EL MERCURIO de la Salud
Número 22 - Julio de 1998


PROYECTO GENOMA HUMANO
Controversias entre el sector público y el privado

Una nueva discusión entre lo público y lo privado crece en torno al genoma humano. La causa fue el anuncio del científico estadounidense Craig Venter del lanzamiento de su propia iniciativa, afirmando que descifrará el genoma humano en tres años con un costo inferior a los 300 millones de dólares.


El compromiso cerrado en mayo entre el investigador Craig Venter y el experto en bioinformática William Hunkapiller, promete secuenciar el 100% del genoma humano para el 2001, cuatro años antes que la fecha fijada por el Proyecto Genoma Humano patrocinado desde hace años por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y el Departamento de Energía (DOE), dos centros federales estadounidenses.

Venter, presidente ejecutivo del Instituto de Investigación del Genoma (TIGR) en Rockville, EE.UU., y Hunkapiller, cerebro y directivo de Applied Biosystem (una compañía de bioinformática especializada en ordenadores que secuencian fragmentos de ADN), son las cabezas principales de la unión que cuenta con apoyo financiero de la empresa estadounidense Pelkin-Elmer Coporation.

Los dos especialistas aclararon que aunque su compañía es privada la información que obtengan será de dominio público.

La diferencia en la divulgación de los logros es el tiempo. Mientras que los proyectos públicos dan a conocer las secuencias en pocos días, Venter lo hará cada tres meses. Esta decisión es criticada por varios investigadores, que dicen que la única razón es que quieren elegir con cuidado los mejores genes para patentes. Pero Venter se defiende: “Encuentro difícil tomar en serio a las personas cuando uno ha gastado 300 millones de dólares en fondos privados para hallar la secuencia del genoma, se los ha dado gratuitamente y luego se quejan de que no los está recibiendo con suficiente rapidez".

Los europeos también critican la actitud de Venter, pero principalmente porque temen que represente sólo un paso más en la dominación norteamericana de la industria biotecnológica.

Venter tiene una larga historia en el mundo de la genética. Hasta 1992 era un científico de los NIH, y allí ideó una nueva forma, mucho más rápida, para establecer la secuencia genética. Después de reñir con los NIH sobre si la información que él había descubierto debía ser patentada, la firma biotecnológica Human Genome Science lo llevó a sus filas ofreciéndole 85 millones de dólares en 10 años para crear su propio centro, el TIGR.

Robert Cook-Deegan, científico del Instituto de Medicina y autor de "The Genome Wars", afirma que "hay resentimiento hacia la personalidad de Venter porque ha triunfado, vale mucho dinero y porque pasó de ser un científico de los NIH a tener éxito en el sector privado".

Como todo fiel representante de capitales privados Venter dice: "Esto no se trata de un proyecto de caridad, es un negocio en las fronteras de la ciencia y la medicina”.

Acá se evidencia que el problema no radica solamente en el triunfo de dar a conocer el genoma humano completo a todo el mundo, sino en el patentamiento de fragmentos de ADN con el fin de obtener ganancias.

La discusión sobre patentamiento de material genético fue larga, pero finalmente tanto en EE.UU., Japón y Europa se permitió obtener beneficios de los genes humanos. La decisión de patentar los genes no gusta a los ecologistas ni a muchos expertos en bioética, pero el futuro de las compañías farmacéuticas pasa indefectiblemente por la obtención de fármacos derivados del rastreo de los segmentos de ADN.

La justificación de la autorización de las patentes genéticas se basa en que impedir que los laboratorios rentabilicen sus cuantiosas inversiones en investigación era poner freno al desarrollo, pero en este caso el desarrollo esta directamente relacionado con las ganancias de unos pocos justificada con el beneficio a problemas de salud que tendrán todos, pero qué todos, ¿los que puedan pagar?

La legislación en materia genética parece apuntar a un tema fundamental, proteger la inversión (ya sea pública o privada) y asegurarle la retribución de los “progresos”.

Para comprobar que el negocio de la biotecnología es muy prometedor basta con ver lo que sucede cuando se confían los ahorros a los brokers de la neoyorquina Wall Street. Si uno se decide a invertir allí en fondo de pensiones es bastante probable que el agente elegido recomiende colocar el dinero en compañías de biotecnología, y casi todas ellas fundamentan su negocio en investigar ADN.

Finalmente se va a conseguir descifrar el genoma humano completo y la gente va tener acceso a la información, pero de qué sirve tener acceso a una información patentada y con diversos dueños. Cualquiera puede conocer la fórmula de un medicamento porque en el mismo prospecto figura, sin embargo, el dueño de la patente medicinal sigue siendo uno.

Si la UNESCO declara al genoma humano como patrimonio de la humanidad parece que importa poco a la hora de los hechos, el patentamiento y comercialización internacional de los descubrimientos genéticos avanza y hasta el momento no hay nada que los detenga.

Anibal Adrián Fryc
Edmundo Sammartino


Los tres pilares

El avance de la investigación genética en los últimos años tiene tres personas clave que se llaman Craig Venter, Francis Collins y William Haseltine.

Craig Venter abandonó los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) estadounidenses para crear un centro propio, diciendo que en la oficialidad no encontraba el dinamismo que él creía necesario para trabajar con genes.

Francis Collins es el máximo responsable del Proyecto Genoma Humano a nivel federal en EE.UU. Es consejero de Clinton y responsable de administrar el dinero que existe para finalizar el proyecto y de coordinar los centros que, tanto en EE.UU. como en otros países, están trabajando en el genoma.

William Haseltine es virólogo y abandonó Harvard para trasladarse en 1993 al área Washington y fundar una gran compañía privada de secuencia genética, Human Genome Sciences (HGS), que fue la primer empresa en el mundo que inició ensayos en humanos con productos surgidos de lo que se ha denominado farmacogenómica.