1. BIENVENIDA
Celebrante: En el nombre del Padre...
Guía:
Hermanos, esta es la noche más bella del año y la más
santa, porque vamos a celebrar el misterio de la vida: Cristo vuelve a ella
por designio de Dios. La Liturgia nos va a dar la gran lección en
todos los sentidos y a permitir que estemos en sintonía con el Señor
Jesús que pasa sacramentalmente de la muerte a la vida.
Para contemplar y gozar
cada uno de sus signos, tengamos presente la estructura que la Liturgia
nos propone: a una primera parte, la Liturgia de la luz (que comienza con
la bendición del fuego nuevo y procesión con el cirio pascual,
signo de Cristo resucitado), seguirá un emotivo canto y repaso de
las etapas principales de la historia de salvación en la Liturgia
de la Palabra. Luego pasaremos a la Liturgia del bautismo caracterizada
por nuestras promesas de aliarnos y comprometernos con Dios: Padre Creador,
Hijo Redentor y Resucitado, y Espíritu que santifica a su Iglesia.
Por fin, participaremos, como siempre, en la Liturgia eucarística
que bien conocemos.
Esta es una noche rica en símbolos, única a lo largo de ese
tiempo bendito que nuestra comunidad cristiana celebra como Año litúrgico.
Lo definitivo es la vida
no la muerte que nos ronda por todas partes.
Que, iluminados por el cirio pascual que nos evoca la vida nueva en Cristo,
todos aprendamos a ser luz para los demás y palabra con que Dios
salve a cuantos nos vean y se nos acerquen.
2. LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura (Génesis 1,1 - 2,2
o bien: 1,1.26-31)
El relato de la creación no habla en primer lugar de cómo
inició el mundo, sino acentúa la "ocupación de
Dios" a favor de la humanidad. El hombre es la última y definitiva
entre las criaturas en aparecer. Esto tiene una razón: llega para
ordenarla y mostrar algo muy sencillo: "Las cosas son importantes;
pero la gente... ¡lo es más!".
Segunda lectura (Génesis 22,1.18
o bien: 22,1-2.9-13.15-18)
Mal leída, la escena del obediente Abraham es sustituida por otra
versión que pinta a Dios como un Señor terrible que le pide
el sacrificio de su hijo. El final lo aclara todo: Dios no arrebata al hombre
su felicidad; sólo le pide disponibilidad y obediencia. Lo que sigue
luego es pura bendición, benevolencia, amistad, promesa y cumplimiento.
Tercera lectura (Éxodo 14,15 - 15,1)
El pueblo bíblico asumió la salida de Egipto como amor
concreto de Dios, gesto creador de su parte y razón para creer en
este Señor que salva al hombre. El cristiano recibe varios mensajes
del antiguo éxodo: invocar el nombre de Dios, retirarse de los Egiptos
que lo esclavizan y unirse en un solo pueblo para celebrar su liberación.
Cuarta lectura (Is 54,5-14)
El profeta Isaías llama a Dios "Creador de Israel" no
tanto por sacarlo de la nada cuanto por salvarlo, permanecer a su lado y
amarlo como el esposo enamorado ama y atiende a su mujer. Por ello, también
lo llama Redentor, Santo, Piadoso, Arquitecto y Maestro.
Quinta lectura (Isaías 55,1-11)
Estamos tan acostumbrados a cobrar y a pagar por todo que no comprendemos
a quien ama sin pedir nada a cambio. Isaías dice que a Dios se le
puede invocar porque está cerca, pero que sus decisiones no son miopes
como los humanas. A El basta escuchar al hombre para saber qué tiene,
llegar hasta él y hacerlo vivir.
Sexta lectura (Baruc 3,9-15.32 - 4,4)
La experiencia enseña muchas cosas al hombre. Entre otras, no
le pide ser sabio, sino prudente. El librito de Baruc dice al cristiano
que no viva como extranjero en su propia tierra; que entienda el sentido
de la vida; y que se anime a creer de verdad... si es que quiere ser bienaventurado.
Séptima lectura (Ezequiel 36,16-28)
El perdón es una acción divina que el hombre puede imitar.
El profeta Ezequiel muestra que sus efectos se parecen al agua que purifica;
a un corazón nuevo que permite amar de verdad; al espíritu
que hace vivir; y al retorno a la tierra que nos ha visto nacer, de la que
habíamos sido despojados y que no será paraíso sin
nosotros. ¡Lo que falta... es imitarlo!
