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Mensaje de Abril 24 del 2005
Alabanzas a Jehová

Lectura Bíblica: Salmo 96

Introducción

Una de las partes integrales de nuestro culto es la alabanza a Jehová. Fuimos creados para alabar a Dios. ¿Cómo lo alabamos? ¿Como agrada a Dios que lo alaben? Con expresiones de júbilo y cánticos que brotan del corazón. Bendecimos Su Santo Nombre y le damos toda la gloria y honra que El sólo se merece. Como la historia nos lo menciona, tenemos que los Salmos eran cánticos a Jehová cuando habían reuniones para alabar a Dios. Esto era muy similar a lo que hoy en día tenemos con los himnos y los coros, aunque música contemporánea se está introduciendo en estos últimos tiempos.

El Salmo 96 es un buen ejemplo de la clase de alabanza que se elevaba a Jehová. Es un llamado a adorar a Jehová, a exaltar Sus atributos y pregonar Su grandeza. El Salmista nos invita a resaltar Su Santidad y Su justicia para que todos los pueblos se estremezcan al escuchar Su Santo Nombre. Toda la naturaleza se inclina hacia El porque Sus manos crearon y formaron este mundo y todo lo que en él habita.

¿Qué es la alabanza?

La palabra para alabar en hebreo es yadah que significa expresar alabanza, dar gracias, exaltar, hacer confesión pública, admitir. La idea es de manifestar públicamente, en gesto de regocijo, los magníficos atributos de Dios. Y cuando lo manifestamos, estamos reconociendo todas las cualidades que Jehová representa para toda la humanidad. Ya no sólo lo conocemos por nombre ni superficialmente, sino que nos sumergimos en el conocimiento de un sólo Dios, Grandiosos y Soberano. Damos las gracias porque nos da la sabiduría y nos incluye en la revelación de Su Ser. Sólo cuando nos acercamos en humildad y pureza de corazón es que podemos entender las profundidades de las riquezas y sabidurías de Dios (Romanos 11:33). Así nos da la habilidad de confesarlo públicamente como nuestro Salvador, Justo y Fiel, Autor de la vida eterna.

Estemos concientes de no caer en costumbres o ritos que no tienen ningún sentido espiritual. Por lo general, el mundo alrededor nuestro se contenta en imitar a los demás y carece de iniciativa propia. Como cristianos, debemos entender lo que estamos haciendo y ser genuinos y concientes de nuestro actos. En el caso de la alabanza es importante que entendamos su sentido bíblico y que la practiquemos en libre sentido de devoción espiritual, buscando agradar a Dios. Debemos alabar con nuestro espíritu y también con nuestro entendimiento (1 Corintios 14:15).

Tomemos de ejemplo a la declaración del Rey David, cuando alabando públicamente expresó en 1 Crónicas 29:9-13: «Y se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron a Jehová voluntariamente. Asimismo se alegró mucho el rey David, y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre.»

Alabar a Dios por medio de expresiones exteriores

Elevamos por medio de oración o cánticos nuestras alabanzas a Dios. Y esto es ni más ni menos una expresión de nuestro estado íntimo que sale a florecer de lo más profundo de nuestro ser. Si estamos llenos del Espíritu de Dios, nuestras expresiones van a ser de cánticos y alabanzas. El salmista nos invita a la alabanza y dice «Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios» (Salmo 147:7). Recordemos que exteriorizamos la Santidad de Dios en nuestras vidas. Otra forma de manifestación de alabanza es por medio de la música. Incluimos nuestros sentidos y damos rienda suelta a las expresiones de gozo y júbilo hacia Dios. No en una forma desenfrenada, sino con orden y reverencia a Jehová. Cuando se inicia el viaje del arca de Dios a Jerusalén, la Biblia nos dice que «David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda clase de instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos» (2 Samuel 6:5).

¿Cuál era la celebración? El Rey David se sentía tan gozoso de traer el arca a su reino, que la máxima expresión por parte de él y sus súbditos, era un despliegue de danzas y música para celebrar este gran acontecimiento. David era músico de corazón, y para él, la danza y la música era una expresión de júbilo y alabanza. Si tomamos este mismo acontecimiento, algunas otras personas alabarían a Jehová por medio de la oración, o cantando salmos, himnos o coros. Todo es aceptable con la sincera expresión de alabar a Dios como El se lo merece.

La necesidad de alabar a Dios

Luego que nuestro corazón se identifica con la Majestuosidad de Dios, la alabanza se convierte en una necesidad inherente del creyente. Esta práctica ha pasado de ser un deber religioso a una expresión de voluntad propia. Si leemos en el Salmo 96, bien podríamos ser persuadidos que La Palabra de Dios, por medio del salmista, nos da expresiones imperativas de alabar a Dios. Como en las expresiones de cantad, anunciad, proclamad, tributad, dad, adorad, etc. Lejos de sentir estas expresiones como mandato, el creyente es alentado a participar del conocimiento de los atributos de Dios. Así como bendecimos Su Nombre, anunciamos Su salvación, proclamamos Sus maravillas, alabamos Su magnificencia, poder y gloria; crece en efervescencia la imagen de Dios en nuestro intelecto. Llegamos al punto de querer conocer más y más de El, convirtiéndose en una necesidad espiritual. Con júbilo nos acercamos a Jehová para aclamar Su Santo nombre, identificándolo como la roca de nuestra salvación.

Conclusión

Acerquémonos al Trono de Gloria y alabemos a Jehová. Alabémosle con todo nuestros sentidos. Cantemos al Rey de Reyes cántico nuevo y que brote de un corazón renovado, limpio y sencillo. Toda la naturaleza y los hijos de Dios, alaben a Jehová. Amén.

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