1. BIENVENIDA
Celebrante: En el nombre del Padre... (y saludo)
Guía:
La conversión a que nos invita la cuaresma es un camino en que se
empeñan Dios y los creyentes pecadores. Jesús, encarnación
visible del perdón de Dios, lo presentará en el evangelio
de hoy en una frase lapidaria, consoladora, comprometedora y vital: "¡Sigue
tu camino
y deja de pecar!"
Las lecturas bíblicas nos dan la pauta segura para adentrarnos más
en el misterio de la pascua. En la primera lectura, el profeta Isaías
habla de la nueva creación que el Señor Dios desea iniciar
cuando todo parece perdido como lo parecía para el antiguo Israel.
En la segunda, el apóstol Pablo pide que el cristiano olvide su pasado
caduco y se fije en la meta futura, la resurrección. Por su parte,
el Evangelio de Juan propone a Jesús como el artífice del
perdón de Dios que protege a una mujer denigrada, la libera de su
vida equivocada y la orienta hacia la dimensión del amor cristiano,
expresado aquí como consolación y esperanza: "¡Sigue
tu camino
y deja de pecar!"
Que al participar en esta celebración recibamos la misma invitación
de Jesús a la mujer del evangelio y estemos dispuestos a retirarnos
de mal y a seguir el camino nuevo de la justicia y de la paz.
Primera lectura (Isaías 43,16-21)
Para olvidar sus miedos, el hombre suele refugiarse en el pasado. Pero el
profeta Isaías aclara que no es el pasado lo que curará al
hombre sino la señal del mundo nuevo que Dios ha anunciado desde
siempre. Soñar puede iluminar nuestro deseo, pero confiar en lo que
Dios promete y participar en su realización es lo que llevará
a la meta.
Segunda lectura (Filipenses 3,7-14)
Cuando un creyente como Pablo examina su propia vida, percibe qué
lejos ha estado de Dios y cuán poco ha hecho por acercársele.
Con todo, su limitación puede acercarlo a Cristo de atreverse a renovar
su pasado, desconfiar de la falsa seguridad presente y empeñarse
por el futuro que puede enderezar.
Evangelio (Juan 8,1-11)
No es recomendable ni prudente arrojar la primera piedra contra quien parece
haberse equivocado. Con un relato emotivo, al estilo de Lucas, el cuarto
evangelio anuncia que la misericordia debe tener siempre la última
palabra tanto en los asuntos de la fe como en las cuestiones humanas, por
claras que parezcan.
Celebrante:
Señor de la paz, que amas a tus hijos sin medida y les concedes tu
perdón, a pesar de sus pecados y fragilidad: escúchanos y
atiéndenos con tu amor de Padre.
Guía: Roguemos / Señor de la vida, ten compasión
de nosotros.
- Por la Iglesia esparcida en todo el muundo: que se dedique a ofrecer el
perdón de Dios y a ser signo de tolerancia, comprensión y
compasión. Roguemos
- Por los ministros religiosos de todas las religiones: que sean ejemplos
de fe y eco de la bondad de Dios, sin distinción ni preferencia.
Roguemos...
- Por todos los confesores que en esta ccuaresma otorgan el perdón
de Dios a los fieles: que sepan darles consuelo como Jesús. Roguemos
- Por cuantos viven en amasiato y en aduulterio: que no se sientan alejados
de Dios por su situación, sino se empeñen en buscarlo para
ser curados. Roguemos
- Por los legisladores, encargados de emmanar leyes, y jueces, comisionados
para aplicarlas: que en sus medidas sean ejemplo de interés por el
bien común y no vengadores de intereses mezquinos y creados. Roguemos...
- Por cuantos participamos en esta celebbración dominical: que sepamos
participar de ella sin el temor de faltar al precepto, a regañadientes
o criticando a quienes no cumplen este y otros compromisos de fe como nosotros.
Roguemos...
- Otras intenciones. Roguemos
Celebrante:
Padre nuestro que gozas al perdonar a tus hijos: perdona nuestras ofensas
y no nos dejes caer en la tentación del rencor, de la venganza y
la soberbia. Danos tu Espíritu para acercarnos a ti y evitar mirar
la paja en el ojo de nuestros hermanos. - AMÉN.
Guía:
Todos necesitamos la misericordia y perdón de Dios, ya que todos
somos pecadores. Este es el mensaje que nos ha enseñado la liturgia
de la Palabra este quinto domingo de cuaresma.
Renovados con este mensaje de esperanza como la mujer adúltera del
evangelio, nos podemos dedicar, como ella, a reconstruir nuestra vida y
abandonar el mal que tanto daño ha causa a nuestras personas y ha
descompuesto nuestras relaciones sociales entre humanos y con el mundo que
nos rodea.
