencia, suele sentirse aliviado por la invitación a hablar sobre sus sentimientos de autodestrucción. Si la respuesta es afirmativa debe animárselo a que dé más detalles. A medida que el paciente asiente el terapeuta debe aumentar la especificidad de sus preguntas preguntándole si las ideas incluyen un plan, cuál es la naturaleza de éste, el momento y los medios de que dispone.

El profesional debe obtener la información necesaria sobre el plan suicida, la letalidad, y en el caso de que la comunicación suicida sea hecha por teléfono, le será útil disponer del paradero del paciente . Es importante para el terapeuta dar los teléfonos de su casa y trabajo para mantener un contacto en casos de urgencia; ocasionalmente, el paciente se extiende mucho hablando por teléfono a una hora intempestiva de la noche o bien da sólo el nombre en el contestador del analista.

En lo referente a la hospitalización el médico debe de evaluar si es recomendable o si es preferible atenderlo en forma ambulatoria, ya que la internación puede actuar como un disparador del intento suicida o bien como un freno.

Sexo

Los hombres consuman el suicidio tres veces más que las mujeres, un índice estable en todas las edades. Por otra parte, los intentos de suicido en las mujeres son en proporción tres veces mayor que en los hombres.

Edad

La significación de la crisis de la edad madura queda subrayada por los índices de suicidio.

En los adolescentes, el suicidio es una causa de frecuente observación. El perfil psicológico de los adolescentes que se suicidan es el de personas que desde niños tenían dificultades en demostrar sus sentimientos y emociones, es decir, aquellos que se "tragaban todo", los hijos modelo, que no daban ningún trabajo a sus padres, responsables en el hogar, en la escuela y en el trabajo, con un nivel alto de autoexigencia. Esta última característica los hace sufrir cuando no cumplen los propios objetivos, terminando con sentimientos de culpabilidad, fracaso e inutilidad. Ante la situación de sufrimiento, como una manera de atenuarla, puede sobrevenir el suicidio. Los intentos de suicidio de los adolescentes y jóvenes son una forma de llamar la atención de los adultos y decirles que no pueden más con sus problemas.

Aspectos sociales

Las olas de suicidio, donde uno desencadena la producción de otros (la masificación), es muy común en personas que ya tenían alguna problemática.

En la vejez la importancia de la problemática del suicidio se refleja en las altas tasas que presenta este sector de la población. El viejo suicida es un desafiante absoluto, desafía a los vivos por su rechazo de una existencia que juzga como incomprensible e intolerable, desafía a los muertos con los que se reune con una rapidez incomprensible y hasta desafía a Dios, pues le niega su propia creación.

En este aspecto encontramos un concepto fundamental como es el "síndrome de invisibilidad ", denominado así por Ring. Surge cuando los componentes de la sociedad dan la espalda a las necesidades físicas, psíquicas y económicas del anciano. Esto le produce rabia, vergüenza, aislamiento, la indefensión aprehendida y la depresión del suicidio ya que la autoestima y el estado de ánimo son afectados por el sentimiento de invisibilidad. El anciano, no busca llamar la atención sino más bien llevar a cabo su intención. El intento resulta de mayor letalidad.

En la vejez la desesperanza es la moneda corriente de todos los días. Es la imposibilidad absoluta de obtener una determinada cosa o de que ocurra algo que pueda cambiar la realidad existente.

Otro factor determinante es el de la muerte del otro que acelera la decisión de terminar con la propia vida (la viudez). Produce una sensación de vacío y de presencia/ausencia.

Raza

Entre los blancos los porcentajes son casi dos veces mayores al de las demás razas. Dos de cada tres suicidios son realizados por varones de raza blanca. En la raza negra, los jóvenes de los ghettos, ciertos nativos americanos y grupos de indios de Alaska por ejemplo, los índices de suicidio superan considerablemente los índices nacionales de los Estados Unidos.

Estado Civil

El matrimonio, reforzado por los hijos, disminuye significativamente el riesgo de suicidio.

Ocupación

Los médicos han sido considerados tradicionalmente los profesionales más propensos al suicidio. Los psiquiatras son los que poseen el mayor riesgo seguido por oftalmólogos y anestesiólogos, pero la tendencia va hacia la igualación en todas las especialidades. Las poblaciones con una prevalencia especial son las de músicos, dentistas, funcionarios de la ley, abogados y agentes de seguros.

Métodos

La ingesta de fármacos es el método suicida más común y es utilizado con mayor frecuencia que cualquier otro por las mujeres. Los hombres utilizan las armas de fuego, que suelen tener un desenlace fatal en un número superior de veces.

Ser o no ser, esa es la cuestión: ¿Qué es más digno para el espíritu: sufrir los golpes o avatares de un destino infame o revelarse contra la marea de las desgracias y ponerles fin con el rechazo a la vida? Morir, dormir, no más, y gracias al sueño decir: hemos terminado con los tormentos y los miles de conflictos que afligen nuestra condición humana. Es el final lo más deseable. Morir, dormir; ¡dormir! Pero entonces, quizás soñar: ¡Ay, he aquí el obstáculo!

Nadie mejor que William Shakespeare para describir artísticamente el componente psíquico del suicidio que caracteriza el ánima humana. Nada más acertado que este fragmento de Hamlet para internalizar una verdad indubitable: la solución para terminar con el sufrimiento no es derramar vanamente la vida sino sólo ¡soñar!, esa es la clave. La vida es la única salida, la única respuesta, a todas las preguntas que el ser pueda formularse. El potencial de ser alguien que merezca la pena es inagotable.

María Cecilia Lanuque



Numero 21, Junio de 1998