Celebrante: En el nombre del Padre... (y saludo)
Guía: Una o más veces, de una u otra manera, todos hemos abandonado
la casa del padre para buscar seguridad y salvación en otro lado,
como los hijos del señor amoroso en la parábola que nos presenta
el evangelio de hoy. Ciertamente: Dios perdona; ¡pero hay que volver
a casa
para verlo y experimentarlo!
En la primera lectura, el Libro de Josué propone que, luego de vagar por el desierto entre riesgos, Israel entra a la tierra prometida a gozar sus frutos. La celebración de la primera pascua en ella es la señal del Dios que lo ha liberado de Egipto.
En la segunda lectura, el apóstol Pablo habla de la realidad nueva
que es el cristiano cuando se vuelve misionero del perdón por haberlo
experimentado en carne propia.
El Evangelio ofrece la parábola del "Padre amoroso" que
da el perdón de Dios al que se queda en casa, por conveniencia, y
a quien vuelve a ella... por interés.
La cuaresma debe enseñarnos a todos la ruta del perdón de
Dios: conmovernos para buscarla y movernos para ofrecerla.
Que la celebración nos ayude a ser criaturas nuevas en el mundo y
entre los hombres.
Primera lectura (Josué 5,9.10-12)
Al entrar en Canaán, Israel celebra una nueva pascua: su éxodo
ha terminado y posee la tierra prometida. Desde hoy vivirá sin maná
pero vivirá con el esfuerzo de su trabajo en su nueva tierra. De
este modo, el relato del Libro de Josué alude tanto a la libertad
real que Dios da al hombre como a la vida definitiva que le sigue prometiendo.
Segunda lectura (2 Corintios 5,17-21)
La vida del cristiano en el mundo, asegura San Pablo, muestra la reconciliación
que Dios concede al hombre. Su existencia no se reduce sólo a evitar
el mal y a hacer obras buenas, sino a convertir al hombre en una criatura
nueva, mensajera de Cristo, y medio de reconciliación de Dios con
los demás.
Evangelio (Lucas 15,1-3.11-32)
Criticar a Cristo por ser misericordioso es excluirse de la salvación,
del perdón y de la alegría de los redimidos. Dios no se fija
si un hijo renuncia a su amor o vive como un mercenario bajo su mismo techo.
El perdona; es decir: acepta al que vuelve y promueve a quien no sabe vivir
a su lado.
Celebrante:
Hermanos: si la desconfianza nos arruina y la desesperanza nos desquicia,
tenemos a Dios, Padre bueno, quien puede perdonarnos y ayudarnos, si se
lo pedimos.
Guía: Pidamos / Padre nuestro,
danos tu perdón.
- Por la Iglesia de Cristo: para que nunnca deje de promover la paz y el
perdón entre los hombres y los pueblos. Pidamos
- Por el Santo Padre y nuestros obispos,, apóstoles encargados de
velar por las comunidades: para que sean garantía de unidad y de
reconciliación. Pidamos
- Por los jueces de nuestro país:: para que no sean sólo técnicos
al aplicar la ley sino hombres de corazón que entiendan a quien se
ha equivocado. Pidamos
- Por los cristianos que no practican ell sacramento del perdón: para
que dejen su temor y aprendan a ser criaturas nuevas, reconciliándose
con Dios y con todos sus hermanos. Pidamos
- Por las personas rencorosas e irasciblles: para que no duerman sin perdonar
a quienes suponen haberlos ofendido ni piensen vengarse de ellas. Pidamos...
- Por los cristianos piadosos: que no see sientan los elegidos ni devalúen
a aquellos hermanos que no practican la fe como ellos o viven alejados de
los sacramentos. Pidamos...
- Por quienes participamos hoy en esta ccelebración: para que no vivamos
la fe con intereses mezquinos de ganarnos la gloria a futuro ni con ilusiones
falsas de que el pasado fue siempre mejor. Pidamos
- Otras peticiones. Pidamos
>
Celebrante:
Padre misericordioso, como te describió Jesús en sus parábolas:
atiende las peticiones que te hacemos y renuévanos con tu perdón
para hacernos ministros de reconciliación entre los hombres. - AMÉN.
Guía:
Al terminar esta celebración en que se nos ha mostrado cómo
vivir el perdón de Dios, podemos expresar nuestra alegría
con obras convencidas y palabras convincentes.
Los cristianos no hemos sido llamados a vivir una religión de reglas,
de simple tradición o con intereses de grupo y raza, sino a proponer
una manera nueva de plantear la vida entre las personas, de convivir en
la tierra que se nos ha dado y de ponernos a buscar a Dios en nuestras realidades
y entre los demás.