Que nuestra celebración sea punto de partida hacia el mundo nuevo
que nos proponen el profeta Isaías con su imagen de la nueva creación;
la esperanza en la resurrección de Cristo que nos anuncia Pablo;
y la consoladora realidad del perdón con que Jesús renovó
a la mujer adúltera del evangelio que para sus críticos era
"una causa perdida y un asunto concluido".
Celebrante: En el nombre del Padre... (y despedida)
La palabra "impecable" debe desaparecer del lenguaje común por los sentidos extraños que se le han agregado. Así, por ejemplo, se emplea para calificar un trapo limpio o una página sin errores cuando, en su acepción teológica original ("sin pecado"), pertenece sólo a Dios, a Cristo Mesías y a su Madre María.
Por otra parte, todos los hombres pecamos
y, con ello, sólo adquirimos problemas, de los cuales no siempre
salimos bien librados, a menos que Cristo nos tienda la mano como a una
mujer adúltera, a la que mostró que compasión y perdón
son dones con los que Dios garantiza que el hombre sea realmente hombre
y la mujer, enteramente mujer.
Sobre este tema y mensaje nos habla el quinto domingo de la cuaresma.
Deuteroisaías, profeta de oráculos y temas profundos como
el de hoy, consoló a sus paisanos deportados a Babilonia anunciándoles
que, por difícil que fuese su pena, estaba a punto de resolverse.
Los invita a olvidar su pasado y mirar el futuro que se acerca: ¡su
liberación! Propone, para ello, varias imágenes: si Dios pudo
hacer pasar por el mar al antiguo Israel, esclavo de Egipto... ¿no
podría repetir esa obra haciéndolos volver a su tierra, dándoles
alimento durante su travesía y constituyéndolos su pueblo
elegido y nuevamente liberado? El mensaje es claro y consolador: no es recordando
los propios pecados como el hombre se libera de ellos, sino aceptando el
nuevo éxodo y la nueva creación que Dios quiere sacar de lo
poco que le queda (primera lectura).
Pablo asocia la vida humana a la carrera en algún estadio romano
de su tiempo, cuya meta coincide con la muerte del creyente. Revisando su
vida entera, el apóstol dice que aún tiene mucho por recorrer;
que sus conquistas son poca cosa ante lo que él tiene enfrente: experimentar
la resurrección de Cristo a condición de parecérsele
en su dolor y muerte expiatorias (segunda lectura).
Con dulzura exquisita, el evangelista Juan muestra a Jesús enseñando
el sentido de la misericordia de Dios. Se le pide que dé su opinión
sobre una mujer adúltera y que participe en su lapidación
"de acuerdo a la ley". En realidad, a los acusadores no les interesa
tanto cumplir la ley o lapidar a la mujer cuanto probar a Jesús y
tener motivo para acusarlo de violar un mandato legal.
Los acusadores nunca vieron la culpa del varón cómplice de
la mujer pecadora: callaron su propia curiosidad sobre la vida ajena; se
sintieron celosos de cumplir la ley cuando había sangre de por medio;
y, en realidad, no estaban interesados en el castigo dictado por la Escritura
(Levítico 20,10; Deuteronomio 22,22-29), sino en tener un motivo
real para involucrar a Jesús y empañarlo ante "la Ley"
(evangelio).
Antes de comenzar la Semana santa, la Liturgia de la Palabra acentúa
el mensaje de la misericordia y sugiere pistas para vivir como creyentes:
Ø culpar al pasado no remedia el presente ni prepara el porvenir
(primera lectura);
Ø la fe en la muerte y resurrección de Jesús mantiene
en forma (segunda lectura);
Ø medir a los demás no ayuda. Nos vuelve jueces... pero no
hermanos (evangelio).
Por otro lado, Jesús no excusa a la mujer de su
falta ni afirma que "no pasa nada", sino:
- aclara que nadie puede o debe juzgar eel pecado de su hermano o hermana;
- anima a la mujer a no equivocarse m&aaacute;s y a ver que el error mete
en problemas;
- libera de la frialdad de los jueces huumanos por haber sido perdonada por
Dios;
- y nos orienta a ser auténticos sin recurrir al mal para ser o sentirnos
"alguien".
En el evangelio de hoy, Jesús calla, se pone del lado de la adúltera, comparte el peso de la mirada acusadora sobre ella y suscita un examen de conciencia que conmueve a todos: "¡El que esté libre de culpa... que tire la primera piedra!". ¿Le arrojarías la tuya?