EL MERCURIO de la Salud
Número 22 - Julio de 1998


La problemática laboral

Dos enfoques sobre los cambios que producen en las personas las condiciones laborales adonde apunta el futuro de la Argentina.


Inseguridad laboral y stress ocupacional

por el Lic. Jorge Tsiftsis

El aumento del stress ocupacional está directamente relacionado con la inseguridad laboral, ya que ambos se retroalimenta mutuamente. En esta década de los noventa, en que los cambios y las innovaciones tecnológicas se aceleran vertiginosamente modificando las condiciones laborales, la aceleración es tal que los estudios y análisis vaticinan que debe esperarse una agudización de las siguientes tendencias: a) Mayor presión sobre los sectores laborales y una menor demanda de personas para realizar las tareas; b) Creciente interés por reducir los costos empresariales; c) Aumento de la incertidumbre debido a los cambios en las políticas empresariales; d) Predominio de las tareas grupales por sobre las individuales, modificando valorizaciones, resaltando los aportes independientemente de las jerarquías; e) La necesidad de capacitación continua -como requisito fundamental- ante el avance y las complejizaciones económicas.

Todo esto desemboca en que los individuos deben adaptarse o quedar de lado.

Las tendencias crean una sensación de falta de control -por parte de los individuos- sobre las condiciones laborales, con el agravante de que las estructuras se achican constantemente influyendo en las formas de reclutamiento y contratación. Tanto que “cada vez menos gente tiene un trabajo estable”, sólo un 28% en la Capital Federal y el conurbano mientras que en 1994 el porcentaje era del 42%. El descenso es debido a que los trabajos fueron remplazados por contratos temporarios o a prueba. Los datos del INDEC señalan que el mercado laboral argentino oscila entre “sin trabajo o sin descanso” y que por cada desocupado hay dos sobreocupados, que trabajan cada vez más para ganar lo mismo. Un fenómeno que abarca tanto a un gerente como a un empleado de supermercados y a cuyo frente marchan los taxistas y los comerciantes. La proliferación de los contratos temporarios eximen de abonar las cargas sociales, produciendo un grado de flexibilidad que con su elevada inseguridad repercute sobre la salud de los trabajadores, con el consiguiente aumento del estress, el alcoholismo, el tabaquismo y las enfermedades coronarias.

Los estudios indican que en los países desarrollados (en el nuestro no se conocen estadísticas oficiales) los síntomas del stress son: jaqueca entre los 18 y 29 años; de 30 a 39 se agrega acedia; entre los 40 y 49 se suman gastritis, úlcera y dolores musculares; de los 50 en adelante aparece también una alta presión sanguínea.

A medida que envejecen los hombres parecen añadir nuevos síntomas, agregándose así a la hipertensión señalada ateromatosis (altos niveles de colesterol), ataques cardíacos (infartos del miocardio), paros cardíacos, úlcera péptica (gástrica o duodenal), alcoholismo y disfunciones sexuales.

Los tres efectos clásicos del estress laboral son el ausentismo, los accidentes y el alcoholismo y reacciones que pueden ir de un estado de agotamiento al otro extremo de trabajar como un loco con el fin de contrarrestar los efectos de la ansiedad, tratando de calmar la incertidumbre. Estos procesos cuando se exacerban pueden llegar a la alienación o pérdida de identidad, con el consiguiente empobrecimiento del yo y los costos sociales y familiares que eso implica.

Además el estress ya dejó de ser privativo de los sectores ejecutivos como en sus comienzos. Se haya extendido a todos los sectores laborales, aunque varía la forma en que se presenta y las causas que lo provocan. En los ejecutivos el disparador principal eran las cargas de la responsabilidad y la toma de decisiones. En los sectores subordinados -los que reciben órdenes- las causas son la rutina, la falta de motivación y la imposibilidad de aplicar la creatividad a tareas monótonas y repetitivas, creando sensación de agotamiento y falta de interés. Trabajar así resulta doblemente frustrante, porque es sabido que cuando el trabajo es gratificante constituye un poderoso agente de autorrealización y un signo positivo de salud vital.

El sistema ocupacional argentino, lenta y peligrosamente, se va ubicando en las antípodas de estos postulados ocupacionales y sociales.


El costo de tener trabajo

por la Lic. Diana Casanas

Muchos trabajadores argentinos deben en la actualidad rendir honor a su situación aunque eso les cueste "sangre, sudor y lágrimas".

Una gran masa de desocupados piensa en la dicha que puede significar tener trabajo, idealizando este estado como desprovisto de toda angustia posible. Pero esto no es así: los ocupados también sufren los efectos de la desocupación. ¿Cómo se visualiza ésto?

- Inseguridad en los puestos de trabajo (por ej. reducción o sustitución de personal).

- Alta competitividad relacionada a: nivel de formación profesional, manejo de idiomas extranjeros, conocimientos de informática y, por qué no decirlo, la edad y la buena presencia.

- La competitividad aparece también con otras fachadas más agresivas, "el otro o yo", generando individualismo y a la vez rompiendo valores como la solidaridad, produciendo una encrucijada ética: "pierdo el trabajo o pienso sólo en mi".

- Otro de los costos de trabajar son las horas y la dedicación, el dilema parece ser: cuál es el límite posible de tareas, responsabilidad, horas trabajo y exigencias de pautas que lindan con lo extenuante. El sujeto pierde el parámetro de lo justo, ¿y qué es lo justo? El corrimiento de pautas culturales y leyes laborales provoca la desorientación de la respuesta.

- "No somos nada". Esta reflexión propia de los momentos de pérdida y angustia surge ante el vacío de no tener trabajo, pero también en aquél que trabaja y ve que su compañero es despedido, es prescindible. Entonces piensa: por qué no puedo ser despedido también. El miedo a perder el trabajo tiene algo de irrecuperable, y es al mismo tiempo el futuro temor a no encontrar.

- La amenaza es permanente, hay una lista fantasmática de factibles candidatos dispuestos a ocupar el cargo en cuestión.

- El "no somos nada" se traduce en sentimientos de reproche, injusticia y desvalorización. Reproche por pensar en qué se falló, en qué no se cumplió, ¿por qué a mi?, o pensar que en realidad no se está a la altura de los tiempos que corren.

- "Hoy estamos, mañana no estamos", otra frase que sintetiza la vulnerabilidad de los puestos de trabajo. Queda clara una cosa: no hay garantías, los cambios son acelerados y el tren se pierde con facilidad.

El costo de trabajar en estas condiciones es el sufrimiento, pero con la paradoja de tener que agradecerlo frente a los que no lo tienen. Se siente que no hay espacio ni derecho que aloje el dolor de la sobrecarga de trabajo, el cansancio en el cuerpo, el miedo a no contar con la identidad que implica para un sujeto la representación: soy fulano de tal y me dedico a x trabajo, eso que representa a cada sujeto joven o adulto frente al otro social, cualquiera sea la identidad ocupacional.