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Santa Claus Contra la Momia, Drácula y Frankenstein


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SANTA CLAUS CONTRA LA MOMIA, DRáCULA Y FRANKESTEIN.
por Héctor Ugalde (UCH)

  Se oyó un ruido en el pasillo...

  ¿Qué sería? aguzó el oído, pero no escuchó nada. ¡Tal vez un ratón!

  Tenía prisa en terminar de disfrazarse.

  Por el espejo creyó ver movimiento a sus espaldas, volteó y no vió
nada. Son mis nervios, pensó. Eso de vivir solo no es conveniente. Tal
vez tendría que contratar otra sirvienta.

  Pero nadie aguantaba su mal humor. Ni siquiera su esposa que sufrió
tanto con sus insultos y maltratos. Menos aún las innumerables
sirvientas que había contratado y que no soportaron sus arranques de
ira, sus groserías y su violencia.

  Era extraño que este hombre se disfrazara de Santa Claus cada año,
pero él encontraba un gusto extraño en regañar y en burlarse de los
niños con crueldad, en negarles sus regalos, en decirles que eran unos
niños malos, unos monstruos.

  Tenía prisa en terminar de disfrazarse. Tenía prisa en ver los ojos
asustados de los niños, y las caras de dolor cuando les daba un
pellizco, un buen coscorrón o un jalón de orejas cuando los padres no
estaban viendo. ¡Ahh! ¡Cómo gozaba con el dolor ajeno!



  Se oyó un ruido más fuerte. Está vez no había duda.

  ¿Sería un ladrón? Tendría que investigar.

  Se paró pesadamente y caminó al pasillo. En el piso encontró un pedazo
de venda tirado. ¡Qué extraño! Pensó. La venda no era nueva, se veía
usada y sucia.

  Le pareció ver una sombra entre la obscuridad. Le gustaba ahorrar, y
estando sólo no necesitaba tener prendidas las luces de la casa. La
única luz encendida era la de su cuarto.

  Intentó oprimir el interruptor de la luz del pasillo, pero alguien
pasó corriendo junto a él y le dió una patada en la espinilla.

  Mientras se agachaba para agarrarse la pierna adolorida, otra persona
le cayó encima cubriéndolo con una capa, colgándosele del cuello e
intentando morderlo. Se sacudió tratando de librarse del abrazo, y en un
momento de la lucha su cara quedó frente a la de su atacante. En la
penumbra distinguió la pálida cara de... ¡Drácula!

  El susto lo hizo revolcarse, y con sus giros logró librarse de el
vampiro.

  Arrastrandose por el suelo se topó con unos pies vendados. Volteando
hacia arriba vió la cara vendada de una momia en el momento en que le
soltaba una plancha en la cabeza.

  Se le nubló la vista, tanto por el golpe, como por la sangre que le
brotaba de su cabeza.

  Le dió pánico. Se levantó corriendo hacia la cocina, pero al entrar
fue recibido con un golpe de cacerola en plena cara.

  Trastabilló y retrocedió. Se apoyó en la mesita del pasillo
recargándose en el directorio telefónico.

  ¡El teléfono! ¡Claro! ¡El teléfono! ¡Llamaría a la policía!

  Extendió la mano para tomar el teléfono, pero sólo sintió un ardor que
le subía por el brazo al recibir una cuchillada que le cortó dos dedos.
La cara de Frankestein le sonreía maliciosamente mostrándole el cuchillo
ensangrentado.

  Sintió miedo. Un nudo visceral que se convirtió en dolor intenso al
recibir un golpe de martillo en el estómago.

  Se dobló y cayó al suelo.




  Tirado en el suelo podía ver a los tres monstruos, a los tres
malévolos y sonrientes monstruos que le veían: Drácula, Frankestein y la
Momia.

  ¡No era posible! Todas esas leyendas eran historias bobas para asustar
a los niños.

  Pero en ese momento se sentía como un niño. Como un indefenso y
desvalido niño.



  Viendo a Drácula con más detenimiento, creyó reconocer las facciones
de alguien.

- ¡Eres Paco Peréz!- Drácula sonrió mostrando sus colmillos de plástico.

  Mirando a Frankestein, el tullido Santa Claus musitó: - ¡Quico Quezada!
El Frankestein miniatura sólo gruñó.

  El otro, la momia, no podía ser otro que Ramón Ramos "el mudo", el
tercero y último de los "3 trogloditas".

  Esos chamacos endemoniados, ¿a qué habían venido? ¿A qué? ¿A lastimarlo?
¿A herirlo? ¿A matarlo?

  Sintió que un escalofrío le recorría la espalda.


  Los niños comenzaron a patearlo con saña gritando:
  ¡Venganza!
  ¡Venganza!
  La sangre se confundía en su traje rojo.


  En un momento de respiro en que los niños tomaban fuerza para otro
ataque, aprovechó, se levantó y corrió cojeando.

  Tropezó con la gorra de Santa Claus que había quedado tirada en el
suelo y cayó por las escaleras. Un grito se ahogó en su garganta.

  Y cayó, y cayó, y cayó, y cayó...





  Con un gemido abrió los ojos...


  ¡Un Santa Claus a medio vestir le devolvió una mirada extraña desde el
espejo!

  ¡Se había quedado dormido!

  Se sonrió -¡Qué sueño tan extraño! -Pensó mientras terminaba
rápidamente de disfrazarse.




  Se oyó un ruido en el pasillo...

                                  FIN


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