Que la conducta del Padre misericordioso de la parábola del evangelio
nos impulse a mostrarnos activos en nuestras comunidades y a abrirlas a
todo lo bueno, positivo y de valor que se nos propone durante el tiempo
de cuaresma que vivimos y en esta noble tierra que pisamos.
Celebrante: En el nombre del Padre... (y despedida)
En tiempos anteriores a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, al cuarto domingo de cuaresma se le llamaba en latín "Laetare" por la primera palabra de la antífona con que inicia la misa: "Alégrate, Jerusalén...".
Por otra parte, el cuadro gozoso de este domingo es como un "alto"
durante los días de ascesis de la cuaresma y una invitación
a los cristianos para que no consideren que lo fundamental es la penitencia
que se practica en ella.
La ascesis es buena, pero sólo tiene sentido con la pascua que se
perfila al horizonte.
Este tema de la alegría sigue resonando hoy a causa de y en las tres
lecturas que la Escritura propone: alegría festiva por la entrada
en la tierra prometida; gozo por la reconciliación de la que el Señor
Jesús nos ha convertido en emisarios; y fiesta por los hijos que
han sido encontrados por el Padre misericordioso y símbolo de toda
situación humana que ha hallado gracia a los ojos de Dios.
El Libro de Josué evoca la entrada a la tierra prometida con pinceladas
sencillas y densas: ¡por fin ha terminado el tiempo del desierto con
sus inquietudes y riesgos. De ahora en adelante, sólo queda gozar
en la tierra que da el Señor, antaño prometida a los patriarcas.
Termina el maná, pero es sustituido por un nuevo pan, fruto del trabajo
del hombre y de una tierra libre y hogareña. Esto es motivo suficiente
para agradecerle a Dios su bondad a través de la celebración
pascual. En una palabra, los Egiptos ya no son problema con sus cárceles
y sus esclavitudes. Todo es nuevo como el ambiente de libertad que se respira
y el pan de la nueva tierra que hoy se gusta (primera lectura).
San Pablo hace una síntesis de la salvación a través
del tema de la reconciliación realizada en Cristo (pasión,
muerte y resurrección). Pero añade que la reconciliación
no consiste sólo en estar en paz o en no tener culpas, sino en convertirse
en creación nueva y en transmitir tal novedad a otros. En consecuencia,
el cristiano no puede obrar con criterios humanos sino con los que le otorga
su adhesión al Cristo Reconciliador: olvido de lo anterior y vuelta
a los tiempos del paraíso (segunda lectura).
En el evangelio, Jesús muestra cómo es Dios frente a los piadosos
y los estudiados, críticos que no soportan verlo en compañía
de gente que ellos, "los buenos", consideran mala. Y Jesús
les habla con tipos y respuestas diferentes en torno al amor: un padre y
dos hijos. El es bueno, misericordioso y confiado de sus hijos, les da más
lo que piden sin condicionarlos o acomodarlos a sus gustos y voluntad. Es
tolerante, reparte "sus bienes", deja ir al menor sospechando
el riesgo, pero alegrándose por su retorno interesado; es conciliador
con el hijo mayor, herido, a quien invita a participar en la fiesta del
encuentro y de la familia.
El hijo menor hace las veces del villano: sale del hogar, arriesga bienes
y apellido paternos, vende su dignidad y se vuelve un cínico: si
es preciso, dejará de ser hijo y aceptará ser criado en la
casa paterna... ¡por comer!
Y ¿el hijo mayor? ¡Un fracaso! Permaneció en casa, no
para gozar la compañía de su padre, ya que a su lado se sintió
mercenario, inútil, demasiado amarrado como para sentirse hijo y
dueño. Sus reacciones: se enojó por el retorno del hermano,
lo trató como un perdido, rechazó el ingreso feliz a la fiesta
y evitó el gozo del reencuentro.
El relato de Jesús es dramático: no por vivir en casa está
segura la felicidad o se respetan los sentimientos y principios que la rigen
(hermano mayor). Se desea huir de ella para gastar lo que no se ha trabajado
o bien para buscar supuestas y mejores condiciones (hermano menor). Este
no volvió por amor sino por interés; y el otro no vivió
feliz sino como extraño en su casa y entre los suyos. ¡Doble
golpe para el padre vencido sólo por su misericordia: perdón,
acogida y elevación del egoísta y fugitivo; y conciliación,
comprensión e invitación para el cerrado que, supuestamente,
le quedaba.
Antes de continuar la cuaresma, la liturgia motiva a los creyentes con un
tema triple:
§ alegría en la nueva tierra a la que Dios hace llegar;
§ reconciliación en la familia de los hijos de Dios;
§ y reencuentro con el Padre que todo perdona porque sólo la
misericordia le es suficiente.
¡Sólo el amor de Dios dice la última palabra; y sólo
él puede desenmarañar tanto las inquietudes como las decisiones
oscuras del corazón humano!