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«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.» Apocalipsis 3:19

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Mensaje de Febrero 5 del 2006
La Función de la Iglesia en el Mundo

El pastor Francisco X. Tola predicando

Lectura Bíblica: Mateo 28:19-20

Introducción

En el mundo automotriz es bien conocido que la fuerza que impulsa a un carro es su motor. Si queremos que el carro nos lleva de a un punto a otro, tenemos que tenerlos en condiciones óptimas y guiarlo debidamente para que nos lleve a nuestro destino. Así mismo la Iglesia, encontramos que la fuerza impulsadora es la Gran Comisión, y que nos llama a tomar activa participación para el mayor alcance a todos los pueblos. Entonces, la función de la Iglesia en este mundo decayente es de llevar el evangelio de salvación a toda criatura; el de involucrarnos en la misión local y exterior; el de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y el de enseñar y discipular a los nuevos creyentes.

Evangelio - Id y haced discípulos

Jesucristo antes de ascender a los cielos, habló a Sus discípulos y les dejó un mandato especial que había de tener un impacto transcendental en la Iglesia. Les encomienda a los discípulos, como a nosotros también, lo que conocemos como la Gran Comisión. Esta nos introduce al mandato de Id y haced discípulos. Este mandato proviene de Cristo mismo, a que vayamos a todo el mundo para que llevemos el mensaje de esperanza y salvación.

En el principio del ministerio de Cristo comienza Su predicación acerca del Reino de los cielos diciendo: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio» (Marcos 1:15). Estas eran las buenas nuevas de salvación que sirvió de introducción para que la gente de todos los pueblos tuvieran la oportunidad de escuchar acerca de Cristo. Los discípulos tomaron este mensaje y con entusiasmo dieron a conocer acerca de la salvación que encontramos en Jesús. Tomemos en cuenta que esta orden de Id, es un mandato de acción. Nos invita a salir de la comodidad de nuestro medio ambiente hacia aquellos que han de escuchar el evangelio. No es solamente para nuestras familias, amigos y mas allegados, sino para el mundo entero. Lo hacemos, primordialmente, porque es un mandato de Cristo y nosotros como buenos discípulos de Él, participamos con gozo y en carácter de urgencia.

Cuando tomamos participación de presentar a Cristo, Dios toma nuestro testimonio y da convicción de pecado a los que prestan atención al evangelio. Definitivamente, nosotros no salvamos a las personas, Dios es el que se encarga de salvar por medio de Su divina gracia. Al instante que la persona abre su corazón al mensaje de salvación, Cristo pasa a morar en esta nueva criatura convirtiéndola en Su discípulo.

Misiones - A todas las naciones

Este mandato nos da a entender que el mensaje de salvación no fue exclusivamente para el pueblo de Israel, sino para todas las naciones. Indiscutiblemente, «a los suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:11-12). Con esto entendemos que, aunque vino primeramente al pueblo escogido de Dios, el evangelio no se limitó a ellos solamente. La salvación fue extendida para todos los que de humildad de corazón, aceptan el evangelio, pasando a ser denominados hijos de Dios.

Dios creó las gentes y las naciones, con sus diferentes costumbres, lenguas, raza e idiomas y por ende extiende la redención a todos los pueblos del mundo. Cristo les promete poder de lo alto, antes de ascender a los cielos, para que la campaña de evangelización sea extendida a todos los rincones de la tierra. Les dice: «recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8).

Este es el mensaje misionero para todos los que aman al Señor y son sensibles a las almas que se pierden. Cristo nos da el poder de testificar para que hablemos con denuedo acerca de Su salvación. Nos alienta que comencemos por nuestros hogares, y que nos extendamos alrededor nuestro hasta que lleguemos al final de la tierra. Obviamente, este es un esfuerzo colectivo, a donde los cristianos tienen oportunidad de tomar participación directa o indirectamente, según sean sus posibilidades. Las únicas limitaciones son las que nos creamos nosotros mismos, porque las oportunidades van de acuerdo a nuestro compromiso con Dios.

Bautizar - Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo

Encontramos este mandato muy particular, en la Gran Comisión, porque Dios lo considera como parte de nuestra evidencia de obediencia y testimonio de nuestra fe. Jesús lo mandó y el nuevo cristiano no debe de tomar muy a la ligera Sus mandatos. Al contrario, debemos de tener un sentido de complacencia al cumplir este mandato. ¿A quién le gusta contradecir una petición de la persona amada? Creemos firmemente que cuando hay amor en nuestros corazones, buscamos complacer a la persona que amamos. Especialmente, cuando esta persona ha llegado hasta el sacrificio, para que nosotros podamos gozar de las riquezas espirituales que nos brinda la vida eterna.

El bautismo conlleva el simbolismo de participación con Jesucristo, en Su muerte y resurrección en la obra de nuestra redención. Cuando descendemos a las aguas bautismales y somos sumergidos, nos unimos a Cristo en Su sepultura. Para nosotros representa la muerte al pecado y la iniquidad. Luego, cuando volvemos a la superficie, nos estamos uniendo a Cristo en Su resurrección. Y todo esto lo hacemos en nombre del Trino Dios. Asi que nos bautizamos con el propósito de dar a conocer públicamente, que nos hemos entregado a Cristo, y en obediencia a Su palabra.

Enseñar - enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado

Esta es otra función importante de la Iglesia. Cristo nos encomienda que enseñemos a otros lo que ya nosotros hemos aprendido de Su palabra. Tomamos el tiempo y la dedicación en enseñar doctrina saludable y verdadera. Guiamos a los nuevos creyentes a una relación más profunda con Cristo y un mejor entendimiento de Su voluntad. La mira principal está en el desarrollo del discipulado, con el fin de que la Iglesia crezca a una madurez espiritual. Los creyentes maduros deben modelar la vida cristiana por medio de acciones que glorifiquen a Dios. 1 Juan 3:18 nos recuerda que «no amemos, de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad».

Oremos para que cada cristiano tome conciencia de esta Gran Comisión, que para la Iglesia es la fuerza impulsadora.

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