Epístola (Romanos 6,3-11)
No hay mejor forma ni ocasión de participar en el misterio pascual
de Cristo que cuando alguien es bautizado. Pablo interpreta la vida cristiana
como muerte y resurrección con Cristo. La consecuencia es clara:
si el cristiano vive, debe hacerlo según Dios.
Evangelio: Lucas 24,1-12
Desde aquel domingo que cambió la vida del mundo, los cristianos
no tenemos más razón de vivir que anunciar la resurrección
de Cristo. Nadie puede ya vivir preocupado en o por el miedo, el pecado
y la muerte, sino anunciar, gritar y cantar su fe en el Dios de los vivos
y su alegría al haber sido alcanzado por el Señor Jesús.
4. ORACIÓN DE LOS FIELES
Celebrante:
Hermanos: Cristo ha resucitado como dicen las Escrituras, como lo anunció
él mismo a sus primeros seguidores y como nos lo revela esta celebración
nocturna. Al presentarle nuestras peticiones, hagámosle llegar también
nuestro deseo de ser fieles al mensaje que nos transmite su vida y nos da
la salvación.
Guía: Oremos con esperanza /
Señor Jesús, quédate con nosotros.
- Por la Santa Iglesia de Dios, que
celebra el misterio pascual de Jesús: para que sea testigo fiel de
Cristo resucitado y mensajera del gozo de creer, la alegría de amar
y el entusiasmo de servir. Oremos con esperanza...
- Por todos los niños cristianos:
realidad, realización y símbolo de la novedad que el Señor
resucitado nos muestra, luego de vencer los poderes del mundo, del pecado
y de la muerte. Oremos con esperanza...
- Por cuantos han sido bautizados en
esta noche pascual: para que nunca olviden que su bautismo es participación
en la muerte de Cristo y signo evidente de su resurrección. Oremos
con esperanza...
- Por los católicos que no han
podido o querido participar en los ritos de la Pascua: para que recuerden
que la vida que Cristo nos ha traído viene a calmar nuestras inquietudes
y animar nuestras flaquezas. Oremos con esperanza...
- Por los que no creen en Cristo: para
que el amor que Dios ha desbordado sobre la tierra con su misterio pascual
les abra el corazón y les permita buscarlo en el compromiso y testimonio
de los cristianos. Oremos con esperanza...
- Por nuestros enfermos y ancianos que
están imposibilitados de festejar a nuestro lado la resurrección
del Señor: para que el Señor de la vida los alivie y les haga
sentir los ecos de nuestra fe. Oremos con esperanza...
- Por cada uno de los que estamos presentes
en esta solemne vigilia pascual: para que, contagiados de la alegría
de Cristo vivo, practiquemos la fe con renovada confianza y coherente seriedad.
Oremos con esperanza...
- (Otras intenciones...Oremos con esperanza...)
Celebrante:
Señor Dios que has rescatado a tu Hijo Jesús de la muerte,
venciendo así la limitación y el pecado: escucha las plegarias
que te presentamos. Permítenos desde esta noche santa experimentar
la alegría de tu presencia, la paz que nos indicas en la resurrección
de Cristo y la esperanza en la nueva creación que nos has prometido.
Por Cristo, Señor nuestro. - AMÉN
5. EXHORTACIÓN FINAL
Guía:
Nuestros hermanos cristianos del Oriente poseen una frase que a partir
de hoy les sirve de saludo y augurio pascual, además que como proclamación
de su fe: ¡Jristos Aniste! ( ¡Cristo ha resucitado!).
Aunque nosotros no tenemos ese saludo,
convendría inventar uno que nos sirviera, como el navideño,
para resaltar el gozo pascual de ser cristianos. Pero aunque el saludo no
lo es todo, sí lo es ese conjunto de motivaciones, actitudes y actos
que señalan claramente que hemos cambiado y que deseamos seguirlo
haciendo como fruto de la Pascua.
Que la celebración de esta Vigilia Santa en que hemos participado no termine, sin más, en lo bonito o emotivo de la celebración, sino que los signos del cirio, palabra y agua de vida queden en nuestra mente y corazón y nos sigan impulsando a ser lo que significan: claridad en el testimonio ante los demás, noticia de alegría, y novedad que nos invita a denunciar sus opuestos y a evitar sus arbitrariedades.
Celebrante: En el nombre del Padre...
5. SUGERENCIAS PARA MEDITAR
El misterio pascual comprende pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Estos eventos no son sólo etapas sucesivas en el tiempo a manera de registro histórico o fotografías de un reportero del siglo primero. Son, más bien, aspectos diferentes del único misterio de Jesús que la Iglesia celebra reunidos en su Triduo pascual. Estos relatos pascuales son presentados en los evangelios como cuadros de fe, testimonios que los escritores sagrados recibieron de los primeros testigos, textos que les sirvieron para su predicación a paganos y judíos, ecos de las inquietudes y esperanzas de las primeras comunidades a las que se dirigieron y evocación del Antiguo Testamento que señala, en imágenes, el misterioso itinerario del Mesías.
Al hablar de Jesús
resucitado, el Nuevo Testamento lo presenta como El Viviente o El Glorificado.
En otras palabras, los relatos no hablan del "cómo" o del
"cuándo" y "dónde" tuvo lugar la resurrección,
sino de los testigos oficiales, secundarios o circunstanciales, de la resurrección
del Maestro, en base a algunas circunstancias:
- área geográfica determinnada (Jerusalén o Galilea);
- situación temporal (alborada o tarde del primer día o domingo)
- esquema fijo: iniciativa de parte de JJesús Viviente ante sus amigos
y discípulos, reconocimiento de Jesús por los testigos y misión
de éstos ante terceros.
Pero los textos bíblicos no sólo presentan la vida nueva de
Cristo, sino también la de los creyentes. Como profundización
de ésta, varios textos del Nuevo Testamento aluden a la resurrección
de los justos y de los creyentes que ocurrirá al final de los tiempos.
Con todo, se acentúa que los efectos de esa resurrección han
comenzado ya a manifestarse en la medida que los cristianos manifiestan
su fe en Cristo (Col 3,1-3; 2 Tim 2,18; 1 Jn 3,14). En muchos otros más,
de la tradición paulina, se señala que el bautismo de los
creyentes es el lugar y ocasión por excelencia para que ellos participen
en la muerte y resurrección de Cristo; mientras que el Apocalipsis,
en cuadros vivos y fulgurantes, presenta a través de imágenes
lo que será la nueva vida de los seguidores del Cordero y cómo
el Señor estará permanentemente entre ellos: el castigo de
Babilonia, el triunfo sobre los males que los agobian en la tierra, el milenio
de liberación y jubileo de gracia, la llegada de la Jerusalén
celeste futura, el río de agua viva y la visión del trono
divino (4; 17-22).
Por ello y con toda
razón, en esta noche, la Liturgia nos hace saborear la esencia de
la fe cristiana con el grito jubiloso de los primeros testigos de la nueva
vida inaugurada por Jesús: "¡Cristo no está aquí...ha
resucitado!", "¡Vive!".
Por otra parte, cada año, la liturgia nos invita a celebrar el misterio
de Cristo por etapas: liturgia de la luz, de la palabra, del bautismo o
bautismal y eucarística.
La "liturgia de la luz" señala el paso de las tinieblas
y del caos al orden, y del antiguo mundo de oscuridad a otro de luz. Su
signo central es el cirio pascual que evoca con su llama siempre viva y
perenne la presencia del resucitado en su comunidad.
La "liturgia de la palabra" con sus nueve lecturas bíblicas
(siete del Antiguo y dos del Nuevo) nos ha ofrecido la síntesis de
la historia de la salvación y el mensaje central de la fe cristiana:
el triunfo de la vida sobre el pecado y la muerte, la resurrección
del Señor Jesús y el inicio del reinado de la vida entre sus
fieles.
La "liturgia bautismal" evoca las liberaciones de Dios de la antigua
alianza, como las del éxodo, entrada a la Tierra prometida, participación
en la muerte y resurrección de Cristo, destrucción del mal
y el principio de la nueva creación con el bautismo de agua.
La "liturgia eucarística", coronación del misterio
pascual, une a la comunidad cristiana en torno al Señor resucitado
como cortejo que lo seguirá hasta su gloria para agradecer a Dios
el don del perdón y de la salvación a través de su
Mesías.
Así pues, el
mensaje de Pascua es sencillo y completo: sugiere que la resurrección
de Jesús ocurrirá en nosotros mismos; que esa vida no es promesa
para un futuro remoto, sino ha comenzado ya con nuestro bautismo; y que,
si creemos seriamente en el Señor de la vida, la muerte y sus satélites
(hambre, luto, ignorancia, pobreza, prepotencia, injusticia y ambición)
desaparecerán del mundo, del corazón, de la mente y la voluntad
humanas, ya que Cristo vive para liberarnos de ellas y ha inaugurado el
nuevo tipo de vida según Dios, que los hombres, por ser hijos suyos,
han comenzado a vivir.